Michel Franco ya está acostumbrado a levantar pasiones encontradas. Los hay que están enamorados de su incómoda y provocadora filmografía, como los comités de selecciones del Festival de Venecia y Cannes que han convertido en uno de sus directores habituales con solo 42 años. Otros, en cambio, están dispuestos a iniciar una campaña mediática para evitar que una de sus películas, Nuevo Orden, representara a México en los Oscar. Las acusaciones de clasismo o colorismo contra aquella no han achantado al cineasta.
En Sundown, estrenada ya en cines españoles, Franco vuelve a retratar el abismo en el que ha caído su país. Lo hace a través de la enigmática historia de los Bennett, una adinerada familia británica que disfruta de unas lujosas vacaciones en un resort en Acapulco cuando una llamada anuncia un fatal suceso. Alice (Charlotte Gainsbourg) decide interrumpir el viaje de inmediato mientras que Neil (Tim Roth) finge haber perdido el pasaporte y se queda en México, indiferente a una noticia tan trágica. La actitud de él agudiza las diferencias entre ellos hasta llegar a límites insospechados.
Todavía no ha pasado ni una semana del final del rodaje en Estados Unidos de una película junto a la última ganadora del Oscar a la mejor actriz, Jessica Chastain, y Michel Franco ya está en España para hablar de su séptima película como director, presentada a concurso en la última edición de Venecia. SERIES & MÁS ha hablado con el cineasta mexicano de la crisis personal que inspiró Sundown, su particular relación con Tim Roth, la agria polémica de Nuevo Orden, el sorprendente contraste entre su carácter en persona y su provocadora obra o el peligroso rumbo que, según él, ha tomado su país en los últimos años.
Recuerdo leer que la idea de Sundown se te ocurrió a partir de un viaje a Acapulco y una pequeña crisis antes de cumplir los 40. ¿Cómo se transforma eso en la película que acabas haciendo?
Hace cuatro años hice una escapada a Acapulco en coche con una novia extranjera. En mitad del viaje nos vimos acosados por la policía federal, que son casi como militares con grandes armas. Nos intimidaron y trataron de extorsionarnos. Tuve que negarme a bajar del coche y al final tuve que escapar prácticamente a pesar de que amenazaron con disparar. Como mexicano sabes que es más peligroso abrir la puerta que lidiar con ellos. Para esta chica extranjera la situación fue una locura. Ese incidente no echó a perder el viaje, pero complicó el ambiente y la relación se terminó. Creo que esos dos eventos provocaron una pequeña crisis personal que me llevó a escribir esta película. Por otro lado, siempre quise filmar en Acapulco. Es mi lugar favorito y un referente en mi infancia. Creo que Acapulco también es representativo de cómo mi país se ha echado a perder. México era un paraíso y ahora se ha vuelto infernal.
Si se ha vuelto una zona tan hostil, ¿por qué decidiste hacer las escenas de Acapulco sin extras y sin cerrar la playa para el rodaje?
Fue un desmadre, como decimos en México. Fue un reto complejo. Como decía, le tengo mucho amor a Acapulco y no me parecía bien limpiar la playa y llenarla de extras. Ese cariño que le tengo tenía que estar retratado de una manera natural, así que opté por poner a Tim y al resto de actores, profesionales y amateurs, en mitad de esa playa natural. No fue fácil, pero pensaba que si no lo hacía así no valía la pena ir a Acapulco.
En el cine mexicano ha habido debates recientemente sobre cómo se presenta la realidad del país a través de las películas. Hablé de esto con compatriotas tuyos como Tatiana Huezo y Alonso Ruizpalacios. ¿Qué responsabilidad crees que tienen tenéis a la hora de crear ese retrato, sobre todo ahora que el cine mexicano viaja por el mundo más que nunca?
Tenemos un compromiso con la realidad. La violencia que yo filmo nunca es un recurso hecho para disfrutar, es un cine que confronta y que intenta ayudar a entender lo que está pasando en el país y en el mundo. Creo que eso es lo que tenemos que hacer los directores, y mientras lo hagamos con honestidad y con respeto al público, ya está. Cada director puede decidir si lo aborda o no, pero si elegimos hacerlo creo que es parte de nuestro trabajo. Lo importante es hacerlo desde un lugar de respeto.
En Sundown no importa solo el qué, sino el cómo. ¿Estuvo claro en todo momento que querías dosificar con cuentagotas la información de lo que está pasando y por qué?
Me gusta el misterio. Prefiero el cine que no te explica todo lo que necesitas saber en los primeros cinco minutos. Me gusta cuando las películas van cambiando y se transforman de la mano del espectador. Es cierto lo que dices. Sundown es una película con muchos giros, pero cuando piensas en la película después de haberla visto creo que está toda la información del primer plano desde que Neil mira a los peces. Todo está. Creo que en este caso depende mucho de cada espectador cómo se vive la película, pero no busco ir escondiendo la información al público. Lo veo más como un misterio que se va transformando.
