
Unas patatas cocidas.
Adiós a hervir las patatas en agua: el truco fácil que triunfa en Alicante para potenciar su sabor sin sumar calorías
Tenerlas en casa es tener un comodín gastronómico y un valor seguro que nunca nos fallará
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Si hay un ingrediente que nunca falta en una buena despensa, es la patata. Humilde pero imprescindible, versátil como pocas.
Da igual si la quieres asada, frita, cocida o en puré: siempre se adapta, siempre resuelve. Y es que la patata no es solo un acompañamiento, sino la base de platos que saben a hogar.
En el mundo entero, la patata es un pilar en la elaboración de platos típicos de cada lugar, y también lo es en la cocina alicantina.
Se cuela en guisos marineros, en revueltos sencillos pero memorables, en recetas de siempre que reconfortan con cada bocado. Platos como unas patatas con bacalao, con su sofrito bien dorado, o un buen gazpacho de montaña, donde se funden con el caldo y lo transforman en pura delicia. Platos también como el potaje de la abuela o la olleta alicantina, sin olvidar un clásico de la gastronomía española como es la ensaladilla rusa.
Tener patatas en casa es tener un comodín gastronómico y un valor seguro que nunca nos fallará. Es saber que, con poco, puedes hacer mucho. Porque cuando la cocina es de verdad, no necesita complicaciones: solo buenos ingredientes y ganas de disfrutarlos.
El truco
Si bien se pueden preparar las patatas de muchas formas, cocerlas es sin duda la más saludable.
Cocer patatas puede parecer la cosa más fácil del mundo, pero hacerlo bien marca la diferencia. Para ello, no necesitas más que patatas medianas, agua en abundancia, una pizca de sal y, si quieres un matiz extra, un chorrito de vinagre. Pequeños detalles que elevan el resultado.
Empieza colocando las patatas enteras y con piel en una cacerola grande. Cúbrelas bien con agua fría y pon el fuego a tope. Aquí un truco esencial: la sal no va al principio, sino cuando el agua ya está hirviendo, así no retrasas la ebullición.
Cuando el agua rompa a hervir, añade la sal y el vinagre si lo usas. Deja que el agua recupere su fuerza y luego baja un poco el fuego. La clave está en una cocción constante, sin sobresaltos, solo un burbujeo suave que haga su magia.
El tiempo varía según el tamaño: 15-17 minutos para patatas pequeñas, 20-25 si son medianas y hasta 35 si son grandes. Para saber si están listas, pincha una con la punta de un cuchillo: si entra sin esfuerzo, ¡misión cumplida!
Una vez cocidas, escúrrelas y sumérgelas en agua fría. Este gesto detiene la cocción al instante y, de paso, hace que pelarlas sea un juego de niños. El resultado: patatas tiernas, sabrosas y listas para brillar en cualquier plato. Porque lo simple, bien hecho, siempre gana.