Leche que no es leche, queso que no es queso, embutido que no es embutido y pescado que tampoco es pescado. Desde la irrupción de la dieta vegana, en España nos hemos acostumbrado a una cantidad ingente de productos que podrían llevarnos a equívoco si no nos fijamos bien en su etiquetado. La última de las controversias la ha generado una merluza en la que no encontramos ni rastro del pez que le da nombre y los expertos la han señalado para tratar de explicar cómo se elabora de cara a evitar que nos la cuelen.
Uno de los estudios más destacados sobre veganismo en España lo firma la consultora Lantern y se titula The Green Revolution. Su primera encuesta, de 2017, reflejaba que el 7,8% de la población española había prescindido en parte de los alimentos animales: un 1,3% eran vegetarianos, un 0,2% veganos y un 6,3% flexitarianos, puesto que consumían esporádicamente carne o pescado. En 2021, los últimos datos hasta la fecha, la proporción ya era de un 13% del total, repartidos en 1,4%, 0,8% y 10,8%, respectivamente.
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Entre los motivos que daban los encuestados que habían optado por estas dietas está en primer lugar el compromiso ético con los animales, seguido de las razones medioambientales. También por salud, solidaridad y justicia alimentaria. No se trata, por lo tanto, de que no les guste su sabor ni su textura, de ahí que esta industria base parte de su éxito en reproducir de la forma más fiel posible estos alimentos que han decido dejar atrás: hamburguesas, quesos o, en el caso que nos ocupa, filetes de pescado rebozados.
Confundiendo al consumidor
El doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Miguel Ángel Lurueña, pionero en la divulgación a través de su blog Gominolas de Petróleo, ha querido alertar en uno de sus últimos artículos y en sus redes sociales sobre la "Merlvza que no es merluza", sino "un producto vegano que trata de imitar al pescado". Aclara que la legislación es clara al establecer que la etiqueta no puede tratar de engañar a los consumidores, de ahí que hayan saltado las alarmas al encontrar palabras como "merlvza", acompañadas de dibujos de peces, que podrían confundirnos.
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Aconseja, ante este y otros casos, leer la etiqueta detenidamente para comprobar si forman parte de los dos grandes grupos en los que él clasifica estos productos: "los que contienen ingredientes nobles" y aportarían nutrientes interesantes, y aquellos que "están elaborados por compuestos de escaso valor nutricional o económico, como almidones y gelificantes como el almidón de patata, de tapioca o goma de konjac". Estima que los productos veganos se tienden a identificar con un perfil saludable, pero "no es así necesariamente", defiende.
En este sentido, asegura que "es difícil generalizar, pero desde el punto de vista nutricional suelen ser muy pobres" y no aportan nutrientes interesantes, pero sí notables cantidades de sal. Cabe recordar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir menos de 5 gramos de sal al día. También nos invita Lurueña a fijarnos en que los hidratos de carbono de estos productos son elevados por el uso de harinas o almidones, en que las grasas saludables aparecen en porcentajes menores, las proteínas son menos ―en su mayoría― que en elaboraciones de origen animal, y las vitaminas y minerales brillan por su ausencia a no ser que estén enriquecidos.
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Tampoco las calorías suelen ser las mismas: "Pueden varias mucho entre unas marcas y otras, en algunas el aporte calórico es similar al del alimento original, pero en otras es notablemente diferente, más alto o más bajo". Con estas indicaciones, nos fijaremos en el etiquetado de estos "Filetes de merlvza vegetales Heura" que vienen en un envase de 160 gramos en el que se presentan dos piezas de este sucedáneo de merluza de fácil preparación: 10 minutos en el horno precalentado a 200 grados o unos 4 minutos en una sartén a fuego medio-alto.
'Merlvza' VS Merluza
En sus ingredientes especifican que se trata de un "producto vegetal estilo filete de pescado rebozado a base de proteína de soja con aceite de olvida virgen extra 2,6%". Si nos fijamos en su información nutricional, por 100 gramos aporta 167 calorías ―la merluza tiene 89 calorías, según la Fundación Española de Nutrición (FEN)―, y 7,0 gramos de lípidos, distribuidos en 1,5 gramos de grasas saturadas, 4,4 gramos de grasas monoinsaturadas y 1,9 gramos de grasas poliinsaturadas. En el caso del pescado al que pretende imitar la cantidad total es de 2,8 gramos (0,5, 0,5 y 0,8, además de 0,59 gramos de omega-3).
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Encontramos 7 gramos de hidratos de carbono, de los que 0,8 gramos son azúcares, frente a los 0 gramos de la merluza; también 5,1 gramos de fibra por otros 0 gramos del pescado original. En cuestión de proteína, el producto aporta 15 gramos gracias a la soja y el animal 15,9 gramos, cantidades más similares, pero si nos fijamos en la sal, tenemos casi 1 gramo: 0,94 gramos, concretamente. Destaca además la etiqueta un aporte de 3,9 microgramos de vitamina D, 2,3 microgramos de B12, 140 microgramos de yodo y 23 microgramos de selenio.
¿Es esto legal?
"En la actualidad existe cierto vacío legal en torno a este tipo de productos vegetales que imitan a otros de origen animal dado que no hay una normativa específica que los regule de forma expresa", lamenta Lurueña en su artículo, enumerando que sí hay aspectos recogidos en la ley que se refieren a no inducir error sobre las características y la naturaleza del alimento: "No es lo mismo vender uno de estos productos con indicaciones honestas, claras y fáciles de interpretar que hacerlo con indicaciones poco claras como merlvza", concluye.
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