Cambian las formas, pero el objetivo sigue siendo el mismo: denunciar la realidad y la violencia que asola México. La documentalista Tatiana Huezo se estrena en el cine de ficción con una historia que supura verdad y que la ha llevado a ser elegida por su propio país para representar la potente cinematografía local en la próxima edición de los Oscar. No es el primer reconocimiento para Noche de fuego, una impactante adaptación de la novela de Jennifer Clement que ya había triunfado en los festivales de Cannes y San Sebastián, donde se llevó hasta tres premios el pasado mes de septiembre. El resto de los mortales pueden descubrir el porqué de su éxito en Netflix.
Huezo nos traslada en su tercera película hasta las montañas de Guerrero, un lugar sacudido por la violencia, el miedo y el narcotráfico en el que las mujeres deben encontrar la forma de sobrevivir y mantenerse después de que los hombres abandonen la zona en busca de mejores oportunidades de trabajo. El control de la zona por parte de los carteles de droga lleva a que las mujeres disfracen a sus hijas como varones, con la esperanza de que eso les proteja de los narcotraficantes.
Una niña se convierte en los ojos y oídos de los espectadores en una nueva demostración, otra más, de la edad de oro que atraviesa desde hace dos décadas el cine mexicano. SERIES & MÁS estuvo hablando con la directora de una de las 15 películas de habla no inglesa que siguen luchando por el Oscar durante su triunfal paso por San Sebastián de su salto a la ficción, el fichaje por Netflix a pesar de su decisión de retrasar el estreno de Noche de fuego para asegurarse que se veía en salas, la conexión personal con el material y el deseo de hacer llegar al mundo una realidad devastadora que muchos conocen fuera de México.
Ahora estamos en San Sebastián, pero hace un par de mes tuviste la oportunidad de presentar la película en Cannes. ¿Cómo viviste ese momento tan especial para un director?
Fue una sorpresa enorme y lo viví como una explosión de emoción. Después de un año y medio sin haber pisado una sala de cine, estrenar mi película en Cannes e ir con las dos actrices fue algo increíble. Entrar a un cine con más de mil personas y una proyección y un sonido espectaculares fue un sueño. Era las 11 de la mañana y tenía miedo que no hubiera nadie por todas las fiestas que se hacen en el festival, pero estaba lleno. Tenía un poco de miedo porque el público francés sabe mucho de cine y tiene una gran cultura cinematográfica, pero fueron muy generosos. Es como si fueras a parir un hijo. La película estuvo parada durante muchos meses por la pandemia. No nos planteamos la opción de estrenar antes en ninguna plataforma o en un festival de forma virtual. Había un trabajo ahí de sonido e imagen que queríamos que llegara en una sala.
Retrasaste la película para que se viera en salas, pero al final Noche de fuego se va a ver en todo el mundo en Netflix. ¿Tuviste dudas cuando surgió esta oportunidad?
Estoy muy contenta. La película no solo ha estado en Cannes. Ahora estamos en San Sebastián y hace una semana pudimos presentarla ante 2.500 personas en un evento en el que pudieron venir todos los actores. También va a haber un estreno en cines en unas 100 salas en México. Para mí es muy importante el estreno en plataformas, lo veo como una guinda en el pastel porque la película se va a ver en 200 países y en muchos de esos sitios no llegaría nunca a cines. O solo se iba a ver en un festival antes de desaparecer. Que mucha otra gente pueda ver esta historia y descubrir otra parte de la realidad es muy importante. Las plataformas son la mejor ventana para que esto suceda.
La película es una adaptación de una novela de Jennifer Clement. ¿Qué conexión sentiste con su historia para querer hacer una película sobre ella?
Es una adaptación muy libre donde eché mano de mi propia infancia y de la experiencia de ver crecer a mi hija. Hay conversaciones y juegos de la vida cotidiana con mi hija que están en la película. Hay una imagen de mi infancia que tengo grabada. Una vez que fui a ver a mi padre a El Salvador, vi cómo una noche llegó el ejército. La guerra estaba en marcha. Recuerdo cómo mi padre salió en calzoncillos a las tres de la mañana. Ellos empezaron a llamar a la puerta del patio de la casa tocando las puertas con la culata de sus fusiles. Tengo la imagen de mi padre saliendo con un machete y el resto escondidos debajo de la cama. Esta película me permitió mirar atrás y enfrentarme a esos traumas para poder contar cómo los niños viven el miedo.
Después del discurso del expresidente Felipe Calerón declarando la guerra contra el narcotráfico, lo que vino fue una violencia brutal y un ambiente en el que la impunidad es el pan de cada día y donde las mujeres están muy expuestas. 'Noche de fuego' es un bocado de una de las realidades del país.
Tú has hecho documentales antes, pero esta es tu primera película de ficción. ¿Por qué decidiste que era la historia adecuada para cambiar de formato?
