El mapa de la violencia de género: por qué el 55% de los asesinatos se producen en la España rural
El miedo al qué dirán, a ser señaladas, a una sociedad aún más patricarcal... influye a la hora de denunciar.
19 junio, 2021 02:28Noticias relacionadas
“¿Cómo voy a denunciar a mi marido si es amigo del Guardia Civil que me va a atender?”, Así explica María, nombre ficticio, la situación que viven en los pueblos algunas mujeres víctimas de violencia de género. El suyo es uno de los testimonios recogidos por las asociaciones de mujeres que luchan contra la violencia machista en la España rural.
En lo que llevamos de año, 20 mujeres has sido asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. 11 residían en municipios de menos de 20.000 habitantes. Mari Cruz, Paula, Pilar, Wanda, Betty, Lucía, María Teresa, Clara, Alla, Rocío y Alicia suman el 55% de las asesinadas por violencia machista este año. “La estadística es arrolladora, algo estamos haciendo mal”, confirma Marta Torres, especialista en Violencia de Género en Fademur, la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales. Y es que el 70% de la población española vive en ciudades. Es decir, más de la mitad de las asesinadas proceden de zonas en las que vive el 30% de la población.
¿Qué está pasando? ¿Responden estas cifras a algún patrón? ¿Qué se está haciendo? Hablamos con las mujeres que pisan los pueblos, analizan y trabajan la cuestión. "Hasta hace un año la violencia de género en el ámbito rural no se tenía en cuenta", nos explica Marta Torres de Fademur. Ellas, el año pasado, presentaron un Estudio ante el Ministerio de Igualdad.
¿La principal conclusión? Que las mujeres rurales tardan una media de 20 años en denunciar situaciones de maltrato -es decir, que conviven de media dos décadas con esa situación y sus maltratadores-. Y eso, las que denuncian. Por otra parte, la economía es uno de sus puntos débiles: la dependencia económica del marido.
Pero no siempre, porque también concluye el informe que no existe un perfil estándar de mujer maltratada, sino que hay muchos. Ahora, en casi todas las víctimas se encuentra una coincidencia: el miedo al qué dirán, sumado a un ambiente más patriarcal en los pueblos. Y eso ayuda al silencio de la víctima. Y por eso, aseguran las expertas, las matan más.
Para poner los datos sobre el terreno nos vamos a Alcaraz (Albacete), de 1.400 habitantes. Dionisia Gómez es asesora del Centro de la Mujer de la localidad. Recuerda no sólo que las mujeres rurales tardan mucho en denunciar, también que la mayoría ni siquiera lo hace: “La mayoría de víctimas que atendemos no han denunciado y en ello influye lo de que el agresor sea amigo de los agentes implicados en el proceso policial y judicial, la vergüenza, el estigma... En los pueblos se sabe todo de todos y esto supone airear tu intimidad a los cuatro vientos”.
El ‘qué dirán’
Es lo que Marta Torres, del equipo técnico de Fademur, especialista en violencia de género, llama “la presión social”. Las mujeres piensan “que no las van a creer, que les van a poner una etiqueta”. Y sobre esa paciencia sufridora que lleva a muchas a estar 20 años en relaciones de maltrato, habla incluso de falta de conciencia de lo que están viviendo: “Hemos visto a mujeres que nos dicen que creían vivir en algo que era normal porque esa cultura machista les venía de familia, que en la familia del hombre eso era así y lo único que hacía era repetir modelos”. Las mujeres, explican, son capaces de aguantar porque creen que esto es “lo que les ha tocado”.
“En mi pueblo nadie sabe que me siento sola, que no tengo libertad para hablar, que no tengo amigas, que no tengo dinero si no me lo da él, que me obliga a mantener relaciones sexuales, que muchas veces he querido denunciarle… pero no me atrevo”. Lo dicen las mujeres que aparecen en el spot de Fademur contra la violencia de género en los pueblos, llamado ‘En los pueblos todo se sabe… o no”. Recuerda que la Encuesta sobre Violencia de Género de 2015 destacaba que el 70% de las víctimas de maltrato de pueblos menos de 2.000 habitantes, nunc denuncia.
"Hay más miedo"
Carmen Quintanilla, fundadora y presidenta de Afammer, la Confederación de Federaciones y Asociaciones de familias y mujeres del medio rural, lleva más de 40 años dando charlas sobre mujeres en los pueblos. “Cuando pones violencia de género, las mujeres no vienen, porque creen que se las estigmatiza”, explica. Y por eso, ponen términos como ‘liderazgo’ en sus reuniones.
