La artista Sandra Gamarra reinventa a Zurbarán y a Velázquez en un sólido Pabellón de España
La peruana inaugura en Venecia 'Pinacoteca Migrante', una propuesta que responde a la museología clásica poniendo patas arriba la historia del arte.
18 abril, 2024 09:13El primer pabellón a la izquierda, nada más entrar en el recinto de la Biennale, es el español. Unos truenos ensordecedores enmudecen por momentos la algarabía de los Giardini, que son una fiesta, hay gente haciendo cola a pesar del frío y la lluvia, otros se guarecen en la entrada.
Pinacoteca Migrante es, sin duda, uno de los proyectos más esperados; el de la artista hispanoperuana Sandra Gamarra (Lima, 1972) junto a su comisario, Agustín Pérez Rubio (Valencia, 1972), que pasará a la historia por ser la primera migrante que nos representa.
No solo esta condición es importante. También lo es el haberse alineado de un modo esencial con el discurso del Programa General titulado “Extranjeros en todas partes”, en honor a una pieza del colectivo franco italiano Claire Fontaine, que alude al carácter nómada y de identidades fluidas de la contemporaneidad. Así nos lo ha relatado el comisario de la 60º Bienal de Venecia, Adriano Pedrosa, en una entrevista para El Cultural.
["Pero ¿qué hace Sandra Gamarra representando a España en la Bienal de Venecia?"]
Gamarra lleva más de veinte años trabajando la descolonización desde las imágenes creadas y conservadas por la Academia, en concreto la antropología y la historia del arte en una tentativa por replantear el contexto y la legitimidad de dichas imágenes.
Hablamos de pinacotecas esenciales para nuestra memoria visual como el Museo del Prado, donde apenas hay, por ejemplo, personas de color representadas. Por eso reinterpreta cuadros de Velázquez o Zurbarán, repintándolos y escribiendo encima, como una capa más de significado, textos ecofeministas, como los de Paul B. Preciado, dotándoles de una nueva lectura histórica y de una interpretación unívoca.
El Pabellón español es, efectivamente, una pinacoteca clásica que se articula en diferentes niveles de exhibición, desde la taxonomía vegetal, el retrato clásico, el bodegón, etc., en general, de grandes formatos.
El trabajo de Gamarra es exhaustivo. Sus dibujos son hermosos, finos, elegantes, dignos; trabajados con sumo cuidado, en los que domina ese color ocre que remite al barro y a la tierra. En ellos cataloga incansablemente, en más de 70 piezas, una realidad fragmentada y reinterpretada en constante mutación.
La herida colonial
Para Sandra Gamarra Heshiki, la narrativa de su proyecto elabora un ciclo continuo entre construcción y deterioro. Por este motivo, estas pinturas se presentan como bosquejos, obras acabadas, o en estado de permanente restauración, como metáfora de la herida colonial abierta.
En algunas piezas acompaña a los lienzos de telas o máscaras, convirtiendo la pintura en una suerte de collage escultórico que sale del lienzo, que tiene volumen y cuerpo, por lo que transmite una mayor sensación de veracidad.
[Influencia o explotación, la huella americana en el arte de ayer y de hoy]
El concepto occidental de pinacoteca, que fue exportado a las colonias, es aquí invertido y reinterpretado para evidenciar las narrativas silenciadas, igual que un pabellón creado desde la lógica nacionalista decimonónica es pervertido para aludir a la condición dinámica, fluida y nómada del s. XXI.
Los formatos, enmarcados y colgados en la pared, no sorprenden, a excepción de Jardín Migrante: el espacio central del pabellón habitado por doce copias pintadas de monumentos que no están en España, pero que tienen un poder y capital simbólico en la historia de las excolonias, pues son esculturas que recuerdan a personajes que sucumbieron a las migraciones de las que hoy somos herederos.
En la cara inversa de las mismas se pueden leer palabras sobre las figuras o las culturas a las que hacen referencia y en el suelo, libros o telas artesanales que dan la experiencia de instalación. Quizá con la intención de invitarnos a sentarnos y compartir algunos momentos con ellas, por lo que rompe la dinámica del recorrido expositivo y siendo quizá el proyecto más débil si lo comparamos con la fuerza icónica de las otras piezas.