Por qué el pene de los gays es más largo y otros enigmas del sexo que se explican desde el cerebro
La genética y la bioquímica gobiernan nuestros deseos y placeres, y predisponen tanto nuestra identidad sexual como determinados rasgos morfológicos.
4 mayo, 2019 02:14Noticias relacionadas
"Dios, hazme casto, pero todavía no", rezaba a regañadientes San Agustín en su mocedad según revela él mismo en sus Confesiones. El conflicto entre nuestros deseos y la consecución del placer acompaña al ser humano desde la noche de los tiempos. Hoy, estaremos menos preocupados por ganarnos el cielo, pero nos atormentan las comidas que no debemos comer, el sexo que no podemos tener, las horas de sueño de las que querríamos disfrutar pero que son las primeras en caer sacrificadas.
Jocundo y socrático, pisando charcos y callos con la placidez que da la sapiencia, Ignacio Morgado nos invita a conocernos primero a nosotros mismos. El catedrático de Psicobiología y director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona presenta Deseo y placer: la ciencia de las motivaciones [Ariel]. Nuestras oscuras pasiones y nuestros anhelos románticos son neurología, bioquímica y mecánica evolutiva. Entender esto es empezar a desmadejar la maraña de presiones sociales y prejuicios que nos hacen la vida un poco -o mucho- más difíciles.
La principal idea que deja la lectura del libro es que, entendiendo cómo funcionan los mecanismos del deseo y el placer en nuestro interior, podemos regularnos mejor con respecto a ellos.
Exactamente. Ésa es una idea que intento transmitir en casi todos los libros que he escrito sobre el cerebro y los procesos mentales. Conociendo como funcionan nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestra memoria, nuestras motivaciones, estamos más capacitados para regularnos mejor y evitar caer en comportamientos, digamos, inadecuados. Podemos tener más bienestar, en definitiva.
¿Qué tienen de particular el deseo y el placer dentro de nuestras motivaciones?
La neurociencia está demostrando que son complementarios pero diferentes. Son caras de una misma moneda. Hay mecanismos cerebrales que potencian la incitación a buscar los placeres, y por el otro van los circuitos para sentir ese placer de comer, de beber, del sexo, de gratificarnos con el arte y la diversión... El título de Deseo y placer hacer referencia a esa dicotomía en el cerebro humano: el deseo depende de unas sustancias químicas y de unas neuronas determinadas, el placer, de otras, pero ambos están acoplados.
Otra diferencia es que hay deseos biológicamente necesarios, como la sed, mientras que otros son incitadores, como el sexo, que no es indispensable.
Exacto. Es lo que yo llamo motivación homeostática versus motivación incentiva. La primera es la que te lleva a repara una carencia en tu cuerpo: si hemos corrido y hemos gastado energía, necesitamos conservar la que queda y se pone en marcha el sueño. La homeóstasis es una necesidad orgánica. La incentiva, por el contrario, es la búsqueda del placer por el placer. Al principio es una creación de la naturaleza para potenciar las necesidades básicas. Cuando comes, no solo recuperas energía sino que experimentas un fuerte placer que es mucho más intenso si tenías hambre primero. Pero al haberse creado esos circuitos en el cerebro, se disparan a veces en otras circunstancias, sin que sea necesario reparar nada: durante un concierto, una obra de teatro, en un día de playa...
En el tema de la orientación sexual, lo que hay que dejar muy claro es que todas son igual de naturales. Hay un componente biológico muy fuerte. Lo que sí puedes cambiar en cuestión de sexo es la forma en la que te comportas.
Problemas con nuestras necesidades, como los trastornos de sueño, pueden tener que ver con la falta de conciencia sobre nuestra mecánica biológica.
El ejemplo claro es la melatonina. Es una sustancia que empieza a producirse en la glándula pineal del cerebro cuando llega la oscuridad e induce las ganas de dormir. Si te metes en la cama con un móvil o una tablet, que tienen una luz tremenda, el cerebro entiende que es de día y actúa en contra del sueño. Si además eres una persona mayor, ya predispuesta a dormir mal, la pantalla lo empeora. Conocer esto nos puede ayudar a cambiar nuestro comportamiento para favorecer los mecanismos naturales de nuestro cuerpo. Además, los hombres pierden con la edad en mayor cantidad una sustancia llamada galanina también necesaria para el sueño. Saber que algunas circunstancias de insomnio son naturales también es bueno, reduce el estrés.
Eso me parece clave. Muchas de nuestras insatisfacciones pueden venir de comprender bien los mecanismos de estos deseos.
Eso no quiere decir que ahí esté la naturaleza de todos nuestros males. Pero conocer cómo funcionamos por dentro puede darte pautas para saber qué hacer y qué no hacer para sentirte mejor.