Lleva, asegura, 30 años pidiendo que la violencia de género se analice desde la lente de la ruralidad. “Hay que segregar las cifras para saber dónde estamos”, insiste. Asegura que de 2016 a 2018 “siete de cada 10 asesinatos machistas fueron en localidades con menos de 10.000 habitantes”.
Quintanilla hace hincapié en los últimos datos. “Mayo de 2021 pasará a la historia como uno de los meses más terribles y negros de la violencia contra las mujeres”. Reconoce que a veces las mujeres de los pueblos no tienen tan fácil denunciar. “Las mujeres de las ciudades lo tienen más fácil, la mujer rural tiene más trabas”, asegura. Y entre estas, todas las expertas coinciden: “El círculo social, el qué dirán…”. Pide que se cumpla el Pacto de Estado contra la Violencia de Género y en la necesidad de campañas específicas para la sociedad rural.
¿Hay más machismo en los pueblos? “Hay más miedo y por eso, las matan más”. Quintanilla asegura que, aunque se ha avanzado en la igualdad, la pata económica sigue siendo fundamental. “La igualdad real es una cuestión económica”. Fademur también insiste en esa parte económica: “En el mundo rural hay menos oportunidades laborales”.
Menos poesía rural
Y así, preguntamos a Quintanilla sobre esas nuevas tendencias que venden los pueblos como si fueran paraísos: más espacio, menos aglomeraciones, más naturaleza… ¿Hemos romantizado lo rural? “Tenemos que dejar de hacer poesía e incidir en los servicios porque siguen faltando: centros de atención sanitaria, sigue existiendo una brecha digital.
Pero además, señalan desde Fademur las mujeres de núcleos pequeños, a veces, “no saben a quién acudir o no se fían de que si van a pedir ayuda todo quede en confidencialidad”. Y así, asegura, “son capaces de callarse por el miedo al qué dirán”.
“Me daba miedo que si iba a los Servicios Sociales alguien se enterase porque aquí todo el mundo se conoce”, “Tienes que ir a ayuntamientos donde no te conozcan”, son sólo dos de las frases de mujeres rurales recogidas en un informe sobre Violencia de Género en los pueblos del informe elaborado por Fademur, en 2020.
En él se destaca que tanto la Guardia Civil como los Servicios Sociales y los Ayuntamientos son las entidades mejor valoradas y las que más ayudan a estas mujeres. No se pone en duda la profesionalidad de estos, sino que se hace hincapié en esa falta de anonimato que si bien a veces se idealiza en los pueblos, en otras ocasiones se convierte en un enemigo más de la mujer maltratada. Por eso es uno de los focos en los que ponen su atención todas las asociaciones y activistas por los derechos de las mujeres rurales: denunciar en un pueblo se hace más difícil.
Los recursos en localidades pequeñas, señalan desde Fademur, no es lo mismo que en las ciudades. De Centros de la Mujer a sitios donde denunciar. “Las mujeres rurales a veces están más aisladas, más lejos de los recursos y con una cultura machista que impregna todo”. Asegura que hay cuestiones que hay que empezar a tener en cuenta y hacer políticas muy específicas. Desde Fademur piden campañas de publicidad y sensiblización para el mundo rural tanto para hombres como para mujeres.
Tienen, además, propuestas centradas en quienes están más cerca de las mujeres. Por ejemplo, el médico. “Igual es la única persona a la que ve una mujer que está aislada, y si los formamos para que detecten el maltrato, puede ser vital”. Es, asegura Marta Torres, “hiperurgente una mayor proactividad para detectar el maltrato, porque si no, llegamos tarde”.
Y así igual que del médico habla del cartero, y por supuesto de más formación para los profesionales de las casas de la mujer, policías y personal sanitario.
Denuncio y ¿ahora qué?
Tras la denuncia, también llegan las complicaciones. “Una problemática muy importante en el ámbito rural es la del difícil cumplimiento de las órdenes de alejamiento, por las distancias reducidas en los pueblos. Recientemente he tenido un caso en el que la condenada por quebrantar la orden ha sido ella por estar en el mismo bar que él”. Nos lo explica la asesora jurídica del Centro de la Mujer de Alcaraz, Dionisia Gómez.
Un caso concreto: una mujer de Villaverde de Guadalimar, 300 habitantes, con muchos años con una orden de Protección activa. Después de mucho tiempo divorciados, su expareja aún la persigue y la acosa. “El cabo de la Guardia Civil nos comenta preocupado el trabajo que le supone intentar controlar esta situación en un pueblo donde incumplir la orden a veces es tan fácil como salir a la calle...”, desgrana Gómez.