Me interesaba mucho dar un paso a un proyecto más ambicioso. Me emocionaba mucho el reto y creo que una historia se puede contar igualmente en ficción y documental, y ser igual de poderosas. Las dos tienen los mismos objetivos: provocar emociones y pensamientos y crear una experiencia sensorial. Para mí una película es un viaje por el cual transitar y vivir en la piel de otro. Aquí el reto era similar, pero la gran diferencia es que en una historia de ficción hay que generar todo de cero. En los documentales están los personajes, las circunstancias y los lugares que habitan. Aquí había que hacer de todo de cero. Con Noche de fuego queríamos hacer creer que las localizaciones de la película estaban muy envejecidas para que el espectador entendiera que hablábamos de un entorno que se estaba deteriorando. En el equipo de arte teníamos un ejército de 15 o 20 personas que levantaban muros y tiraban otros, que dibujaban cada mancha y cada pared. Todo eso fue algo nuevo y fascinante para mí, como crear la lluvia, los balazos y el fuego, o trabajar con un helicóptero, animales y un reparto de ocho niños.
¿Cómo fue ese trabajo con los actores, especialmente con ese reparto infantil que carga con casi toda la película?
El reparto principal, además de los actores profesionales, estaba compuesto por ocho niños. Tardamos mucho tiempo en encontrarlos. Fue un año de casting por distintas zonas rurales de México. Viniendo del documental, para mí era muy importante cargar de veracidad a los personajes infantiles y adolescentes. Antes de empezar pensaba si algo tenía que estar bien sí o sí, eran las niñas. Teníamos que caminar con ellas, ponernos en sus zapatos y quererlas. La percepción del mundo y el miedo llega al espectador a través de ellas. Para mí era clave que compartieran elementos fundamentales de los personajes. Tenían que ser niñas del campo, por eso fue un casting en áreas rurales y llevó tanto tiempo.
¿Es verdad que decidiste no enseñar el guion a los actores?
Si ellas sabían quiénes eran sus personajes, cómo eran, qué les pasaban… Yo le podía decir a un niño tu personaje Ana es de esta manera, pero creía que eso iba a empobrecer a los personajes. Preferí partir de su propia identidad y contarle las escenas sobre la marcha. Todas las niñas, por los contextos en los que viven, conocen de una forma u otra la realidad que muestra la película y saben que ser secuestrada y que puedas no volver a casa es una posibilidad en su mundo. No son ajenas a las consecuencias de vivir alrededor de los narcos. Saben que te puedes encontrar en mitad de un fuego cruzado en cualquier momento. Hay una presencia de violencia tan grande en México que ha permeado la realidad de todo el país y que ha transformado nuestro lenguaje y nuestras rutinas. Han cambiado las horas en las que vuelves a casa y llegas a estar pendiente de tu hija en una forma que no es normal. Hay apps por si una niña desaparece para que puedas lanzar una alerta ámbar en Facebook. Son cosas que pueden pasar en cualquier pueblo de México. Es algo de lo que soy consciente desde el confort y el privilegio de la gente que vivimos en la ciudad.
En México ha habido debates en los últimos años sobre la realidad del país que se presenta a través de las películas. ¿Crees que el mundo debe conoce lo que está pasando ahí?
Yo nací en El Salvador, pero me siento más mexicana. Llegué al país con cuatro años y llevo en el país más de 40 años. Mi madre es mexicana. Conozco profundamente el país y llevo años trabajando con estos temas, hablando de cómo la violencia trastoca la vida de un ser humano y las familias de formas irreversibles. Aunque Noche de fuego no sea un documental, es un testimonio contemporáneo de lo que está pasando hoy en día en muchos lugares de México. El narco ha irrumpido en un montón de pueblos con la siembra de amapolas y un montón de ramificaciones distintas. La montaña de Guerrero, que es donde se desarrollaba la historia en la novela, está muy cerca de Acapulco. Es un territorio que está cerca de Ayotzinapa, el lugar en el que desaparecieron los 43 estudiantes. Es un lugar que está acosado por el narcotráfico y las fuerzas de seguridad del estado, donde hay autodefensas por parte de campesinos que han tomado las armas para defender a sus familias y sus territorios.
Todo eso es una realidad que está pasando en muchos sitios. Ahora mismo hay cientos de familias que buscan a sus hijos desaparecidos y que andan destapando fosas clandestinas a lo largo del país porque no les ha quedado otra. Son tantos y el estado no ha atendido todavía un problema gravísimo. México es un país que tiene casi 100.000 desaparecidos. No es nada nuevo ni responsabilidad del gobierno que está ahora. Se viene arrastrando desde hace varios años. Después del discurso del expresidente Felipe Calerón declarando la guerra contra el narcotráfico, lo que vino fue una violencia brutal y un ambiente en el que la impunidad es el pan de cada día y donde las mujeres están muy expuestas. Noche de fuego es un bocado de una de las realidades del país. Allí todos la conocemos, pero fuera de México no es así. A mí me impresiona mucho lo poco que sabe de lo que está sucediendo.
'Noche de fuego' ya está disponible en Netflix.
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