El pueblo de Guadalajara con 200 okupas: robos, caos, miedo y sin solución para sus 2.500 vecinos
Horche, una pequeña localidad de la Alcarria, vive una ola de delincuencia sin precedentes. El pasado fin de semana hubo un alunizaje en el estanco.
11 agosto, 2021 02:54Noticias relacionadas
Pasear por Horche (Guadalajara) es coleccionar miradas de reojo. El ambiente está enrarecido y en sus calles se respira tensión. La gente vigila sus espaldas y no se fía ni de su sombra. Los horchanos primero sospechan y luego, una vez comprueban que no tienen ante sí una amenaza, son amables. Amabilísimos. Es su mecanismo de defensa ante el mal que les atormenta desde hace ya años: más de 200 okupas que han llenado la localidad de robos, caos y miedo.
Todo empezó hace algo más de una década, con la quiebra de una empresa constructora que levantó dos bloques de viviendas en este pueblo de la Alcarria. La propiedad de esas casas pasó a manos de un banco que las incluyó en su obra social. “Tuvieron la brillante idea de hacer alquiler social. Eso atrajo a los primeros y luego vino un efecto llamada”, explica Aurelio Simón, portavoz de la asociación Defiende Horche. “El problema no es la okupación en sí. Si esa gente se dedicara a jugar con el diábolo y a hacer punto de cruz, pues bueno. El problema es que son delincuentes”.
Ahora los vecinos de Horche están en pie de guerra contra los okupas —la mayoría, de etnia gitana— que tienen en su poder “57 o 58” viviendas, según el recuento hecho por la asociación. “Son los dueños de los edificios y trapichean con los pisos entre ellos. Entra y sale gente cada 15 o 20 días”. Todo esto podría resultar indiferente para los horchanos si no fuera porque “cada día pasa algo”. El último episodio fue un alunizaje en el estanco.
“No te recomiendo que vayas”
Si en Horche hubiera un medidor de audiencia, la palabra “okupas” sería trending topic. El tema está en boca de todos. “Este era un pueblo muy tranquilo y de repente se ha llenado de gente de malvivir”, lamenta un anciano vecino. Preguntado por los edificios de la discordia se gira y señala hacia el este, hacia la iglesia Nuestra Señora de la Asunción. “No te recomiendo que vayas por ahí”.
Aurelio, el portavoz, accede a una entrevista y un recorrido por el pueblo casi sin previo aviso. “Nosotros ahora nos dedicamos a vigilar. Tenemos diferentes grupos de WhatsApp donde nos avisamos de sus movimientos”, cuenta mientras enfila la calle Mayor en dirección al territorio okupa. Uno de los edificios lo han bautizado como las 3.000, en referencia al famoso barrio de Sevilla, uno de los más pobres —y, por ende, más peligrosos— de España.
“Mira, en este estanco hicieron un alunizaje el otro día”. Ocurrió la madrugada del sábado, después de que los vecinos del pueblo se manifestaran frente a la sede del banco propietario de las viviendas en Guadalajara. “Ese mismo día robaron un coche, bajaron por esta calle a toda hostia y se empotraron contra esa puerta”, explica señalando al establecimiento. Eso explica el reguero de aceite de motor que baja la calle. El coche fue abandonado unos metros más adelante, entre el estanco y las 3.000.
“¡En un pueblo de 2.500 habitantes tenemos alunizajes! Eso se ve en la calle Serrano o en Preciados, ¿pero aquí? ¿Para llevarse cartones de tabaco?”. El botín también incluía la caja registradora con el cambio. Los estanqueros prefieren no hacer declaraciones sobre lo ocurrido. “El tema ya está en manos de la Guardia Civil y de la aseguradora”.
En 'las 3.000'
La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es un hermoso templo renacentista con unas vistas privilegiadas a la vega que se extiende a los pies de Horche. Contaba Camilo José Cela en su famoso Viaje a la Alcarria que los horchanos intentaron meter una viga atravesada en este edificio y, como no cabía, ensancharon la puerta. De ahí que los vecinos también reciban el nombre de “atravesados”.
Precisamente a pocos metros de la iglesia se levantan las 3.000. Se nota a simple vista que son edificios modernos y que quien los construyó esperaba para ellos un destino muy diferente. Están en alto y también cuentan con buenas vistas. Quizás, las mejores del pueblo. “Hay 57 o 58 casas okupadas y habrá unas cinco personas por casa. Y no te digo yo que todos sean malos, pero muchos sí”, asegura Aurelio.
—¿Nunca ha habido enfrentamientos?
—No hemos llegado a enfrentamientos físicos. No porque no haya ganas, sino porque tenemos mucho más que perder que ellos. Tú te metes con gente de esta calaña y a lo mejor te toca abandonar el pueblo. Esta gente es super vengativa y le da igual todo. Tú le quieres dar tres tortazos a uno y a lo mejor te dan una puñalada, porque esta gente es así.
—¿Y las autoridades qué hacen?
—No hacen nada. La gente está muy descontenta con la Guardia Civil. No sé si es porque están atados de pies y manos o por qué. Cuando ocurre algo y les llamas tardan media hora en venir… Empezamos a pensar que lo hacen aposta.
No se mueve un alma en la zona este del pueblo. “Durante el día no los ves. O están haciendo mal y daño, o en las casas”, asegura Aurelio. El recorrido continúa por la calle del Lobo hasta un bloque de viviendas con ventanas grises. “Aquí están los peores”. Todo el edificio, igual que las 3.000, tiene las persianas echadas. Los buzones están destrozados y la puerta, abierta. Los okupas saben que nadie en su sano juicio entraría ahí. En las entrañas del edificio suena música. Flamenco, concretamente.
“La propiedad no hace nada por solucionar el problema. Nos hemos reunido varias veces con ellos y les hemos exigido soluciones. No hacen nada. Sabemos que la justicia es muy lenta. Nosotros lo que les pedimos, casi de rodillas, es que cuando un piso se vacía, lo que tienen que hacer es inutilizarlo. Que retiren todos los sanitarios, que retiren las cocinas, que quiten los cables y que tapien las viviendas”.
“Algún día pasará algo”
“Vivo con miedo”, asegura Victoria, una mujer de 87 años que pasea ayudada de un bastón. “A mí me destrozaron dos puertas y me robaron”. Tal es el miedo que tiene, que se niega a ser retratada, por posibles consecuencias. Los okupas se llevaron de su casa una televisión y “toda la comida que tenía en el congelador”.
“También arrancan el cobre de todos lados”, prosigue Aurelio. “A las vecinas les roban la ropa de los tenderetes… Hubo problemas hasta con la socorrista de la piscina. Fueron allí las gitanas y se querían bañar con camiseta. La socorrista les dijo que no se podía. Bueno, le montaron una… Que si la iban a rajar, que si hijaputa.... Vino la Guardia Civil y dijeron que no podían quedarse ahí toda la mañana. Esto es un caos”. Las historias son ya tantas que no hay memoria para todas.
“El pueblo está desesperado porque, con las leyes que hay, no nos los podemos quitar de encima”. Además, los okupas han demostrado ser muy agresivos, como en este vídeo que subieron amenazando a los vecinos de la localidad.
Los horchanos ya han acudido al Gobierno, a la Junta de Castilla la Mancha, al banco… es inútil. Están solos y las previsiones de Aurelio no son muy esperanzadoras: “El ambiente está muy caliente ya. Algún día pasará algo con algún crío o entrarán en una propiedad donde no deban… Y pasará algún día algo. También este es un pueblo donde se caza mucho. Habrá unas 200 escopetas en las casas”.