Desde que apareció en nuestras pantallas la primera imagen de Candela Peña como Rosario Porto, la expectación no hizo más que crecer en torno a El caso Asunta, la esperada miniserie de Netflix basada en el caso real de la desaparición de Asunta Basterra. El que sigue siendo sin duda uno de los episodios de la crónica negra más enigmáticos de nuestro país.
Es cierto que hay una sentencia judicial y que tanto Rosario Porto como Alfonso Basterra -los padres adoptivos de Asunta- fueron condenados, pero también es verdad que existen muchas lagunas en el caso. Y que a día de hoy sigue sin saberse cuál fue el motivo real que les llevó a cometer un crimen como este. Por eso era especialmente importante que la serie que ficcionara esta realidad fuera suficientemente rigurosa y respetara los límites, para no caer en el fango de la morbosidad o formar parte del ruido mediático y social que sigue ensordeciéndonos a día de hoy.
De hecho, quizá nos hizo respirar más tranquilos saber que sería el equipo de Bambú Producciones el que firmaría la serie a través de creadores como Ramón Campos. Ellos son los que están detrás de éxitos como Fariña o Las chicas del cable, y los mismos que radiografiaron tan bien el caso real en la increíble serie documental que se estrenó en 2017 -y que también está disponible en Netflix-.
Para los que necesiten situarse, la serie se traslada cronológicamente al día 21 de septiembre de 2013. Ese día, Rosario Porto (Candela Peña) y Alfonso Basterra (Tristán Ulloa) denuncian la desaparición de su hija Asunta, cuyo cuerpo aparecería horas después junto a una carretera a las afueras de Santiago de Compostela.
A partir de aquí, la serie narra cómo empieza a desarrollarse la investigación policial (con unos fantásticos Javier Gutiérrez, María León y Carlos Blanco como el juez y los agentes). Y también cómo el cerco de sospechas termina dejando sin escapatoria a los padres de la niña.
Todos los indicios que apuntan a Rosario y Alfonso como posibles autores del crimen, un suceso que conmociona a toda la ciudad e incluso al país entero. Nadie se explica qué puede llevar a unos padres a acabar con la vida de su hija y qué se esconde detrás de esa fachada de familia perfecta.
A lo largo de los seis capítulos que componen la miniserie, El caso Asunta pone a dialogar dos líneas temporales distintas, entrelazando lo que ocurrió antes de la muerte de la pequeña con el proceso de investigación y el juicio posterior. Y aunque es posible que los espectadores conozcamos cuál será el desenlace, sucumbiremos ante la propuesta narrativa que nos ofrece la ficción.
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La culpa la tendrá principalmente la minuciosa y detalladísima reconstrucción de lo ocurrido, en la que recordaremos las imágenes de archivo reales, los diálogos entre los protagonistas que después se hicieron públicos y hasta el escrutinio mediático que se hizo de la actitud de los imputados.
No obstante, las raíces de El caso Asunta están en sus protagonistas y aunque sea interesante de ver el recuento de las distintas fases por las que pasó el caso, la verdadera razón por la que estamos aquí y por la que nos quedaremos al final serán sus dos actores principales: Candela Peña y Tristán Ulloa.
A diferencia de otras series basadas en hechos reales, como la reciente El cuerpo en llamas, El caso Asunta tiene como punto de partida un suceso que sigue generando muchas incógnitas y también una relación familiar que se desarrolló de puertas para adentro. Y resulta muy complicado situar en el tablero el móvil de un crimen cuando han pasado diez años del suceso real y aún sigue sin haber explicación aparente o saberse cuáles fueron las causas.
Es por ello que El caso Asunta acierta al contraponer el bullicioso mundo exterior con la intimidad que comparten los personajes principales. Porque es consciente de que es esta intimidad la que nos interesa conocer a fondo. Y porque quizá ahí encontraremos respuesta al porqué.
En esos espacios íntimos cruzarán miradas y diálogos Candela Peña y Tristán Ulloa, que se lanzan al vacío sin miedo y regalándonos las que serán dos de las mejores interpretaciones del 2024. Puede que se dé por hecho que el trabajo de Candela Peña sea sobresaliente -todos pensamos que lo sería cuando vimos la primera imagen de la serie-, pero incluso con las expectativas por las nubes, la actriz consigue sorprendernos y dejarnos con la boca abierta.
Una vez dentro, será imposible apartar la vista de ella, porque logra crear una visión del personaje inquietante y, al mismo tiempo, irrevocablemente absorbente. Y junto a ella está un Tristán Ulloa tan fascinante e igual de magnético. Un papel que sin duda nos hará echar de menos la luminosidad de sus anteriores interpretaciones.
Por último, quizá sería relevante destacar la decisión que toman los creadores a la hora de mostrar el acto en sí que acabó con la vida de Asunta. Sabemos qué fue lo que causó su muerte, pero se nos deja la opción de elegir cuál fue el escenario que llevó hasta ese desenlace. El caso Asunta no impone al espectador una ficción que solamente se dedica a calcar la realidad, porque para eso ya acudiríamos al documental.
En su lugar, nos da las posibles respuestas a un hecho que quizá hemos imaginado antes, para que, si queremos, elijamos una respuesta y para que pensemos en la manera de encajar las piezas del puzle que se han mostrado en pantalla.
Puede que El caso Asunta no esté inventando nada nuevo en cuanto al género true crime, y creo que los distintos caminos que se exploran en torno a la paternidad hacen chirriar un engranaje que ya de por sí funcionaba bastante bien. Pero también es cierto que ha cumplido con creces con el rigor y el factor entretenimiento que se le podía pedir, y que Candela Peña y Tristán Ulloa son la vorágine que buscábamos para dejarnos caer cuando le dimos al ‘play’. Y eso es más que suficiente para quedarse a ver la serie.