El extraño caso de Salt, el corazón de Vox en pleno 'territorio comanche' separatista en Girona
Casi la mitad de los vecinos son inmigrantes, pero el partido de Abascal, que fue agredido allí en un mitin, obtiene sus mejores resultados en Cataluña.
12 febrero, 2021 01:59Noticias relacionadas
Hablo con un matrimonio de pensionistas en un parque de Salt (Gerona) sobre su intención de voto. Durante la conversación pasa por nuestro lado un viejo Golf. A bordo viajan cuatro jóvenes magrebís. Ninguno lleva mascarilla. Todas las ventanillas están abiertas y se están fumando un porro. En la radio suena, a toda hostia, un rap en árabe. Una estampa habitual en el pueblo. El jubilado con el que charlo se declara independentista y votante convergente de toda la vida. Pero en ese momento confiesa con enfado que, en ocasiones, piensa en votar a VOX, “a veure si foten fora a tota aquesta gentola” (“a ver si echan a toda esta gentuza”).
Es la realidad de Salt, el extraño caso de un municipio que se ha convertido en el bastión catalán de VOX. De los 5 concejales que el partido tiene en toda Cataluña, 3 están en ese ayuntamiento. Pero se hallan en territorio comanche. Salt es el municipio de más de 15.000 habitantes con mayor porcentaje de inmigrantes de Cataluña. Casi el 40% de los vecinos son extranjeros. Marroquíes y subsaharianos la mayoría. En el ayuntamiento mandan los indepes: el partido más votado es ERC. JxC es la tercera fuerza. Por si fuese poco, Salt está justo al lado de Gerona, el centro neurálgico del independentismo catalán. Este domingo, como toda Cataluña, tienen cita con las urnas.
Santi Abascal e Ignacio Garriga acudieron el pasado fin de semana a Salt dar un mitin y salieron de allí casi como en Vic, a gorrazos. El cordón de los Mossos d’Esquadra evitó males mayores. Les tiraron, sobre todo, cebollas. Y no es el primer incidente que sufren en esa población: a su portavoz municipal, Sergi Fabri, le quemaron el coche en febrero del año pasado. Lo colgó en redes, pidió ayuda y obtuvo un apoyo masivo: en menos de 45 minutos reunió 3.000 euros en un crowfunding para comprarse otro.
EL ESPAÑOL visita Salt, el reducto catalán de Abascal. La ciudad catalana donde más les votan, pero también el lugar donde gobiernan los independentistas y a ellos los reciben a pedradas. Casi todos los vecinos tiene ya muy claro qué van a votar en las elecciones del domingo. Es la conclusión que hemos sacado tras realizar una improvisada encuesta a pie de calle. Los resultados obtenidos nos dicen tres cosas: la abstención va a ser altísima, ganan los partidos indepes y VOX parece la única opción que contemplan los constitucionalistas de Salt.
Moros y cristianos
Un inmigrante marroquí y un cruzado medieval se toman tranquilamente una cerveza en la puerta de un bar de Salt. No es un chiste, es Carnaval: “Es que es Dijous Gras [Jueves lardero] y me he disfrazado de esto, que es lo que tenía más a mano”, bromea el cristiano, explicando su llamativo atuendo. Ambos charlan, se abrazan y se animan a que les tome fotos. El marroquí, al saber que soy periodista, me pregunta de inmediato: “¿Sabes que los de VOX salieron el otro día ‘por patas’ de aquí, no?”. Lo sé y a eso he venido, a que me cuenten esta especie de relación amor/odio de Salt con VOX.
Salt es un municipio de 31.362 habitantes. Más de la mitad son de origen foráneo. La cifra de inmigrantes es de 12.246, que es el 39,05% de la población, según los últimos datos del Idescat. A ellos hay que sumarle la descendencia: sus hijos ya figuran como nacionales.
Es el municipio grande con mayor porcentaje de extranjeros de Cataluña. En realidad, en el ranking oficial es el tercero, pero hay trampa. Los tres que lideran la clasificación están en la provincia de Gerona. El primero es Guissona. Pero no llega a 8.000 habitantes y el número de extranjeros es de 3.700 (51,85%). Además, es el ejemplo más claro de un modelo de inmigración controlada: todos los foráneos llegan a trabajar a la empresa Bonárea, el gigante cárnico catalán.
El segundo es Castelló d’ Ampuries, cerca de la Costa Brava. Tiene 10.900 habitantes, de los que 4.721 son extranjeros (43,29%). Solamente el número de inmigrantes que hay en Salt ya supera a la población completa de Castelló.
La burbuja inmobiliaria
La mayor parte de los extranjeros de Salt se aglutinan en el llamado Barri Centre. Un paseo por sus calles evoca antes a Tetuán que a una ciudad europea. El ambiente, los carteles, el idioma... Los inmigrantes llegaron para trabajar en Gerona. Pero Salt es el vecino pobre y allí todo es más barato. Aunque tiene entidad administrativa propia, a efectos prácticos es un suburbio de Gerona. Solamente les separa una calle, pero los impuestos y los alquileres son más económicos.
