Image: Dalí y Buñuel: dos polos de una pasión

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Arte

Dalí y Buñuel: dos polos de una pasión

6 mayo, 2004 02:00

Dibujo de Grau Santos

El distanciamiento entre Buñuel y Dalí, iniciado con la irrupción de Gala, haría que en los testimonios de ambos su intensa compenetración juvenil haya quedado distorsionada. En verdad fue una amistad apasionada que ha legado
dos obras maestras a la historia del cine: Un perro anzaluz y La edad de oro.

En el islote elitista de la Residencia de Estudiantes, que fue llamada el "Oxford madrileño", se forjó el núcleo duro de la famosa Generación del 27, con sus arrabales más significativos prolongados hacia Cadaqués, Málaga y Tenerife. La dirigía el espíritu ilustrado y tolerante de Alberto Jiménez Fraud, aunque no permitía que se tomara vino en las comidas, para que no se mancharan los manteles. Por su sala de conferencias desfiló lo más granado de la intelectualidad europea, desde Henri Bergson hasta H.G. Wells, pasando por Keynes y Le Corbusier.

No faltó, en marzo de 1923, la presencia magistral de Albert Einstein, introducido por Ortega. Aquella semilla científica germinaría en la obra artística de dos residentes famosos, en la de Luis Buñuel, quien publicó dos meses después en "Alfar" su artículo "Por qué no uso reloj", llena de guiños divertidos a la teoría de la relatividad, y en la de Dalí, más tardíamente, con sus celebrados "relojes blandos", aparecidos en 1930.

Buñuel ingresó en la Residencia de Estudiantes en octubre de 1917, para estudiar la carrera de ingeniero agrónomo -le fascinaba la entomología pero detestaba las matemáticas-, aunque su conocimiento de Américo Castro le desvió hacia los estudios de filosofía y letras, especializándose en historia. Estuvo viviendo en la Residencia, salvo en los paréntesis vacacionales, hasta que en enero de 1925 viajó a París. Salvador Dalí ingresó en ella en septiembre de 1921, recomendado por el poeta Eduardo Marquina, amigo de su padre, para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su carrera resultaría muy accidentada. Consiguió ingresar en la Academia en 1922, tras superar el examen inicial, pero al año siguiente fue expulsado durante un curso, a raíz de su protesta pública por haberle negado en un concurso una plaza de profesor a Daniel Vázquez Díaz. Y fue expulsado definitivamente en 1926, cuando negó al tribunal examinador de la Academia capacidad para juzgar su obra. Y entre Buñuel y Dalí ingresó en la Residencia la tercera pieza clave del terceto, Federico García Lorca, en noviembre de 1919, cuya amistad íntima con Dalí encendería los celos de Buñuel algo después.

Dalí llegó a la Residencia con los cabellos muy largos y vestido de modo extravagante, con prendas demasiado largas, por lo que los residentes le llamaron "pintor checoslovaco" (según recordaba Buñuel) y "polaco" (según evocó Dalí). Hipertímido y solitario, se concentró monacalmente en su trabajo, hasta el día en que Pepín Bello atisbó por la puerta entreabierta de su cuarto dos maravillosos lienzos cubistas y alertó a sus compañeros. Así se incorporó Dalí a la bulliciosa vida colectiva del ala vanguardista de la Residencia, en la que introdujo el concepto clave de putrefacto (adjetivo descalificador de lo pretencioso, sensiblero o grandilocuente), como opuesto al concepto positivo de lo antiartístico. Sus nuevos amigos le enseñaron a emborracharse y, debido a su influencia, intentó transformar su imagen en la de un dandy seductor, con escaso éxito.

El distanciamiento entre Buñuel y Dalí ha hecho que su intensa compenetración quede distorsionada

En La vida secreta de Salvador Dalí el pintor destacó sólo a dos compañeros que alcanzaron "las jerarquías supremas del espíritu": Lorca y Eugenio Montes. Pero reconoció que en las actividades de grupo Buñuel era "más o menos nuestro maestro de ceremonias". Buñuel estaba por entonces enfeudado en el movimiento ultraísta y frecuentaba la tertulia de Ramón en Pombo y las peñas del Café de Platerías (con Pedro Garfias y Angel Samblancat) y del Café del Prado. Era un joven vital y expansivo, en contraste con el hipertímido Dalí, y tal vez sintonizaron sus sensibilidades en razón de su complementaridad. Buñuel era un activo deportista (llegó a escalar la fachada de la Residencia), mientras que Dalí era pasivo e introvertido. Cuando en 1924 pintó al óleo un retrato de Buñuel, este le hizo añadir como fondo unas nubes alargadas, como las que Mantegna puso en su admirado Tránsito de la Virgen, una de ellas situada amenazadoramente a la altura de su ojo derecho, lo que parece anticipar el arranque de Un perro andaluz. Buñuel frecuentaba los burdeles madrileños- "los mejores del mundo", en su opinión- mientras el virgen Dalí estaba ensimismado en sus prácticas masturbatorias (y tal vez envidiando la hipervirilidad del aragonés). El desbordante Buñuel practicó sus habilidades hipnóticas con algunas de sus pupilas, mientras Dalí no conseguía relacionarse con las mujeres. Pero sus gustos convergieron en su afición hacia la música de jazz, que descubrieron con entusiasmo en las madrugadas del Rector's Club del Hotel Palace. Buñuel se compró un banjo y quiso llevar una orquesta negra a la Residencia, pero su director se lo prohibió.

Buñuel descubrió con fascinación Toledo en 1921 y fundó con sus amigos en marzo de 1923 la fantasiosa Orden de Toledo, de la que se convirtió en Condestable, mientras Pepín Bello era su Secretario. Entre sus Caballeros figuraron Dalí, Alberti, Hinojosa, María Teresa León, etc. Luego venían los Escuderos, el Jefe de los invitados de los Escuderos (José Moreno Villa), los Invitados de los Escuderos y los Invitados de los Invitados de los Escuderos. Sus actividades se desarrollaban sobre todo en las tabernas, con generosos tragos de vino. Toledo se convirtió en un referente vital para su generación y cuando se estrenó Tristana en París, al aparecer en las portadas un plano general de la ciudad, Dalí suspiró "¡Toledo!", según me contó Jean-Claude Carrière, que le acompañaba.

Buñuel recordó que celebraron el asesinato del arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila Romero, a manos de anarquistas. Pero seguramente eran más revoltosos que revolucionarios, pues Dalí en la Academia y Buñuel en la Residencia se vieron una vez ante Alfonso XIII y se mostraron respetuosos con él, sobre todo el primero, quien incluso le honró con una genuflexión.

Pero el distanciamiento entre Buñuel y Dalí -quien todavía en 1982 propuso al calandino por telegrama una nueva colaboración cinematográfica-, iniciado con la irrupción de Gala en el verano de 1929, agravado por el contencioso de La edad de oro y por el exilio republicano del primero y el acatamiento franquista del pintor, haría que en los testimonios autobiográficos de ambos, iniciados en 1942 con La vida secreta de Salvador Dalí, su intensa compenetración juvenil haya quedado algo distorsionada o difuminada. En verdad, fue una amistad apasionada que ha legado dos obras maestras a la historia del cine: Un perro andaluz y La edad de oro.