“Todo niño quiere ser Batman. Quiere serlo. Eso no significa que necesariamente quiera interpretarlo en una película”. Así resume Val Kilmer su sorprendente decisión de renunciar a volver a interpretar a Bruce Wayne después de la exitosa pero frustrante Batman Forever. Kilmer no era una estrella al uso y Hollywood no supo qué hacer con un actor que acabó siendo víctima de su reputación de actor difícil.
Val, un documental dirigido por Leo Scott y Ting Poo y que estrena ahora Filmin después de pasar por el Festival de Cannes, revela ahora la cara oculta de un actor que soñó con seguir los pasos de Marlon Brando hasta que tuvo la oportunidad de trabajar con él en el rodaje de la calamitosa adaptación de La isla del Dr. Moreau, la novela de H.G. Wells.
Las perturbadoras imágenes inéditas del rodaje de una producción en la que un director fue despedido, otro estuvo a punto de abandonar y una leyenda del cine secuestró el rodaje con sus ausencias son algunos de los momentos más impactantes que deja un documental con un acceso sin precedentes a la vida de una estrella de Hollywood.
“Teníamos miedo de no poder usar ese material. Nos daba reparo hasta enseñárselo a él. Cuando vio las imágenes no entendía por qué estábamos tan nerviosos de que las viera”, recuerda Poo, directora y editora de una fascinante mirada a la vida y obra de un actor considerado durante décadas como un enfant terrible. “Nos dijo que no pasaba nada. Él lo había vivido, así que no fue ninguna sorpresa para Val revivirlo. Nuestra intención al incluir estas imágenes no era dejar mal a nadie, sino ilustrar algunas de las situaciones a las que se enfrentó Val a lo largo de su carrera”.
“Cuando ves las cintas te das cuenta de que hay cierta disciplina a la hora de retratar su día a día. Es como si de alguna forma fuera consciente de que podría servirle para algo en el futuro. Ahora estamos en un momento en el que la gente graba cualquier cosa con sus móviles. Entonces no era así, pero en las imágenes podías ver cómo había una intención por parte de Val”.
Leo Scott estuvo más de un año trabajando con Kilmer en la gira de una obra de teatro en la que Kilmer había trabajado durante diez años para cumplir su sueño: interpretar en teatro al escritor Mark Twain. El actor le contó entonces que tenía en su casa horas y horas de imágenes domésticas grabadas por él a lo largo de los años, pero no le había preparado para el momento en el que llegó a su casa un camión cargado hasta arriba de las famosas cintas.
“Ni siquiera estaban todas”, recuerda Scott. “Me pasé mucho tiempo digitalizando el material, pero al principio la idea era hacer una película sobre Mark Twain. Ese proyecto no llegó a materializarse y pasaron unos años hasta que Ting, con la que yo llevaba años trabajando en otros proyectos, tuvo la idea de hacer una película con ese material. Val estaba preparado”.
Las más de 800 horas de imágenes domésticas empiezan en una adolescencia marcada por la muerte de su hermano pequeño y llegan hasta el desafiante presente de un actor que perdió la voz después de sufrir un cáncer de garganta en 2015. La magia del cine y la insistencia de Tom Cruise han hecho que Kilmer protagonice un emocionante cameo en la inminente Top Gun: Maverick.
“En su infancia Val ya había hecho películas domésticas con sus hermanos”, explica Ting. “Desde que eran niños estudiaron cómo se hacía el cine y habían aprendido a recrear plano por plano escenas míticas de Tiburón, por ejemplo. Ya de pequeño había aprendido a analizar el cine y creo que eso se notaba en su forma de grabar esos momentos de su vida. Te sorprendía de vez en cuando con planos recursos. Su mente funcionaba de una forma muy audiovisual”.
En el documental se puede ver a unos jóvenes Kevin Bacon y Sean Penn, con los que Kilmer protagonizó Slab Boys, una obra de Broadway, hace más de 40 años. “¿Es eso una videocámara?”, pregunta uno de ellos entre bambalinas. En 1981 las cámaras todavía eran una rareza incluso entre aquellos que formaban parte de la industria. “Val grabó la previa a la última representación. Hasta entonces no había grabado nada, pero se dio cuenta de que quería capturar un momento que había sido importante para él. Quizás no sabía para qué lo quería, pero sabía que lo quería. Tenía cierta intuición para saber lo que podía ser importante en su vida”.
Poo recuerda su sorpresa cuando su colaborador le invitó a una de las representaciones de la obra de Kilmer. “Me pareció maravillosa. Mi percepción de Val era de estrella de cine. No tenía ni idea de sus orígenes teatrales ni sus ambiciones artísticas. Me encontré con un monólogo de dos horas que él mismo había escrito, dirigido e interpretado. Hacía comedia, improvisaba, recitaba... Ahí entendí que era una persona mucho más compleja e interesante de lo que imaginaba”.
Los directores descubrieron cómo el actor había grabado algunos de los momentos más importantes de su vida y de su carrera, de sus éxitos y de sus fracasos. En Val se pueden ver, por ejemplo, las pruebas de casting que Kilmer envió (sin suerte) a Stanley Kubrick con la esperanza de aparecer en La chaqueta metálica. También se puede acceder de forma privilegiada a su intensa preparación para convertirse en sus personajes, como el Jim Morrison de The Doors. “Eran horas y horas de él trabajando. Podías ver cómo el personaje crecía a lo largo de las cintas. Era una mirada fascinante a su proceso creativo y a su propia vida”, reivindica la directora.
Seguro que mucha gente tiene una idea preconcebida de quién es, cuando en realidad es un ser humano increíble. Espero que se den cuenta de que es alguien mucho más complejo e interesante de lo que creían.
