Almudena Lobera y Rosana Antolí, dibujos en movimiento
Son dos de las artistas más interesantes de su generación. CentroCentro y Tabacalera inauguraban sus individuales poco antes del parón
27 abril, 2020 06:20Expertas en el trabajo con el espacio y en una cuidada puesta en escena, Rosana Antolí (Alcoy, 1981) trabaja desde el cuerpo, creando composiciones curvas que fluyen en materiales diversos. Almudena Lobera (Madrid, 1984) cuestiona siempre la configuración de la imagen, las capas visibles e invisibles, la tradición y lo digital. Trabajan las dos con escultura, dibujo, vídeo y performance aunque fue el dibujo el medio que las unió por primera vez “en JustMAD, en 2011” –recuerda Lobera desde su estudio en Madrid– cuando daban sus primeros pasos. Ahora tienen uno, o dos, pies en el extranjero (Antolí vive en Londres desde 2012), galería en Madrid –The Ryder y Max Estrella– y, poco antes de que los museos cerraran, estrenaban sus exposiciones individuales más importantes hasta el momento en esta misma ciudad.
El gozo duró poco, pues ninguna ha llegado al mes abierta y, en el caso de Antolí, su propuesta en CentroCentro iba acompañada de performances que también han sido canceladas. Una edad de oro: pulso, pálpito, deriva nos sumergía en una atmósfera marina, un experimento que continuaba su exposición de la Tate Modern de Londres (2019). Y en Technical Images, en Tabacalera, Almudena Lobera hablaba de traducción, ideogramas japoneses y signos informáticos. Dos acercamientos –lo corporal y lo digital– muy apropiados en esta situación actual.
Pregunta. ¿Cómo ha afectado el confinamiento a su trabajo?
Rosana Antolí. Hay una prioridad emocional que se acentúa y un instinto de jugar con un espacio y un tiempo que ahora no existen. Estoy trabajando en mis próximos proyectos y exposiciones pero, a la vez, este momento me ha hecho retomar Virtual Choreography, un proyecto anterior en el que analizo la relación entre el cuerpo, el movimiento, la arquitectura y la ciudad. He abierto ahora una nueva vertiente llamada In My Room, en la que estoy estudiando cómo este cambio de paradigma influye en nuestra forma de movernos y relacionarnos con nuestro propio cuerpo.
El tiempo en pausa
Almudena Lobera. A mí me ha servido para poner el tiempo en pausa y trabajar en menos cosas a la vez. Terminar proyectos y apuntar nuevas ideas inspiradas en este momento. No puedo evitar encontrar conexiones entre el modo de relacionarnos en estos tiempos de distanciamiento social y mi proyecto Stories, que planteaba un display irónico en el que los espectadores estaban quietos, en ventanas y las obras desfilaban ante ellos. Ahora que toda exposición tiene su visita virtual y su documentación en redes, me cuestiono más que nunca qué aporta la visita presencial. Por eso cuido tanto cada detalle en la sala, para crear una experiencia que apele a todos los sentidos y desborde lo que nos permite una pantalla.
“La libertad de decidir, de contar, de jugar y combinar materiales es la principal herramienta que tenemos los artistas”, Rosana Antolí
P. Ambas saltan de un medio a otro, ¿qué les hace decantarse por uno en concreto?
R. A. Siempre me ha interesado no separar por medio ni por materia, que todo sea híbrido y fluido para conseguir un lenguaje mucho más babélico. Una de las mejores herramientas que tenemos los artistas es la libertad de decidir, de contar, de jugar, de combinar materiales... Nuestro trabajo tiene infinitas posibilidades por donde moverse.
A. L. Yo tampoco tengo un medio favorito. En la exposición de Tabacalera, es la primera vez que uso el vídeo como soporte principal. Hasta ahora sólo lo había empleado para registrar acciones. El punto de partida son siempre las ideas, que imagino como objetos, como situaciones, acciones, imágenes… En Technical Images cada videoinstalación contiene una grabación que está pensada igual que mis dibujos, de ahí que sean en blanco y negro y con primeros planos.
P. Esos vídeos los presentaba en estructuras con distintas formas. ¿Qué añaden a la obra?
A. L. Completan nuestra experiencia y percepción de cada capítulo, permitiendo un diálogo entre las obras y el espacio. Son videoinstalaciones, videoesculturas. Siempre tengo en cuenta al espectador, que es una pieza clave: convive con la obra, funciona como un volumen más.
P. ¿Y qué papel juega el público en su caso, Rosana?
R. A. Hay dos pasajes en la obra de teatro El público, de Lorca, que lo resumen muy bien. Uno dice: “¡El público! / Que pase”; y el otro: “Monta en mi grupa / ¿Para qué? / Para llevar te / ¿Dónde? / A lo oscuro”. El visitante es un agente activo, un elemento más de la coreografía que presento. Participa de las instalaciones, de las obras, del recorrido, de toda la exposición.
P. ¿Cuáles son los motores de su trabajo?
R. A. La repetición, el ritmo y el fluir que tienen una musicalidad inherente y conllevan movimiento. También los gestos cotidianos, las coreografías diarias que realizamos, y una cuota de absurdo existencial.
A. L. Para mí, el diálogo entre la historia y el momento actual, a lo que se suma la relación entre texto e imagen. Estudié tipografía y diseño gráfico y siempre me ha atraído el poder visual y estético del lenguaje escrito. Los artistas estamos siempre traduciendo, codificando, descodificando…
P. Las dos exposiciones partían de una lectura. ¿De dónde proceden sus referencias?
R. A. Los estímulos son variados pero las lecturas tienen un lugar imprescindible. Llevan a nuevas ideas. De forma accidental di con un artículo de The New York Times que me descubrió a la medusa T. Dohrnii, un ser vivo que practica ciclos vitales sin fin. Después, textos como Jellies: Living Art me hicieron tomarla como estandarte del loop infinito y de mi investigación artística sobre los cuerpos performativos, coreográficos y en repetición. Esta medusa es el eje de mis exposiciones en la Tate Modern y en CentroCentro.
“Cuido cada detalle en la sala para apelar a los sentidos y desbordar la experiencia que tenemos a través de la pantalla", Almudena Lobera
A. L. Sí, es fascinante encontrar a autores que ponen palabras al caos de ideas e intereses que tenemos en la cabeza. El libro de Flusser [El universo de las imágenes técnicas (Caja Negra Editora, 2017] fue realmente revelador. Habla de paralelismos entre imágenes tradicionales y techno-imágenes, entre lo humano y la máquina, con frases como “las imágenes transforman la circunstancia en escena”.
P. Y hablando de otros artistas, ¿hacia quiénes miran?
R. A. Hay referentes a los que siempre vuelvo: la poética de Lorca, el absurdo surrealista de Buñuel, Rebecca Horn y sus objetos performativos, Miró y su búsqueda del movimiento, y Juan Muñoz como creador de trampantojos.
A. L. En mi caso depende del momento, pero siempre me ha acompañado Francis Alÿs y su manera de acercarse al lenguaje poético en todos los medios y de integrar trabajo y vida.