Estar en forma no basta para evitar un infarto: esto es lo que tienes que cuidar
- El VO2 Max, o la capacidad del organismo humano para procesar el oxígeno durante el ejercicio físico, podría ser determinante incluso para personas sanas.
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Estar en forma y ser "sano" no siempre es suficiente para prevenir las enfermedades cardiovasculares. Una situación que se agrava, más si cabe, en el actual ambiente obesogénico y sedentario reinante: la facilidad para sufrir obesidad en el mundo occidental es obscena, comparable a la facilidad para permanecer sedentario el máximo tiempo posible.
Pero, aunque no se caiga en ninguna de ambas trampas contra la salud, aún quedan factores a tener en cuenta. Al menos así lo asegurarían dos estudios diferentes publicados en la European Heart Journal: una baja actitud cardiorrespiratoria puede ser un factor de riesgo clave.
Como bien comentan ambos trabajos, la aptitud cardiorrespiratoria es la capacidad del sistema circulatorio y respiratorio para usar de forma eficaz el oxígeno y poder transportarlo a los músculos durante la actividad física. Sería algo similar a la capacidad de las antiguas locomotoras para aprovechar la energía del carbón para aumentar su velocidad de forma sostenida. Para medir dicha capacidad se usa el VO2 Max o tasa máxima de consumo de oxígeno durante el ejercicio.
Para llegar a tal conclusión, se analizó a 4.527 hombres y mujeres sin antecedentes de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, hipertensión arterial o cualquier tipo de cáncer. Se evaluó su aptitud cardiorrespiratoria al inicio del estudio, gracias a los datos del estudio HUNT3 realizado en Noruega entre 2006 y 2008, mediante el uso de una mascarilla, un monitor de ritmo cardíaco y una cinta de correr.
Así mismo, se tuvieron en cuenta otros datos como posible consumo de alcohol y/o tabaco, antecedentes familiares, realización de actividad física previamente, peso, talla, circunferencia abdominal y datos analíticos como el colesterol sanguíneo.
Tras un seguimiento de nueve años, los investigadores lograron relacionar la aptitud cardiorrespiratoria con el riesgo de enfermedad: a mayor VO2 Max, menor era el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. En total, solo 147 participantes (3,3%) fueron diagnosticados de alguna enfermedad cardíaca, requirieron intervención para desobstruir sus arterias, o murieron a causa de la misma.
Según el Dr. Bjarne Nes, de la Universidad Noruega de Ciencias y Tecnología (NTNU), los participantes que se encontraban entre el 25% con mejor aptitud cardiorrespiratoria tenían casi la mitad de riesgo cardiovascular que aquellos que se encontraban entre el 25% con menor aptitud cardiorrespiratoria.
Por otro lado, tanto en hombres como en mujeres, el riesgo cardiovascular se reducía hasta un 15% por cada unidad de capacidad cardiorrespiratoria o equivalente metabólico (MET). Dicha unidad, el MET, serviría para medir el oxígeno necesario para realizar determinada actividad física.
Por ejemplo, un MET sería equivalente a la cantidad de oxígeno necesario para permanecer sentado en silencio sin realizar esfuerzos (alrededor de 3,5 ml de oxígeno por kg de peso y por minuto); correr equivaldría a gastar ocho METs.
El ejercicio físico, la mejor medicina preventiva
Según el Dr. Jon Magne Letnes, autor principal del estudio y miembro del Grupo de Investigación sobre Ejercicio Cardíaco en la NTNU, estos resultados alentarían al uso del ejercicio físico como forma de medicina preventiva: unos pocos meses de ejercicio regular podrían reducir el riesgo cardiovascular de forma eficaz.
Aunque este estudio destaca por llevar a cabo mediciones estándar y regladas del VO2 Max en comparación a estudios anteriores donde la aptitud cardiorrespiratoria se solía estimar de forma indirecta, también posee algunas limitaciones: la participación en el mismo era voluntaria, por lo que podría existir un "sesgo de selección". Se trataba de personas activas previamente y no de una muestra al azar, por lo que extrapolarlo a la población general sería complicado.
Como conclusión final, los autores destacan de nuevo la necesidad de potenciar la prevención primaria, es decir, evitar que se produzca cualquier tipo de evento cardiovascular para evitar recurrir a la prevención secundaria (la que trata de impedir un nuevo infarto o ictus mediante el uso de medicación). Dentro de este ámbito, cuando aún es posible evitar el riesgo, cada vez se aboga más por potenciar la alimentación saludable y el ejercicio físico en decrimento del uso de fármacos, los cuales sí han demostrado un gran potencial para la prevención secundaria.
En este ámbito, la aptitud cardiorrespiratoria sería un factor fundamental para llegar a una significativa reducción de riesgo. Incluso, señalan los autores, el consejo sobre actividades físicas en general, y algunas de ellas de forma particular basándose en los mencionados METs, deberían incorporarse a la práctica clínica habitual.
De hecho, las nuevas guías del ejercicio físico de los Estados Unidos cada vez alientan más la actividad física como factor preventivo, algo que corroborarían estos dos nuevos trabajos.
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