Esta es una historia de preguntas y respuestas, centros de arte que se salen de formato, textos, ecología y traducción. Las preguntas las pone Nicolas Bourriaud (Niort, 1965) cada vez que organiza una exposición. Sus cómplices son los artistas con su feedback. Y las respuestas llevan a libros –entre los que está su archiconocida Estética relacional (1998)–. Poco después de publicarlo, fundó junto a Jérôme Sans el Palais de Tokyo, ese centro de arte a tiro de piedra de la Torre Eiffel que puso en el mapa a tantos artistas franceses e hizo saltar por los aires el tradicional y estático modelo de museo con performances y conciertos de duración imposible (algunos de ellos hasta de un día entero). Su huella llegó a España e inspiró a espacios como Matadero Madrid y La Casa Encendida.
Sus preguntas se han paseado, también, por las bienales de Lyon, Taipei, Atenas o la Trienal de la Tate, por la École National Supérieure des Beaux-Arts de París, el centro de estudios artísticos más importante de Francia y, recientemente han aterrizado en el MO.CO, Montpellier Contemporain, el centro “tricéfalo” que dirige en el sur de Francia con el que continúa su experimento parisino. Desde allí responde a El Cultural, horas antes de volar a Estambul a rematar la 16.ª Bienal que firma bajo el título de El séptimo continente. Una cita –recuerda Bourriaud– a la que no ha faltado desde 1999, con la excepción (y “por desgracia”) de las dos últimas. En esta nueva entrega, reparte a sesenta artistas en tres sedes: el Antrepo 5, el Museo Pera y la isla de Büyükada.
Pregunta. ¿Qué tesis plantea en El séptimo continente?
"No he reunido a artistas 'ecológicos', sino a artistas que rompen con la división tradicional entre naturaleza y cultura"
Respuesta. El tema central es el propio Antropoceno: ¿Cuáles son sus efectos en nuestra forma de ver, representar y vivir en el mundo que nos rodea? ¿Cómo reaccionan los artistas ante el colapso de las categorías y jerarquías tradicionales? ¿Han sabido integrar el final de la división occidental entre naturaleza y cultura, y cómo? El primer proyecto que comisarié sobre estas cuestiones fue La gran aceleración en la Bienal de Taipei en 2014. Era una introducción general que ponía el foco en la nueva “convivencia” entre humanos, animales, vegetales, máquinas y materia en general. Ahora, El séptimo continente comienza con una imagen: la enorme masa de residuos plásticos que flotan en nuestros océanos. La hipótesis que planteo es que los artistas son los exploradores, los antropólogos de este nuevo continente. Se encuentran con objetos, con moléculas, seres y lenguajes y expanden la antropología hacia nuevos campos en los que se incluye lo no humano. Son traductores.
P. ¿Cómo definiría el Antropoceno?
R. En este campo sigo la versión que dan los científicos, algo, por cierto, que los políticos deberían hacer con más frecuencia. Antropoceno es el nombre que recibe una nueva era geológica caracterizada por el impacto de las actividades humanas en el planeta. Es una situación que afecta a todos los componentes de la vida, una proyección de nuestras economías sobre el mundo. Una imagen. Pero, yendo más allá, diría que el Antropoceno es el nombre que damos al nacimiento de una conciencia colectiva.
Sin el realismo de la CNN
P. ¿Cómo afecta todo esto a las representaciones artísticas?
R. Uno de los proyectos más emblemáticos de esta Bienal de Estambul es el del colectivo Feral Atlas Collective que reúne a artistas y científicos de todo el mundo y muestra a seres como los virus o los plásticos convertidos en los verdaderos protagonistas del Antropoceno. “Feral”, aquí, se refiere a cuando los entes transformados por la acción del hombre emprenden su propio camino. Este es un proyecto bastante singular, sin duda el más informativo y descriptivo de todo el conjunto. En la sede principal [Antrepo 5] hay una sección muy importante de la exposición que incluye a Suzanne Husky, Mariechen Danz y Müge Yilmaz y está dedicada a la búsqueda de nuevos marcos mentales, a la antropología del futuro y las investigaciones sobre comportamientos antiguos. La verdad es que no he intentado reunir aquí a artistas “ecológicos” sino a artistas que incorporaron a su trabajo el final de la división tradicional entre naturaleza y cultura, inventando formas de representar los nuevos términos de la realidad, que abordan o reverberan en la catástrofe ecológica. Hay mucho más poder crítico en una obra de arte que incluye esos elementos, en la forma en que se elabora, produce y difunde, que en lo que yo llamo “realismo de CNN”, periodismo visual, digamos. El activismo ecológico es, por supuesto, crucial hoy en día, pero la lucha tiene que librarse en el ámbito político. Los artistas manipulan las formas sociales, las reorganizan e incorporan a escenarios originales que superan al guión en el que se inspiran. Nos muestran otras posibilidades, herramientas y espacios.
