Juan Giralt, la pintura profana del incómodo 'outsider' autodidacta
Es posiblemente su exposición más importante hasta la fecha. Cien lienzos recorren en el MARCO de Vigo el universo de este pintor sin etiquetas
21 octubre, 2023 02:30Pensar el lienzo como un terreno que hay que descubrir y prospectar. Imaginar la pintura como una planimetría del mundo o de sí misma, capaz de negarse y descubrirse simultáneamente rechazando los dogmas de lo establecido. Así es la obra pictórica de Juan Giralt (Madrid, 1940-2007) una excavación casi arqueológica de cuadros dentro de cuadros, estratos debajo de estratos que emergen de la búsqueda lenta de una pintura que se contiene a sí misma –“la pintura se basta a sí misma, cómplice con los ojos que saben mirarla”, escribe en uno de sus cuadernos– al margen de modas y fórmulas.
Desde su primera exposición en 1959, cuando aún vivía en Londres, Giralt ha buscado el gesto auténtico e incómodo del outsider autodidacta, del pintor que nace a la sombra de las vanguardias, cerca del informalismo figurativo de Dubuffet o del expresionismo del grupo CoBrA que conoció en sus numerosos viajes y estancias en Londres, Ámsterdam o París y que reformula hasta llegar a una ecuación de mínimos, una “geometría engañosa de líneas torcidas”, a lo largo de sus cincuenta años de práctica pictórica, cinco décadas en las que transita por varias etapas hasta llegar a su culmen en su época de madurez.
Este viaje por el multiverso Giralt, el que nos ofrece ahora el museo MARCO de Vigo, está compuesto por 100 obras y es el más completo hasta la fecha, más incluso que el que se mostró en la exposición del Reina Sofía en 2015. Ha sido comisariado por su propio hijo, Marcos Giralt Torrente, junto al director del museo, Miguel Fernández-Cid, y juntos escriben este relato antológico a través de dos de los espacios del primer piso.
Una excavación casi arqueológica de cuadros dentro de cuadros, así es la obra pictórica de Juan Giralt
El primero, introductorio pero muy fértil, dedicado a su pintura de los años 60, 70 y 80 donde se despliega la imaginación desbordante y ácida del Giralt más gráfico. Y el segundo es el de sus últimos 26 años con sus lienzos más conocidos: grandes formatos que emanan una peculiar sensibilidad para el color que utiliza como elemento constructivo declinando los ocres, los rosas y los turquesas, que abren ventanas al cielo y al mar, pero también a su intimidad sentimental.
Sus composiciones metapictóricas, fragmentadas y melancólicas, llenas de vacíos, conviven con adamascados de gesto ágil, aunque de apariencia descuidada, palabras a medio escribir o ilustraciones infantiles. Resonancias que más tarde encontraremos en pintores de generaciones posteriores.
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Juan Giralt empieza a pintar a los 12 años influido por unos bocetos de Matisse que ve en la revista Paris Match y hay algo de su modo de hacer que le acompañará toda la vida. No solo Matisse, sino también otros muchos artistas que cita sutilmente en sus icónicos collages: Mondrian, Velázquez, Uccello, Bacon o Philip Guston… Siempre jugando en su terreno, el de un personal campo de maniobras para el acto pictórico construido sobre un conflicto de opuestos. En él trata de conciliar lo figurativo y lo abstracto, lo racional y lo instintivo o lo humorístico con lo refinado.
Esa singularidad le ha convertido en uno de los fundadores de la llamada Figuración Madrileña junto a Luis Gordillo, aunque su nombre no haya gozado de similar reconocimiento a pesar de haber sido becado con una Fulbright para ir a Nueva York en 1980 o haber participado en los famosos Encuentros de Pamplona en 1972.
“La pintura debe profanar cualquier planteamiento teórico”, escribe Giralt. En la profanación y huida de lo aprendido instaura un dogma propio.