Por qué en los Oscar no debería votar Twitter, ni ‘Spider-Man’ necesita que le regalen premios
La Academia de Hollywood entregará dos premios especiales en la próxima edición de los Oscar: el premio a la película favorita del público y el momento más emocionante vivido en una sala de cine en el último año.
16 febrero, 2022 15:06Noticias relacionadas
Malas noticias para los que piensan que la gala de los Oscar es demasiado larga. La Academia ha creado dos categorías especiales para atraer la atención de todos esos millones de espectadores que han perdido en los últimos años: #OscarsFanFavorite, un homenaje a la película favorita de la audiencia en el último año, y #OscarsCheerMoment, un reconocimiento al momento más emocionante vivido en una sala de cine en 2021.
La estrategia es transparente y comprensible: revitalizar la que siempre ha sido (y sigue siendo) la entrega de premios más popular e influyente de la industria del entretenimiento para acercarse a las nuevas generaciones de espectadores. El problema es que sus movimientos parecen más influenciados por su millonario contrato con ABC, la cadena propiedad del gigante Disney que emite la ceremonia en Estados Unidos, que con las responsabilidades de una organización que existe para reconocer y promocionar la industria del cine.
No es la primera vez que la Academia, presionada por una cadena que quiere mejores audiencias, cambia sus premios para acercarse al gran público. En 2009 ampliaron el número de candidatas en la categoría de Mejor Película inmediatamente después de que El caballero oscuro y Wall·E se quedaran fuera del quinteto finalista en favor de opciones más minoritarias como El desafío - Frost contra Nixon y The Reader. Durante la siguiente década, los votantes reconocieron películas que no hubieran entrado con cinco plazas, pero los grandes fenómenos de taquilla siguieron relegadas a otras categorías menores. Wonder Woman, Vengadores: Endgame, Deadpool, La boda de mi mejor amiga, Skyfall, Un lugar tranquilo, Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza y la entrega final de la saga Harry Potter habían arrasado en taquilla y convencido a la crítica. A los votantes les dio igual.
En agosto de 2018 llegó un segundo intento cuando la Junta Directiva anunció la creación de un Oscar que buscaría la excelencia en el cine popular (signifique eso lo que signifique) y la decisión de relegar a las pausas publicitarias de la retransmisión la entrega de algunas de las categorías técnicas. “Hemos escuchado a muchos de vosotros sobre las mejoras necesarias para mantener la relevancia de los Oscar y nuestra Academia en un mundo cambiante”, escribió la entonces presidenta de la Academia, Dawn Hudson. Se equivocó.
La industria rechazó frontalmente las dos ideas y un mes después abandonaron sus planes ante las presiones de los gremios de la industria. Meses después, tres fenómenos populares como Green Book, Black Panther y Bohemian Rhapsody se repartieron diez estatuillas. Dio igual. La ABC y una Academia necesitada de dinero después de su faraónica inversión en el ya inaugurado Museo de la Academia se negaron a soltar el hueso.
La semana pasada, en pleno anuncio de las nominaciones de este año, los presentadores Tracee Ellis Ross y Ellis Jordan anunciaron la creación de dos premios especiales cuando solo faltaban seis semanas para la celebración de la gala y apenas había margen de reacción si la respuesta de la industria vuelve a ser negativa. Un matiz era significativo: el nuevo reconocimiento no sería un Oscar en sí mismo, así que los encargados de decidir los ganadores no serían los académicos, sino “los aficionados al cine”. Los aficionados al cine que vivan en Estados Unidos, eso sí.
A pesar de la internacionalización de la membresía de la organización en los últimos años, la Academia ha decidido que solo pueden participar en el proceso los residentes en su país. Ni siquiera sus vecinos canadienses tienen derecho a voto a pesar de que la taquilla local incluye tanto las entradas de Estados Unidos como las de Canadá. La Academia y ABC quieren la pluralidad del público, pero sin pasarse.
La gran favorita para dominar en el voto popular es, por supuesto, Spider-Man: No Way Home. La tercera película en solitario de Tom Holland como Peter Parker ha tenido resultados dignos de un mundo prepandémico. La producción de Sony y Marvel ya es la tercera película más taquillera en la historia de Estados Unidos y Canadá, con más de 760 millones de dólares recaudados. Internacionalmente la cinta de Jon Watts “solo” es sexta por culpa de la negativa de las autoridades chinas a estrenar la película de superhéroes en el mercado más competitivo del mundo junto a Estados Unidos. Los números son, en cualquier caso, extraordinarios.
¿Necesita más reconocimiento popular una (más que notable, aunque ese no sea el debate) película que ha superado los 1800 millones de dólares? Marvel se dejó la piel en una campaña promocional que incluyó publirreportajes en The Hollywood Reporter, eventos en redes sociales y coloquios presentados por estrellas de Hollywood. Aún así, los votantes de la Academia no la han considerado una de las diez mejores películas de 2021. Un apunte: tampoco lo hicieron el Sindicato de Productores de Hollywood, una asociación de premios mucho más proclive que la Academia a nominar cine “popular” y que había reconocido películas como Wonder Woman, Deadpool y Skyfall en la última década. Spider-Man: No Way Home solo tiene una nominación en los Oscar (mejores efectos visuales) y aún así es más probable que acabe el 27 de marzo con dos estatuillas.
La Academia tiene razón a la hora de intentar aliviar la pérdida real de relevancia que han tenido los Oscar y el propio cine más allá de Marvel y unos pocos elegidos con el cambio de siglo. Desgraciadamente, se equivocan en las formas. Amy Schumer, Regina Hall y Wanda Sykes son excelentes profesionales, pero difícilmente van a ayudar a recuperar las audiencias de antaño. Una mezcla de mala gestión y la agridulce reputación que ha traído consigo presentar el evento en tiempos recientes ha hecho que la organización sea incapaz de convencer a estrellas del cine o del humor para que presenten sus premios. Esa debería ser su principal preocupación, no un reconocimiento de segunda que no generará jamás el mismo efecto arrastre que conseguiría tener a alguien como Hugh Jackman al frente de la ceremonia.
Los problemas para atraer estrellas de verdad no se limitan al reto de ser el maestro de ceremonias. ¿Realmente es un reclamo que presenten las nominaciones Tracee Ellis Ross y Leslie Jordan? ¿Por qué se perdió la tradición de que un antiguo nominado o ganador de los premios acompañe al presidente de la Academia para anunciar los finalistas de cada año? La cantidad de estrellas que aparecen en la propia gala también languidece en cada año sin que a nadie parezca importarle. Menos mirar Twitter y más tirar de contactos, por favor.
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