Pero hay otros que sí los conocen, y no juegan en nuestro favor. Por ejemplo, la industria alimentaria carga de ingredientes deseable los productos para que consumamos más aunque no sean los idóneos.
Sí. Hay un tipo de alimentación, la fast food, que juega un poco con los mecanismos cerebrales del hambre. No sacia y sigue proporcionándonos placer, que tiene como cometido el regular el apetito pero puede pasarse de frenada. Comes más de lo que necesitas y eso te provoca problemas de salud, como la obesidad.
Otro aspecto de la "mercadotecnia del control de las hormonas" son estos cosméticos que prometen convertirte en un imán para el sexo con feromonas, testosterona, oxitocina...
Una de las cosas que tenemos que aprender es que la mejor forma de conservar la salud de nuestro cuerpo es activar sus mecanismos de forma natural. Si puedes generar dopamina endógena en tu cerebro que te motiva y te hace buscar lo que te gusta, no lo hagas consumiendo droga. La estimulación ambiental, salir, conocer gente, hacer nuevas lecturas, conocer nuevos lugares, todo eso crea dopamina sin efectos secundarios. Un medicamento te puede solucionar una carencia pero tiene contraindicaciones cardiovasculares, inmunológicas... están pagando un precio. Y la motivación se pierde con la edad. Hay que enseñar a los mayores a mantenerla sin sufrir más daños.
Yo en mi libro no me pregunto por qué somos homosexuales, es lo mismo que preguntarnos por qué somos heterosexuales.
Lo dañado, en el ejemplo que le daba, sería el bolsillo...
Sí. En primer lugar porque esos sprays son caros. En segundo, porque no está claro que tengan los efectos que dicen tener. Nos queda mucho por investigar. En tercero, porque pueden producir daños colaterales si abusas de ellos. A la ocitocina, producida por el hipotálamo, se la llama la 'hormona del amor', de 'la felicidad', porque te hace más cariñoso y generosos. Pero según la dosis y el momento, también te puede volver más sectario y menos solidario con los que no son de tu grupo. Lo que se llama el parroquialismo. Yo huiría de la medicación si no está prescrita por un especialista y si no es la última solución para un problema.
Porque las terapias hormonales existen, y funcionan, pero son para condiciones patológicas.
Exacto, y para circunstancias muy bien establecidas, bajo un control profesional muy riguroso. No hay que ponerse en manos de gente que solo quiere ganar dinero y puede provocar daños permanentes.
Ahora que hemos tenido que volver a hablar de "terapias para tratar la homosexualidad", en su libro hay una ironía muy fina. Se pregunta por qué nadie se plantea "terapias" para transformar a heterosexuales en gays.
¡Eso es exactamente lo que yo le digo a mis alumnos en clase! "Pensad en vosotros. Si eres homosexual, ¿te gustaría que te hicieran un tratamiento para hacerte homosexual?"
¡Tendría ventajas! No veo por qué no sería marketeable. En su libro señala que los hombres gays tienen un pene generalmente un centímetro más largo que los heterosexuales [Risas]
[Risas] Dí una conferencia en el Cosmocaixa de Madrid, La química del amor, hablando de estas cosas. La gente se lo pasó muy bien. No, en el tema de la orientación sexual, lo que hay que dejar muy claro, y lo predico con todas mis energías, es que todas son igual de naturales. Hay un componente biológico muy fuerte. Lo que sí puedes cambiar en cuestión de sexo es la forma en la que te comportas. Una persona no deja de ser heterosexual, homosexual o bisexual con medicinas o choque eléctrico. Todos los que lo han intentado han fracasado, siempre. Pero cómo te exhibes es algo modulado por la cultura. Un homosexual puede llevar su vida privada con discreción y quedarse en el "armario" si le han educado así, o ir por la calle con un vaquero con la cremallera por detrás. ¡Que yo lo he visto! Y un heterosexual también, si le han educado en el liberalismo hará el 'salto del tigre' y si no será más conservador.
Da para una profunda reflexión. Nuestra identidad sexual, algo tan determinante para nuestra vida, depende de factores genéticos, epigenéticos, de concentraciones de hormonas durante la gestación, incluso de nuestro número de hermanos...
¡Para ser homosexual no es igual haber nacido el primero que el tercero o el quinto! Efectivamente, hay una mayor probabilidad estadística en los hermanos siguientes. Pero lo fundamental es que hay una cuestión de prejuicio. Somos homofóbicos como sociedad. Yo en mi libro no me pregunto por qué somos homosexuales, es lo mismo que preguntarnos por qué somos heterosexuales.
Y hay una hipótesis evolutiva que zanjaría el argumento homófobo por excelencia: la homosexualidad estaría ligada a la fertilidad en lugar de implicar una menor reproducción de la especie.