Ya habías trabajado con Tim Roth. Él ha contado que se había fijado en Rupert Murdoch para interpretarlo y que era suya la idea de que la fortuna de la familia viniera de la industria de los mataderos. ¿Por qué pensaste en él para hacer un personaje tan opaco como Neil?
Gracias a la relación tan estrecha que tenemos Tim y yo, varias veces me he dado cuenta cuando me he sentado a escribir que en mi cabeza ya daba por supuesto que lo iba a interpretar él. Suelo contarle las ideas en las que estoy trabajando, pero incluso cuando no lo hago sé que puedo contar con él. Hay mucha complicidad entre los dos. Escribí Sundown sabiendo que a él le gusta trabajar con menos diálogos y creando un mayor misterio. Es un actor que prefiere esconder más de lo que muestra. Rara vez tiene oportunidad de hacer eso con otros directores, porque suele estar todo muy digerido. Rodamos en orden cronológico y vamos descubriendo juntos la película y el personaje. Más que dirigirle y decirle “haz esto o haz aquello”, prefiero que lo creamos juntos.
Tu caso me recuerda a otros directores como David Cronenberg, David Lynch o Martin Scorsese, cineastas que tratan temas violentos o incómodos pero que luego tienen un carácter afable que no tiene nada que ver con su cine. Tim Roth contó que pidió referencias tuyas antes de hacer juntos Chronic y solo le hablaron maravillas. ¿Es el arte una forma de liberar todas esas preocupaciones y dejarlas ahí encerradas tus películas?
Sí. Es como una válvula de escape para no enloquecer del todo. No sé si fueron Luis Buñuel o Jean-Claude Carrière el que dijo que un buen director de cine o un buen guionista se tienen que atrever a hacer las peores cosas en su mente [la cita correcta es del escritor francés y dice que “un buen guionista cada mañana debe matar a su padre, violar a su madre y traicionar a su patria”]. Tu mente debe poderse poner en lo peor. Es ficción y hay que atreverse a hablar de todo. Yo me lo tomo con esa distancia. Es ficción, es cine y ya está. Aunque en la vida nunca vamos a ser libres, porque nunca llegamos a ser libres de verdad, en la ficción debemos darnos esa oportunidad.
Has hablado muchas veces de cómo eres un cineasta que provoca reacciones polarizadas en la audiencia, sobre todo en tu país. ¿Eso es algo liberador como artista?
Mi cine es muy controvertido en México, pero no por eso voy a autocensurarme. Todo lo contrario, eso me demuestra que hace falta provocar al público y que estoy poniendo siempre el dedo en la llaga. Creo que hace falta cuestionar muchas cosas que planteo a través de mis películas. Gozo mucho con esa polémica.
Nuevo Orden se quedó a las puertas del León de Oro de Venecia mientras en México se creó un debate nacional después de ver simplemente el tráiler. Ahora que ha pasado suficiente tiempo para ver las cosas con distancia, ¿cómo viviste la polémica tan salvaje que despertó esa película?
A la gente le incomoda que se hable de ciertos temas. Quizás no que se hable de ellos, pero que se haga de una forma frontal. Nuevo Orden plantea el peor escenario al que podemos llegar. Yo no creo que lleguemos a tanto, pero estamos avanzando en esa dirección problemática. Estamos en un mundo en el que cada vez hay menos empatía. La pandemia acentuó aún más eso. Creo que esa película era un espejo que le muestra a la sociedad su peor cara y eso es algo que no le gusta a mucha gente.
Meses después del estreno de Nuevo Orden se produjo el asalto al Capitolio en Estados Unidos.
Sí, aunque creo que en ese sentido no es premonitoria, sino que muestra lo que ya está sucediendo en el mundo y cómo los militares cada vez nos controlan más y más. Por mucho que queramos hacer la vista gorda, vamos en esa dirección.
Siempre que has trabajado en Estados Unidos o en inglés lo has hecho en producciones independientes. ¿Crees que tus películas no encajan con esa narrativa más tradicional o industrial de Hollywood?
Espero que no, me gustaría mantener siempre mi punto de vista, poder ser yo y no tener que formar parte de una industria. Para eso me volví director de cine. Quería defender mi manera de ver las cosas y de contarlas. No me gustaría someterme y perder mi libertad creativa. Como decía antes, me gustaría seguir siendo libre al menos en la ficción. Hollywood, Netflix o cualquiera industria no te permite eso. Nunca buscaría esa situación.
A veces da la impresión de que algunos directores hacen películas pensando demasiado en dónde se van a presentar. Casi todas tus películas han estado en Cannes y Venecia. ¿Crees que eso ha influido de alguna manera en tu forma de hacer cine?
