El militar ludópata Ubaldo Luis violó a Isabel con 8 años y mató a su madre a hachazos: hoy está libre

El militar ludópata Ubaldo Luis violó a Isabel con 8 años y mató a su madre a hachazos: hoy está libre

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El infierno de Isabel: su padrastro la violó con 8 años, mató a su madre a hachazos y hoy está libre

La hija de Concepción, la mujer asesinada en un parking de Madrid, rompe su silencio 23 años después, cuando su violador ya está en libertad.

5 noviembre, 2023 02:06

Los recuerdos de Isabel, a veces, la devuelven al infierno. Siendo una niña, presenció cómo su madre fue brutalmente asesinada por su pareja sentimental. Lo hizo con un hacha, a sangre fría, delante de su hija, a quien había violado anteriormente en repetidas ocasiones.

Sin duda, los ojos de esta chica, que ahora cumple 31 años, han visto lo que nadie nunca debería ver. La ausencia del dedo anular de su mano derecha es un recuerdo del horror que vivió, así como de la valentía de una niña que no dudó ni un instante en abalanzarse sobre su padrastro para evitar que acabara con la vida de su madre, llegando a perder el dedo –y su niñez– en el intento. Tan sólo tenía 8 años.

Los medios de comunicación se hicieron eco entonces del suceso. Hablaban de cómo se ha había producido el asesinato, a plena luz del día, en el parking de un centro comercial. Hablaban del sufrimiento de esa mujer a la que arrebataron la vida en un caso brutal de violencia machista. Contaban también que una niña, la hija de ella, lo vio todo.

Isabel con su madre.

Isabel con su madre. Imagen cedida

Hoy, 23 años después, la superviviente de aquel trágico suceso habla por primera vez para contar su historia en EL ESPAÑOL, así como para desvelar algo que nunca se supo: las violaciones que sufrió por parte del asesino de su madre.

Todo comenzó cuando Isabel tenía dos años. Sus padres, que vivían en Barcelona, se separaron. Entonces, su madre decidió mudarse a Madrid junto a su hija. Allí conoció a Ubaldo Luis de la Iglesia Fontecha, un subteniente del Ejército de Tierra y suboficial de la Guardia Real que se había separado y tenía dos hijas. Al poco de conocerse, se fueron a vivir juntos a un domicilio propiedad de él, en el madrileño barrio de San Blas.

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Pero lo que parecía un nuevo comienzo pronto se convertiría en un infierno que la propia Isabel vivió en sus propias carnes. A la edad de 7 años, Ubaldo comenzó a abusar sexualmente de ella. Aunque el miedo y las amenazas la mantuvieron en silencio durante un tiempo. "Me decía que si se lo contaba a mi madre nos mataría a las dos. Me tenía amenazada", cuenta Isabel en exclusiva a este periódico.

Así, las violaciones y los abusos sexuales continuaron, a menudo cuando su madre estaba trabajando, ajena a la tragedia que sucedía en su propio hogar. Isabel nunca olvidará las veces que Ubaldo la obligaba a que fuera a su habitación. "Cuando me negaba, cogía un cinturón y comenzaba a azotarme", cuenta la joven. "Siempre lo hacía cuando mi madre estaba trabajando. Él no trabajaba ya que estaba de baja psicológica". Una baja que vino a consecuencia de su ludopatía. "Además, decía que aún no había superado la separación de su mujer", apunta Isabel.

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En otras ocasiones, De la Iglesia se llevaba a la niña al estanco como excusa para abusar de ella. "Me obligaba a hacerle felaciones en el coche". Imágenes que Isabel, a pesar del tiempo, siempre tendrá guardadas en su mente, aunque, con mucho esfuerzo, ha intentado apartarlas de su vida. "He intentado distinguir entre las violaciones que recibí y las relaciones que he tenido posteriormente. A mis parejas siempre les he contado lo que viví, y me han comprendido", cuenta.

Un día, a pesar de las amenazas del entonces suboficial de la Guardia Real, la niña decidió contárselo a una amiga suya del colegio. "Luis me folla" fueron las palabras de auxilio que la pequeña de 8 años pronunció. "Mi amiga se lo contó a su madre, aunque esta no quiso decirle nada a la mía", dice Isabel. Sin embargo, poco después, la niña explotó, cansada de tantos abusos, y finalmente le reveló la verdad a su madre. "Se quedó impactada… imagínate".

Isabel con su madre.

