España dice adiós a la mascarilla en el transporte tras casi mil días y más de 118.000 muertos
Desde su implantación en buses y trenes en junio de 2020, la medida se había mantenido sin cambios, frente a las variaciones en otros espacios.
7 febrero, 2023 02:36Este miércoles 8 de febrero, tras 970 días de obligatoriedad, podremos subir a un autobús o un tren sin llevar puesta una mascarilla. Nadie se imaginaba que un recuadro de tela con dos gomas podía suscitar reacciones tan viscerales: de un lado, aquellos que siguen abroncando, hasta el último momento, a los que se suben al transporte público sin llevarla.
Del otro, los que la demonizan como símbolo de destrucción de libertades e incluso llegaron a acusarla de perjudicial para la salud. Por cierto: tras casi tres años de uso intenso entre la población, no se ha reportado ni una sola muerte asociada a su utilización.
El Consejo de Ministros de este martes dictamina que la mascarilla dejará de ser obligatoria en medios de transporte aéreo, por ferrocarril, cable o autobuses, así como espacios cerrados de buques y embarcaciones en los que no sea posible mantener la distancia de 1,5 metros entre personas. Lo hace tras haber superado el ecuador del invierno sin que haya habido una nueva oleada de contagios de Covid ni el caos en que está sumida China ahora mismo haya afectado en lo más mínimo a los países occidentales.
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En realidad, la situación parece más controlada que nunca desde la irrupción de ómicron. La última actualización de datos del Ministerio de Sanidad reporta una incidencia acumulada, en los 14 días anteriores, de 50 casos por cada 100.000 habitantes mayores de 60 años, una cifra que no se veía desde el otoño de 2021.
Los ingresos también se encuentran en su cifra más baja desde aquellas fechas: 2.056 personas, de las que el 45% lo son por Covid, es decir, porque la infección afecta a su estado clínico. En la UCI se vive el mismo optimismo, con 150 personas (en esta ocasión, son el 60% las que están ingresadas a causa del SARS-CoV-2). En los últimos siete días se han reportado 76 muertes pero no se indica qué porcentaje la Covid ha sido fundamental en el desenlace.
Este nuevo paso simbólico se da tras 13 millones de contagios –oficiales: hace casi un año que se dejó de contar cada infección de forma individual– y más de 118.000 muertos, con más del 92% de la población mayor de 12 años vacunada contra la Covid, 26,5 millones (el 55,% de la población) con una dosis de refuerzo y 7,4 millones (el 58,8% de los mayores de 60 años) con dos.
Tres años sin cambios
La mascarilla se volvió obligatoria el 20 de mayo de 2020. Tras 233.000 contagios, 124.000 hospitalizados y casi 28.000 fallecidos, España había superado el primer embate de la Covid, la incidencia se había 'domesticado' hasta situarse por debajo de 20 y el país estaba inmerso en la desescalada del primer confinamiento, permitiendo a los ciudadanos salir de su hogar en franjas horarias concretas dependiendo de la edad.
Esa primera legislación consagraba el uso de mascarilla tanto en espacios cerrados de uso público como al aire libre siempre que se mantuviera una distancia de seguridad de dos metros entre individuos.
No sería hasta el 10 de junio –a punto de culminar la desescalada y entrar en la 'nueva normalidad'– cuando el cubrebocas incluyó al transporte público, a medida que las personas volvían al trabajo presencial y tenían que hacer uso de autobuses, trenes y otros medios de locomoción. Ya se había superado la escasez de material para equipos de protección personal (los famosos EPI) y la incidencia continuaba su descenso, alcanzando uno de sus suelos: apenas un caso por cada 10.000 personas, con solo 139 ingresos y 40 muertes en la semana anterior. Una vez abierto el espacio aéreo serían incluidos los aviones.
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Desde entonces y hasta ahora, la obligación de llevar mascarilla en el transporte público se ha mantenido sin cambios, no así la legislación que afectaba a su uso en espacios abiertos y cerrados. El 30 de marzo de 2021, tras finalizar una tercera ola devastadora (la segunda con mayor número de muertes: más de 25.000), el Gobierno consagraba su uso en cualquier espacio público, abierto o cerrado, con y sin distancia de seguridad, con la salvedad de la práctica de deporte al aire libre. Solo tres meses después se liberaría de su uso en la vía pública si se podía mantener la distancia física de 1,5 metros.
