El dibujo escultórico de Van de Mheen
Irene Van de Mheen
3 enero, 2008 01:00Apilación, 2007
Dos reminiscencias asaltan la mente de uno al ver los trabajos más recientes de Irene Van de Mheen (1967). El primero es el bodegón de Morandi. El segundo la noción de decorado, de espacio real pero ilusorio, de transición entre lo físico y lo mental. La búsqueda de esta holandesa afincada en España mantiene sus señas de identidad y se mantiene en pos de la creación de un lugar entre medias donde (como cabe interpretarse de los bodegones del pintor italiano) cierta duermevela de orden metafísico se vea reflejada en lo matérico; un paraje intermedio donde posar los anhelos de un lugar propio; los límites de un espacio-casa para la emoción. La novedad está en el soporte y medio utilizados en esta ocasión y en la mayor objetualidad de una propuesta que, sin abandonar el dibujo y la dimensión arquitectónica, adquiere cualidades escultóricas.En sus intervenciones in situ, Van de Mheen acostumbraba a partir del dibujo y sus dos cualidades esenciales, línea y color, para (una vez trasladados al lugar donde tenía lugar la intervención) inventar nuevos espacios acotados por planos invisibles y diversas leyes nuevas, ajenas al espacio original. Así sucedería en proyectos emprendidos en la mallorquina Fundació Pilar i Joan Miró o en la sala Alcalá 31 de Madrid. Junto a ellas, también se encontraban las realizadas sobre fotografías y, claro está, un torrente de dibujos y acuarelas a medio camino entre el proyecto de espacio arquitectónico y la abstracción lírica y minimalista. En ese pasado reciente su obra transitaba a ratos junto a la autopista construida por Mondrian y la Bauhaus.
Las nuevas obras están sin duda traspasadas por la reciente estancia en el EKWC, en Holanda (el más importante centro europeo para el trabajo con cerámica). Las principales son, en efecto, piezas tridimensionales con aspecto de habitáculos, pequeñas y extraterrestres arquitecturas realizadas en diferentes tipos de cerámicas (esmaltada o no, porcelana, gres…), en unas ocasiones tocadas por el color, en otras en crudo blanco, así como diversos apilamientos y collages asimismo en cerámica. Van de Mheen invierte así el proceso normal en su trayectoria anterior. Si su práctica consistía en reorganizar el espacio real o fotográfico proporcionándole nueva consistencia espacial mediante planos invisibles a partir de líneas dibujadas con vinilo o cinta adhesiva, ahora es el dibujo y su bidimensionalidad lo que se convierte en objeto escultórico, tridimensional, y propone arquitecturas. El sueño se hace materia.