Muy buena observación. Veo que te lo has leído [Risas] Ésa es la pregunta clave: el sexo homosexual no sirve para nada salvo para pasárselo bien. Tanto o mejor que los heterosexuales, pero no para procrear. ¿Cuál es la razón? Unos investigadores han descubierto que sus ascendientes femeninos son mujeres que han tenido mayor fertilidad. En algún momento de la evolución, los genes que condicionan la homosexualidad se han vinculado a genes que condicionan una mayor capacidad de tener hijos. Un poco por casualidad. No tiene nada de anormal, de hecho hay una proporción de homosexuales mayor de lo reconocido por culpa de las presiones sociales. Ahora nos estamos abriendo. Pero ojo, que tampoco hay que exagerar. "Qué majo, que es gay..." No, hombre, no vayamos con la bendición, hay gays buenísimos y otros que son unos hijos de p..., igual que con los heterosexuales.
Siguiendo en la línea de las funciones evolutivas. Sabemos por qué existe el orgasmo masculino, para asegurar que hay eyaculación y oportunidades de fecundación. ¿Pero no hay explicaciones para el orgasmo femenino?
Hay una hipótesis de unas científicas americanas, que lo vinculan a la satisfacción y la autoestima del varón también... Yo creo que su función es proporcionar placer y predisponer a la cópula. Eso lo ve uno muy bien en las mujeres mayores, cuando dejan de sentir placer ya no quieren tener relaciones sexuales. La naturaleza es sabia, como decimos, y corta la capacidad reproductiva de la mujer cuando empieza a estar en peligro si concibe.
El sexo, a diferencia de otros placeres, es un placer social, en general. Tiene que ver con las relaciones con otras personas. Y eso lo complica con problemas de celos, de poder, de vanidad, de prestigio...
¿Y por qué la naturaleza ha hecho entonces tan complejo el orgasmo en la mujer en comparación con el hombre? ¿O esa complicación nos la hemos inventado?
Probablemente por cómo las neuronas receptoras del placer se distribuyen por el tejido del clítoris, que es el mismo del glande. Es más difícil de estimular que en el mecanismo del pene. Luego está la propia habilidad, la masculina y la femenina. Y luego no descarto que puede haber una mayor facilitación cerebral en el caso de los hombres. La sexualidad está destinada a la procreación, a la dispersión de tus propios genes. Para un hombre, esto depende del número de mujeres a las que impregna. Cada una aumenta las posibilidades de transmisión. Pero para ellas no es así. Lo que le interesa a la mujer es que una sola impregnación progrese. Eso está en el fondo de por qué los hombres somos más promíscuos. Hay una razón biológica clara, que no quita que luego haya razones culturales. Al hombre se le ha dado más libertad.
Me hace pensar en una serie, Mad Men. ¿La conoce?
Sí... es muy machista, ¿verdad?
Sí, precisamente uno de estos 'machos alfa' dice en un momento: "En el fondo todo lo hacemos por el sexo, pero el sexo siempre decepciona". ¿Qué le parece?
Bueno... Yo también tengo una frase en el último capítulo de mi libro. Dice: "El placer puro no existe. Siempre va acompañado de alguna inquietud". Y esto lo dijo ya Ovidio, uno de los filósofos clásicos. ¡Los modernos no hemos inventado nada! El sexo, a diferencia de otros placeres, es un placer social, en general. Tiene que ver con las relaciones con otras personas. Y eso lo complica con problemas de celos, de poder, de vanidad, de prestigio... Es una motivación mucho más complicada que el hambre, por ejemplo, algo con una solución que te puede garantizar la sociedad moderna.
No sé si ha oído hablar del fenómeno de la 'muerte del sexo'. Cada vez se mantienen menos relaciones sexuales, según la estadística. En Japón han llegado a un 25% de vírgenes heterosexuales a los 40 años.
¿Y a partir de los 40 aquello es un desenfreno para recuperar el tiempo perdido? [Ríe]
No, tendría que ver con que se forman menos parejas, el deseo se satisface con la mayor disponibilidad de pornografía...
Bueno, la pornografía tiene una serie de ventajas, que es barata, no tienes problemas de ETS... Pero no deja de ser un sustituto. Internet está cambiando la vida, y el sexo también. Pero igualmente en el otro sentido: puede ser una manera de potenciar tu deseo, estimular tu dopamina para que después vayas a buscar una pareja sexual.
¿Podríamos concluir que no te tienes que sentir culpable por tus deseos, aunque no te eximen de responsabilidades?
¿Por qué te vas a sentir culpable de tus deseos, si además tú nos los controlas al 100%? La culpabilidad está relacionada con el daño que te hagas a tí mismo y el daño que le hagas a los demás por abusar de un placer. Pero si no hay daño, ¿por qué debería haber culpabilidad?
[Más información: Alerta roja por la muerte del sexo: el primer país con epidemia de vírgenes a los 40].