P. ¿Cómo se organiza la exposición?
R. En Antrepo 5 se aborda el tema general, la antropología del séptimo continente, mientras que el Museo Pera, que es un museo histórico, albergará una sección más específica dedicada a lo que yo llamo “arqueologías ficticias”. Charles Avery o Norman Daly han inventado civilizaciones enteras. Piotr Uklanski y Sanam Khatibi vuelven a visitar el pasado. Pia Arke ha trabajado en el proyecto de reasignar la historia de su gente en Groenlandia, Melvin Moti explora las teorías soviéticas sobre el sol y Paul Sietsema recompone la arqueología. Todos tienen en común la idea de que hay alternativas tanto en el pasado como en el presente, y esta ficción es una forma capaz de generar nuevas preguntas.
"Las cuotas favorecen a bienales sin visión ni imaginación que reúnen de manera vaga a artistas 'representativos'"
P. Entre la lista de participantes prácticamente la mitad son mujeres. ¿Qué opina de las cuotas en las exposiciones?
R. El ideal para mí es poder hacer una selección sin tener en cuenta ninguna etiqueta, prejuicios ni preferencias. En una de mis últimas exposiciones en Montpellier, Crash Test, había incluso más mujeres que hombres, pero ese no era el tema de la muestra, así que ¿por qué incidir en ello? Estoy a favor de la paridad, especialmente en el área política, pero en contra de las cuotas. Una vez que hemos marcado todas las casillas y satisfecho todas las expectativas, ¿qué queda para desarrollar con coherencia un tema, un pensamiento crítico sobre el arte? Las cuotas están favoreciendo a bienales sin visión ni imaginación alguna que reúnen de manera vaga a artistas que solo son “representativos” de esta o aquella categoría. Prefiero ignorarlas y estar atento a todo pensamiento no normativo. Es obvio que la historia del arte ha estado dominada, y secuestrada, por los hombres y que ahora tenemos que hacer un gran trabajo para restablecer el equilibrio. De hecho, igualdad es otra de las palabras clave en el enfoque de esta bienal en la que se puede encontrar a muchas artistas mujeres que hasta hace poco han estado fuera de radar y que aportan formas y conceptos diferentes que nos permiten reescribir la historia. Atentos a los trabajos de Pia Arke, que murió a una edad temprana, Rebecca Belmore, no valorada suficientemente, o Ana Bella Geiger, que tiene ya ochenta años.
Outsiders españoles
P. Me llaman la atención los dos artistas españoles que ha seleccionado, Anzo y Evru/Zush, ¿cómo conoció su trabajo?
R. Visité la retrospectiva de Anzo en el IVAM de Valencia hace dos años y me sorprendió mucho su universo y que no hubiera sido más reconocido en el extranjero. De Zush, conozco el trabajo desde hace mucho tiempo. No lo hice a propósito, pero es verdad que los artistas españoles de mi lista son totales outsiders. Tanto Anzo como Zush fueron víctimas del régimen franquista, y les muestro junto a Glauco Rodrigues, un pintor increíble que trabajó bajo el régimen militar en Brasil. Es una alusión a la situación política presente.
P. Existe una tendencia en el arte actual a trabajar con materiales de desecho, ¿a qué cree que se debe?
R. El capitalismo tiende a rechazar y esconder todo aquello que no tiene valor comercial y los desechos por no tener, no tienen ni dueño. Hay una nueva generación de artistas que ha dejado de mirar hacia los objetos y productos para fijarse en los materiales de los que están compuestos. Bill Gates habló una vez de un “capitalismo sin fricción” que se desarrolla en la superficie del mundo digital desmaterializado. Es decir, que lo que causa “fricción” y ralentiza los intercambios no es más que la realidad material. El arte contemporáneo está respondiendo a esta situación a través de la rehabilitación de la materia, de lo que yo llamo el “materialismo molecular”. Los elementos desprovistos de valor simbólico que conforman nuestro entorno –materiales como el polvo, los gases, los fluidos, los minerales, los insectos, las plantas y los escombros– son los que arruinan la imagen ideal del capitalismo. En lo que respecta a la ecología hemos llegado a hablar de las moléculas de plástico que se tragan los peces. En El séptimo continente veremos a muchos artistas que practican esta “antropología molecular”.
Insiste Nicolas Bourriaud en que las instituciones del siglo XXI no pueden ser “monofocales”. “Tienen que organizar exposiciones pero también educar, transmitir conocimiento y acercar el arte y los artistas al público”. Experimenta todo ello con un nuevo centro, el MO.CO, Montpellier Contemporain, que se organiza en tres partes: una escuela, un centro de arte (La Panacée) y un edificio, inaugurado el pasado junio, dedicado a proyectos que parten de colecciones existentes, tanto públicas como privadas. “Esta máquina horizontal –cuenta– aglutina todas las funciones de pedagogía, proyectos con colecciones, producción, difusión, mediación con el público e investigación en colaboración con la universidad y permite asociaciones muy diversas. En cierto modo, es una cooperativa. Trabajamos a escala de ciudad y el objetivo principal es crear condiciones para una escena del arte sostenible y más internacional en el sur de Francia”.
P. ¿Cuál cree que debería ser la labor del museo?
R. Todos conocemos su misión clásica pero es fundamental que cada uno encuentre una misión singular y personal. Nuestro Hotel des Collections en Montpellier, por ejemplo, es un “cuasi museo”, un homenaje a los “cuasi objetos” de Michel Serres.