A Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) la presentación de su última novela le ha pillado en estas circunstancias que hace que cualquier acto sea un tanto peculiar. “Es una cosa a la que los escritores no estamos habituados porque al fin y al cabo nuestras escasas oportunidades de tratar con los lectores son las ferias del libro, los Sant Jordi, las presentaciones y los clubes de lectura. Todo eso ha desaparecido. Y es una pena porque realmente son las únicas ocasiones que tenemos de comprobar si nuestros libros han interesado o no”, lamenta el escritor.
Con más de treinta años de profesión a sus espaldas, el autor de El día de mañana, La buena reputación o, la más reciente, Derecho natural regresa con Fin de temporada (Seix Barral), toda una declaración de intenciones, a uno de sus temas predilectos: la familia. El germen de su novela es, en esta ocasión, una historia real que le contó un amigo extremeño. Una pareja joven que se queda embarazada y que viajan camino a Portugal decididos a abortar cuando tienen un accidente y el chico muere. Ella, que no sufre ninguna herida, decide tener al niño. “Mi amigo no supo nunca nada más de aquella joven y de su bebé -explica Martínez de Pisón-. Eso me dejaba espacio para imaginar lo que quisiera. Entre las muchas posibilidades que había se me ocurrió que la lógica habría sido que una mujer de un lugar como una pequeña ciudad extremeña a finales de los años 70, en una etapa aún preconstitucional, con un peso todavía de la cultura franquista muy importante, no solo escapara sino que además decidiera borrar el rastro, que nunca el pasado pudiera localizarla, romper absolutamente con sus raíces”.
Pregunta. Es un tema recurrente en su literatura y no sería la primera vez que comenta que siente cierta debilidad por contar historias de familia, ¿de dónde nace esa necesidad?
Respuesta. Es más fácil conectar con el lector. Hay una literatura que habla de las cosas que no conoces, que no forman parte de tu vida, es una literatura que tiende a deslumbrarte con el conocimiento de lo desconocido. Y en cambio hay otro tipo de literatura que, por el contrario, lo que hace es invitarte a que te identifiques con esa historia, con esos personajes, que veas en ellos cosas que te importan a ti como persona. Habla de las cosas que nos son comunes. Siempre ha habido familias y siempre habrá conflictos familiares. Eso hace que libros que hablan de temas como este aspiren a tener lectores en sitios lejanos y en épocas distintas.
"Los afectos dentro de las familias generan desequilibrios cuando son afectos excesivos. Mucho amor no siempre es mejor que amor a secas"
P. Habla de esos conflictos inevitables, ¿a veces la familia también se vuelve peligrosa?
R. Sí, a veces incluso creemos que las cosas buenas en cualquier cantidad seguirán siendo buenas y no es verdad. Los afectos dentro de las familias generan desequilibrios cuando son afectos excesivos. En este caso, esa carga emocional lo es porque estamos hablando de una mujer que no ha vuelto a tener parejas desde la muerte de su novio, el padre de su hijo, que ha vivido con su hijo durante años como si formaran parte de una sola unidad. Y ese amor materno, que es un amor muy fuerte, acaba causando daños. Mucho amor no siempre es mejor que amor a secas. Y llega a tener consecuencias tóxicas hasta el punto de convertirse en un sentimiento absorbente y en cierta manera castrador. También hay que decir que es un amor muy complejo lo que siente esta madre por su hijo porque en él ve también la reencarnación de Juan, del novio muerto. Cuando Iván cumple 20 años de repente se fija en que son iguales. Es que si hubiera una película en esta novela, el mismo actor tendría que hacer de Juan en el prólogo y de Iván en el resto de la historia porque son iguales físicamente.
P. Y, sin embargo, por muy nociva que sea, como le ocurre a Iván, su protagonista, siempre necesitamos pertenecer a una y tener raíces, ¿no?
