Josef Ajram dirigiendo una sesión de KAP en el islote de Es Vedrà (Ibiza)

Josef Ajram dirigiendo una sesión de KAP en el islote de Es Vedrà (Ibiza)

Reportajes PSEUDOTERAPIAS

Un día haciendo Kundalini con Josef Ajram en Ibiza: "Mi cuerpo se movía solo; lloré sin saber por qué"

Un periodista de EL ESPAÑOL participa en una sesión de KAP dirigida por el bróker en la isla. La práctica ha ganado adeptos entre varios famosos.

18 junio, 2022 03:00
Ibiza

Suena a todo volumen “Presto”, la tercera parte del “Verano” de las Cuatro Estaciones de Vivaldi. La música acompaña un vídeo en el que se ve al corredor de bolsa, experto en criptomonedas y triatleta Josef Ajram hacer movimientos con sus manos sobre el cuerpo de unas personas tendidas en esterillas frente al imponente islote de Es Vedrà, en Ibiza. Se agitan y se mueven como si tuvieran los espasmos que produce un ataque epiléptico. Es una sesión de Kundalini Activation Process (KAP), un método fundado y patentado por el gurú estadounidense Venant Wong que en España se ha hecho famoso a principios de mayo gracias al vídeo de Ajram.

Los comentarios no tardaron en llegar. Twitter reventó a mofas contra la que parece una más de la larga lista de pseudoterapias que han convertido a Ibiza en un paraíso para frikis con dinero que buscan encontrarse a sí mismos. Ajram, el bróker que se dedicaba antes a dar consejos de bolsa -con una fama más que discutible- se había convertido en gurú del KAP, una práctica de yoga extrema que persigue activar la energía interior y alcanzar un estado brutal de autoconciencia que ha atraído entre sus fieles a otros personajes carne de cañón de la medicina holística como la influencer Dulceida.

Apenas 13 días después del vídeo, el 25 de mayo, la editorial Alienta puso en circulación el último libro de Ajram, Encontrar la verdad: Cómo me he convertido en mi mejor versión. Ni en sus mejores sueños hubiese soñado con una mejor promoción. Aquel mismo día, el programa de TV3 Preguntes Frequënts (FAQS) trajo a Ajram para hablar de su libro y, cómo no, salió el tema del Kundalini.

El agudo cómico catalán Magí García protagonizó uno de los momentos estelares de la entrevista:

-No he podido ver bien la entrevista de la cantidad de humo que intentabas vender.

-Estáis invitadísimos.

-¿A qué? ¿A vender humo?

-No, a venir.

-¿Al Kundalini? ¿Tú crees que yo creo en una cosa como la energía? (...) No me parece bien esto que haces…

-Entonces no te estoy vendiendo nada, te estoy ofreciendo…

-Lo único que me ha gustado de la entrevista es un momento en el que has dicho que, al final, uno tiene que saber donde tiene los límites y llevas un tatuaje aquí [señala el cuello] que dice “Where is the limit”.

El coloquio prosiguió con tensión. Ajram también dijo que, tras 42 años de vida -23 de los cuales dedicados a la bolsa- “había cometido muchos errores” y que había encontrado en el KAP una “herramienta energética” para, finalmente, ser feliz.

De aquella entrevista, además de la brillantez de Magí García, me quedé con la invitación de Ajram al cómico a probar por sí mismo la experiencia. No me la hizo personalmente a mí, pero me di por invitado. En la estela de Hunter S. Thomson y sus experimentos con el peyote, me apuntaría como un curioso más a una sesión de KAP en Ibiza con el objetivo de desenmascarar la farsa o, por el contrario, conectar con mi energía. Sobra decir que, al igual que el cómico García, la única creencia que tengo sobre este concepto es la que me recuerda mi factura de Iberdrola al final de cada mes.

La isla de la ‘energía’

Los dos años de pandemia han hecho que Ibiza haya vuelto a mirar a sus orígenes. Durante este tiempo, el día se ha impuesto a la noche y, con él se han unido, a DJs, camareros, gogós, conductores privados y patrones de yate, miles de oportunistas de la espiritualidad, expertos en autoayuda y sanación, entrenadores personales, ‘coaches’, dietistas, artesanos de dudoso talento, emprendedores de la moda sostenible, hosteleros ecologistas, ejecutivos vestidos de lino y camisetas de tirantes, y gente con demasiado tiempo libre dando rienda suelta a su creatividad. 

