Pablo y Germán, los científicos que desmontan el mito de Chernóbil a través de 197 ranas: "Caminan a sus anchas"
- Los investigadores llevaron a cabo las visitas para comprobar cuál era la situación de la fauna en la zona afectada por el desastre medioambiental.
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"Es verdad que el accidente de Chernóbil supuso una liberación de radiación masiva, con consecuencias muy claras sobre los humanos y la fauna. Pero la cuestión es qué ocurre ahora", se pregunta Pablo Burraco, investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC). Durante tres años consecutivos ha acudido, junto con su compañero Germán Orizaola, a la zona afectada por este desastre medioambiental.
El objetivo último de las visitas, que realizaban en primavera durante dos semanas, era comprobar cómo un ambiente que había estado expuesto a radiación ionizante había afectado a la vida salvaje. En concreto, se centraron en la rana de San Antonio oriental (Hyla orientalis), al ser uno de los organismos que más riesgo podía tener por su contacto con el sedimento.
Los estudios que han publicado a raíz de estas observaciones muestran un buen estado de salud de los anfibios en Chernóbil. "Hemos mirado un número importante de rasgos fisiológicos, desde la bioquímica de la sangre hasta la estructura del hígado, y generalmente no encontramos ningún efecto", asegura Burraco a EL ESPAÑOL.
En el último trabajo, publicado en la revista Biology Letters, también han comprobado que la radiación no afecta al ritmo de envejecimiento ni a la edad de las 197 ranas que han examinado. Similar a lo que sucede con los anillos de un árbol, la edad de estos anfibios se puede calcular contando las líneas de crecimiento en sus huesos.
Cómo afecta la radiación
Estos hallazgos sugieren que Chernóbil no supone, al menos de una manera muy evidente, "un riesgo para la fauna salvaje que allí se encuentra". En la actualidad, se estima que queda un 10% del material radiactivo liberado en 1986.
El objetivo de los investigadores españoles era entender cómo afectan las condiciones ambientales a los anfibios y comprobar si las conclusiones se pueden extrapolar a los humanos. Aunque decir que los niveles de radiación son aptos para que las personas vivan allí aún "son palabras mayores".
En la zona de exclusión aún permanecen algunas personas mayores que se negaron a marcharse tras el accidente y trabajadores de la propia central. "En el 95% de esta área, que tiene un radio de 30 kilómetros, no veía ningún humano", dice Burraco, a quien en su primer día le llevaron a visitar Prípiat, la ciudad fantasma de Chernóbil. "Es muy impactante porque todo ha quedado como estaba en su momento".
La 'desaparición' de los humanos, sin embargo, ha provocado que algunas especies —como, por ejemplo, los osos pardos— hayan vuelto a esta zona tras 100 años de ausencia. La vegetación también se ha encargado de tapar prácticamente todos los edificios. La primera impresión de que "todo esté copado por la naturaleza" desaparece conforme pasan los días.
La primera impresión de que "todo esté copado por la naturaleza" desaparece conforme pasan los días. Y no queda otra más que acostumbrarse a "que los animales caminen a sus anchas y se te crucen por el camino". Incluso si es de noche, cuando los investigadores debían realizar el trabajo de campo, puesto que es el momento en el que los anfibios están activos.
Escuchando el croar de esta rana, que tiene un sonido muy fuerte, iban en busca de los individuos para capturarlos en el campo. Para tomar todo tipo de muestras, los llevaban al que se referían como "laboratorio de Chernóbil", aunque en realidad no era más que "una casa con material muy básico".
Recrear el accidente nuclear
La última visita que realizaron los científicos españoles a Chernóbil, con motivo de los citados estudios, fue en el año 2019. Tres años más tarde, tenían intención de regresar a la zona. Ya estaban en contacto con los colaboradores locales pero con el estallido de la guerra se hizo "imposible".
"Muchos de ellos han emigrado y otros tuvieron que alistarse en el ejército", cuenta Burraco acerca de quienes se encontraban en la zona de exclusión. La situación ha cambiado "por completo": desde "puentes destruidos por los rusos" a "minas antipersonas" sobre el terreno. Pese a que es complicado, suele decirse que la esperanza es lo último que se pierde: "Siempre fantaseamos con poder volver".
Hasta entonces tendrán que 'conformarse' con recrear el accidente nuclear de Chernóbil, como ya han decidido en el equipo científico de la Estación Biológica de Doñana que dirige Burraco. En colaboración con el Centro Nacional de Aceleradores, el primer experimento consistió en someter a las larvas de una misma puesta de sapo de espuelas (Pelobates cultripes) a distintos niveles de radiación durante un periodo corto de tiempo.
Además del que han llevado a cabo con ranas del género Xenopus, el tercer experimento lo realizarán con escarabajos, ya que sus ciclos reproductivos suelen ser muy largos (una nueva generación cada 20 días), a diferencia de lo que ocurre con los vertebrados. Con estos insectos podrán comprobar si existen efectos transgeneracionales y patrones de adaptación a la exposición a la radiación.
También tienen pendiente estudiar el proceso de recolonización del caballo de Przewalski. Una raza que pasó de 12 individuos a alrededor de 200 centenares, después de que se introdujeran varios ejemplares en Chernóbil a finales de siglo. Para evitar una ausencia de trabajo, los investigadores han decidido comenzar a estudiar a una población reintroducida en Burgos.
Comenta Burraco que aún les quedan "muchas cosas por hacer" en Chernóbil. Tenían planificado varios experimentos en el campo, moviendo a algunos individuos de zonas contaminadas a no contaminadas. Por ahora, están "a la espera". Y sospecha que lamentablemente "va a ser muy larga".