Isabel con su madre. Imagen cedida

Concepción, tras conocer la cruel realidad que le contaba su hija, se lo dijo a su pareja, aunque no tomó ninguna decisión determinante. "No sé si tenía miedo de él, o de que nos quedáramos en la calle, no lo sé, pero seguimos viviendo con él…". Así, madre e hija aguantaron, aunque por poco tiempo, habitando en ese infierno. Por entonces, las palizas y abusos de Ubaldo no se limitaron a Isabel, también maltrataba a su madre, la cual se lo ocultaba a la niña. "Muchas veces veía a mi madre con moratones en la cara y en los brazos. Me decía que se había caído en el baño", relata la joven.

El asesinato de su madre

Pero el destino trágico de esta familia se selló mes y medio más tarde, el 31 de mayo del 2000. Aquel día, Concepción, su pareja y la pequeña fueron a hacer unas compras al Hipercor Campo de las Naciones de Madrid. Después, tomaron algo en una cafetería. Entonces, su madre hizo estallar toda su ira acumulada. Según Isabel, allí presente, Concepción gritó a Luis, "delante de todo el mundo", diciéndole que era "un cerdo que había violado a su hija".

Un testigo que estuvo en la cafetería, y que fue llamado a declarar en el juicio, lo recordaba así: "Ella le echó el agua por encima y él rompió el vaso. Entonces fue cuando miramos todos los que estábamos allí. Él se cortó la mano, cogió un plato y se lo rompió a ella en la cabeza. Ella le gritaba algo de que si había intentado tocar a una niña, o violar a su hija".

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Tras el escándalo, y al ver que la gente los miraba, se marcharon de la cafetería en dirección al parking. Concepción y la niña salieron primero, Ubaldo Luis las siguió. Una vez en el coche, Ubaldo abrió el maletero para encontrar, supuestamente, "algo con lo limpiarse la sangre de la mano", según declaró en el juicio. Después, sacó un hacha de 40 centímetros de mango y diez de hoja y se abalanzó contra la que fuera su pareja sentimental.

Ella, intentando protegerse de los hachazos, sufrió varios cortes profundos en las extremidades superiores. Hasta que Ubaldo le hundió el hacha en la cabeza. Según el Samur, la víctima sufrió un corte profundo "en la zona parietotemporal izquierda, con apertura de la cavidad craneal y salida de masa encefálica. Había perdido mucha sangre y tenía cortes en los dedos de ambas manos".

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Así lo recuerda Isabel: "Salí corriendo hacia el parking con mi madre de la mano. Él llegó corriendo por detrás. Siguieron los gritos. Entonces, él se abalanzó sobre mi madre con un hacha, y la empezó a matar. Yo, al verlo, me metí en medio para intentar ayudarla y fue cuando me amputó el dedo. Mi madre, en el suelo, y mientras perdía mucha sangre, me dijo que me fuera. Yo no me quería ir y dejarla allí... Yo lloraba sin parar, con el dedo lleno de sangre... No podía entender lo que estaba pasando".

Isabel no sabe de dónde sacó las fuerzas, con sólo 8 años, para abalanzarse sobre el que fuera su padrastro, pero lo hizo. "Me salió así. Cuando ves que están matando a alguien a quien quieres tanto, reaccionas así, tengas la edad que tengas. Yo sólo pensé en ayudar a mi madre, aunque no pude. Ojalá hubiera sido adulta, porque me tendría que haber matado a mí…", comenta.

Isabel, en una fotografía reciente.

Isabel, en una fotografía reciente. Imagen cedida

Ubaldo salió corriendo, aunque sólo pudo avanzar unos metros hasta que los guardias de seguridad del centro comercial lo atraparon. Según el acta judicial, estuvo toda la noche anterior a los hechos apostando en el casino, llegando a perder "un millón de pesetas (6.000 euros)", según declaró al juez. Su ludopatía le tenía casi arruinado, por lo que para afrontar las deudas de su adicción al juego se vio obligado a vender tres pisos y tres garajes, gran parte de su patrimonio.

Concepción fue trasladada al hospital Ramón y Cajal, donde falleció pocas horas más tarde a consecuencia de los múltiples cortes y traumatismos provocados por el hacha. Isabel no pudo pasar a despedirse de su madre debido al estado en el que el cuerpo de esta se encontraba. La niña, que fue trasladada al hospital de La Paz, nunca más la volvería a ver.