Un entrevistado condensó este movimiento de forma oportuna a Manuel Jabois en un reportaje que publicó en El País el pasado verano: “Cómo estarán las cosas en Ibiza que al camello le han empezado a llamar chamán”. Porque Ushuaia y Pacha ya no reflejan tanto el espíritu de la isla como lo hacen las puestas de sol al son de los tambores y cánticos tribales en Cala Benirràs, o las sesiones de KAP dirigidas por Josef Ajram y su mujer, Sulaika Fernández.

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Según resumió otro reportaje, de Yahoo News!, el KAP es un ritual cuyo objetivo es estimular y despertar al centro de energía del primer ‘chakra’ conocido como ‘Muladhara’. Según el hinduismo, la mayor concentración de energía se encuentra en ese ‘chakra’, ubicado en la base del perineo. Allí se halla el Kundalini, una fuerza vital intangible que se representa como una serpiente enroscada. Según algunos yoguis, activar esta energía es una forma de lograr la iluminación.

La palabra Kundalini viene de la palabra “Kundal”, que significa en sánscrito “enrollado como un resorte”, y alude a una energía que está enrollada como una serpiente y preparada para liberarse y subir hacia la cabeza por la espina dorsal. Según sus defensores, durante el proceso, se libera una fuerza espiritual transformadora que reconecta el cuerpo y el alma.

El 'templo' de yoga ibicenco donde Josef y su mujer Sulaika Fernández hacen las sesiones.

El 'templo' de yoga ibicenco donde Josef y su mujer Sulaika Fernández hacen las sesiones.

Evidentemente, todo lo anterior suena a fantochada, pero quería saber exactamente de qué iba. Me apunté a una de las sesiones de moda en Ibiza a manos de Josef y Sulaika, enviando un escueto WhatsApp a un número que la pareja facilita en sus redes sociales: “Hola, buenas. Quería preguntarte por las sesiones de KAP en Ibiza con Josef Ajram, cómo funcionan y qué disponibilidad de fechas hay. También quisiera saber el precio. Tengo curiosidad por probar. Muchas gracias”.

Al cabo de unas horas me contestó una mujer con toda la información. Lo primero que me sorprendió fue el precio: 50 euros. Había visto hace poco un interesante documental del ‘youtuber’ Carles Tamayo, infiltrado en una secta New Age que hacía retiros con rituales y sesiones que un no entendido podría considerar casi lo mismo que el KAP. Una especie de viajes interiores en los que la gente contorsiona, grita y se comporta, en definitiva, como un volcán emocional, previo consumo de drogas. A Tamayo, su embaucador le cobró 250 euros.

Lo siguiente que me llegó fue un descargo de responsabilidad de un folio de extensión, donde se describía detalladamente en qué consistía la sesión, qué podría producirse y qué efectos secundarios podría tener: 

“La persona se tumba relajadamente en el suelo sobre la esterilla de yoga, escucha la música y, al cabo de un rato, siente cómo el facilitador empieza a hacer presiones sobre sus chakras o algunos puntos sobre los meridianos del cuerpo.Durante la sesión puedes sentir frío, movimientos incontrolados con las extremidades, y que involuntariamente -al ser una sesión grupal- algún compañero pueda tocarte o acariciarte- sentir emociones y expresarlas (reír, llorar, gritar…), tener orgasmos, moverte (levantarte, sentarte), sensación de cosquilleo o no sentir nada”.

“Me han informado que después de la sesión se recomienda no beber alcohol, no consumir drogas y comer ligero. Ocasionalmente pueden existir mínimas reacciones secundarias como dolor de cabeza, pérdida de apetito o aumento de apetito, insomnio o cansancio generalizado. Si existía un dolor físico, la sintomatología del mismo puede aumentar o desaparecer”.