Ante la extraordinaria cantidad de material disponible, los directores tuvieron que tomar decisiones drásticas. La primera de ellas fue renunciar a hacer entrevistas que permitieran contextualizar la vida y obra de Kilmer. “Pensamos que sería más interesante comprometernos con esa mirada personal e interna. Nos pareció más interesante contar su propia versión de lo que había sido su vida”, explica Scott. “Si lo hubiéramos mezclado con entrevistas se habría roto la intimidad de la narración y del acceso privilegiado que teníamos. Tengo curiosidad por saber lo que tenían que decir algunos de sus compañeros de trabajo, pero teníamos una oportunidad única”, zanja Poo.
Los cineastas decidieron que contarían con dos líneas temporales en la película. Una se centraría en el presente del actor después de perder la voz y otra reconstruiría su pasado a partir de las imágenes de archivo y la voz en off de Jack, su hijo. “En una fase muy inicial del proyecto decidimos hacer un montaje de cuatro minutos, como si fuera un teaser que poder enseñar a otras personas y al propio Val. Tenía mucha fuerza y reflejaba ya la idea que teníamos de la película, pero necesitábamos una narración en primera persona. La idea de contar con Jack como narrador se nos ocurrió muy pronto y le pedimos hacer una prueba para ver cómo encajaba. Ni siquiera teníamos una alternativa. Queríamos que lo hiciera él. Fue un alivio que dijera que sí”.
Val indaga en terrenos delicados y poco explorados en la vida de las estrellas de Hollywood. Una de las secuencias más emocionantes e impactantes del documental muestra la participación de Kilmer en convenciones de fans que celebran los logros pasados (desde Top Gun a Willow) de una carrera que hoy en día ya no existe. Es la realidad de cientos de actores que viven del pasado, pero rara vez se reconoce y retrata de una forma tan honesta. Los directores eligen con cuidado las palabras cuando se les pregunta por este capítulo de la película, pero reivindican cómo el actor no tuvo ningún problema o exigencia en ese sentido.
“Le parecía bien que exploráramos todos los caminos posibles. No hubo líneas rojas. Val fue muy abierto y muy generoso con nosotros y con el público”, insiste su amigo y colaborador desde hace diez años. Para Poo, esa secuencia o el fragmento de La isla del Dr. Morea son “un buen ejemplo de cómo nos dio libertad para hablar de lo que quisiéramos. Nunca dijo: de esto no se puede hablar. Fuimos nosotros los que íbamos con más cuidado con algunos materiales”.
El documental tampoco pasa por alto la reputación de colaborador difícil que persiguió a Kilmer durante sus años de gloria en la industria. Tras unos segundos de reflexión, Leo habla de su trabaja como el sujeto del documental. “Para nosotros ha sido una experiencia muy bonita. Lo que pasa con Val es que si intentas presionarle para conseguir una reacción o una respuesta concretas, no te la va a dar. Tienes que ir con una mente abierta. Entre nosotros surgió una relación de confianza y amistad, y eso también consistía en que él hablara de las cosas cuándo y cómo quería hablar de ellas”.
Ting recuerda cómo al principio tenían una idea más concreta y lineal de la película. “Entendimos rápidamente que él se daba cuenta de lo que queríamos de él, y no quería darnos esas respuestas exactamente ni de la forma que nosotros habíamos planificado. Prefería sorprendernos y hacer las cosas a su manera. Teníamos que estar preparados para ese tipo de momentos”. Scott continúa ese idea recordando cómo “Val podía recuperar un tema un mes después de que se lo planteáramos por primera vez. Lo hacía de una forma mucho más interesante que si se hubiera limitado a contestarnos ciertas preguntas cuando se las hacíamos”.
Uno de los aprendizajes más interesantes que surgen al ver Val es ser testigo de cómo Kilmer, el estudiante más joven en ser aceptado jamás en la prestigiosa Escuela Juilliard, va descubriendo con el paso de los años y los golpes qué es lo que realmente le interesa como actor. “A partir de mis experiencias con Val, creo que él se siente más satisfecho y feliz cuando es más creativo y controla su propio arte. Tuve la suerte de verle muy de cerca durante la gira en la que representaba a Mark Twain. Había algo mágico”, confiesa el director. “No era una película de Batman o una gran película de Hollywood, pero era algo que le hacía sentir pleno y le devolvía al lugar en el que empezó todo para él”,
El exceso de material hizo que por el camino se quedaran numerosas historias que los directores hubieran querido incluir en la película. “Montamos una secuencia a partir de un viaje por carretera por Estados Unidos que hizo justo después de terminar el rodaje de Escuela de genios. Estaban él y su compañero de reparto, Jon Gries. Capturaba una sensación de libertad y juventud increíbles. Al final tuvimos que dejarlo fuera por problemas de tiempo y porque no aportaba tanto a la narrativa de quién es Val como actor y como persona. Había muchos momentos especiales a los que tuvimos que renunciar”, reconoce Poo.
Los directores desean que los espectadores “aprecien las capas fascinantes que tiene Val. Es una persona divertida, espiritual, creativa… Seguro que mucha gente tiene una idea preconcebida de quién es, cuando en realidad es un ser humano increíble. Espero que se den cuenta de que es alguien mucho más complejo e interesante de lo que creían”, desea Leo. A pesar de su estado de salud, el director cree que su aparición en Val y Top Gun: Maverick no será un adiós del actor para el público. “Siempre está trabajando en cosas nuevas. Ahora está con otros proyectos. Val siempre está a la búsqueda de una nueva aventura”.
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