El Cultural

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Arte

Sandra Gamarra, copiar a traición

'Buen Gobierno' desfigura algunas de las convenciones expositivas para hacernos conscientes de que ayudan a construir narrativas que no debemos dar por buenas sin un riguroso examen

4 octubre, 2021 01:42

Sandra Gamarra Heshiki. Buen Gobierno

Sala Alcalá, 31. Madrid. Comisario: Agustín Pérez Rubio. Hasta el 16 de enero

Buen Gobierno se presenta como un pequeño museo en el que Sandra Gamarra Heshiki (Lima, 1972) desfigura algunas de las convenciones expositivas para hacernos conscientes de que ayudan a construir narrativas que no debemos dar por buenas sin un riguroso examen. Así, en relación con las piezas arqueológicas americanas y el arte colonial, la postura de los museos españoles –denuncia– continúa siendo la de la ocultación o la del “frigorífico” que aísla los objetos de las condiciones históricas de su obtención y, en sus vitrinas, los distancia tanto del espectador como de las comunidades actuales que fueron desposeídas de sus raíces culturales.

'Buen Gobierno' se presenta como un pequeño museo que desfigura algunas de las convenciones expositivas

Este es un debate candente a nivel internacional que, en España, encuentra grandes resistencias por cuestiones ideológicas. En la pintura de Sandra Gamarra se materializa a través de un mestizaje de medios y de lenguajes artísticos, con gran inteligencia creativa y cierta ironía. Su habilidad con los pinceles le permite salir airosa de difíciles retos, pues basa buena parte de su producción en un método que podríamos llamar “copia a traición”: pinta reproducciones de, para ella, significativas obras de los museos introduciendo modificaciones, a veces sutiles, a veces violentas, que trastocan su mensaje.

Una de las vías que ha explorado en el análisis crítico de la historia del arte es la de poner al descubierto las maniobras de dominación que se esconden en los géneros occidentales. Y en esta exposición, comisariada por Agustín Pérez Rubio, encontramos excelentes ejemplos de esos ejercicios. Se abre con una aproximación a la pintura de historia: cuatro cuadros que ilustran otros tantos momentos clave en la historia de Perú son copiados con alteraciones y por duplicado –al derecho e invertidos en espejo– en monocromo “rojo indio” y resaltes en color que usa para insinuar dos miradas contrapuestas sobre los hechos, la del colonizador y la del colonizado. La pintura religiosa muta en Tierra virgen: con más de 300 cuadritos de bordes dorados, copias de una imagen de la Virgen del Cerro, realizadas en Cuzco para el turismo, Gamarra construye a modo de castillo de naipes una “montaña” que representa el Cerro Rico de Potosí –con las famosas minas de oro y plata– y la fertilidad de una tierra que se pretendía vacía (virgen) y disponible para su explotación. Con un significado vinculado a esta pieza pero referido al presente, el género de paisaje es trastornado en dos cuadros de la serie Falso oro sobre realidad peruana, en los que esconde bajo un manto de falso pan de oro sendas fotografías de prensa (copiadas al óleo) de los desastres ecológicos ocasionados por la minería en Cerro de Pasco y en Puno.

Vista de la exposición. Foto: Guillermo Gumiel

La ilustración botánica es presentada como instrumento de la exploración científica… para el saqueo de la naturaleza. Sobre 160 de las ilustraciones de la Primera Nueva Crónica y Buen Gobierno (toma de ella el título) de Felipe Guamán Poma de Ayala, ella pinta el mismo número de variedades de patatas, fruto de la tierra importado que tapa la visión –literal y figuradamente– de las torturas dibujadas por el cronista. Y equipara el expolio natural con el expolio arqueológico en la serie Reconstrucción. La naturaleza muerta toma forma de Bodegón sobre realidad peruana, conjunto de reproducciones de obras de este género pintadas en América (para destacar sus riquezas) sobre portadas recientes de periódicos que informan sobre la brutal corrupción en el Perú actual, aún vinculada a esa avaricia de los recursos.

La Ilustración, en su afán de clasificación del mundo natural, incluyó en él a los humanos a través del género de la pintura de castas, que pretendía acotar el desorden social del mestizaje. Es una tipología que ha interesado en particular a la artista, hija de mestizo y japonesa y con vida intercontinental. Ahora mismo se exponen en el MALI las copias que ha encargado en talleres chinos, para donarlas al museo limeño, de las Castas del Museo Nacional de Antropología –una forma de restitución patrimonial fake–, que ha prestado doce de los originales para esta exposición. Pero aplicándoles una perspectiva feminista (con textos al pie), subraya la función “productora” de fuerza de trabajo que tuvo la mujer en la economía colonial.

Los géneros del arte europeo son finalmente condenados, cara al suelo, en Chakana –cruz andina–, una instalación que recuerda cómo la “investigación” arqueológica arrasó lugares sagrados. Sobre los terrosos reversos de este “yacimiento”, con paisaje envolvente sugerido en las paredes de las que parecen haberse desprendido los cuadros, ha esparcido ofrendas –monedas, granos de maíz dorados o plateados y menudencias– que revitalizan la forma ancestral. Una parte de lo desenterrado se trajo a nuestros museos, y de allí “roba” piezas Sandra Gamarra para que, en el espejo en el que las hace flotar, en las dos grandes vitrinas a doble cara con título Expositor, nos reconozcamos al fin.

@ElenaVozmediano