El método del cura Arnaldo para superar la muerte: "Quiero crear un grupo de duelo nacional"
Este religioso, que creó la Asociación Italiana de Duelo, impulsa en España una red de grupos laicos que ayudan a familias a afrontar pérdidas trágicas.
17 mayo, 2024 02:58El padre Arnaldo Pangrazzi (Italia, 1947) es uno de los religiosos que en más ocasiones ha mirado cara a cara a la muerte. Su dilatada carrera, desarrollada a caballo entre distintos países, siempre ha estado marcada por atender a enfermos terminales y por ayudar a padres a afrontar el peor duelo de sus vidas: la muerte prematura de un hijo en circunstancias traumáticas, ya sea por una enfermedad grave, como el cáncer, un asesinato, un accidente de tráfico o un suicidio.
"Para todos nosotros, la única certidumbre es la incertidumbre de que algún día vamos a morir". El padre Arnaldo no ha perdido su característico acento italiano, ya que a pesar de sus muchos viajes se aferra a sus raíces en Cles, el pueblecito de la provincia de Trento que le vio nacer, hace 76 años, y que es conocido por su producción de manzanas deliciosas, sus vistas al lago de Santa Giustina, su imponente Castillo o la iglesia de Santa María Assunta.
La voz de Pangrazzi embarga por su experiencia en el momento más duro en la vida de cualquier persona: el duelo por la muerte de un ser querido o el miedo a afrontar la propia. Todo ello, debido a que este cura de la Orden de los Ministros de los Enfermos, conocidos como los Camilos, se ha especializado en counseling: la técnica de comunicación que promueve el autoconocimiento en los pacientes de enfermedades terminales para que aprendan a gestionar sus emociones y vivan de forma más plena sus últimos días.
Pregunta.– ¿Cómo se convirtió en un experto en gestión del duelo?
Respuesta.– Estuve viviendo 11 años en Estados Unidos. Allí estudié Teología en Boston, de 1969 a 1974, y después me fui a la orden de los Camilos, con presencia en 38 países y que sólo trabaja con enfermos físicos, mentales, personas con discapacidad y ancianos en residencias. Así que yo empecé de capellán en el Hospital Saint Joseph de Milwaukee y enseguida me dediqué a acompañar a personas que vivían experiencias muy críticas: pacientes ingresados en la UCI, en oncología o en cuidados paliativos.
Para mí era un desafío acompañar a esos pacientes y a sus familiares y me di cuenta de que necesitaba una estrategia. Tuve la iniciativa de formar grupos y me di cuenta de que iba multiplicándose el bien de las personas que acudían, para verbalizar cómo se sentían y para hacer reflexiones conjuntas. En un grupo de duelo todos son heridos y todos son sanadores. Esta doble faceta, favorece que la persona sane sus heridas porque hay una solidaridad comunitaria, cada persona va con su historia, abre la mente y el corazón, y eso alivia la soledad y la depresión.
Grupos de gestión del duelo
Aquella experiencia en el Hospital Saint Joseph marcó a este religioso que tenía 25 años y que empezó a promover grupos de gestión del duelo en Italia, Estados Unidos, Australia... Además, se acabó convirtiendo en coordinador del Ministerio de los Camilos y en profesor del Instituto Internacional de Teología Pastoral de la Salud, durante la época de Juan Pablo II: el Papa que protagonizó el tercer pontificado más largo en la historia de la Iglesia y que tuvo un papel destacado en la caída de regímenes comunistas en Europa del Este. "En Roma estuve 30 años", apunta.
Desde hace 15 meses, este religioso de los Camilos se ha instalado en Madrid porque se ha marcado como objetivo "promover un grupo de duelo a nivel nacional", ya que hasta ahora sólo hay asociaciones que trabajan puntualmente en alguna comunidad autónoma. "En los encuentros de ese tipo de grupos se elabora el duelo y se aprende a canalizar las emociones, dando voz a los pensamientos y a los remordimientos para sanar poco a poco el corazón".
Una de esas asociaciones está en la Región de Murcia y se llama Amanecer. El padre Arnaldo colabora con ella en la organización de retiros de fin de semana. Este tipo de colectivos ayuda a las familias a gestionar la muerte traumática de un ser querido: una labor impagable, ya que en muchas ocasiones este tipo de pérdidas desencadenan sentimientos de culpa, ira, problemas de sueño o patologías mentales, como depresión, ansiedad, estrés, angustia...
Así lo demuestra un estudio que realizó el Hospital San Cecilio de Granada con 66 familiares de pacientes de la Unidad de Cuidados Paliativos, para evaluar las variables asociadas al riesgo de duelo y el malestar emocional que genera. El equipo responsable del estudio concluyó que existen "relaciones significativas, entre los dolientes que han vivido acontecimientos vitales estresantes, previos a la pérdida de su ser querido, con los síntomas de depresión, ansiedad y duelo complicado".
P.– ¿Por qué quiere promover un grupo de duelo a nivel estatal?
R.– A lo largo de los años he ido construyendo redes de ayuda mutua en el duelo, para padres que han perdido hijos, para viudos y viudas, para familiares de personas que se han suicidado, y también he impartido cursos con mi metodología en América del Sur o África. Este tipo de grupos son generadores de un apoyo humano y espiritual que no se encuentra ni con la familia ni con los amigos.
En estos grupos, todos tienen un duelo por un familiar y eso permite conocer a otras personas que también están heridas. Eso abre tu mente. Te das cuenta de que no eres el único y no debes absolutizar el dolor porque hay gente con historias más difíciles o traumáticas que la tuya. Es un espacio para formar a las personas porque se escuchan unos a otros y es algo liberador saber que otros se han hecho las mismas preguntas que tú, han tenido los mismos sentimientos de culpa o han sufrido el mismo dolor.
