Hooven, gurú de Harvard: "Muchos trans aceptarían su cuerpo si les hubieran dejado pasar la pubertad"
"No es cierto que el sexo sea una construcción cultural" / "Las mujeres pueden ser tan agresivas físicamente como el hombre" / "Un niño no entiende lo que implica bloquear su pubertad" / "Ni siquiera podemos investigar por las presiones del activismo, nos llaman tránsfobos".
29 octubre, 2022 02:38La clase sobre 'Hormonas y Comportamiento' que imparte Carole Hooven en el departamento de Biología Evolutiva Humana de la Universidad de Harvard es una de las más solicitadas por los alumnos. Su popularidad ha crecido a medida que los enfoques de género e identidad han ido ganando terreno en lo académico. Pero las respuestas que ofrece tienden a incomodar: tras dos décadas de investigación, la influencia del sexo biológico emerge como innegable en múltiples aspectos, desde los juguetes que preferimos de niños a la capacidad deportiva, pasando por las diferencias en la forma en la que hombres y mujeres experimentan el deseo .
Testosterona (Arpa), su último libro, señala a la hormona sexualizante masculina como la principal artífice, ya incluso desde la gestación. Pero Hooven se revuelve también contra las interpretaciones simplistas, que justificarían actitudes machistas o la discriminación de las personas transgénero en base a la 'naturaleza'. "La biología no es el destino", explica a EL ESPAÑOL. "Que haya diferencias influenciadas por las hormonas sexuales no significa que sean inevitables. Hay distintos niveles de agresión y de presión de género en cada sociedad. Eso lo hace la cultura".
Su obra rebate una postura muy extendida: el sexo, afirma, es una realidad biológica, no una construcción social y cultural.
Si me hablas de "sexo", yo entiendo que me preguntas si somos machos o hembras. Si alguien afirma que el sexo es una construcción cultural, eso es incorrecto. La cultura no tiene nada que ver, pero tiene todo que ver con la manera en la que nos expresamos como hombres o mujeres. Masculinidad, feminidad, normas de género, qué es aceptable, cuál es la tradición... El sexo influencia, pero no dicta nada.
También rebate la reducción del sexo a que los hombres tengan pene y las mujeres vagina: la realidad biológica es más compleja.
Para mí, los genitales no definen el sexo. Como bióloga, investigo organismos cuyos sexos en muchos casos no se diferencian por un pene o una vagina. En ocasiones, ni por los cromosomas ni por las hormonas sexuales. Esto ocurre incluso en los mamíferos: no podrías distinguir a una hiena hembra de un macho, porque poseen estructuras similares a un pene. El sexo como realidad biológica no es compleja: los machos producen gametos móviles, el esperma, y las hembras producen óvulos grandes e inmóviles. Pero algunas especies como el pez payaso son hermafroditas secuenciales, cambian de sexo y de gametos producidos; otras como las planarias son hermafroditas simultáneas, los pueden producir a la vez.
Lo complejo es ser un ser humano, en una sociedad que achaca al hecho de poseer un pene o una vagina normas directas sobre cómo hay que comportarse. Y es restrictivo para las personas que perciben que su comportamiento natural no encaja con estas normas. Esto puede llevar a la disforia de género y a la discriminación. Además, no se trata solo de los genitales: los rasgos secundarios al sexo -vello facial, pechos, dónde se acumula la grasa corporal-, y que nos importan muchísimo socialmente, varían de lo "muy masculino" a lo "muy femenino" con un amplio espectro, mientras el sexo primario sigue siendo binario.
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¿Cuál es la importancia de la testosterona a la hora de trazar la hoja de ruta que determinará nuestra identidad sexual?
Lo determina desde la gestación, y no solo para los seres humanos, ni siquiera solo para los mamíferos. Siempre hay una hormona que guía la formación de las estructuras reproductivas y coordina los comportamientos, así como el aspecto físico. En general, los machos necesitan competir para que su esperma tenga oportunidades de fecundación, por lo que la testosterona activa y coordina tanto los órganos necesarios como los rasgos y comportamientos que permitirán transformar la energía invertida en vástagos. Los estrógenos hacen algo parecido con las hembras.
¿Una de las principales diferencias entre el ser humano y el resto de los animales es que nosotros no tenemos época de celo?
¡Sí! ¡Dios mío, es tan interesante! No vemos en los humanos los dramáticos efectos que tiene la testosterona en la naturaleza según la época. Los ciervos rojos de Escocia son relativamente pacíficos mientras las hembras son infértiles y las hormonas están en un nivel de base. O no tienen cornamenta, o está cubierta de terciopelo. No fabrican esperma, no tienen líbido. Pero al percibir las señales estacionales, su nivel de agresión se dispara junto con todos los demás factores. Para nuestra especie, en cambio, es difícil determinar qué efectos están teniendo las hormonas en un momento u otro, salvo en casos como la transición de sexo.
