Amor intempestivo podría subtitularse, parafraseando un título de Allan Gurganus (no busquen paralelismos, lo que voy a hacer es solo un chiste), “el último señor de la generación de los sesenta lo cuenta todo”. Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) escribe aquí un relato autobiográfico que arranca con un comentario acerca de su adscripción a una dudosa o conjetural promoción de escritores nacidos en esa década, un grupo de amigos entre los que destacan Antonio Orejudo y el mismo Reig, forjados en sus estudios de Filología Hispánica y caracterizados por su “inoportunidad”, llegados al panorama cuando ser novelista ya carecía de cualquier valor social relevante, y con un star system precedente institucional y críticamente mimado hasta el embalsamamiento, algo que, por cierto, perjudica el talento del buen escritor (esto último lo dice el reseñista). En este punto, el autor toca por igual las teclas del comentario sardónico y del anecdotario desmitificador.
“Lo cuenta todo” es una hipérbole alternativa a la recurrente “sinceridad” y “honestidad” de las campañas promocionales. Este es un texto muy confesional, sin miedo a las revelaciones incómodas o emocionantes, que se desenvuelven en un tono que está a punto de ser inglés hasta que se resuelve en madrileño, o viceversa. La prosa de Reig, instalada desde hace una década en una forma de clasicismo narrativo de una eficacia apabullante, se lee, como suele decirse, de una sentada; en mi caso, literalmente. Cercana y muy depurada, esa voz nos cuenta amores, historias de cama o amistad, viajes, procesos de escritura, su relación con el dinero, cambios sociales, borracheras. Sobre todo, nos cuenta quiénes fueron sus padres, cómo vivieron y qué le inculcaron, cómo murieron y cómo piensa en ellos desde entonces: “Si mis padres resucitaran mañana, ¿qué podría enseñarles para merecer su aprobación?”.
En un 2020 que, como ya dije en estas páginas hace unas semanas, ha conocido una inundación de “libros-sobre-progenitores” estadísticamente desaforada, Amor intempestivo destaca por ser el más decantado y uno de los más bonitos (perdonen la llaneza de este juicio, o mejor: celébrenla). Para quien conozca la obra anterior de Reig, resultará tan revelador como convincente el pasaje en el que descubre que la Norma Jean de su Autobiografía de Marilyn Monroe era, en realidad… Su madre. Sea como sea, creo que uno de los ejes clave de esta nueva obra es el que se tensa entre dos extremos paradójicos: la fe en la literatura y el desencanto de la propia literatura. La vocación de vivir en ella y el descubrimiento tardío de que, en definitiva, “llegar a ser bueno es la única aventura de la existencia, lo único para lo que vivimos”. Que es el tipo de declaración libre de cinismo que empieza a ser urgente decir en voz alta.
'Amor intempestivo' es un libro sobre la imposibilidad de que la vida transcurra sin pérdidas y que cuenta con el privilegio de la naturalidad y el humor
Pero en mi ocurrencia inicial, dije que quien lo cuenta todo es un señor (lo de “último” era un decir). He aquí un aspecto curioso del libro. Porque el personaje-Reig tiene mucho de masculinidad romantizada: un amigo íntimo del Whisky que se lo juega todo a las cartas, salta de cama en cama, frecuenta tascas saturadas en grasas e incluso, en un pasaje impactante, se empeña en creer que cuando una mujer dice “no”, es probable que signifique “sí”, con patéticas consecuencias. Pues bien, una vez más, aquí entra en juego la capacidad deconstructiva del autor (nada más ajeno a su estilo que la palabra “desconstrucción”, y sin embargo es oportuna), cuyo narrador detecta sus imposturas o prejuicios y los convierte en broma autoconsciente, aprendizaje desde la media sonrisa o desolación en voz menor.
Me ha gustado Amor intempestivo. Es un libro pequeño, y sin embargo goza del privilegio de la naturalidad y el humor. No es tanto un libro sobre la vida de Rafael Reig como un libro sobre la vida y la imposibilidad de que transcurra sin pérdidas.