España buscaba el más difícil todavía para cerrar con final feliz uno de los volúmenes más extensos y exitosos de la historia del deporte español. Durante minutos de la segunda parte bordamos el baloncesto y soñamos con el paso a las semifinales. Pero Estados Unidos es la meca de este deporte, la selección que no perdona.
El esfuerzo de español fue titánico: hacer lo que nunca se ha hecho cuando las fuerzas ya no son las mismas, cuando la implacable obsolescencia nos aleja de nuestro mejor estado para el deporte, que no para la vida.
Por ello, nuestro equipo merece el reconocimiento a su "talento y una calidad baloncestística y humana", como señaló Pau Gasol al término del encuentro. Lo intentaron con todas sus fuerzas y con muchos aciertos; también con errores que nos lastraron en muchas fases del partido.
España entró en el partido con la intención de jugar de tú a tú con los estadounidenses. Pronto, Scariolo reparó en que la situación distaba de ser idónea y puso en cancha a la solución recurrente.
La pareja Sergio Rodríguez - Llull asentó el juego y la entrada de Willy Hernangómez junto a Claver nos convirtió en los dominadores del rebote. También apareció el Garuba madridista, aguerrido, rápido. Por unos minutos, España bordó el baloncesto y soñamos con la victoria. Los estadounidenses se estrellaban con una defensa móvil, presionante, que dejaba pocas certezas a unos contrarios sorprendidos.
Sin embargo, la rotación constante y obligada de Scariolo deshizo el momento mágico de España, magnífico pero fugaz, emocionante y prometedor. Casi al tiempo, aprendiendo sobre la marcha, los estadounidenses dejaron de apurar las posesiones en un suspiro, a pasarse el balón para eludir las trampas españolas.
Justo antes del descanso, EEUU recuperó la lucidez y la confianza. Y tras los ajustes adecuados elaborados con la calma, salieron con otro ritmo, más pausado en su vértigo, aún con la decisión precisa. Esta variación junto al despiste español en la reanudación, ofrecieron una ventaja con la que jugaron hasta el final.
España siguió en la porfía y hasta se acercó para volver a conjeturar, pero nuestros hombres altos no tuvieron su día. Ganar a Estados Unidos jugando con pequeños es una tarea inalcanzable.
Los gestos del final del encuentro revelaron mucho de lo ocurrido. Kevin Durant felicitaba al 'Chacho' aún con segundos por jugar, reconociendo nuestra labor, que los obligó al máximo. Y ambas plantillas cruzaron saludos y abrazos emocionados, en especial con Pau Gasol, el hilo conductor de una historia inolvidable, el héroe que nos hizo soñar tantos veranos.
Draymond Green, el aglutinador de las voluntades norteamericanas, le rodeó con sus brazos con fuerza y le musitó al oído un discurso largo, sentido. Pau le agradeció sus palabras y con las lágrimas asomando a sus ojos se aproximó a sus compañeros. El final no fue el deseado, la historia se cerró con sabor agridulce. Aunque bien pensado, repasando veinte años de triunfos continuos, y observando la calma, la madurez con la que Pau asumió que "así es el deporte", a uno le dan ganas de gritar: ¡que nos quiten lo bailao!