Sánchez de León, primer ministro de Sanidad: "Actualmente vivimos una epidemia de inmoralidad"
"Admiro la vocación de Mónica García, pero es demasiado estatista" / "La Sanidad no sólo es manifestarse ideológicamente" / "La asistencia hospitalaria en España deja mucho que desear" / "Conseguir hoy cita con el médico es una aventura" / "La polarización es consecuencia de una sociedad que ha perdido el norte" / "El que no es 'sanchista' es 'facha'. Es ridículo".
13 enero, 2024 02:31A las puertas de su nonagésimo cumpleaños, quien fuera el primer ministro de Sanidad de la democracia, Enrique Sánchez de León (Badajoz, 1934), presume antes de encender la grabadora de 'tener la cabeza bien amueblada', gracias fundamentalmente a la lectura y la escritura. Eso sí, ha tenido la tentación de pedirle a sus nietos un resumen elaborado por la inteligencia artificial para unas cuartillas que está escribiendo sobre Diego Muñoz-Torrero.
Sospecha que esta innovadora tecnología nos hará menos inteligentes. No corren buenos tiempos para el intelecto ni tampoco para la política. Aunque, al contrario de lo que espetó Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre, cualquier tiempo pasado fue peor: "Estos momentos no son más difíciles que aquellos. Ahora ya no hay miedo a nada", asegura Sánchez de León.
Pese al impacto brutal que supuso la Guerra Civil, su generación fue capaz de hacer una Transición desde el totalitarismo de Franco hasta la democracia. No siente que se lo hayan reconocido ni izquierda ni derecha. De hecho, han tratado de apropiarse de ello, como denuncia en Esos impertinentes reformistas de la Transición (Editorial Almuzara, 2024).
Esta obra no es sólo una memoria de su generación. También es una crónica de cómo "un cateto de pueblo" se convirtió en ministro del primer Gobierno elegido democráticamente, presidente de CAMPSA e incluso candidato a la presidencia del Atlético de Madrid (siendo derrotado por el polémico Jesús Gil). Esta trayectoria no es para menos, pues hasta el pasado año acudía al despacho de abogados que fundó y que todavía hoy lleva su apellido.
Ahora tiene tiempo incluso para que sus nietos le enseñen qué es eso de TikTok, una red social que le hace mucha gracia. También para acudir al Santiago Bernabéu. Sí, ha leído bien. Sánchez de León es del Atlético, pero se sienta cada jornada en la grada blanca porque se encuentra a escasos metros de su casa. Y en política, ¿tampoco ha cambiado de ideología [por eso que dicen que con la edad uno se hace más conservador]? Se siente socialdemócrata: "¿Eso es ser de izquierda? No. Eso es tener unos valores de los que la izquierda se apropió".
No es el primer ministro que narra su experiencia en el primer gobierno democrático de Suárez, pero sí es el que más ha tardado en hacerlo. ¿Por qué no se ha decidido hasta ahora?
Me he ido retrasando para que nadie se sintiese molesto ni ofendido, hasta que ha habido un momento en el que nos hemos dado cuenta de que un silencio culpable contribuía a que se diesen referencias falsas, desde un punto de vista ideológicamente interesado, de lo que verdaderamente ocurrió en la Transición.
Al haber echado la vista atrás, ¿hay un momento de su biografía que destacaría por encima del resto?
Hay un momento que la generación más joven no capta exactamente, que es el de la Transición. Mi generación vivió bajo el brutal impacto que supuso la Guerra Civil. Llegó un instante en que todo el país estaba preocupado por qué iba a pasar en España cuando Franco dejase de existir. Todo el mundo coincide en que aquella generación tuvo un sentido de Estado muy claro. ¿Qué ha ocurrido como contraste más evidente en estos momentos? Que la preocupación por el Estado se ha trasladado a la preocupación por uno mismo. Eso ha llevado al tópico de la polarización.
¿La polarización es el peor parásito que tiene España a día de hoy?
La polarización es consecuencia de una sociedad que ha perdido un poquito el norte. Ya no hay normas. Se habla de líneas rojas, de hasta aquí no se pasa. Pero nunca se sabe cuál es ese aquí, se está superando permanentemente. La moralidad se traduce en creer de verdad que el otro tiene sus razones. Pero ha desaparecido y nos ha llevado a una sociedad al borde de corrupciones morales muy graves.
