Estas son las cuatro delicias vallisoletanas que buscan la gloria en el Concurso Nacional: tapas únicas
- Cuatro restaurantes de Valladolid en busca del triunfo.
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Valladolid se va convertir, de nuevo, en el epicentro mundial de la gastronomía en miniatura, del 11 al 13 de noviembre, con el Concurso Nacional de Pinchos y Tapas Ciudad de Valladolid que reunirá a 45 finalistas de todas las comunidades autónomas.
Cabe recordar que, además, se va a celebrar el Campeonato Mundial con 16 cocineros internacionales de los 5 continentes y en el que competirá Teo, del Trasto, con su Pucela Rol.
Una cita que, en esta ocasión, tendrá a Francia como país invitado y que va a contar con un jurado de élite compuesto por Oriol Castro y Toño Pérez.
Centrándonos en el Campeonato Nacional de Pinchos en el que ya se conocen los 45 finalistas, cabe señalar que hay cuatro participantes que son de Valladolid y que buscarán, como hizo Teo Rodríguez el año pasado, ganar el prestigioso concurso.
El primero de ellos es el Coxmo, de Jiale Jiapan y del Restaurante Jiapan. Un pincho único que merece la pena probar.
Una tapa que cuenta con dos partes. Por un lado el propio dumpling relleno de lechazo y por otro un caldo de gilda. Se trata de una sopa que imita la tradicional tapa. Es un caldo de piparra, camarones, sustituyendo a la anchoa y calabaza que sustituye a la aceituna. Una combinación de quilates.
El segundo de los pinchos pucelanos que participarán en el Nacional es el de Los Zagales, un establecimiento hostelero ubicado en el centro de la ciudad y que competirá con su Kojaz, elaborado por Javier González García. Un chupa-chups de toda la vida relleno de perdiz.
La tercera de las delicias es el Lechazus Deliciosus, de Juan Carlos Jiménez Pradas, elaborado en el Restaurante Azul Mediterraneo.
Un guiso de lechazo imitando al tallo de un níscalo, tierra de piñón, guiso de costilla y crujiente de pan.
El último de los cuatro pinchos vallisoletanos es el Vida de Isabel González González del Restaurante Puerto Chico, vendido por el establecimiento como un matiz viajero de un bocado para no descubrir sus secretos.