Image: Münster, capital  de la escultura

Image: Münster, capital de la escultura

Arte

Münster, capital de la escultura

28 junio, 2007 02:00

Dominique Gonzalez-Foerster: Roman de Münster, 2007

Hasta el 30 de septiembre la ciudad alemana de Münster acoge la cuarta edición del Skulptur Projekte, cita fundamental que cada diez años investiga, en esta ocasión a través de 33 proyectos públicos, la relación entre el arte, la ciudad y el espectador. Nuestro crítico José Marín-Medina ha estado allí.

No hay una audiencia única para la escultura pública, al igual que no hay un concepto exclusivo de este género de arte. Ese estado abierto y palpitante de la cuestión contribuye a que no pierda actualidad la reunión que cada diez años, a partir de 1977, se convoca en la ciudad alemana de Münster con el título de Skulptur Projekte. Acudir a esta convocatoria implica la consciencia de que se trata de una cita muy especial, para participar en una experiencia y en un estudio planteados a largo plazo. En Münster no hay prisas por definir nada, ni por saber cuáles son "en concreto" los síntomas y el pulso de ultimísima hora de estas prácticas, ni tampoco por intentar verlo "todo" junto y de una vez. Es otra cosa. Ya lo avisa la actitud discernidora adoptada al respecto por Kasper Künig, director del Museo Ludwig de Colonia y comisario de este festival, que no cesa de cuestionarse "la gran pregunta" de si el arte -sobre todo, el arte en la postmodernidad- tiene alguna función: "¿Existe alguna razón para el arte fuera de los lugares donde habitualmente se encuentra, o sea, fuera de los museos o de los espacios específicos creados para mostrar arte? La pregunta ‘¿qué es escultura?' es un tema completamente aparte. Me siento escéptico cuando se trata el concepto de escultura pública desde un punto de vista oficial. Hay muy pocas obras de arte público que funcionan de verdad. Hay algunas en Münster. Son muy discretas, no perturban, parece que duermen. No dicen: ‘¡Mírame, soy una escultura!'. Esa actitud es muy importante", y mucho más si se mantiene contra los brillos fatuos de la cultura del espectáculo.

En esta cuarta convocatoria de "los 100 días de Münster" -a clausurar el 30 de septiembre-, conforta encontrar la ciudad recorrida por ese internacional despliegue de "turistas culturales" que, llevando a mano -casi como un carnet- el plano de situación de los 33 proyectos instalados este año, tratan de localizarlos. No siempre resulta fácil, dadas la citada discreción de algunas obras y la inusual instalación de otras en cines, hoteles, patios interiores, subterráneos, apartados jardines… Estos incontables espectadores subrayan uno de los perfiles de la doble naturaleza que Adorno distinguía en la escultura pública: constituye un arte autónomo y es un hecho social, aspecto en el que no sólo cuentan las condiciones y naturaleza de cada lugar, sino asimismo la "casi" impredecible condición de los destinatarios: ciudadanos y público. Ciudad, proyectos de arte y el tándem compuesto de ciudadanos y visitantes se integran animosamente en esta experiencia, que quiere ser una realidad de naturaleza y fines a compartir. Son 33 proyectos no "traídos" a la ciudad, sino encargados a artistas concretos, que los han pensado y realizado para ella y en ella. Cuando el festival acabe, sólo algunos permanecerán -adquiridos por compra- en su lugar, renovando y sensibilizando el espíritu urbano.

Atendiendo al criterio de utilidad -condición sine qua non en este arte-, hay proyectos singulares en Münster 07. Así, las tres películas producidas ex profeso, en 2007, sobre el espacio urbano. Son piezas del nuevo "cine ensayístico" o de "escritura de pensamiento" a través de imágenes y sonido. En el viejo Metropolis Cinema, de la Berliner Platz, acondicionado para la ocasión -nuevas pantallas y retirada de sus butacas para instalar asientos de tipo funcional, de los habituales en los centros de arte- el joven Clemens von Wedemeyer, empeñado en ensayos pictóricos, sonoros y cinematográficos, presenta From the Opposite Side, un filme impactante que reflexiona sobre la densidad de la vida diurna y nocturna que caracteriza a la misma plaza que rodea este local, junto a la estación central. El juego escultórico de "internar lo exterior" -y viceversa- se matiza mezclando tomas documentales y secuencias creativas. Asimismo, la conocida pareja de los Schaerf -que, desde 1990, integran la filósofa Eva Meyer y el artista multimedia Eran Schaerf- presentan en la sala de conferencias del Hotel Mauritzhof su visión y opinión sobre la ciudad de Mönster a través de la "escultura cinemática" It Could Belong to You, un montaje -o collage- en que se combinan secuencias de tres convencionales películas que fueron rodados en esta misma ciudad y en Hollywood (en 1939,1942 y 1966), cuestionando valores del espacio-tiempo real y del fílmico. A su vez, el escultor, cineasta y videoartista lituano Deimantas Narkevicius presenta The Head, un vídeo duro, de reflexión crítica, contra los fines políticos ejemplificadores de la estatuaria monumental.

De servicio más perentorio es la divertida propuesta de Hans-Peter Feldmann, Public Toilet Facilities at the Domplatz, consistente en sorprender a los usuarios de los urinarios públicos de la plaza de la Catedral, con una renovación a fondo de sus cabinas subterráneas, dotándolas de iluminación y cerámicas fashion, y de cuadros y lámparas kitsch. Dentro de este tipo de intervenciones de choque en "sitios específicos" de gran concurrencia, destaca de por sí la enorme flor electrónica que el performer y artista multimedia Marko Lehanka ha ideado para Prinzipalmarkt, cuyo ordenador intenta conversar con los transeúntes. Quizás sin proponérselo, también resulta más divertida de lo conveniente la grotesca instalación que, sin título, ha montado Isa Genzken con pretensión de reflexionar sobre las acciones del vandalismo en los espacios públicos. ¡No siempre se acierta! En cambio, el proyecto Trickle down, de Andreas Siekmann, constituye una diana perfecta, con la elocuencia demoledora de un montaje en que lo pobre, lo cutre y "lo vandálico" se combinan con un juego estupendo de signos de la señalética urbana, indicando las nuevas fronteras de la privatización imparable del espacio público.

Entre los aciertos sobresalientes de la convocatoria, cuentan la granja estupenda -Petting Zoo- que Mike Kelley ha ideado para un muy urbano patio de vecinos; el diálogo entre diferentes y famosas esculturas de Münster que -reproduciéndolas reducidas de escala- logra establecer Dominique Gonzalez-Foerster; la instalación Archaelogical Site, del siempre poético y absurdo Guillaume Bijl, que excava en la tierra para reencontrarse con el chapitel de una torre de Münster; y, sobre todo, la escueta, noble y monumental intervención escultórica de Bruce Nauman, Square Depression, que, proyectada ya en 1977, no ha podido ser realizada hasta ahora, junto al Centro de Ciencias Naturales. Nunca es tarde para una acción como ésta: una plaza cuadrada, de 25 metros de lado, excavada en el suelo (hasta 2.30 m. de profundidad), con formato de pirámide invertida, y que, sobre su belleza intrínseca, avisa de los riesgos "depresivos" implícitos en tantas construcciones públicas actuales. ¡Ser bello y ser útil! ¿Pueden ser otros los fines de este arte?