Anri Sala: “La estética puede ser una forma de resistencia”
La exposición AS YOU GO muestra a partir del próximo sábado en el Centro Botín de Santander un recorrido por el trabajo del artista donde se fusiona sonido e imagen en movimiento
10 diciembre, 2019 01:53Este texto tendría que ir acompañado por un audio. En cada punto y seguido escucharíamos una base de ritmo pegadizo. Esa que suena intermitente en Answer me (2008), el vídeo en el que una chica trata de poner fin a una relación pero –y aquí entra de nuevo la batería de fondo– cada vez que abre la boca su futuro ex da rienda suelta a sus baquetas. Anri Sala (Tirana, 1974) es uno de esos artistas perfectamente situados en el starsystem. Trabaja con las grandes galerías (Marian Goodman y Hauser & Wirth, entre otras), ya ha fichado en todas las citas imprescindibles –Bienal de Venecia, varias veces, Documenta de Kassel, São Paulo…– y expuesto en el Pompidou, la Serpentine Gallery, el New Museum y un largo etcétera. Y todo ello manteniendo fresco el trasfondo comprometido que le dio a conocer cuando, siendo todavía estudiante, grabó la reacción de su madre al ver un vídeo suyo hablando de joven en un congreso de las juventudes comunistas de Albania. Con un estilo muy documental, ya reflexionaba en Intervista (1999) sobre la capacidad de manipulación sintáctica de las palabras.
Con los años, ha depurado su lenguaje, y mucho, en sus instalaciones, vídeos, dibujos, fotografías y hasta instrumentos que se auto activan. Pero si hay algo en lo que es imbatible es en el tratamiento del sonido. También la arquitectura y el tiempo tienen un papel decisivo en su trabajo. Y la posición que ocupa el espectador en el espacio. Dice en sus vídeos cosas sin decirlas, no suele haber diálogos, pero sí gestos. En España su trabajo se ha visto poco, a excepción de la presentación en el CAC de Málaga en 2013 y algunas colectivas, o 1395 Days Without Red (2011), la película sobre Sarajevo, protagonizada por Maribel Verdú, que forma parte de la colección del MACBA.
Doble renzo piano
Inmerso ahora en el montaje del Centro Botín de Santander, la arquitectura del edificio de Renzo Piano –cuenta Anri Sala a El Cultural– ha tenido mucha importancia en esta exposición. Las salas de la segunda planta miran hacia el mar por uno de sus lados y a la ciudad por el otro, y tienen además una ligerísima curva en su interior que el artista ha transferido al diseño de la muestra. El mar lo veremos a través del vidrio de No Window No Cry (2012), una réplica del ventanal que hizo en el Centro Pompidou que distorsionaba la imagen del exterior e iba acompañada por la pequeña manivela de una caja de música que hace sonar el Should I Stay or Should I Go de The Clash. “La obra trae el espacio exterior al interior –explica el artista– y funciona como otra capa más del edificio, un Renzo Piano sobre un Renzo Piano. Damos una nueva visibilidad a lo que está detrás. En el Pompidou era la fuente de Niki de Saint Phalle y aquí el mar. Y a todo esto se suma el elemento sonoro. No es sólo lo que se ve sino también lo que despierta en cada uno de nosotros esta canción”.
En el lado opuesto, un wallpaper dibujado cubrirá casi por completo la cristalera que da a la ciudad. Es su All of a Tremble (Encounter I) (2017) –que muchos recordarán de la Bienal de Venecia de Christine Macel–. Y como plato fuerte, y en el centro del espacio, AS YOU GO (2019), una ambiciosa video-instalación que combina tres trabajos anteriores –Ravel Ravel (2013), Take Over (2017) y If and Only If (2018)–.
“Me interesa incitar al público a que sea activo, a que experimente con la posición que toma frente al arte”
Pregunta. ¿Cómo consigue que tres piezas audiovisuales funcionen como una sola?
Respuesta. Juntas las tres piezas se convierten en una especie de concierto de cámara en el que se escuchan diferentes voces entablando una conversación. Me gusta llevar mi trabajo al límite, que crezca y se adapte a cada espacio concreto en el que el visitante lo va a ver. Que las obras se conviertan en los instrumentos de una inusual orquesta y que el espacio expositivo se transforme, a su vez, en un gran instrumento musical. De esta combinación surge una obra de arte nueva. Para mí las exposiciones no son un simple escaparate de mi trabajo sino un momento de encuentro con el público. Busco que el visitante esté alerta y que sea consciente del “aquí y ahora”. Los museos, como los cines, a menudo se convierten en lugares alejados de la realidad y yo quiero justo lo contrario.
P. Suena a que lo fundamental aquí es que el espectador experimente, ¿no es así?
R. Sí, me interesa despertar su curiosidad y que se cuestione siempre la posición en la que está. Por eso me gusta la canción de Should I Stay or Should I Go (Debería quedarme o debería irme). Mis exposiciones no tienen un único punto de vista, hay que moverse por el espacio como en una procesión, del mismo modo que los vídeos que irán pasando de derecha a izquierda por la gran pantalla. Y cuando hablo de ver las obras pasar no me refiero sólo a las imágenes en movimiento sino también a los propios sonidos que las acompañan. Hay una multipresencia en varios sitios a la vez que produce experiencias distintas según donde nos situemos. Me interesa incitar al público a que sea activo, a que experimente con la posición que toma, dónde está y dónde podría estar, a que no sea pasivo frente a las obras de arte.