R. Sí, él es chico que aparentemente ha podido vivir sin conocer sus orígenes, sin conocer la familia de la que procede y, cuando de repente tiene la noticia de que tiene una familia en Plasencia, decide ir al lugar. Es la fuerza de la sangre. Él quiere conocer a sus tíos, saber cómo habría sido esa vida que no pudo vivir. Ese creo que es uno de los temas importantes de los novelistas, las vidas posibles, esas vidas que no llegamos a vivir porque en algún momento en alguna bifurcación cogemos un camino y esa otra opción se queda ya para siempre a un lado. En cualquier caso, para mí la familia es una jaula y un refugio porque hay un momento en la vida en el que todos queremos huir de ella y otros en los que todos queremos estar en una. En las crisis, por ejemplo, vuelves otra vez a la familia, que es la que te apoya. Cuando hay una enfermedad los amigos no te sirven de mucho, los que te ayudan son los familiares. En según qué momentos de la vida la familia es una cosa u otra. Y en esta novela es a la vez jaula y refugio. Casi siempre que escribo sobre esto acabo combinando esos dos conceptos.
P. De hecho sitúa la acción en un camping rodeado de centrales nucleares que en cualquier momento pueden estallar, ¿qué importancia tiene el entorno en su novela?
R. Lo que quería era encontrar un escenario sin pasado y sin futuro a la vez. Sin pasado porque no hay nada que recuerde la historia que ese lugar ha tenido antes. Todo es lo bastante provisional como para que vivan en un camping, la construcción más efímera del mundo que puedas imaginar, y además bajo la sombra de esas torres nucleares que son como una advertencia de que el futuro está un poco hipotecado por la posibilidad de que pueda haber en algún caso una fuga nuclear o un accidente incluso más grave.
"Soy un gran lector de novelas familiares. Devoro este tipo de libros, supongo que por alguna necesidad interna de cotejar mis propias visiones de mi familia y mi relación con el mundo"
P. Y en el lado opuesto, Plasencia…
R. Sí, frente a eso está Plasencia que es justamente lo contrario. Realmente yo al principio no sabía muy bien dónde los iba a situar. No tenía muy claro cuál era el lugar de origen de la historia. Pero a medida que iba configurando el paisaje de esa tierra sin raíces me parecía cada vez más evidente que el contraste con una tierra con historia tenía que aprovecharlo. No podía ser cualquier sitio de Extremadura, tenía que ser un lugar como Plasencia que vas y ves la catedral tan consistente que ha aguantado ahí siglos y aguantará muchos más, y esos conventos, esos caserones de grandes muros de piedra… También por esas relaciones personales que son el poso de relaciones entre familias y vecinos de varias generaciones. Es un sitio que tiene mucha historia detrás. Y no por casualidad el primer viaje que hace a Extremadura los anfitriones hacen chistes sobre la su historia. Yo quería que los capítulos que transcurrían allí transmitieran esa idea de que hacen falta muchos siglos detrás para que eso exista, que esa idea se hiciera presente en todo momento por contraste con una forma impersonal y sin pasado como es ese lugar de playa que además es un sitio que tiene una vida intermitente, porque en invierno no hay nadie.
P. A lo largo de sus páginas pasea además un volumen de Nada, ¿qué importancia tiene la novela de Carmen Laforet?
R. Yo hago un planteamiento elíptico de cómo entre los años 70 y los 90 España cambia mucho pero necesitaba también poner algún tipo de antecedente. El personaje de Carmen Laforet llega a Barcelona justo después de la guerra y lo que muestra es un país roto, hambriento, desolado y unas familias en las que el rencor y el odio han destrozado todas las vinculaciones afectivas. Es una familia terrorífica. Era como hacer una especie de antecedente histórico a esa España que luego vamos a ver en dos pasos, la España posfranquista del 77 o 78 y la España ya integrada en Europa de los años 90, en la que por fin la tolerancia se ha impuesto sobre cualquier otro valor social.
P. ¿Qué otros referentes tenía?
R. A mí me gustan mucho las novelas de familias y soy un gran lector de autobiografías familiares. Desde John Lanchester que escribió una novela maravillosa no muy conocida que se llama Novela familiar, hasta la de Elvira Lindo de hace unos meses, que es fantástica también, A corazón abierto, un libro sobre sus padres donde al mismo tiempo está contándose a sí misma y está contando la España de sus progenitores. Como lector devoro ese tipo de libros y supongo que también es por alguna necesidad interna mía de cotejar mis propias visiones de mi familia y mi relación con el mundo.
