Ricardo Darín
El actor argentino interpreta al Capitán Kóblic en una nueva colaboración con el director Sebastián Borensztein, tras Un cuento chino.
Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) acaba de recibir la noticia de que le han concedido el Premio Platino de Honor del Cine Iberoamericano. Un galardón que se suma a una lista tan extensa que en Wikipedia han tenido que elaborar un anexo para que quepan todos, incluido el Goya a mejor actor por
Truman en la última edición de la fiesta del cine español. El actor argentino se encuentra en España promocionando su última película,
Capitán Kóblic, que se estrena este viernes. En ella interpreta a un capitán de la Armada Argentina que se niega a participar en un "vuelo de la muerte", el procedimiento que utilizaba la dictadura de Videla para acabar con los presos políticos. Esta decisión lo convierte en un renegado que decide exiliarse en un pequeño pueblo del interior, donde se encontrará con el comisario Velarde (Óscar Martínez), un delincuente uniformado con el que tendrá un enfrentamiento propio de los mejores
westerns. Dirige Sebastián Borensztein, con el que el actor ya trabajó en
Un cuento chino.
Pregunta.- Kóblic es un personaje ficticio pero podría haber existido. ¿Cree que hubo muchos como él?
Respuesta.- No sé si exactamente como Kóblic, pero sabemos que hubo dos casos parecidos. La película no toma nada de ellos, pero fueron dos personas que se plantaron ante las mismas circunstancias. Lo que
no se puede saber es cuántas personas estuvieron involucradas en estos vuelos de la muerte, pero tampoco viene al caso.
P.- ¿Cree que el hecho de que dijeran "no" les redimía de alguna manera?
R.- No, para nada. Y nos ocupamos específicamente de que eso no ocurriera en la película. En ningún momento estuvimos interesados en dotar al personaje de actos de heroicidad. Es cierto que tiene un acto de ternura para con un animal, pero es absolutamente independiente de sus actos. Grandes genocidas de la historia de la humanidad han tenido animalitos o hijos a los que adoraban y una cosa no quita a la otra. No pretendíamos redimirlo porque
el personaje no tiene redención posible. Por una cuestión orgánica, de cuerpo y de colectivo, ese grupo no tiene redención. Estaban locos, no encuentro otra explicación.
P.- ¿La ambigüedad moral y el carácter introspectivo era lo más complicado a la hora de abordar el personaje?
R.- Nos planteamos esa cuestión permanentemente y llegamos a la conclusión de que probablemente Kóblic en algún momento de su pasado no fuera tan cerrado. Lo que pasa es que, a partir del evento disparador de esta historia, nos quedó claro que cualquier declaración comprometía al personaje en todas las direcciones. Por eso la relación que establece con el personaje de Inma Cuesta no está basada en el romanticismo, más bien es una vínculo animal.
Son dos personas que arrastran su propio calvario y encuentra una especie de salvavidas en el otro.
P.- ¿Cuál fue su reacción personal cuando trascendió el tema de los vuelos de la muerte?
R.- Esto se supo mucho tiempo después de que ocurriera. Es cierto que hubo gente que lo vivió en carne propia que empezó a bregar para que se conociera. No solo madres y abuelas, también organizaciones que defienden los Derechos Humanos. Pero el cerco establecido por el terrorismo de estado se dedicaba a que nadie descubriera lo que estaba ocurriendo. Instalaban la desconfianza entre los individuos y hacían imposible que la gente conectara. De hecho había toque de queda después de las diez de la noche y no podían producirse reuniones de más de cuatro personas en una esquina, en un bar, en una vereda...
No querían que hubiera rumores al respecto. Y además los medios estaban maniatados.
P.- ¿Esas heridas siguen abiertas todavía?
R.- Sí,
son cicatrices que todavía no han cerrado y no parece que vayan a cerrar porque es un dolor demasiado intenso, demasiado inexplicable, demasiado espantoso, como para que el tiempo ponga un bálsamo. La solución sería lo imposible: que aparezcan los desaparecidos, que se sepa dónde están, quiénes son, qué hicieron con ellos… Videla dijo en una entrevista a un medio internacional que los desaparecidos son eso, desaparecidos, no están ni muertos ni vivos, simplemente no están. Si a cualquiera repugna tal declaración imagínate a una madre, a un padre o a un hermano de un desaparecido.
P.- ¿Qué perspectiva le interesó de esta película respecto a un tema tan tratado por el cine argentino?
R.- El riesgo que asumieron los guionistas, el director y la producción para acometer un proyecto de características absolutamente atípicas, por el elevado riesgo de comprensión y por el enfoque. Siempre que hablamos de estas atrocidades utilizamos el punto de vista de las víctimas y no el de los verdugos. Me resultaba muy interesante que además abordará la posición de alguien que se planta desde dentro de una fuerza que ejecuta estas aberraciones, que se enfrenta a sus pares. Era salir totalmente de la zona de confort.
A mí no me llegan proyectos de estas características con frecuencia. Todo tiende a parecerse un poco a aquello que ya hice. Este personaje no es un héroe ni un antihéroe ni nada que se le parezca y además no tiene oportunidad de redención, ni siquiera queríamos que el espectador sintiera empatía por él.
P.- ¿Qué pensaste cuando Sebastián te planteó el proyecto?
R.- Somos amigos y estamos en contacto continuamente y entre
Un cuento chino y
Capitán Kóblic debemos haber discutido unos diez proyectos. Cuando apareció éste tuve mis dudas pero al final nos pareció que valía la pena. Pero en realidad no queríamos hacer una película sobre la dictadura.
La película es un western criollo, rural, con un fugitivo que huye por un peso que tiene en la conciencia.
P.- ¿Por el tema de querer hacer un
western trasladasteis la acción a un ámbito rural?
R.- Esa era otra incógnita que queríamos despejar. ¿Qué ocurría en ese momento en los pueblitos alejados de los lugares de poder? ¿Cómo habrán sido las cosas que hacían estos tipos cuando no te enterabas nunca de nada y no había los aparatos que nos conectan ahora en todo momento? Hay que trasladarse a ese contexto, hace 40 años, para comprender la soledad en la que se encontraban estas personas en lugares rurales. Podían hacer con ellos lo que quisieran, con total impunidad... Y
si estabas en desacuerdo te mataban sin dar explicaciones a nadie.
P.- ¿Cómo logro Inma Cuesta ese acento argentino tan auténtico y qué sentía al ponerse delante del irreconocible Oscar Martínez?
R.- Los dos son unos genios y además tiene una característica muy en común, son grandes imitadores. Navegué un poco entre los dos, no tanto en el caso de Inma porque estuve al tanto de lo que fue su proceso de adaptación al acento, que lo hizo increíblemente bien, pero en el caso de Oscar, que nos conocemos desde hace muchos años, me causaba mucha gracia y teníamos que luchar un poco contra eso.
@JavierYusteTosi