En estos casos, los efectos se experimentan de forma dramática. Una mujer que incremente su testosterona para transicionar a hombre verá cambiar su voz, su vello y su líbido. En mi opinión, no tenemos época de celo porque somos una de las pocas especies en las que los machos se involucran en la crianza. Los ciclos de fertilidad de las mujeres se mantiene ocultos a simple vista, mientras que la testosterona de los hombres se mantiene relativamente alta a lo largo del año, favoreciendo las relaciones reproductivas duraderas.
¿Cómo se relaciona esto con la capacidad de agresión en el ser humano, y la disparidad en el uso de la violencia según el sexo?
Hay diferentes tipos de agresión: está la física, pero también la pasivoagresiva, que todos conocemos. Se puede hacer mucho daño a una persona con habladurías, llevarla al ostracismo e incluso poner en riesgo su vida. Hoy en día, provoca suicidios. Es un tipo de violencia que vemos más típicamente de mujeres hacia mujeres. En cambio, la violencia intrasexual masculina tenderá a ser física, como los machos que compiten por parejas o estátus. Los hombres cometen más del 90% de los crímenes violentos, y las víctimas también son sobre todo varones.
¿Qué pasa con las agresiones intersexuales, la violencia de género, doméstica o como querramos llamarla? Los medios destacan las de los hombres contra las mujeres porque también recurren a la violencia física contra ellas, y les causan daños graves, incluso las matan. Pero lo que no se cuenta es que las mujeres también pueden ser extremadamente agresivas físicamente en sus relaciones, incluso tanto como los hombres, especialmente si la motivación es la defensa propia. Su nivel de violencia sin embargo es menor. Se inhibirán antes de provocar heridas serias o matar.
¿Y con el deseo sexual? Menciona que personas que transicionan de mujer a hombre cambian también la forma en la que desean a las mujeres.
Los hombres quieren más sexo que las mujeres: tienen más líbido, buscan más parejas, tienen más pensamientos sexuales, se masturban más, es más probable que consuman prostitución... Muchas mujeres también tienen un elevado deseo sexual, pero la media es superior en el hombre. Y la naturaleza de la atracción también es diferente. Los hombres tienden a cosificar el objeto de su deseo, sea hombre o mujer. Y uno de los cambios psicológicos más profundos para las personas que hacen la transición tomando testosterona es el incremento del deseo sexual.
Algunos hombres trans con los que he hablado lo describen como "una obsesión con el sexo" y con las partes del cuerpo: pechos, traseros... Puede ser chocante para personas que antes vivían como mujeres y les ofendía ser objeto de la mirada cosificadora de los hombres. A la inversa, las mujeres trans pueden sentirse "liberadas" de este deseo al reducirse su testosterona. Y en algunas ocasiones, su experiencia del orgasmo cambia: antes lo describían como localizado en los genitales y ligado al clímax, mientras que ahora es más duradero e involucra a todo el cuerpo.
Su libro recoge el testimonio de Stella, una mujer que detransicionó y se arrepiente de haberse inyectado testosterona ella sola a los 16 años.
Es un asunto muy complicado, controvertido y sensible. La evidencia que tenemos sugiere que entre el 80 y el 90% de los adolescentes que tienen disforia de género, incluso en grado severo, también sufren otros problemas relacionados con la pubertad. La incomodidad de la maduración sexual, de encajar en el grupo, la posibilidad de trastornos previos... Muchísimas personas que están transicionando habrían sido personas gais si se les hubiera permitido atravesar la pubertad. La mayoría, si hubiera recibido apoyo, habría terminado aceptando su cuerpo sexuado. Esto es lo que nos dice la evidencia. Bloquear la pubertad con fármacos inhibe el proceso y hace que en muchos casos el malestar ligado a la disforia no termine.
La mayoría de niños que han recibido bloqueadores de la pubertad progresa hasta el cambio de sexo con hormonas y cirugía, y parecen satisfechos con la transición. Pero no tenemos datos a largo plazo. Cada vez más personas detransicionan, contando que con doce años no podían saber lo que querían ser de adultos. Y no tenemos datos, porque tienden a interrumpir el tratamiento y no regresar al centro. Un niño no puede entender las consecuencias de bloquear su pubertad. No podrá tener hijos, y por lo que sabemos, su función sexual se verá impactada. Debemos ofrecer todos los datos y hacernos las preguntas oportunas sin miedo a que nos acusen de transfobia. También entrevisto a dos otras personas trans que están perfectamente felices con su elección.
¿Tiene la impresión de que se ha silenciado a la ciencia en estos debates sociales cuando ha presentado verdades incómodas?
¡Oh dios mío, por supuesto! Conozco a muchísimos médicos y académicos, gente inteligente y comprometida, que no se pronuncian sobre lo que realmente opinan. Es un desastre. ¡No son malas personas solo por no estar de acuerdo! Ni siquiera podemos llevar a cabo las investigaciones que necesitamos porque los activistas presionan con un relato unilateral, y si lo cuestionas, es que eres tránsfoba. Pero necesitamos poder tomar decisiones basadas en los hechos científica para guiar las intervenciones. Las sociedades que se abren a la discusión y al debate son las que se acercan más a la verdad.