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El documento informaba asimismo de que el KAP “es una disciplina complementaria y no puede ser considerado como tratamiento médico, psicológico o psiquiátrico.”

Me incribí a la sesión del 14 de junio. Josef y Sulaika dirigen dos sesiones semanales, todos los martes y los sábados en un ‘templo’ de yoga anejo a un hotel a las afueras de Ibiza ciudad. Es un espacio diáfano con grandes ventanales que dan a un jardín. En el interior hay un enorme tatami de madera con varias esterillas dispuestas de forma ordenada. Allí aparecí a las 11:20 el día indicado.

Rendirse

Nada más llegar, un grupo de personas esperaba en la puerta. Pude hacerme una idea rápida de quiénes iban a ser mis compañeros de sesión: conté a 19 personas, de las cuales, solo tres éramos hombres. Yo iba solo; y los otros dos, con sus parejas. Las demás eran mujeres y, a juzgar por su aspecto, varias estaban entradas en años. Más tarde me enteré de que una de ellas era la madre de Sulaika, una señora gallega acompañada de dos de sus amigas con poca pinta de yoguis.

Minutos antes del inicio de la sesión comenzó a escucharse música en el interior. A las 11:32 se abrieron las puertas. Salió Sulaika, que recibió a los participantes sin preguntarles el nombre. Saludó con más efusividad a alguna de las mujeres, supongo que por que se conocían de antes. Josef iba con una camiseta de tirantes, mostrando sus tatuajes. Llevaba las uñas pintadas de negro. Dejamos nuestras cosas en una especie de vestuario separado del salón principal y nos fuimos acomodando en las esterillas.

Casi nadie se conocía, con lo que reinaba el silencio. Sulaika entonces comenzó a hablar, explicando en qué consistiría la sesión. Se ciñó a lo que decía el ‘disclaimer’ que recibí por WhatsApp días antes. También habló Josef, que se refirió a él mismo y a su pareja como “canalizadores de la energía” que, teóricamente, “reside en el mundo”. Explicó que su función en la sesión era introducir esa energía en nuestro interior para que se activase en cada uno de nosotros. No daba crédito a lo que estaba oyendo, pero escuchaba con atención.

Josef Ajram y su mujer, Sulaika Fernández, en Ibiza.

Josef Ajram y su mujer, Sulaika Fernández, en Ibiza. Instagram

Ambos “facilitadores” se han formado en numerosas sesiones con su maestro Venant Wong en Costa Rica, alcanzando un nivel de certificación número dos en KAP. Al igual que Ibiza y Tulum (en México), Costa Rica es otro de los epicentros de esta nueva ola New Age obsesionada con la autoconciencia y la espiritualidad oriental.

Volviendo a la sesión, nos animaron luego a los presentes a explicar por qué habíamos venido. Una de las chicas dijo que “trabaja con energías” y que tenía curiosidad por probar. Otro fue porque su novia le había “convencido”... Tras las tímidas intervenciones del público, Josef y Sulaika hicieron una demostración con tres mujeres que ya habían participado en sesiones anteriores, con lo que su Kundalini ya había sido “activado”. Dos de ellas, de hecho, fueron presentadas también como “facilitadoras”; es decir, que en otras sesiones hacen de maestras de ceremonia.

La demostración fue como el vídeo viral: las tres chicas estaban tumbadas en el suelo boca arriba, después sonó música fuerte -una versión electrónica de Baianá- y, sin dar tiempo ni a pestañear, comenzaron a moverse como si fueran la niña de El Exorcista, a rebotar contra el suelo, a poner los ojos en blanco y a proferir toda clase de sonidos guturales. Me salió una sonrisa. Me dije para mis adentros que aquello no podía estar pasando.

Luego nos tocó el turno al resto de participantes. En ese momento esperé que me dieran alguna droga, algún té con ‘trampa’ o que me invitaran a esnifar algún tipo de incienso. Si el Kundalini tenía que funcionar, solo podría ser a través de potentes estupefacientes. Pero, para mi sorpresa, nada de eso sucedió.

