Ha nacido 'Curvy': la heroína que ofenderá a las feministas
El libro que quiso alzar a la mujer con curvas y acabó siendo un manual simplón, hipersexualizador e histriónico.
21 marzo, 2016 00:45Noticias relacionadas
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La revolución #Curvy, dice Covadonga D’Lom, su autora, no pretende ser un ensayo -menos mal- ni una forma de militancia, sino un libro en clave de humor. Lo cierto es que no consigue ninguna de las tres cosas: el discurso de D’Lom es mucho más convincente al teléfono que plasmado en esta historia sonrojante que aspira a ser graciosa y empieza embalando a la mujer en eufemismos para después venirse arriba describiéndola como un mastodonte fatuo.
¿Qué es Curvy (Lumen), además de otro anglicismo que viene a salvar a la lengua castellana de sus palabras contaminadas por los cánones y los tiempos? Por dios, ¿a quién va dirigido este libro, si pone como ejemplos a Sophia Loren, Kim Kardashian, Lena Dunham, Scarlett Johansson y hasta a Angela Merkel? Está claro que curvy es el ciudadano de a pie -ah, no, sólo la ciudadana-, cualquiera que se permita el lujo de tener algo de carne vistiéndole el esqueleto y salga a la calle a continuar con su vida: más o menos hermosa, más o menos interesante o más o menos influyente en la sociedad.
Curvy es cualquier mujer que pese más de 50 kilos. El término las homogeneiza a todas: como un huevo a una castaña. Si es una revolución, arranca simplona
Bueno, qué más da. Curvy es montar una granja y meter ahí a cualquier mujer que pese más de 50 kilos. Homogéneas, hermanas de sangre, unidas por un cordón umbilical que les contagia una misma vida y unos mismos miedos. Tú eres curvy, yo soy curvy, ellas son curvy. Como un huevo a una castaña. Si es una revolución, arranca simplona. Al menos las ilustraciones -de Flavita Banana- levantan un poco el campamento: caricaturizan la situación con más desparpajo que el texto.
Curvy no es libre
Una reivindicación ambiciosa sería, tal vez, devolver a la palabra 'gorda' su vieja gallardía. Su poderío, su belleza, su ánimo. Escapar del término hace que la protesta se quede medio coja. Una palabra no tiene, no puede tener nada de perverso: la epidemia está en el contexto, en la forma en la que se usa. "Curvy no es una apología de la obesidad, es un 'dejadme comer a gusto', comer bien, sano. Ser feliz. Otra cosa es que vaya al gimnasio para que el muslo no se me vaya por los rincones", explica la autora. "En el telediario dicen que 1 de cada 4 niñas está a régimen, no puede ser".
Pero el libro no dice lo mismo: la vida de Curvy es una pugna constante con las básculas, con las dietas, con las fajas y los sujetadores reductores, con el deporte sufrido, con el propio cuerpo en cueros, con la mirada del otro. No hay libertad en ella, no hay autonomía real: el eje de la existencia es el peso, el volumen, la caloría. No hay alegría aquí, salvo la histriónica. Curvy también es un poco Mr. Wonderful: está jodida -no se quita la masa de la cabeza- pero grita estar contenta. ¿Lo oís? Muy contenta.
Curvy también es un poco Mr. Wonderful: está jodida -no se quita la masa de la cabeza- pero grita estar contenta. ¿Lo oís? Muy contenta
Además de los tópicos de ayer y de hoy -"lo que más te estiliza es tu sonrisa" o "la belleza es la inteligencia"- la buena de Curvy no se olvida tampoco de menoscabar al resto, que eso siempre alivia un poco. Ojo aquí con las modelos de Victoria's Secret: "Os aseguro que también son mujeres reales: cuando los focos se apagan, y se retiran horquillas y postizos, atrás quedan semanas de entrenamiento y dieta détox severos. Entonces, estos ángeles puestos en una cesta de Navidad se parecen a un nido lleno de pollitos desplumados y hambrientos. Pobres pollitos de Victoria. Ese es y no otro el 'secret', queridas". Curvy, qué feo. Si uno apuesta por sí mismo, por su valía, cree en ello de forma aislada, autárquica, como una isla valiente que no se anda comparando con el resto del archipiélago.