“Las bienales han estado tan hambrientas de contenidos críticos que han pasado por alto su presentación formal”
P. ¿Qué tienen en común los obras que ha reunido en AS YOU GO (2019)?
R. En las tres se interpretan piezas musicales. El Concierto para piano para la mano izquierda en Ravel Ravel, La Marsellesa y La Internacional en Take Over y La elegía para viola de Stravinsky en If and Only If. En todas ellas la música se toca de manera continua. No es como en el lenguaje o como en muchas películas en las que se mezclan hechos pasados, presentes y futuros. Yo lo llamo presente continuo: la película se mueve al mismo tiempo que el espectador.
P. Queda claro que la música es el elemento fundamental de su trabajo, ¿por qué?
R. Cuando escojo una composición soy muy consciente de sus valores musicales y también del período histórico en el que se creó y del que fue testigo. Pero lo que más me interesa es la capacidad de la música de desplegarse en el presente. De la misma forma que la arquitectura permite el encuentro entre la obra de arte y los visitantes en el espacio, la música desarrolla y articula ese encuentro en el tiempo.
Una estética menos democrática
P. ¿Y la elige frente a las palabras porque apela directamente a las emociones?
R. En parte sí, pero no sólo por eso, porque la voz puede llegar a ser muy emocional y la música puede ser muy lógica, pero mientras que el lenguaje narra historias, la música puede transmitirlas. La mayoría de las veces no cuento historias, sino que es la propia música la que llama a ciertas narrativas. Por ejemplo, escuchar La Marsellesa y La Internacional provoca distintas sensaciones según el lugar de procedencia y la orientación política de cada uno.
P. ¿Es su trabajo menos político que en sus inicios o es que ahora es menos explícito?
R. No creo que se haya vuelto menos político, pero entiendo que se perciba así porque, como bien apunta, es menos explícito que antes. Mi compromiso político ha pasado del contenido a su articulación en la forma y la sintaxis de la obra. Además, hubo un momento en el que me di cuenta de que las instituciones, las bienales, etc., estaban tan hambrientas de contenidos críticos que empezaban a pasar por alto la destreza de su presentación formal. Y la estética de la presentación no es una cuestión de escenografía y de gusto, sino que puede ser una forma de resistencia. Para mí montar una exposición es como intervenir en el espacio público, es una forma de investigación y un punto de encuentro con el público. En todo esto el sonido tiene un papel fundamental porque es de todos y no es propiedad de nadie, no es como una imagen que se puede enmarcar y colgar en el salón. Mi trabajo no es ahora menos político que antes, de hecho es aún más político porque se trata de defender el derecho de las personas a compartir algo.
“La arquitectura permite el encuentro entre la obra y los visitantes en el espacio, y la música lo hace en el tiempo”
El título de la exposición, AS YOU GO. Châteaux en Espagne, es muy sugerente. La primera parte ya la usó en la muestra del Castello di Rivoli, en Turín, de comienzos de año. Presentó allí los mismos vídeos, pero editados de otra manera, adaptándolos a las particularidades del espacio, más compartimentado en el caso del italiano. En los dos, el espectador puede elegir por dónde discurrir, de ahí la primera parte del título, AS YOU GO (Según vas). La segunda, Chateaux en Espagne, es una frase hecha que significa construir “castillos en el aire”. “Es interesante que se diga de la misma manera en todos los idiomas menos en francés –puntualiza Sala–. La expresión es sinónimo de sueños y de utopías y dicen que es algo que la madre de Baudelaire solía decirle a su hijo, experto en construir castillos en el aire. En el catálogo de la muestra Gianluigi Ricuperati lo usa también para ilustrar cómo las ideas artísticas a veces son suposiciones, experimentos que se proyectan en el futuro”.
P. Entre tantas referencias, ¿cómo comienza sus proyectos?
R. Algunos surgen del encuentro con un lugar concreto, otros de ideas que se disparan con algo que está más cerca del sonido que del lenguaje. El sonido funciona casi como una partitura de la obra, como un guion. Pienso mucho en cómo darle cuerpo.
P. De hecho en esta entrevista hemos hablado más de sonido que de imagen, ¿cuál es su formación?
R. Estudié violín hasta los once años, aunque lo haya olvidado, y después Bellas Artes, vídeo y fotografía. Trabajo mucho con músicos y nos entendemos bien. Mis ideas suelen venir en forma de conflictos de percepción y disonancias físicas. De hecho la primera persona con la que hablo cuando tengo una obra en la cabeza es con el diseñador de sonido.
P. ¿Y con otros artistas?
R. Mi inspiración viene de campos ajenos al arte, lo que no quita que me sienta próximo a otros artistas de mi generación y de otras anteriores en cuanto a la sensibilidad por el espacio y la manera de contar, transmitiendo, en lugar de instruyendo.