“Tener 500 euros en el bolsillo para gastar en cualquier libro es fantástico”
La medida del Gobierno italiano para fomentar el consumo cultural es considerada por los jóvenes como "un regalo caído del cielo".
22 septiembre, 2016 00:32Noticias relacionadas
A Tobia le han encargado en su clase que compre San Manuel Bueno, mártir de Miguel de Unamuno. Reconoce que en este caso lo hará inducido por sus profesores, aunque se confiesa un apasionado de la literatura. Estudia quinto del Bachillerato internacional de español en el público Liceo Statale Virgilio de Roma y éste año cumple los 18. Y como todos los chavales nacidos en 1998 y empadronados en Italia, se podrá beneficiar de una medida que acaba de poner en práctica el gobierno de este país para que quienes alcancen este año la mayoría de edad dispongan libremente de 500 euros para gastar en productos culturales.
“Me encanta entrar a una librería y quedarme mirando todos los libros, por lo que saber que tienes 500 euros en el bolsillo para gastar en lo que quieras me parece fantástico”, expresa Tobia en un excelente español. Ya disfrutó en pasados cursos de un intercambio en España que le ofrece su instituto –gracias a un acuerdo con el Ministerio de Educación- y gracias a empaparse de las letras hispanas quedó prendado de Gabriel García Márquez y sus Cien años de soledad.
Aunque si sus coetáneos españoles tuvieran la oportunidad de disfrutar de una medida similar, les recomendaría que no dejaran pasar por alto una pieza teatral de Dario Fo, al que admira. Calcula que tendrá dinero para eso y mucho más. Pues tanto a él como a sus compañeros, estos 500 euros les parecen un regalo caído del cielo.
Más cultura, menos armas
El Gobierno anunció esta iniciativa el pasado abril, bajo el eslogan del primer ministro, Matteo Renzi, “de invertir un euro de más en cultura por cada euro que se destina a la seguridad”. Pero tras varios meses en el cajón de las promesas políticas, por fin vio la luz el pasado jueves.
Como explica Francesco Grignani, compañero de aula de Tobia, para acceder a la subvención es necesario entrar en una página de Internet que valida la identidad del demandante y sólo después es posible acceder al catálogo de actividades culturales. El proceso es farragoso e incluso puede requerir acto de presencia en una de las célebremente tediosas oficinas de correo italianas. De hecho, en los primeros días de la puesta en marcha de la medida, son pocos los jóvenes que ya han hecho uso de ella.
Depende del Ministerio de Bienes Culturales italiano y según afirmó el titular del ramo, Dario Franceschini, incluye una vasta actividad que va desde la posibilidad de comprar libros de texto, acudir a teatros, conciertos, museos o exposiciones.
Según el subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros, Tommaso Nancini, quien supervisó que saliera adelante, se trata de “mandar un mensaje de acogida por parte de la comunidad a quienes alcanzan la mayoría de edad”.
Caprichos y necesidades
Aunque para Francesco, que toquetea la pantalla de su móvil intentando descifrar la forma más rápida de acceder al sitio web, esa “acogida” no es casual. “Dentro de un par de meses, el Gobierno italiano se enfrenta a un importante referéndum para reformar la Constitución y tenemos la sospecha de que nos dan este regalo para que vayamos a votar más contentos”, afirma receloso.
Se podrán beneficiar 574.953 jóvenes, que como bien apunta Francesco, tendrán ya este año derecho al voto. De ellos, 528.000 son italianos, mientras que 11.000 europeos y 34.000 extracomunitarios censados en Italia también estarían en condición de acogerse.
Se calcula que le costará al Estado unos 290 millones de euros a lo largo de 2017, el periodo en el que se podrán gastar los 500 euros. Y aunque se plantea ampliarlo a periodos sucesivos, de momento se plantea como un proyecto piloto.
Ni Tobia ni Francesco ocultan su entusiasmo por una medida que les permitirá adquirir algunos libros como el de Ciencias, que llega a costar 50 euros. E incluso habrá espacio para algunos caprichos, porque los productos de grabación musical con los que sueña Francesco, “cuestan un montón”.
Pero como buenos italianos escépticos, en su clase cuestionan también el alcance de la partida. Y su compañera Orsetta se lanza a hacer oposición. “Para nosotros es algo muy bueno, pero quizás podían haber tenido en cuenta criterios de renta y entregárselo a quienes ganaran menos dinero o destinarlo a ayudar a las clases más pobres”, sostiene. Después despista su afición compartida por la ópera y Enrique Iglesias, pero advierte que el año próximo piensa matricularse en la universidad en Ciencias Políticas.