Ella, que trabaja a diario con víctimas de violencia de género pone el acento no sólo en el tiempo que tardan en denunciar: “Casi siempre cuando los hijos son mayores, después de soportar años de maltrato en el matrimonio”, sino que “se encuentran con que su agresor puede estar en cualquier esquina”. Porque en un pueblo pequeño “viven con miedo incluso después de obtener una sentencia favorable”.
Y así, explica cómo funcionan los recursos públicos. "Hemos conseguido, en algún caso, ponerlas a salvo en las casas de acogida, algo que tampoco es fácil porque en los pueblos echan raíces, tienen a sus familiares y amistades; si tienen hijos pequeños, al salir de este núcleo, pierden oportunidades de conciliación...". Entre los casos más tristes, explica, “cuando después de haberles ayudado a salir del infierno, comprobamos con asombro que regresan y vuelven con sus agresores”. Pero, asegura, los profesionales “tenemos claro que no podemos culparlas, hay que ponerse en su piel y no perder de vista el contexto: el ámbito rural, donde las situaciones de dependencia emocional y económica se ven reforzadas por factores como los que acabo de explicar”.
Como experta sobre el terreno habla además de la dependencia económica, de la emocional: “Para mí la dependencia emocional explica casi todo. Es difícil hablar de violencia machista sin hablar de dependencia”.
Y aún así, el gran paso sigue siendo el primero. Denunciar. La dependencia económica, la dependencia emocional y el omnipresente qué dirán. Desde los centros de la Mujer de los pueblos se trabaja en luchar contra ese gran “estigma” que se traslada también al propio Centro de la Mujer. ¿Y si me ven entrar? Para evitar ese miedo a que vean entrar y piensen ya que soy una víctima, en los Centros de la Mujer de los pueblos se organizan diferentes actividades. Un abanico diverso, explica Gómez, que incluye desde las acciones para luchar contra la violencia machista y trabajar por la igualdad, hasta asesoramiento jurídico, social, psicológico y laboral”. De esta forma, asegura, en el Centro de la Mujer de Alcaraz entran a diario tanto víctimas como socias de las asociaciones, mujeres con otras problemáticas, trabajadoras, desempleadas en busca de empleo o formación, etc”. Todo para que las mujeres crucen esa puerta, la puerta de la ayuda a la mujer rural. Una puerta violeta, liberadora, como esa a la que le canta la también albaceteña Rozalén en su himno contra la violencia de género.
Los casos
El 8 de marzo de este año, el día de la Mujer, Fausto disparó a su mujer y a su hija, Mari Cruz e Isabel, 48 y 11 años, en El Molar, Madrid, 8.600 habitantes. Las viviendas en la zona están tan alejadas unas de otras que nadie oyó nada. Al día siguiente, se suicidó y prendió fuego a la casa.
El 19 de abril, en Mansilla de las Mulas, León, 1,700 habitantes, Paula de 36 años moría a manos de su pareja de 28. Los vecinos en este caso, sí corroboraron que las peleas eran constantes.
El 26 de abril, en una urbanización de La Bisbal del Penedés, Tarragona, 3.500 habitantes, la pareja de Pilar la quemó con gasolina. Como había hecho el exmarido de Ana Orantes en 1997 en un caso que marcó un antes y un después en la lucha contra la violencia de género en este país.
Las dos primeras asesinadas por violencia machista tras la caída del estado de alarma también lo fueron en pueblos. Wanda, de 28 años, en Sa Pobla, Mallorca, 13.000 habitantes. Y Betty, en Creixell, Tarragona, 3.500 habitantes. El asesino se suicidó.
También vivían en núcleos de menos de 20.000 habitantes Lucía, 42 años, fallecida en Corberá de Llobregat (14.600 habitantes) el 18 de mayo. Y María Teresa, de La Pola de Laviana, 9.100 habitantes, sólo dos días después: 20 de mayo. En Alovera, Guadalajara, 12.500 habitantes, fue asesinada Nicoleta Clara por su ex marido, al que tras 13 años casados le había dado una segunda oportunidad. Las broncas, contaron los vecinos y amigos, eran constantes. Él no le dejaba que se maquillara ni que se pintara las uñas. Alla, 48 años, perdió la vida a manos de su marido en Porqueres, Girona, el 2 de junio. Al día siguiente se conoció que en Estepa, 12.500 habitantes, Sevilla, Rocío Caíz había sido asesinada y descuartizada por su ex novio. El 12 de este mes, la reportera Alicia Rodríguez, 36 años, de Marmolejo, Jaén, 6.800 habitantes, fue presuntamente atropellada por su novio.