Hipérbole o humor
Todo el libro se mueve en la hipérbole -quién sabe si eso era el humor-. A la madre de Curvy le salieron enormes bíceps de acunarla de bebé, Curvy se ponía en el cuello faldas creyendo que eran chales, Curvy dice que sus bragas salvan vidas porque podrían usarse como paracaídas. Curvy va al gimnasio e intenta seducir al entrenador para que no la obligue a hacer otra tabla de ejercicios. "El día en que me pareció ver una clavícula en un escorzo imposible frente al espejo, casi me vengo abajo como un participante de Gran Hermano. Como en 'la Casa', en el gimnasio también se intensifican las emociones".
Curvy se coloca encima de su pareja durante el acto sexual y éste es engullido por el colchón. Curvy mete tripa en la cama "hasta salir rebotada contra la pared como un globo sin gas para acabar estampada en ella modo salamanquesa". Lo que no le pase a Curvy.
La protagonista busca hipersexualizarse tomando como punto de partida la lente masculina. Por ellos la lencería de encaje y los vestidos sinuosos, por ellos el no pedirse lo que le apetece durante una cena romántica
Curvy es hetero como la que más. El libro, que pretende ser la proclama amable de cualquier mujer que disfrute su cuerpo olvidándose de los cánones, no contempla que a algunas de ellas, no sé, también puedan gustarle las mujeres. O las dos cosas. O ninguna. La protagonista busca hipersexualizarse tomando como punto de partida la lente masculina. Por ellos la lencería de encaje y los vestidos sinuosos, por ellos el no pedirse lo que le apetece durante una cena romántica, por ellos también la desnudez atractiva. Qué agotador es ser Curvy. Qué extenuante gustar todo el día.
Los pechos grandes, por favor
Sólo a una parte de su cuerpo voluptuoso no le hace ascos Curvy: a los pechos. "La norma universal apunta a que ellos buscan señales de estrógenos con la misma pasión que una entrada para la final de la Champions. Y yo digo ¡bravo!, porque eso confirma que los hombres, al menos biológicamente, están más predispuestos a las curvas de lo que cabría pensar".
Aplaude también los senos carnosos y desnudos de La libertad guiando al pueblo, de Eugéne Delacroix, de nuevo, por su capacidad de convocatoria: "Sus pechos ejercen sobre los caballeros burgueses y los que no lo son, el consabido 'efecto Hamelín'. Vamos, que la Libertad, pechos al aire mediante, bien podría haberlos guiado a la boca del infierno y ellos, pues mira, tan contentos", reza el tomo. Paren las máquinas. Aquí que no se mueva nadie hasta que una mujer se levante la camiseta.
Covadonga D'Lom se considera "parte del colectivo" de Curvy y cuenta que hizo un régimen en el que perdió 17 kilos. "Cuando llevaba 10 perdidos, surgió la primera noticia de 'La XL es la nueva S'. Fue gracioso, porque yo había conseguido por fin perder peso y sale de repente 'Los caballeros las prefieren gordas'. Siempre voy al contrario", sonríe. "Por eso quise crear una dinámica de humor en torno al tema. Este libro se lo puedes regalar a una chica con curvas, lo puedes compartir, es algo social". Quizá el problema de #Curvy es que se ha materializado una experiencia personal en un personaje que busca ser emblemático pero que difícilmente habla por todas las mujeres.
Quizá el problema de #Curvy es que se ha materializado una experiencia personal interesante en un personaje que busca ser emblemático pero que difícilmente habla por todas las mujeres
Uno cierra el libro con cierto sabor a la legendaria Súper-pop: "Actitud, sensualidad y seguridad en ti misma es todo lo que necesitas para triunfar como una curvy. ¿Te lo vas a perder? ¡Pelea por tus alas!". Entran ganas de quedarse para siempre en tierra. O "Si, como dicen, la belleza está en el interior, EN EL TUYO CABE MÁS". ¿Cómo? Así que todo este lío de autoayuda y culos regios, esta guasa extraña con el propio cuerpo, para que la procesión vaya por dentro. Curvy: que el Señor nos dé paciencia.