Hay que entender festivales como Cannes y Venecia como una ventana muy importante para dar a conocer nuestro trabajo. Los valoro mucho, pero hasta ahí. Los premios me han ayudado mucho también a que la gente se interese por ver mi cine, pero cuando trabajo nunca he pensado en la reacción que pueden tener mis películas en un público especializado. A mí me da igual que sea un jurado de Cannes o el público mexicano. Yo siempre le hablo al espectador como si fuera yo el que está sentado en el cine. No hago distinciones en ese sentido y creo que por eso mis películas han seguido funcionando fuera de los festivales.
El cine mexicano ha vivido un auténtico boom en los últimos veinte años. Las ayudas gubernamentales a los directores han crecido mucho pero ¿crees que esa crisis del país influye en esa revolución a nivel artístico?
Tal vez unos periodos más interesantes del cine son los años 60 en Italia, en Francia… La revolución del 66 tuvo muchas ramificaciones. El cine estaba en ebullición y también se hacía el mejor cine y la mejor música. Estoy de acuerdo en que el cine atiende a los problemas y preocupaciones de la sociedad. De nuevo, no el cine industrial, pero sí el que hacen compañeros como Alonso Ruizpalacios, Tatiana Huezo o Amat Escalante. Creo que es un cine muy interesante porque habla de lo que está pasando en nuestro país.
Acabas de terminar el rodaje de Memory, con Jessica Chastain. Aunque siempre eres muy protector con lo que se sabe de tus películas, ¿qué nos puedes contar de ella?
La verdad es que no es solo por destripar las sorpresas argumentales que puedan venir. Te soy muy honesto cuando te digo que yo no sé todavía la película que he hecho. No la he montado todavía. Terminé de rodar el sábado. Yo escribo una cosa, luego ruedo otra y luego edito otra. Lo que queda es el resultado de la colaboración con los actores y el equipo técnico, el clima que nos tocó... Una cosa es lo que el director quiere hacer y otra lo que puede. No se puede hablar de algo que todavía no existe.
Había leído que siempre rodabas de forma cronológica y montabas tus películas sobre la marcha.
No exactamente. Voy ensamblando mientras ruedo. En mi película no hay un supervisor de continuidad. Casi todo está rodado con una única cámara. Voy pegando y ensamblando el material. Lo que sí es verdad es que ruedo de forma cronológica, pero no edito. Solo ensamblo. Eso me ayuda a saber si necesito rodar cosas adicionales o volver a filmar algo. En Sundown, en Nuevo Orden, Las hijas de Abril o Chronic el 30% del resultado final son reshoots o reshoots del reshoot. A veces ruedo las cosas tres veces. Lo filmo, lo analizo, lo entiendo y lo vuelvo a filmar. A los actores les gusta mucho y a mí también. Ahora dejará descansar el material uno o dos meses y luego descubriré que he rodado y qué puedo hacer con ese material.
Lo que cuentas me hace pensar en el sistema de trabajo de algunas superproducciones de Hollywood que ya cuentan con un periodo adicional significativo para volver a grabar escenas o añadir nuevo metraje.
La gran diferencia es que ellos lo hacen desde recursos casi ilimitados. Yo no vuelvo meses después de que se acabe el rodaje. En mi caso lo que hago es mantener el control de las localizaciones durante todo el rodaje. Los actores saben que tienen que estar disponibles todas las semanas de la grabación, aunque no estén en principio en el plan de rodaje. Todo se hace en esas seis semanas, o lo que dure el rodaje. Una vez termino, nunca vuelvo a filmar escenas para esa película.
Decía Nacho Vigalondo que a pesar de todas las facilidades que tenemos ahora, estamos ante la generación de espectadores más perezosa de la historia. ¿Estás de acuerdo?
No sé si coincido con eso. Creo que hay mucha gente que está viendo las mejores películas, leyendo los mejores libros y haciendo cosas que todavía no llegan a los ojos del gran público. Hay muchas cosas pasando que no han llegado a la superficie. Prefiero ser positivo en ese sentido. Si hablamos de Netflix o de quién paga y quién manda, sí, lo que se dicta es eso. Pero también es cierto que cada espectador tiene libertad. Incluso dentro de esas plataformas puedes encontrar algo como el documental sobre Bob Dylan de Scorsese, que vale mucho la pena. En ese sentido no soy tan pesimista.
También te puede interesar...
- Eric Kripke, creador de 'The Boys': "Si los superhéroes existieran, serían lo peor"
- 'Mal viaje' de David Fincher es uno de los mejores episodios de 'Love, Death + Robots'
- La cara oculta de Val Kilmer, el actor con alma de artista al que Hollywood dio la espalda por su reputación
- Paramount y Tom Cruise viven sus propias guerras del streaming por el estreno de ‘Misión Imposible’ 7