Antonio J. Rodríguez: "La política es y ha sido siempre una ficción"
El escritor y periodista publica Candidato (Random House), una cruda novela política que desgrana las entretelas de una campaña electoral dejando difusos los siempre borrosos márgenes entre realidad y ficción.
26 abril, 2019 02:00Antonio J. Rodríguez. Foto: Luna Miguel
Simón Soria es un intelectual talentoso en la treintena, liberal afrancesado y profesor de Políticas cansado de su carrera y arrinconado por sus ideas impopulares dentro de la facultad. Angustiado por la búsqueda de un éxito que nunca parece suficiente, Soria se convierte de un día para otro en el ideólogo del conservador Partido de la Democracia, formación que busca un lavado de cara a pocos meses de las elecciones generales.
Aunque la historia parezca escrita ex profeso para estos días, el escritor y periodista Antonio J. Rodríguez (Oviedo, 1987) lleva desde 2015 trabajando en una novela que unifica "el thriller político de series como House of Cards con la literatura de perfil político al estilo de El alba la tarde o la noche, de Yasmina Reza, que hace un perfil de Sarkozy a partir de detalles muy pequeños que ve siguiéndolo unos días", explica.
Otra influencia ha sido "trabajar en la redacción de un medio de comunicación donde cada día te expones a decenas de titulares e historias que, como sabemos los que estamos en esto, tirando un poco del carrete dan para un libro". Con todo esto y con la lupa puesta en el ambicioso y amoral Soria, Rodríguez construye en Candidato (Random House), una cruda novela política que desgrana las sucias entretelas de una campaña electoral, dejando difusos los siempre borrosos márgenes entre realidad y ficción.
Pregunta. El libro comienza con un prólogo donde el narrador justifica la escritura de una novela porque el periodismo es incapaz de iluminar todas las aristas de la realidad. ¿Por qué?
Respuesta. Además de la trama, ésta es también una novela de ideas y con ese material se podría haber hecho un ensayo o un texto periodístico. Pero la novela me permitía poner sobre la mesa una serie de temas que de otra forma hubiese sido imposible sacar a colación. Por ejemplo, el libro está lleno de bastantes diálogos criptoracistas, criptomachistas e incorrectos, que tienen una función estética y política y pretenden desencadenar una serie de reacciones y estímulos en el lector. Espero que el libro actúe como un dispositivo de provocación intelectual que haga pensar al lector y le lleve a sitios diferentes a los que ya conoce.
P. Simón Soria es lo contrario a lo que esperaríamos o imaginaríamos de un político, ¿qué encarna, qué representa?
R. Es un cruce entre las dos grandes maneras de hacer política, o mejor dicho de hacer campaña, que hemos visto en los últimos años. Por un lado, hemos asistido al nacimiento de una generación de nuevos políticos que son profundamente telegénicos, que conocen muy bien las normas de los medios de comunicación, de las redes sociales, de su exhibición en público, y conectan precisamente por eso. Son los Justin Trudeau, Macron, Renzi... Y por otro, también tiene características de un tipo de político que ya existía en el pasado pero que ahora se ha legitimando, el político de escándalos, el Bolsonaro, el Donald Trump, los Le Pen, en su momento Berlusconi, que fue el pionero.
"La sociedad nos obliga a estar en movimiento continuo, estamos obligados a crecer o a desaparece"
P. Su espectro ideológico muta desde la izquierda anarquista y antiglobalización de su juventud hasta la derecha liberal, ¿es una evolución generacional?
R. En cierto sentido, sí. Él se reconoce discípulo de dos corrientes de pensamiento radicalmente opuestas, personificadas en Raymond Aron y Sartre, y hace un recorrido ideológico que se le ha asociado históricamente al 68 francés y a otros booms del activismo. Aquellos sujetos que en un momento concreto de su juventud representaban ideas revolucionarias y una actitud contestataria, progresivamente van permeando hacia el más puro mainstream político hasta acabar en el poder. Es un poco como aquello de que acabamos siendo nuestros padres.
P. Un rasgo clave de la personalidad de Soria que le lleva a entrar en política es su ambición, su visión de que el éxito nunca es suficiente, ¿considera que es también un rasgo social?
R. Hemos acabado participando de alguna forma, voluntariamente o a nuestro pesar, en un tipo de sociedad que nos obliga a estar en movimiento continuo. La estabilidad no se contempla como tal sino que estamos obligados a crecer o a desaparecer. En ese sentido, la trayectoria de Soria, que aspira casi al poder máximo, el Gobierno de un Estado, representa esta tensión frecuente, motivo de relativa ansiedad en nuestro tiempo, pero a gran escala.
Un trabajo de marketing
P. Antes de ser candidato, entra en política como un asesor de campaña, ¿a qué responde ese afán de asociar intelectuales con la política?