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Su abuelo se hizo cargo de ella y se la llevó consigo a Don Benito, un pueblo de Extremadura, la localidad natal de su madre. Allí comenzó una vida nueva. Su padre, aunque tiene relación con él en la actualidad, no se hizo cargo de ella. "Mi abuelo me decía que mi mamá estaba en el cielo", cuenta Isabel, por quien tuvieron que pasar los años hasta ser completamente consciente de lo que había ocurrido. "Para mí no era real, pensaba que era una pesadilla", dice.

Convivir con la pesadilla

Su infancia fue dura. Los recuerdos de su madre se agolpaban sobre ella. "Yo estaba muy apegada a mi madre, para mí lo era todo. La adoraba, era muy cariñosa conmigo y yo con ella. Teníamos un vínculo muy grande", cuenta Isabel emocionada, quien ahora considera ser feliz, así lo aparenta, al menos, aunque "depende del día". "A veces no me apetece hacer planes, como ir de compras, porque me acuerdo demasiado de mi madre", cuenta.

Sólo su fortaleza, y el recuerdo siempre presente de su madre, la han llevado a superar, en parte, el horror que vivió. Ya desde niña, los psicólogos que la vieron decían de ella que les sorprendía que, a pesar de todo lo que había sufrido, se mostraba muy fuerte. "Sin embargo, ahora me da miedo pensar demasiado para no venirme abajo", se sincera.

Isabel durante un viaje en Londres.

Isabel durante un viaje en Londres. Imagen cedida

En la actualidad, Isabel vive con su pareja en Cádiz, allí trabaja como auxiliar veterinaria, aunque su verdadera pasión es cantar. Acaba de ser madre de una niña, por la que se desvive cada día. Para Isabel, ser madre ha sido una forma de hacer justicia a la suya propia. No quiere que su hija tenga que pasar por lo mismo.

"Tiendo incluso a protegerla en exceso, no quiero que nadie le haga daño. No me lo podría permitir", dice Isabel, quien esperará a que cumpla algunos años más para contarle lo que ocurrió con su abuela. "Seguro que me preguntará por el dedo y le explicaré todo con mucho orgullo, para que conozca la verdad".

La condena del monstruo

El asesino, Ubaldo Luis de la Iglesia, había sido condecorado en el ejército antes de cometer el crimen atroz. Su carrera, tanto en el Ejército de Tierra como posteriormente en la Guardia Real, "había sido soberbia", decían sus compañeros. Un reconocimiento que lo enmascaraba de cara al público, ocultando el verdadero monstruo que era: pederasta, maltratador, machista, alcohólico, ludópata y asesino.

Tras admitir ante los jueces la autoría del crimen, el juicio se centró en determinar si Ubaldo sufría un trastorno mental en el momento del asesinato. Sin embargo, el fiscal advirtió al jurado que en "la acción del acusado no concurrió ninguna perturbación mental", por tanto, lo que hizo, "lo hizo a conciencia y discerniendo lo que hacía".  Cumplió una condena de 15 años por un delito de asesinato, más un año adicional por un delito de lesiones por imprudencia, según recoge la sentencia a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL.

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Una condena que podría haber sido más elevada si Isabel hubiera contado que también fue violada. Su abuelo, conocedor de los hechos, le dijo a su nieta que lo mejor era dejarlo estar. "No quería que nadie más se enterara. A mí no me llevaron a juicio. La verdad es que no entiendo por qué mi abuelo tomó esa decisión por mí", comenta.

Isabel no sabe si algún día se cruzará con el asesino de su madre, que ya se encuentra en libertad, pero lo que tiene claro es que guarda un profundo odio hacia él. "Han pasado muchos años y si algún día me lo encontrara por la calle no sé si lo reconocería. Pero si lo reconociera, no sé cómo actuaría. Siento mucha rabia hacia él, tengo mucho guardado, así que prefiero no cruzármelo nunca", admite.

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¿Por qué cree Isabel que es importante contar ahora su historia? Por mi madre, para que su muerte sirva de algo. Para decirles a las mujeres víctimas de violencia machista que deben buscar ayuda siempre, aunque tengamos miedo… Si mi madre hubiera pedido ayuda, quizá hoy estaría aquí conmigo. Yo he necesitado mucho tiempo para contarlo, he tenido que sanar muchas heridas. Pero sé que mi madre, allá donde esté, estará orgullosa de mí… No hay ni un sólo día que no la eche de menos.