¿Hay una epidemia de valores de convivencia?
En la actualidad, indudablemente. Tú te puedes ir al desierto y no respetar a nadie. Pero si vivimos en una sociedad, el respeto es indispensable.
¿Y cuál puede ser la mejor vacuna para estos tiempos que vivimos?
El mundo está desconcertado. No hay forma de encontrar un entendimiento. Los organismos internacionales no tienen capacidad de mando, ni siquiera de orientación. Cualquier conflicto se ideologiza. La verdad es que yo no tengo soluciones.
Es cierto que el centro político es un espacio que elimina la polarización. Si me preguntan si soy de derecha o de izquierda no sabría qué responder. Me siento socialdemócrata. ¿Eso es ser de izquierda? No. Eso es tener unos valores de los que la izquierda se apropió.
En el libro apela a un calificativo recurrente en la política actual. ¿Cree que hay más "fachas" que gente con gripe?
Entramos en un terreno peligroso. Al poco que me descuide, incurro en un delito de tipo penal por que alguien interprete que lo que digo es favorable al franquismo. El término 'facha' es una perversión del lenguaje que tiene menos sentido que antes. Puedes calificar a una persona o a un colectivo de una determinada manera, pero si lo exageras permanentemente, el que se descalifica es el que lo emite, no el que lo recibe. Hablando en plata, el que no es 'sanchista' es 'facha'. Es una posición ridícula.
De los 26 ministros que han ocupado la cartera de Sanidad, sólo cinco tienen formación sanitaria. ¿Se puede ser ministro de Sanidad sin 'haberse puesto una bata'?
No ha sido común en España, pero en Europa tampoco. No tener formación sanitaria no es un inconveniente. Se necesita una visión más amplia que lo que te da la formación estrictamente sanitaria. No todos los profesionales de su profesión tienen capacidad de entendimiento de su profesión dentro de la globalidad de la responsabilidad pública.
Yo entendí que había que poner orden ante la situación con la que me encontré. Pero determinados grupos me acusaron de ir contra la profesión médica porque entendían que el ministro de Sanidad era un ministro defensor de los profesionales. El ministro de Sanidad es un defensor de la totalidad de la población.
¿Cree que Mónica García tiene esa visión más amplia de la Sanidad?
No la conozco personalmente, y admiro su vocación. Pero tiene que intentar no sobreactuar demasiado. Es demasiado estatista. La Sanidad no es sólo manifestarse ideológicamente. Situarse exclusivamente en la defensa a ultranza de la sanidad pública, desconociendo otras parcelas inevitables, me parece que es sobreactuar.
Yo soy un defensor a ultranza de la sanidad pública. Mi actividad fue de protección de la sanidad pública. De ahí a creer en el monopolio exclusivo de la sanidad pública hay mucha distancia. ¿Qué es eso de que el Estado tiene que hacerlo todo? No, hombre, no. ¿La iniciativa privada para crear una empresa no vale?
Usted creó la especialidad de médico de familia. Los últimos datos del MIR muestran que los futuros médicos cada vez optan menos por esta especialidad. ¿Se ha perdido la vocación del médico de familia?
Se ha hecho perder la vocación de médico de familia por deshumanización de sus funciones. Mi empeño fue sacar al médico de familia del hospital, llevarlo al domicilio. Que no se dedicara solamente a la asistencia pura del médico de cabecera, sino al que se preocupa por tu alimentación, por la escolarización de tus hijos.
¿Cree que tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo?
No. No tenemos una de las mejores asistencias hospitalarias del mundo, deja muchísimo que desear. La asistencia primaria hoy está carente de lo más elemental, que es la proximidad del paciente. Hoy mismo, conseguir una cita con tu centro de salud es una aventura. Pretender que un médico visite a un paciente mayor es una misión imposible. Lo máximo que consigues es una ambulancia que te lleve a un centro hospitalario.
La asistencia colectiva ha sido un fracaso enorme, como quedó demostrado con el fracaso de la pandemia. ¿Por qué se llenaron los hospitales? Porque la asistencia primaria no funcionó. No se sabía. No tenían preparación, no tenían conocimiento, no tenían medios. Fue un fracaso tremendo.
"Sería una mala señal que un presidente del Gobierno tuviera tiempo para escribir libros"
Durante su etapa como secretario de un banco industrial, Bankunión, cuenta que sufrió una gran depresión. ¿Lo comentó con alguien?