R. Básicamente, la candidatura de un político debe responder a dos objetivos. Primero, estar cerca de una mayoría social, ser la clase de persona que puede interactuar con cualquier vecino. Y además, el candidato ideal se caracteriza por una cierta aspiracionalidad, es aquello que tú no eres y querrías ser. En ese sentido, creo que la figura del intelectual, del productor de discurso y de ideas, sirve para embellecer por arriba una candidatura, pero evidentemente no es suficiente.
"Los políticos tienen a veces una empatía real con el interlocutor pero al mismo tiempo una conciencia de estar actuando"
P. Soria incluso afirma estar desconectado de la realidad, dice que teme y odia a la gente normal. ¿Es requisito imprescindible esa desconexión, la gente votaría a alguien realmente normal?
R. Uno acaba entendiendo que buena parte de esos baños de masas de los distintos candidatos se corresponden con una especie de performance, una intervención donde hay que hacerse X fotos, sonreír, decir X cosas... Es magnético, pero no deja de ser parte de un trabajo casi comercial, de venta. En ese momento hay una empatía real con el interlocutor pero al mismo tiempo una conciencia de que se está actuando, de que es un trabajo. Estos últimos años postcrisis ha habido bastante producción literaria política que ha tomado como escenarios los barrios, la precariedad y las clases trabajadoras, un tipo de narrativa que necesitamos poner sobre la mesa, pero no la de las élites. Por eso me interesaba trabajar sobre el concepto de la cúpula de la élite y del poder, crear una novela política desde ese búnker aislado y elitista que vive en un estrato social distinto al de la mayoría.
Desde ese elitismo, Soria encabeza ese tan cacareado choque entre la nueva y vieja política, sin embargo, más allá de las formas, rápido aparecen las dudas sobre el fondo real de ese cambio. Como él mismo dice, la política es básicamente una lucha entre idealismo y pragmatismo. Pero, ¿realmente el idealismo es posible en política o acaba vencido siempre? Para Rodríguez, esta pregunta sin respuesta puede rastrearse en la última década política de nuestro país, en la que "hemos atravesado una serie de momentos políticos muy interesantes. El 15M fue un enfrentamiento global y necesario contra la institución contra el clásico poder político que acabó desencadenando en que parte de los activistas acabasen haciendo política e inyectando una nueva ilusión con aire reformista", explica.
Entusiasmo vs. desencanto
"Pero en los últimos años hemos vuelto a experimentar un cierto desencanto donde, al mismo tiempo, ya casi asumimos las candidaturas como ficciones y como grandes campañas de marketing, y donde lo que antes era centro ahora es periferia y viceversa. Un caso muy significativo es Barcelona, donde vivo", ilustra, "donde los candidatos principales Valls y Colau eran figuras del extrarradio que entran ahora en la conversación política como nuevos productos produciendo un continuo proceso de enamoramiento y desencanto".
"Los votantes, por lo menos en España, pivotamos entre el entusiasmo, el desencanto y el desinterés"
P. ¿Con el tiempo termina siempre triunfando el desencanto?
R. Los votantes, por lo menos en España, solemos pivotar entre tres momentos emocionales con los que hacemos malabares: el entusiasmo, el rechazo y el desencanto, y el cinismo y el desinterés. Dependiendo del momento político, uno se encuentra en uno de estos tres puntos. Es imposible, por propia voluntad de supervivencia o por un cierto compromiso con lo público vivir en un desinterés o un desencanto continuos, y esto te lleva a proponer soluciones que si no funcionan te llevan a repetir el ciclo.
P. Desgrana todos los tejemanejes de una campaña política. Vemos un caso de corrupción, vídeos comprometidos, declaraciones capciosas... Que existe todo esto ya lo sabemos, pero ¿cómo influye en el votante? ¿Realmente estamos abocados a elegir lo mejor de entre lo malo?
R. Una campaña política es casi como un examen de Selectividad donde uno tiene que pasar varias pruebas y donde los resultados se basan muchas veces en aprobar por los pelos. La imagen pública, el conocimiento de los medios y las redes es un tipo de asignatura que hay que pasar, el saneamiento de los partidos es otra. El electorado, los votantes, eligen a quien según su criterio tiene una mejor nota media, aunque suspenda en ciertas asignaturas.
P. Por encima de todo, la novela deja una sensación evidente, ¿la política es solamente una ficción?
R. Totalmente. La política, y especialmente una campaña electoral es un anuncio publicitario que dura semanas en donde se te vende un producto. Este razonamiento nos debería llevar a plantearnos la historia. Siempre ha sido así, pero ahora asistimos a una oferta política de partidos y mensajes mucho mayor, lo que a priori democráticamente tendría que ser más satisfactorio, pero comporta un recrudecimiento de la campaña. Quiero creer que la gente empieza a leer la campaña como lo que es, un momento comercial que no tiene nada que ver con lo que luego va a pasar. Pero hay que esperar 4 años por la hoja de reclamaciones.