Siempre presto a ensayar nuevas versiones de la épica (excluyendo únicamente aquellas que tengan un Aytekin por protagonista), el Real Madrid eliminó ayer al Bayern de Múnich dos veces por el mismo precio y en el mismo partido. La primera vez lo hizo con un juego desbordante de clase y aviesas intenciones aunque también con suspense: no hay animal mitológico más quimérico que su célebre pegada, y por eso perdonó goles a cholón antes de rematar la clasificación con un tardío cabezazo de Cristiano y un 1-1 tranquilizador. La segunda vez lo hizo rindiendo tributo a aquellos que, ansiosos por equilibrar la balanza, están empeñados en que el Madrid tenga también su Aytekin. Pero el Aytekin, como la tierra en la vieja máxima de Zapata, es para quien lo trabaja.
Lo que queremos decir es que el partido debió durar noventa minutos, al término de los cuales el marcador debió reflejar un empate a uno que habría puesto al Madrid en semifinales, es decir, exactamente donde está pero sin necesidad de pasar por una prórroga a la que nunca debió llegarse. Los que respetabilísimamente se obstinan en analizar el partido desde la óptica arbitral deberán reconocer que el choque solo desemboca en la prórroga porque el colegiado así lo quiere. El segundo gol del Bayern no debió subir al marcador porque hay fuera de juego de Lewandowski, que participa en la jugada antes de que Sergio Ramos la mande a su propia red ante la incredulidad del Bernabéu. Doy por bueno el penalti de Casemiro a Robben, por buenísimo el cabezazo de Cristiano a centro del propio centrocampista brasileño y por no válida la mala fortuna del andaluz. La prórroga no vale, por la sencilla razón de que solo se llegó a ella por un error de apreciación de Kassai o de su juez de línea. En ese 1-1, que debería haber sido el final legítimo de todo, elimina el Madrid al Bayern por primera vez.
Como Kassai se empecinó en que hubiese tiempo extra (no solamente concediendo ese gol, sino también perdonando la expulsión a es-muy-fuerte-que-te-roben-así-Vidal varias veces desde el mismo minuto cinco), el Madrid se vio obligado a volver a eliminar al Bayern una vez más, pero esta vez en los treinta minutos de prolongación. Puede que haya habido algún otro caso similar en la historia del fútbol pero yo no lo recuerdo. Eliminar dos veces al Bayern de Múnich en el mismo partido no es cualquier cosa, y sin embargo los de Zidane se vieron forzados a ello por las circunstancias que comento.
En esta segunda eliminación de los bávaros a manos de los vikingos (que no estuvo nada mal como ensayo de la segunda venida a la tierra de Nuestro Señor Jesucristo), estos últimos deciden sazonar la opinión pública con unas gotas de polémica del gusto chiringuitero. El Madrid tiene escrito en sus estatutos (creo, no me hagan mucho caso) que debe dar que hablar tanto como ganar, y por eso Cristiano marca ahí dos veces en fuera de juego.
De igual modo que mucha gente dijo muy seria que lo mejor que podía hacerse con la actuación de Aytekin era ignorarla, dado que en todo caso el espectáculo había sido bellísimo, así igualmente podríamos argüir ahora, porque el espectáculo de anoche en la prórroga fue también muy bello, que da completamente igual que esos goles fueran en fuera de juego. Pero la razón por la cual no importa que esos goles fueran en fuera de juego nada tiene que ver con la belleza del espectáculo y mucho con el simple hecho de que esos dos goles nunca debieron ser necesarios, por las razones en las que ya nos da vergüenza insistir.
Parecería, a la luz de lo que cuento, que el primer pase a semifinales del Madrid fue justo (en los noventa minutos) mientras que el segundo (en los innecesarios treinta minutos restantes) fue injusto. No se relaman demasiado los que intuyan que voy a concederles esa pírrica victoria moral en una prórroga sobrante. Para poder concluir que la segunda victoria del Madrid fue injusta tendríamos que borrar de un plumazo algo que no es nada fácil eliminar de la ecuación. Me refiero al eslalom de Asensio, pleno de dribbling y velocidad, que no es sencillo extirpar de la retina. Si le quitas a la prórroga los dos goles de Cristiano, te sigue (ay) quedando el gol de Asensio.
En resumen. El Madrid se cargó dos veces al Bayern de Múnich. Una en noventa minutos con 1-1. Otra en ciento veinte con 2-1. Ambos éxitos fueron irreprochables, tanto desde el punto de vista arbitral como estrictamente futbolístico. A los buscadores de aytekins blancos les entregamos de buen grado los dos goles en fuera de juego del portugués. Ya sabemos -y no nos inquieta en demasía- que no nos darán nada a cambio.