A los 20 años de Dolly, la clonación ya no mola
El animal clonado más famoso del mundo nació el 5 de julio de 1996. Desde entonces se han creado más clones, pero la técnica no ha despegado debido a las dudas éticas y prácticas que despierta.
5 julio, 2016 01:04Noticias relacionadas
Ya no existe la pequeña habitación del Instituto Roslin, a las afueras de Edimburgo, donde el 5 de julio de 1996 el hombre empezó a contar ovejas sin estar dormido. "Es una lástima que el edificio fuese demolido", reflexiona hoy la embrióloga Karen James, que bajo la dirección de Ian Wilmut participó en el proyecto que vio nacer a Dolly, el primer mamífero clonado a partir de una célula somática.
Más que habitación, "era en realidad como un armario grande, donde cabían dos sillas y un incubador", recuerda James, entonces empleada en PPL Therapeutics, una spin-off biotecnológica del Roslin que pretendía especializarse en la mejora genética de animales de granja. En 2004, ocho años más tarde del nacimiento de Dolly que dio a la empresa un reconocimiento mundial, PPL Therapeutics se declaraba en bancarrota, despedía a casi todo su personal y vendía sus propiedades.
¿Qué ocurrió en esos años?
El hallazgo mundial se anunció meses más tarde, en invierno de 1997, coincidiendo con la publicación del estudio en Nature. El periódico británico The Guardian rompió el embargo decretado para la prensa y dos días antes de la conferencia de prensa, el 23 de febrero, puso en portada el nacimiento de la oveja Dolly.
Robin McKie, el periodista que levantó la historia, declara hoy a la propia Nature -que ha publicado un especial conmemorativo por los 20 años- que se enteró de la noticia por otros medios. "Había ayudado a un par de tipos que estaban haciendo un programa de TV sobre genética, y me dijeron 'por cierto, han clonado una oveja en Edimburgo'", revela McKie, "No les creí, pero llamé a varias personas, y una de ellas en EEUU me lo confirmó". The Observer, el dominical del Guardian, publicó la exclusiva el domingo anterior. "Estaba muy preocupado, estaba diciendo algo sensacional sin ninguna prueba escrita de nada de lo que había pasado, le dije a mi director adjunto todo lo que sabía y él me hizo escribirlo. Entonces, se lió pardísima".
La vida de Dolly empezó en realidad el 8 de febrero de 1996; aquel día fue cuando Wilmut, James y compañía la fabricaron. Tomaron genes de una oveja de Finn Dorset e introdujeron el núcleo de una de sus células dentro de otra, que cultivaron en el laboratorio hasta lograr que uno de los ovocitos, las células femeninas que dan lugar al óvulo, fuera viable.
"Aunque en estos 20 años se han mejorado mucho las técnicas, la clonación tampoco tiene una eficacia elevadísima", explica a EL ESPAÑOL el investigador César Benito, del Departamento de Genética de la Universidad Complutense de Madrid. "Normalmente, en mamíferos, se necesitan montones de ovocitos para poder hacer las técnicas de transferencia nuclear, y sólo un porcentaje muy bajo prospera y da lugar a un individuo adulto", por lo que supone un importante gasto en ovocitos.
En el caso de Dolly, la transferencia nuclear se intentó con 277 óvulos, de los que solamente 13 llegaron a la fase embrionaria. Finalmente, uno de ellos fue el elegido para llegar hasta el final. O mejor dicho, hasta el principio.
La clonación post-Dolly
La semana siguiente al anuncio, el 10 de marzo de 1997, la revista Time dedicaba el número a la clonación. En portada, las dos Dolly y un inquietante titular: ¿Habrá alguna vez otro tú? En los medios, las posibles implicaciones del nacimiento de la oveja se trasladaban al paradigma de la ciencia-ficción.
Veinte años después, sin embargo, las puertas del infierno siguen sin abrirse. Tres ovejas clonadas más nacieron tras Dolly: Royana, que nació en 2006 en Irán y Oyal y Zarife, que nacieron en la Universidad de Estambul un año más tarde. Muchos otros animales tan complejos como las ovejas -perros, cerdos o caballos- han nacido desde entonces, sin lograr hacer apenas ruido.
"Desde el punto de vista científico tuvo mucho mérito", dice Benito, "pero es cierto que hoy en día ya no es absolutamente necesario crear embriones para conseguir determinados tipos de célula, ya que existen técnicas que permiten la aparición de células pluripotentes, que dan lugar a diferentes tipos de tejidos, mediante la inducción de células extraídas", por ejemplo, de la piel de un animal. Este experto también apunta a que "ahora mismo, en caso de problemas hereditarios, la selección de embriones tiene más aplicaciones que la clonación porque te permite seleccionar un individuo sin enfermedad".
Las células madre pluripotentes inducidas, también llamadas iPS, aparecieron apenas diez años después del nacimiento de Dolly y terminaron por liquidar a la clonación como alternativa terapéutica.
Veterinaria, el reducto de los clones
Sin embargo, en el mundo de la práctica veterinaria es donde la clonación sigue teniendo mucho sentido. "En otras especies las aplicaciones son importantísimas", dice el genetista de la Complutense. "Se han clonado individuos con genotipos especiales que ofrecen una mayor producción de cualquier compuesto interesante, o individuos que son fábricas biológicas y producen algo en gran cantidad".
Por ejemplo, en el mundo del ganado vacuno. Como cuenta a Nature George Seidel, experto en biología reproductiva animal de la Universidad de Colorado State, "hay toros clonados produciendo semen que se está vendiendo". En vacas angus, una raza de origen escocés productora de carne, hay un toro llamado Final Answer. "Tiene medio millón de descendientes o algo así", dice Seidel, "así que su clon se llamará Final Answer II y puedes comprar su semen a mitad de precio".
Pero quizá, el mayor potencial de la posibilidad de clonar, y la mayor enseñanza que nos ha dejado Dolly, esté en la conservación. "Podría ser una solución para preservar algo de variabilidad genética o a algún individuo de especies en peligro de extinción", dice Benito. El ejemplo de la oveja escocesa sirvió para que, en 2003, biólogos y veterinarios del Parque de Ordesa, en Huesca, lograran resucitar durante siete minutos al clon de un bucardo, especie cuyo último ejemplar había muerto tres años antes.
El Día de San Valentín de 2003, poco después de que el bucardo se extinguiera por segunda vez, Dolly, a quien se le había detectado una artritis y una enfermedad pulmonar, fue sacrificada. Tenía seis años y medio, aproximadamente la mitad de lo que suele vivir una oveja. Tuvo tres madres (la que puso el ADN, la que puso el óvulo y la que sacó adelante el embrión) y dejó seis hijos.
En resumen, dos décadas después, podemos decir que clonar a una oveja sirvió, principalmente, para inspirar a muchísimos científicos. Incluso Shinya Yamanaka, premio Nobel en 2012 por el descubrimiento de las células iPS, reconocía hace unos días que su respuesta inicial fue "¡guau, es como ciencia-ficción! Pero no era algo en lo que planeara trabajar, ya que mirando el estudio, el proceso de clonación parecía técnicamente muy complicado". Sin embargo, meses después aparecía el primer estudio centrado en células madre embrionarias humanas. "Ahí fue cuando empecé a re-evaluar a Dolly".