No, mis depresiones me las he comido yo, me las he tratado yo. Son situaciones anímicas que vienen de fracasos íntimos o de desajustes profesionales. He tenido una vida muy agitada, muy movida. Pero hay veces en las que me he visto desbordado e incapaz. En esos momentos no tenía un tratamiento específico; o si lo tenía, no lo notaba.
Felipe González contó a Jordi Évole que él hubiera necesitado ayuda psicológica. ¿Usted hoy en día recurriría a esa ayuda psicológica?
Indudablemente. La naturaleza humana es un equilibrio entre vicios y virtudes. Tienes que intentar hacer prevalecer lo que entiende que son tus virtudes sobre tus vicios. Pero a veces eres incapaz de dominarlos.
Presume de que usted ha escrito todos los textos que ha pronunciado o publicado. ¿Qué opinión le merece que Pedro Sánchez no haya escrito su libro?
Sería una mala señal que un presidente del Gobierno tuviera tiempo para escribir libros. Pero que se sepa que lo ha escrito otro. Me parece que es pura propaganda eso de mi libro escrito por mí. No se lo cree nadie.
¿Cree que llegará un día en el que la inteligencia artificial escribirá los discursos a los políticos?
Te contaré una anécdota que he vivido estos días. Me encargaron escribir unas cuartillas sobre Muñoz-Torrero [primer presidente del primer Congreso Parlamentario español]. Mi primera tentación fue pedirle a uno de mis nietos un resumen hecho por la inteligencia artificial. Voy a resistirme, pero es un mundo inexplorado e inquietante, la verdad. Para los mayores presenta unas incógnitas que no son previsibles.
¿Nos hará menos inteligentes?
Por supuesto. Si a ti te dan masticada una tarea, tú no la vas a hacer.
¿Sus nietos le han enseñado también lo que es TikTok?
Sí, me hace mucha gracia los destellos de humor que tiene. Cuando les explico cuáles eran mis juguetes, les parece ininteligible absolutamente que yo pudiera divertirme de esa forma.
Pasó de presentarse a la presidencia del Atlético de Madrid a ir al Bernabéu cada jornada. ¿Es más fácil cambiar de equipo de fútbol que de partido político?
Yo no he cambiado, sigo siendo del Atlético. Lo que ocurre es que mi limitación física me impide el esfuerzo que supone ir al Metropolitano. Esta butaca se encuentra a 150 metros de donde yo me siento en el Bernabéu. Es mucho más fácil.
¿Siente que a su generación se le han reconocido los méritos que consiguieron?
No. Los de dentro no éramos la izquierda, que exigía ser quien hiciese la reforma de manera rupturista. Tampoco la derecha, ni mucho menos. Ni la derecha ni la izquierda admiten mi tesis; es decir, que nosotros fuimos los auténticos reformistas. Era inconcebible que la reforma de la dictadura la hiciera la gente de dentro. De ahí lo de incluir en el título el término 'impertinentes'.
Fíjate lo que ocurre con la gente de dentro. El rey Juan Carlos será un pichabrava, pero fue un buen rey, un buen jefe del Estado. A Adolfo Suárez se le elogia desde hace muy poco. Antes fue vituperado y calumniado. Lo que hacemos los del centro se lo apropian. Yo, por ejemplo, meto a los curas, a los artistas y a los deportistas en la Seguridad Social. ¿Faltaban los inmigrantes? Sí, pero porque en aquella época no había todavía. Ahora, estas polarizaciones ideológicas nos están llevando a unos extremismos tremendos.
¿Tiene esperanza de que se revierta la situación?
A lo mejor mi generación ya está más o menos vacunada. Pero es que yo lo veo con tal claridad. Y eso que estos momentos no son más difíciles que aquellos. Entonces, estábamos todavía bajo el miedo que impuso la Guerra Civil. Ahora ya no hay miedo a nada.
La situación tiene que corregirse, pero para ello hay que tener valores; es decir, el valor de la Constitución no puede venderse. Y se está vendiendo. No es un concepto idealizado de la patria, de la derechona, no. Es que no es posible. Hay que hacer prevalecer los valores constitucionales. Si a ti no te importan los valores constitucionales y los modificas según tu interés es que se te ha derrumbado todo el aparato jurídico.