"Siempre había soñado con tener la oportunidad de escribir guiones y cuando me llamó Emilio Martínez-Lázaro para adaptar 'Carreteras secundarias' yo mismo me ofrecí"
P. ¿Cómo valora la literatura actual española?
R. Ayer en el tren leí 150 páginas de Miqui Otero que me está gustando mucho, un libro que va a salir ahora que se llama Simón. Estoy bastante atento a lo que hacen las generaciones jóvenes. Me gustó mucho el libro de Txani Rodríguez, Los últimos románticos. Y también, por supuesto, sigo a unos cuantos autores de mi generación. Este año, por ejemplo, Amor intempestivo de Rafael Reig me pareció un libo muy interesante. También es una historia de padres y de familia. Conocía, me habían contado que los padres de Reig habían muerto en un incendio, pero tal como lo cuenta él te sobrecoge y te pone los pelos de punta.
P. Es autor de alrededor de quince libros, ha escrito novela, ensayo, relatos y guiones, ¿qué diría que le ha aportado la literatura en todo este tiempo?
R. A mí la literatura me ha dado tanta felicidad... Date cuenta que 36 años después de publicar mi primer libro sigo dedicándome a lo que me gusta. Algo que en aquella época no hubiera imaginado que pudiera convertirse en una profesión y si lo podía imaginar no podía llegar a pensar que se convertiría en una profesión duradera. Resulta que 36 años después sigo aquí publicando, escribiendo y, en definitiva, viviendo de los libros. Yo, que soy un lector feliz, porque para mí la lectura es una fuente constate de felicidad, también soy un escritor feliz porque poderme dedicar a escribir mis historias me da muchísima felicidad. La verdad es que la literatura me ha dado tanto que jamás podré pagárselo.
P. Además de novela, ha escrito guiones, ¿cómo resultó su experiencia en el cine?
R. En realidad Carreteras secundarias, que fue lo primero que adapté al cine como guionista, fue una experiencia muy bonita porque siempre había soñado con tener la oportunidad de escribir guiones y cuando me llamó Emilio Martínez-Lázaro, el director, yo mismo me ofrecí. Ya llevaba algún tiempo preparándome para escribirlos. Son técnicas diferentes de las de las novelas y los escribía solo por aprender. Eran guiones que luego tiraba a la papelera y lo único que esperaba era la ocasión. Entonces cuando Martínez-Lázaro me llamó y me dijo que quería adaptar mi novela, la única condición que le puse fue que yo quería hacer la primea versión del guión y si a él le gustaba, seguíamos y, si no, se rompía y contrataba a otro guionista. Por suerte le gustó, hicimos algunos cambios pero salió adelante. Y de repente me vi convertido en un guionista que era otro de mis sueños de adolescencia. Luego he escrito unos cuantos más. Siempre de historias que me interesaban mucho o me tocaban muy adentro. No he querido aceptar encargos que no sintiera como propios. Entre ellos, Las 13 rosas, que me pareció maravillosa, y la invitación que me hizo Fernando Trueba de colaborar en el guión de Chico y Rita que también era una oportunidad de hacer algo extraño, con las peculiaridades de que fuera un musical de dibujos animados.
P. Como amante del cine, ¿cómo valora la salud del cine español actual?
R. Este año es un año raro porque prácticamente no se ha estrenado nada. Tengo muchas ganas de ir este fin de semana a ver Las niñas, que es la película que ganó en Málaga esta semana y que las cuatro o cinco persona que ya la han visto en pase privado me han dicho que es maravillosa. Y del mismo estilo de Las niñas he visto varias películas así como de producción modesta que estos últimos años nos han dado muchas satisfacciones. Yo no sé si las grandes producciones al final se acaban imponiendo por el público o porque hay televisiones detrás, pero me parece que ese cine modesto es el que mejor sabemos hacer. Al menos estos últimos años, ese cine con muy pocos medios, intimista, por ejemplo Verano 1993, y creo que Las niñas va en la misma línea, es de lo mejor que estamos haciendo en los últimos años.