La llegada de ómicron supuso un revulsivo para volver a las mascarillas. Cuando parecía que las navidades de 2021 podían ser las primeras a cara destapada, el estallido de casos propiciado por la nueva variante llevó a Sanidad a reinstaurar la mascarilla en exteriores. Esa Nochebuena, por temor a que las celebraciones navideñas generaran un tsunami de contagios, la mascarilla volvió a la calle. No pasarían dos meses hasta que se relegara de nuevo a espacios cerrados y, otros dos meses después, el 20 de abril de 2022, a las pocas semanas de entrar en vigor la nueva estrategia de gripalización de la Covid, solo sería obligatoria en centros sanitarios y sociosanitarios.
Pero la obligación en el transporte se mantuvo impasible. A lo largo de los últimos meses se ha dado la incongruencia de tener que llevar mascarilla, por ejemplo, en los 20 minutos de trayecto en metro o en bus hasta un cine para pasar hora y media encerrado en una sala con un centenar de personas sin tapabocas.
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Mientras tanto, se iban sucediendo los suspiros de alivio entre los profesionales de la salud pública con cada etapa superada. Primero, la ola 'invisible' (porque se dejó de contar a la gente menor de 60 años) de la primavera de 2022 producto del fin de las mascarillas en interiores. Segundo, la ola veraniega provocada por el aumento de la movilidad en vacaciones.
Estas dos olas pusieron a los médicos en tensión pero no hubo mayores consecuencias. La vuelta al colegio y la llegada del frío y las navidades, en cambio, no lograron elevar el número de contagios y llevamos casi medio año sin una nueva onda epidémica.
La mascarilla sigue presente
En este panorama, la mayoría de especialistas en salud pública señalaban que la mascarilla en transporte público era prescindible y que llevaba meses siéndolo. La liberalización de las medidas anti-Covid en China provocó unos momentos de tensión por la posible llegada de nuevas variantes, pero su efecto no se ha notado en Europa.
El Centro Europeo para el Control de Enfermedades informa de una mejora generalizada de la situación epimiológica en el continente, con las notificaciones y los ingresos hospitalarios alcanzando los niveles más bajos de los últimos 12 meses.
Con la desaparición de la mascarilla obligatoria en el transporte público, España se incorpora a la gran mayoría de países europeos en los que ya es historia. Son menos de una decena los que siguen manteniéndola, con Alemania a la cabeza: aunque a nivel nacional solo es exigible en los trayectos de larga distancia, muchos lander la mantienen en el transporte local. Grecia, Eslovaquia o Estonia son de los pocos países que siguen manteniéndolas.
La mascarilla en el transporte público era el último símbolo de la pandemia en el día a día de la gran mayoría de la población. Se sigue manteniendo en hospitales, centros de salud, farmacias y residencias de mayores, lugares donde muchos consideran que llegaron para quedarse pero ya hay voces médicas que afirman que llegará el momento de pasar página también aquí.
Lo que no ha pasado es la polémica sobre su eficacia. Una reciente actualización de la revisión Cochrane (realizada por expertos independientes) sobre este tema afirma que el uso de la mascarilla a nivel comunitario no impacta en la expansión de virus respiratorios, aunque los propios autores reconocen que hay un alto riesgo de sesgos en los ensayos clínicos revisados (la gran mayoría, previos a la pandemia de Covid-19), la baja adherencia en el uso del cubrebocas y las variaciones en la medición de resultados.
Sin embargo, a lo largo de este tiempo han ido apareciendo estudios a nivel poblacional para medir la eficacia real del uso del cubrebocas a lo largo de la pandemia con resultados positivos. Con todo, los especialistas no se han cansado de repetir que para mitigar y controlar la expansión del virus, es la suma de medidas la que garantiza su eficacia. La mascarilla era una de ellas, la última para la mayoría de nosotros y por sí sola ya carecía de sentido.