"Pero ¿qué hace Sandra Gamarra representando a España en la Bienal de Venecia?"
La artista, primera latinoamericana que ocupa el pabellón español, ha dibujado junto al comisario Agustín Pérez Rubio un proyecto rotundo.
17 abril, 2024 02:31Es la primera artista latinoamericana que nos representa y lo hace con un proyecto que reimagina nuestro pasado colonial. Los temas son duros. Estamos hablando de racismo, migración o extractivismo. Los protagonistas son los migrantes, sean humanos o no; y sus historias son las que suceden en la intersección de los lenguajes precolombino, colonial y occidental. Un proyecto que nos interpela en la esencia de lo que somos.
De esto trata Pinacoteca migrante, el proyecto de más de 50 piezas creadas ex profeso para este pabellón que reescribe la historia del arte. Sandra Gamarra (Lima, 1972) es la primera artista invitada a representar a España a pesar de no haber nacido aquí. Algo histórico.
Nos confiesa que siente cierta responsabilidad. “Me parece que, inconscientemente, esas preocupaciones fueron apareciendo”, afirma. Agustín Pérez Rubio (Valencia, 1972), sin embargo, está tranquilo: “Ya fui el comisario del Pabellón de Chile en 2019. Podría tener presión por ser español, pero al contrario, me siento muy relajado porque realmente es Sandra la que me lleva, yo no llevo a Sandra. Juntos sentimos la importancia de que ella represente al país, además del capital simbólico que supone su participación no solamente en la obra, sino en la totalidad del proyecto”.
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También es la segunda vez para Gamarra, que representó a Perú en 2009. Entonces las cosas eran distintas: “El pabellón latinoamericano llevaba a muchos artistas. En ese momento no se contaba con presupuesto para un proyecto nuevo o un transporte de larga distancia, pero aún así fue una experiencia importante para mí. Era la primera vez que pisaba la Bienal, incluso como visitante”.
Dice que recuerda aquella experiencia con cariño, pero que obviamente no tiene nada que ver con la envergadura de producir un pabellón completo, con un proyecto propio partiendo de cero. Las escalas son diferentes.
El trabajo de Gamarra también ha evolucionado desde entonces. Antes enunciaba su propia voz y ahora representa a muchas voces, lo que supone una responsabilidad añadida.
No deja de ser contradictorio que la institución legitime los discursos disidentes, como el de Gamarra, quien desarma de un modo rotundo, las estructuras que perpetúan las jerarquías hegemónicas.
“En Perú es muy notorio cómo se tergiversan los discursos de protección del medio ambiente para hacer todo lo contrario. El problema no es que se legitime, por ejemplo, el discurso ambiental, entre tantos otros, sino que lo que debemos hacer es preguntarnos por qué no ha estado siempre dentro del discurso oficial”, dice la artista.
Lo disidente nunca debió serlo. Normalizarlo es parte del trabajo que muchos de los otros pabellones están intentando visibilizar, afirma la artista. Pérez Rubio incide en la pregunta: “¿A qué llamamos hoy disidente? Apropiarse de la disidencia ha sido una estrategia queer, es nuestra manera de sobrevivir; pero también significa que te han otrorizado, que te han excluido del paraguas normativo”.
La lucha migrante también es la lucha queer, y la racializada, y la de tantas otras minorías excluidas. La respuesta de la artista a los que cuestionan su coherencia es inteligentísima: “¿Hasta qué punto uno juega con la institución? Lo primero que hay que tener siempre en cuenta es que los museos nos pertenecen. Sé que ha habido mucha gente que se ha preguntado: pero ¿qué hace Gamarra representando a España?”
La artista hispano-peruana afirma que las instituciones “son lugares que tenemos que ocupar, a pesar de las contradicciones que puedan surgir. Debemos ser capaces de estar en el lugar de la confrontación, precisamente porque es un lugar incómodo”.
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Descolonizar los museos después de tantos siglos de narrativas hegemónicas puede parecer complicado. Las taxonomías que se antojan universales son por naturaleza excluyentes, pero debemos empezar por los museos como metáfora de la transformación real, “de las mentes y de los corazones”, exclama Gamarra.
El museo te toca en un nivel sensible, escópico, que entra por los ojos, y que a su vez es un camino directo a la afectividad. Deben empezar a articular nuevas narrativas que nos ayuden a entender nuestro pasado colonial. Porque va más allá del pasado, afecta a la hora de escolarizar a hijos de migrantes o legalizar a personas que no han nacido en nuestro país. Es un todo que abarca múltiples dimensiones y que imbrican directamente a la educación y a la cultura.
En el trabajo de ambos late la consciencia de pertenencia a una comunidad, entendida como un acompañamiento mutuo.“Hablamos de filósofas, sociólogas, líderes indígenas, académicas, ecofeministas… Hay una parte de protección y de comunidad”, explica Pérez Rubio y Gamarra añade sonriente: “¡Hay tanta gente que se está preguntando –como artistas, comisarios o museólogos– cómo podemos revertir esos discursos y ampliarlos! Es bonito sentir que nos acompañamos entre todos. Formamos parte de la creación de una conciencia colectiva crítica”.
¿Quién es Sandra Gamarra?
Desde siempre quiso ser artista. Vino a España hace 20 años con una beca y el dinero justo para sobrevivir un año, cuando Juana de Aizpuru le echa el guante. A partir de ahí comienza una carrera meteórica, trabajando la pintura como una nueva antropología, reinventando las narrativas museográficas, escribiendo nuevas historias para el arte.