El bótox altera nuestra capacidad para empatizar con los demás: el efecto ignorado de los pinchazos
La inhibición de los músculos faciales modificó la activacion de las emociones al observar caras felices o de enfado.
8 abril, 2023 01:22Nuestra capacidad de sentir las emociones está directamente relacionada con nuestra capacidad para expresarlas. Si te cuesta expresarlas, te costará sentirlas, y esto se extiende a nuestra capacidad de empatía, de experimentar lo que siente la persona que tenemos en frente. Es lo que acaban de comprobar investigadores de la Universidad de California en Irvine al aplicar inyecciones de bótox en 10 mujeres.
Los autores, liderados por Mitchell F. Brin, del Departamento de Neurología, midieron las respuestas cerebrales de las mujeres a imágenes de caras sonrientes o enfadadas mediante resonancia magnética en dos momentos distintos: antes de someterse a una inyección de toxina botulínica y después de hacerlo.
Este producto es el antiarrugas más famoso. Se basa en que genera una parálisis de la musculatura que inhibe su contracción, de forma que no se crean arrugas. Su efecto es temporal y dura varios meses, por lo que es habitual ver a los famosos someterse a este tratamiento cada cierto tiempo.
[Los médicos estallan contra las operaciones en Turquía: "He atendido estómagos perforados"]
Brin y sus compañeros inyectaron bótox (el nombre comercial de la toxina) en los músculos glabelares, los que se encuentran sobre la nariz y mueven las cejas. Se trata de una intervención clásica para eliminar las arrugas del entrecejo, con el efecto de no poder fruncir el ceño.
Las resonancias magnéticas mostraron cambios en la actividad de la amígdala y el giro fusiforme tras los pinchazos. La primera es la zona de procesamiento básica de las reacciones emocionales, mientras que la segunda se encarga de reconocer los rostros. De hecho, una lesión en el giro fusiforme provoca un trastorno conocido como prosopagnosia o incapacidad para reconocer los rostros de las personas (Brad Pitt asegura padecerla).
Las inyecciones de bótox modularon la actividad de la amígdala frente a las caras felices y amargadas, y del giro fusiforme para las caras felices. "Estos datos contribuyen al creciente cuerpo de literatura que sugiere que la inhibición de los músculos faciales puede alterar la actividad neural para el procesamiento de las emociones", concluyen los autores.
[Bótox: la toxina que mata, quita las arrugas y podría ser el mejor tratamiento del dolor]
El trabajo, publicado en Nature Scientific Reports, se basa en la conocida como 'hipótesis de la retroalimentación facial': contraemos o relajamos los músculos de la cara para recrear la expresión que estamos viendo, lo que nos permite experimentarla e identificarla.
Es decir, que si sentimos empatía por la persona que tenemos en frente es porque, sin darnos cuenta, estamos reproduciendo –por lo general, en menor medida– las expresiones que vemos. El bótox, al impedir esa reproducción en una zona tan expresiva como el entrecejo, interferiría en este mecanismo de socialización.
Bótox y depresión
De hecho, la influencia del bótox va más allá del reconocimiento de las emociones de los otros: también lo haría en las propias. En 2017, investigadores de la Universidad de California en San Diego comprobaron, al revisar las bases de datos de efectos secundarios del sistema de vigilancia de medicamentos de Estados Unidos, que el uso de toxina botulínica se asociaba a tasas significativamente más bajas de depresión en comparación con pacientes que tomaban otras medicaciones, incluidos los propios antidepresivos.
Varios estudios han sugerido que la imposibilidad de fruncir el ceño tras las inyecciones serviría de barrera frente a las emociones negativas de esta patología. Cerebro y músculos estarían conectados de forma bidireccional y la actividad en uno influye en el otro: en este caso, al no haber actividad en los músculos glabelares, se inhibiría la actividad emocional del cerebro.
Lo retrata muy bien el dicho inglés 'fake it until you make it', "fíngelo hasta que lo logres". Por eso, poner una falsa sonrisa también puede servir para mejorar el estado de ánimo. Es algo que conocen bien los actores, acostumbrados a que las emociones impostadas de sus personajes se infiltren en ellos más allá de la representación.
De momento, el uso de bótox contra la depresión solo se ha comprobado a nivel experimental y no se vislumbra como solución para esta patología. Con todo, la senda de investigación abierta, cómo los músculos faciales por sí solos influyen en la regulación de nuestras emociones, ofrece muchas vías para profundizar en el conocimiento de éstas.