Nos tumbamos boca arriba y nos pidieron que cerrásemos los ojos. Si los abríamos en algún momento de la sesión, nos advirtieron que podíamos “cortar el flujo de energía” que se estaba desatando en nuestro interior, al ser conscientes nuevamente de nuestro entorno. Así lo hice: cerré los ojos y seguí las primeras indicaciones, que no son muy diferentes a las de cualquier ejercicio de relajación. Comencé a inhalar profundamente y de forma pausada por la nariz y a expirar por la boca, siguiendo la voz de Sulaika. Después dejé mis extremidades en peso muerto, abrí las manos hacia arriba y traté de dejarme llevar y de no controlar nada.

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La música comenzó a sonar. Era una especie de música New Age que fue en aumento. Al cabo de pocos segundos, comencé a escuchar los primeros gritos de mis compañeros. Me sentía excitado por lo que podía pasar, al tiempo que mi mente me interrumpía y me recordaba todo el tiempo por qué estaba tumbado encima de ese tatami: hacer un reportaje sobre el último fraude de los famosos.

Pero de una forma que todavía no me puedo explicar, se me comenzaron a agarrotar los músculos de la cara. En ese momento ya no podía respirar por la boca, solamente lo hacía por la nariz. Mi boca se cerró con fuerza. Evidentemente, era plenamente consciente y, si hubiera querido abrir la boca, podría haberlo hecho. Pero me “rendí”, siguiendo el consejo de Josef antes de comenzar la sesión: “Lo único que hace falta para que el KAP funcione es rendirse, no intentar controlar nada y dejar que la energía fluya”.

Después de sentir la cara como una piña, las contracturas musculares y agarrotamientos se fueron trasladando por todo el cuerpo. En mi cabeza quería imaginarme lo que contaron de la serpiente enroscada, y me sugestioné para que así fuera. De pronto sentía latigazos musculares en el brazo derecho, y noté cómo los músculos y tendones se contraían ejerciendo muchísima fuerza por toda la extremidad hasta la punta de los dedos.

La música iba cambiando, lo cual alteraba mi estado de ánimo y los movimientos que mi cuerpo, de forma completamente involuntaria, producía. Los espasmos comenzaron a también en las cervicales, en el cuello, en los hombros... Noté cómo unos dedos me presionaron en el abdomen y luego en la curvatura de la espalda. En toda la sesión, solo hubo contacto físico cuatro veces, en los supuestos ‘chakras’. Los movimientos, sin embargo, se producían constantemente mientras, imagino, los “facilitadores” pasaban y movían sus manos por encima mío, sin llegar a tocarme.

Mientras mi cuerpo se movía e, inevitablemente me preguntaba qué estaba pasando, me pasaron por delante un montón de imágenes de mi vida: de cuando era pequeño, de mi madre, de mis hermanos, de mi última expareja… Al principio me sentí desconcertado y, luego, sin venir a cuento, me puse a llorar a moco tendido. Era consciente de que me caían lágrimas de los ojos cerrados a borbotones, pero no sabía por qué. Fue como una llorera de desahogo, como la que hace años que no tenía.

El gurú estadounidense y maestro de Josef y Sulaika, Venant Wong.

El gurú estadounidense y maestro de Josef y Sulaika, Venant Wong. KAP

Cambió nuevamente la música -sonaban versiones del tema principal de Titanic, canciones de Michael Jackson…- y me sentí muy relajado, como desperazándome en la cama un domingo por la mañana. Y nuevamente, al cambiar la canción a una más agresiva, me sentí precisamente así, agresivo y poderoso. Eso pasó cuando noté que Josef o Sulaika presionaron mis pies con los suyos. Se me contrajo de forma inmediata todo el abdomen y me dio un espasmo en la espalda que hizo que me incorporara de un salto, con mis brazos haciendo movimientos sin sentido.

Más tarde sentí cómo los brazos y el cuello se me iban hacia adelante, de tal forma que quedé en posición de estiramiento agarrando mis pies con las manos. El tirón era real, y allí estaba yo, postrado, sin haberlo buscado. A ratos se sentía el temblor de las tablas de madera del suelo, porque -supongo- Josef y Sulaika se movían por todo el espacio haciendo su trabajo con cada uno de nosotros. Sulaika también hacía sonidos. En un momento me susurró a la oreja “¡Yes, yes yes, yes!”.

