Los BAFTA caen en la trampa de la diversidad e 'inventan' unos nominados políticamente correctos
Este año, las nominaciones a lo mejor del cine británico han sido votadas en las categorías de interpretación y dirección por un comité de entre 7 y 12 personas para asegurarse unas candidaturas más diversas.
9 marzo, 2021 18:23Noticias relacionadas
A la Academia Británica de Cine no le gustó que en 2020 le llamaran racista. Después de nominar a veinte actores blancos el pasado año y arrebatarle en redes sociales a los Oscar el nada deseado hashtag #BAFTASoWhite, este año dos de cada tres candidaturas en las categorías interpretativas han sido para actores racializados. No ha sido un milagro. Tampoco los efectos de la pandemia, a pesar de que la cosecha cinematográfica del 2020 sí fue más diversa y femenina que en otras ocasiones. Los BAFTA han abrazado la diversidad en sus nominaciones no por la voluntad de sus votantes, sino por la insistencia de la dirección de una organización que tenía pánico a verse envuelta en otro escándalo.
La Academia anunció hace meses un cambio radical en sus reglas, pero solo unos periodistas especializados leyeron entonces la letra pequeña. Para asegurarse de que las mujeres cineastas y los actores de color tenían las mismas oportunidades que sus rivales, las nominaciones en las categorías de dirección e interpretación pasaban a depender directamente de una serie de comités de entre siete y doce personas (de las cuales solo el 50% estaba obligado a ser votante de los BAFTA) que se asegurarían de presentar una lista final de candidatos más diversa de lo que acostumbra unos premios famosos por, entre otras cosas, por no haber nominado jamás a Morgan Freeman y Denzel Washington.
Hoy hemos comprobado las contradicciones de las medidas. Por norma (no escrita, pero sí aplicada), en ninguna de las categorías dedicadas a los actores se ha nominado a más de dos personas blancas. Los datos de la categoría de mejor dirección son más chocantes: tres directoras (Shannon Murphy, Jasmila Žbanić y Sarah Gavron) han sido rescatadas por el comité gracias a su labor en películas (El glorioso caos de la vida, Quo Vadis, Aida? y Rocks, respectivamente) que ni siquiera habían pasado la preselección de las quince películas que sí votó hace unas semanas la Academia en su totalidad.
La categoría de mejor película sí ha mantenido la estructura tradicional y todos los miembros de los BAFTA han podido votar libremente. La favorita al Oscar Chloé Zhao (Nomadland) es la única en optar en la categoría reina después de ser seleccionada por el comité en la categoría de dirección. The Mauritanian, El padre, El juicio de los 7 de Chicago y Una joven prometedora acompañan al drama protagonizado por Frances McDormand en el quinteto de mejor película gracias a los votos de todos los miembros de la Academia. Sin embargo, sus protagonistas (Jodie Foster, Olivia Colman, Sacha Baron Cohen y Carey Mulligan) se han quedado fuera de sus respectivas categorías. Lo único que tienen en común es su color de piel.
Desde que en el año 2001 los BAFTA decidieron adelantar la celebración de su gala para ser más relevantes y poder influir en los ganadores de los Oscar, el evento inglés se enfrentó a una transformación radical. Voluntaria o involuntariamente, los ingleses empezaron a ignorar el cine local (siendo relegado en muchas ocasiones a la categoría de mejor película británica) y a priorizar adivinar qué camino seguiría la Academia de Hollywood en sus premios. La personalidad que se habían granjeado durante décadas (Pedro Almodóvar sorprendió a Sam Mendes y American Beauty y se llevó el premio a la mejor dirección por Todo sobre mi madre en la última ceremonia celebrada después de los Oscar) desapareció de la noche a la mañana.
Su costumbre de ignorar a menudo los trabajos de actores de color había acompañado a los premios británicos desde sus orígenes, pero el mundo del cine ha cambiado desde que el movimiento #OscarsSoWhite iniciara con un simple hashtag una revolución en la forma de hablar y entender la industria en Hollywood. La industria necesitaba mirarse al espejo y aceptar las realidades que las elecciones de sus miembros reflejaban cada año. Puede que los BAFTA hayan llegado demasiado lejos en 2021.
Por buenas que sean las intenciones de la organización, la diversidad no es lo único que viene a la cabeza de un cinéfilo cuando lee las nominaciones de la Academia Británica de Cine este año. La sensación de caos, aleatoriedad y elecciones a dedo es inevitable. Como se preguntaba hace unos días en sus redes sociales el periodista Kris Tapley, ¿se les puede llamar nominaciones a los BAFTA si quienes las eligen no son miembros de los BAFTA?
Aunque las candidaturas de este año sean más diversas, la verdad es que no son más que un maquillaje mediático para un problema que sigue presente. No hay más que ver las candidatas a mejor película que, esta vez sí, sí han elegido todos los miembros de los BAFTA. Las finalistas son las favoritas al Oscar, el cine inglés aparece testimonialmente y todas las películas protagonizadas por actores negros o asiáticos se han quedado fuera. Las intenciones eran buenas. Los resultados, como poco, se quedan en discutibles.