"En mi país, creé la Asociación Italiana de Duelo", continúa el sacerdote. "Cada año organizamos un encuentro. En España quiero crear una red nacional de apoyo, como punto de encuentro de los grupos laicos de duelo de las comunidades autónomas, y crear un comité nacional y aprender intercambiando experiencias en esta forma de ayuda comunitaria, acuñada en Estados Unidos".
Por el momento, el padre Arnaldo sigue trabajando cara a cara con la muerte en el Centro de Humanización de Tres Cantos en Madrid, donde a diario visita a 33 personas que están recibiendo cuidados paliativos, encarando la recta final de sus vidas por diversas patologías. La clave de su trabajo, según cuenta, no es hablar sino escuchar atentamente.
"No les suelo decir mucho porque tengo las orejas bien grandotas para escucharles a ellos, porque yo estoy más para aprender de ellos que para enseñarles, sólo les sonrío, estoy tranquilo y abierto a lo que ocurre". El currículum de este religioso atesora 23 libros, publicados en italiano, español, checo, portugués o japonés, donde analiza la faceta física y psicológica del dolor ante la muerte.
"Yo acompaño en el ocaso de la vida", resume sobre su trayectoria profesional, que también incluye un máster y un doctorado que le han llevado a impartir congresos, cursos y seminarios por toda Europa, África, Estados Unidos y América del Sur. Tanto para sacerdotes como para profesionales sanitarios con los que ha abordado el counselling, el acompañamiento de los moribundos o el duelo.
P.– ¿Qué le ha enseñado su labor con enfermos terminales o familias rotas por la muerte traumática de un ser querido?
R.– Todos estamos conectados con hilos de seda y todo puede cambiar por un diagnóstico de una enfermedad, un accidente en la carretera, lo que sea. De modo que debemos hacer un tesoro de la vida y del tiempo. Hay que decir hoy las frases que queremos pronunciar porque mañana todo puede cambiar. Nadie puede jugar el partido de la vida con las cartas seguras, así que hay que vivir con la provisionalidad de los bienes y de las relaciones.
P.– ¿Algún consejo para vivir de esa manera?
R.– Hay que pensar que la vida es un regalo antes que un derecho, entonces, ese regalo tienes que apreciarlo y valorar que puedes caminar, sin necesidad de cruzarte con una persona en silla de ruedas. Hay que ser consciente de lo que tienes. En segundo lugar, la vida tiene sentido en la medida en que regalas una sonrisa o una palabra sanadora porque eso te ayuda a ti mismo.
Tenemos que vivir amando y amar la vida porque se puede acabar en un momento. Hay que tener conciencia de que la vida es un regalo, de que todo pasa, todo transita y es temporal. Nada es eterno. Tienes que construir tu vida sobre valores que le den sentido, la orienten y le den profundidad. No hay que perderse en bienes externos sino internos, porque esos son los que te fortalecen: un reloj antiguo sirve igual que uno de 5.000 euros para ver qué cosas de provecho puedes hacer con tu tiempo.
El padre Arnaldo sabe lo que se dice no sólo por su experiencia, sino porque le han diagnosticado un carcinoma en la próstata: un cáncer que comienza en las células de un órgano. "Todos tenemos una espada sobre nuestra cabeza", subraya con voz pausada y tranquila. "Tener un duelo anticipado por una enfermedad nos prepara para apreciar las cosas, para ver los pajaritos, disfrutar del sol o de un paisaje, tomar conciencia de lo precioso que es mirar una flor o escuchar una canción".
P.– ¿Quién soporta mejor un duelo por la muerte de un ser querido en una situación traumática?
R.– Las mujeres son más fluidas para expresar los sentimientos y manejan mejor lo de verbalizar, mientras que los hombres son más propensos a utilizar la corporeidad. En general, las personas que mejor soportan ese tipo de duelos son las que tienen una espiritualidad madura porque son las que saber afrontar mejor la fragilidad de estas situaciones.
Las familias que acuden a los grupos de este religioso italiano en Murcia o Alicante, están marcadas por duelos complejos, debido a que han perdido a un ser querido de forma trágica y repentina, sin tiempo para ir gestionando una respuesta emocional, lo que provoca que los sentimientos de pérdida que sufren son tan intensos que les debilitan físicamente, incluso les afectan a nivel psicológico.
P.– ¿Cuál es el duelo más complicado de afrontar: la muerte de un familiar por un cáncer, un infarto repentino, por una causa violenta, un accidente laboral, un siniestro vial...?
R.– He tratado a miles de personas y para mí, la muerte más difícil es por asesinato. Deja una sensación muy amarga.
P.– ¿De dónde le viene su vocación religiosa?
R.– Eso forma parte del misterio de la vida. La orden de los Camilos iba de vacaciones a mi pueblo en Cles y necesitaban alguien que les llevase leche para sus estudiantes y en aquel momento, mi madre tenía tres vacas y les dijo que mi hermano mayor se la llevaría por la mañana y yo por la tarde. Así conocí a los Camilos. De modo que no fue una opción ni un deseo que yo tuviera de ser cura: fue algo que descubrí poco a poco.
P.– Lamento que le hayan diagnosticado un carcinoma, pero es inevitable hacerle una pregunta a la vista de la relación tan directa que tiene con la muerte por su trabajo. ¿Usted está preparado para morir?
R.– Claro que estoy preparado para morir. De hecho, en uno de mis libros ya he preparado la despedida de este mundo. Con un cáncer tengo tiempo para arreglar mis cosas y así haré realidad lo que he expresado en ese testamento espiritual.