El viaje continuó hasta que, llegado un momento, la música descendió hasta detenerse. Habían transcurrido 60 minutos que pasaron como un suspiro. Poco a poco, fuimos abriendo los ojos y despertando del letargo. No sabía qué había pasado. Todos teníamos una botella de agua que nos habían puesto al lado -en la sesión se suda-. Me sentí muy relajado y como medio atontado. Era una sensación parecida a la que uno experimenta después de un día entero en un balneario dándose baños termales y recibiendo masajes de espalda.

"Cosas muy raras"

Tras la sesión hubo una nueva ronda de preguntas. Josef y Sulaika animaron nuevamente a los participantes a que compartieran su experiencia. Hubo de todo: una mujer francesa confesó que se sentía “muy triste”. Uno de los hombres aseguró que no llegó a moverse nada, pero que “vio cosas muy raras” y que en algunos momentos se sintió como “buceando, sumergido en el agua”.

Después de las intervenciones, los “facilitadores” recordaron que no había que consumir drogas ni alcohol en las horas siguientes, y que ahora nuestra “energía ya estaba despierta”. “Lo interesante puede pasar en los próximos días, quizás os sentís cansados y con ganas de descansar en casa, quizás el cuerpo os pide ir a la naturaleza, o puede que os sintáis empoderados, ejecutivos y con ganas de hacer cosas, de hablar y expresaros libremente como si fuéseis un niño pequeño”, dijo Sulaika.

Concluida la sesión, Josef puso un bote como si fuera la colecta de una iglesia, donde cada uno dejó sus 50 euros. Pero no hubo lista ni registro de quién había pagado y quién no, con lo que me pareció que poco negocio podría haber de todo aquello. Luego cada uno se fue para su casa, como quien sale de una clase en el gimnasio.

Josef durante una de las sesiones de KAP en Ibiza.

Josef durante una de las sesiones de KAP en Ibiza.

Tampoco hubo consejos especiales, indicaciones o persuasión ni invasión del espacio personal. Prácticas como el KAP han recibido críticas de especialistas en sectas como que hace promesas de curación interior indemostrables y sin base científica. También que se aprovecha de personalidades débiles o que pasan por momentos delicados para darles una solución “mágica” de la que terminan siendo dependientes y acaban perdiendo montañas de dinero.

Pese a que quería denigrar esta práctica, en honor a la verdad tengo que decir que no hubo un solo condicionante ni manipulación, ni me intentaron vender nada.  En ningún momento escuché que el Kundalini me salvaría de mis problemas vitales. Tan solo me dijeron que cada uno, libremente, tenía que descubrir qué es lo que había sentido y “aprovechar esa energía”.

En mi caso, como digo, simplemente me quedé contento, relajado, y bastante desconcertado. Al día siguiente, continué con mi vida como si nada, sin sentir nada especial, con los mismos vicios y torpezas, pero con la cabeza aún rumiando qué había podido suceder.

Desconozco si había alguna sustancia en el ambiente o si la música escondía mensajes subliminales para que mi cuerpo y mi mente produjeran todas las reacciones que he descrito. Pero en ningún momento experimenté nada parecido a un subidón como el que dan las drogas. Ni tuve palpitaciones, ni me retumbó la cabeza, ni tuve alucinaciones, ni segregué un exceso de serotonina u otras hormonas. No de forma consciente, al menos.

No he encontrado en toda la red un solo artículo que aporte evidencia científica sobre por qué pasa lo que pasa en una sesión de KAP. Lo que sí es cierto es que, en distintas prácticas con Kundalini a lo largo de la historia, algunos yoguis han llegado a enloquecer. Expertos religiosos en sectas han llegado incluso a relacionar el Kundalini con la posesión diabólica y otros, con un enfoque más científico, no dan crédito a nada de lo que sucede y apuntan a una especie de hipnosis y autosugestión, las cuales serían la causa que induciría a estos movimientos y emociones inexplicables. Aún sin tenerlo claro, es la hipótesis que más me convence.