Maria Lai (Ulassai, 1919-Cardedu, 2013, Cerdeña) pertenece a ese grupo de artistas visionarias que abrieron nuevos caminos, no solo estilísticos sino políticos, y cuyo relato debemos resarcir de un injusto olvido por parte de la historiografía patriarcal.
En su primera exposición en España, de la mano de Es Baluard, podemos disfrutar de una de las figuras más fascinantes del arte contemporáneo que se adelanta a su tiempo creando la primera obra de arte relacional en Italia, antes incluso de que Nicolas Bourriaud definiera los parámetros de este arte inmaterial cuya materia prima es la comunidad.
El 8 de septiembre de 1981 Lai moviliza a todos los vecinos de Ulassai, en Cerdeña, para desplegar un gran lazo azul de 46 kilómetros que una la abismal montaña pétrea que se asoma al pueblo con cada balcón. Legarsi alla montagna (Ligarse a la montaña), la pieza que cierra la exposición con un vídeo documental y una bellísima serie de fotos en blanco y negro intervenidas con rotulador azul, es un conmovedor relato sobre tejer comunidad inspirado en una leyenda popular en la que una niña es rescatada del derrumbe de la montaña por un lazo azul que cae del cielo. El lazo azul, como el acto de tejer en su propia obra, simboliza el arte como posibilidad de salvación.
[Yasumasa Morimura, un travestido en la Historia del Arte]
Desde pequeña Lai leía historias en las sábanas remendadas de su abuela como si fueran libros, y dibujaba con las cenizas de la lumbre garabatos que le servían de inspiración para inventar cuentos. Su modo de conocer el mundo ha sido a través del dibujo y la literatura. No olvidemos que la palabra texto procede del latín textus, que significa precisamente “tejido”, porque algo enigmático se enraíza entre los hilos y las palabras.
Lai buscaba esta conexión mística entre las personas y el mundo desde un claro posicionamiento ético y político. En A Gramsci (2007), por ejemplo, despliega el reverso de la tela manuscrita donde se adivina la tinta transferida cosiendo y enmarañando su anverso. Su motivación trasciende el sistema del arte para crear vida y sinergias a través de él.
En La escritura tejida, comisariada por Imma Prieto y Maria Alicata, se hilvanan los trabajos multidisciplinares de Lai desde la memoria, la comunidad y la escritura, exhibiendo sus libros cosidos de textos ininteligibles con grafías abstractas que inventan un nuevo lenguaje.
Pero también telares polimatéricos como Telaio del mattino (El telar de la mañana, 1969), un exquisito ensamblaje de madera, cuerda, lienzo y pintura al temple que resuena a neovanguardia, al nouveau réalisme o al arte povera, con ecos de Jannis Kounellis, Alberto Burri o Pino Pascali.
[Lartigue, el fotógrafo que pintaba el sol sobre las flores con una cámara]
Lai representa las agujas y los telares como herramientas fundacionales de la cultura –como Cecilia Vicuña con sus quipus, la escritura inca hecha de nudos textiles– y vibra en la misma sintonía que Ana Mendieta, Fina Miralles, Louise Bourgeois o Teresa Lanceta, quienes crean su cosmogonía en la intimidad de sus puntadas, recuperando lo ancestral para la contemporaneidad.
La escritura tejida
Maria Lai desarrolla su práctica en solitario, desde un contexto rural aislado e inhóspito. Estudió arte en Roma y Venecia y participó en la Bienal de Venecia en 1979 y la de São Paulo en 1981. En pleno éxito decide retirase para buscar la libertad en el paisaje rocoso, la lectura de Lorca, Pasolini o Dickinson y el folclore sardo. En 2019 el MAXXI de Roma le dedicó una gran retrospectiva.