Los inmigrantes empezaron a aparecer a finales del siglo pasado para trabajar en la construcción. El boom llegó con la burbuja inmobiliaria. En el año 2000 había un 6% de extranjeros. En 2009, un 43%. Hasta tal punto llegó el descontrol, que el propio alcalde convergente Jaume Torramadé pedía en 2018 que se limitase la llegada de más gente, ante la imposibilidad de gestionar correctamente la situación. “Salt es el laboratorio de inmigración de Cataluña”, repetía su antecesora en el cargo, la socialista Iolanda Pineda.
Ahora, magrebís y subsaharianos son mayoría en este Barri Centre y sus inmediaciones. Poseen la mayor parte de los comercios. Casi todos los establecimientos están rotulados en árabe, porque casi la mitad de los extranjeros de Salt proceden de Marruecos. Abundan las fruterías, locutorios, peluquerías y agencias de viaje. De vez en cuando hay una alguna tienda con el letrero en inglés y referencias a lo grande que es Jesucristo. Esos son comercios de personas que llegaron de Mali, Senegal, Ghana, Nigeria o Gambia. Un grupo que suma cerca de 4.000 personas.
La jungla
“La subida de VOX se explica con todo eso. Salt es un sitio en el que la inmigración no llegó de forma controlada. La han liado mucho. La zona donde viven es un gueto ahora. Es la jungla. Durante los últimos 20 años han estado montando follón para echar a los residentes de toda la vida. Ahora están más tranquilos porque lo han conseguido. Los catalanes se han ido a vivir a otra parte”, resume el camarero de un restaurante del Barri Vell, tal vez la antítesis a la zona de los inmigrantes.
El Barri Vell es el barrio acomodado, porque decir ‘barrio bien’ en Salt sería muy atrevido. Es el lugar donde residen menos extranjeros. Y donde más se quejan de los desmanes que, acusan, ha provocado esa llegada descontrolada de foráneos. “El problema de la inseguridad en Salt hace tiempo que se viene denunciando. Esa zona [Barri Centre] es la más conflictiva y está llena de pisos ocupados. Ahora parece que están más tranquilos con la pandemia, pero siempre ha habido mucho robo y muchas peleas”, resume el camarero. Nos confiesa que va a votar a VOX, "y la cocinera también".
Otro cliente interviene para explicar una anécdota: "Mi prima vive en esa zona, es de las pocas catalanas que quedan por allí. Se fue de vacaciones a Granada hace dos veranos. Puso una puerta blindada para que no le ocupasen el piso en ese tiempo. Cuando volvió, no le habían ocupado el piso... pero el vecino había abierto un agujero en la pared con un pico, para engancharse a su luz y montar un cultivo de marihuana. Le llegaron más de 700 euros de factura. El vecino sigue viviendo en el mismo sitio. Que no son todos los inmigrantes iguales, no voy a generalizar. Pero qué casualidad que los problemas vengan siempre de allí”.
El problema de la inmigración descontrolada preocupa incluso a muchos de los extranjeros que llegaron al principio de la ola. Hamza llegó de Nador (Marruecos) en 2006 a trabajar en la construcción, sector en el que sigue trabajando. "No me junto con moros", bromea. Asegura que es el primero en quejarse “de los niñatos marroquís que roban y la lían”, aunque se muestra, dice, “orgulloso de cómo recibió el pueblo a Abascal el otro día”.
La encuesta
El Barri Vell es la zona de Salt donde más gente de la consultada va a votar a VOX. Porque este reportaje partió de la idea de improvisar una encuesta electoral simbólica. Sin más intención que la de tomarle un poco el pulso a Salt; una excusa para hablar de política con los vecinos. El particular dibujo electoral de Salt da para el experimento.
Para nuestra encuesta elegimos una muestra de 32 vecinos con derecho a voto. Uno por cada 1.000 habitantes de Salt (redondeando esos 31.362). Les preguntamos qué papeleta depositarán el domingo en las urnas y estos son los resultados.
Si hacemos caso a esta consulta, va a ganar la abstención. La gente no está por la labor de salir el domingo a meterse en un colegio con una muchedumbre. De los 32 vecinos que aceptaron participar en la encuesta, 17 dijeron que se van a quedar en casa. Casi todos con los mismos dos argumentos: el miedo a contagiarse y lo poco que le ilusionan estos candidatos. “Además dicen que va a llover”, añadía una de las consultadas.
De los 15 restantes vecinos restantes, 6 dijeron que van a votar a Esquerra, 4 a Junts per Catalunya, 4 a VOX y uno a las CUP. Ni rastro del PSC. Llamativo, siendo la segunda fuerza en el Ayuntamiento y habiendo gobernado. Tampoco de Ciudadanos o Partido Popular, cuyos candidatos son los menos conocidos.
La única vía constitucionalista posible en Salt (según esta rudimentaria encuesta) es el partido de Abascal. Como curiosidades: los consultados que son hijos de inmigrantes o son extranjeros con nacionalidad española, se decantaron por ERC y CUP. Los que apoyan a Junts per Catalunya, viven todos en el Barri Vell. Los consultados que votarán a VOX, lo dijeron en voz bajita.
Incendio y pedradas
Porque ser de VOX en Salt es deporte de riesgo, y significarse aún más. Sus carteles electorales son los únicos que han sido vandalizados. No es una tensión al nivel de la kale borroka que vivió Abascal en el País Vasco, pero sí lo suficiente como para hacerle perder los nervios. Sucedió en el acto electoral que celebró el domingo en Salt. Una multitud se reunió para abuchear y agredir a los presentes en el mitin. Les lanzaron cebollas. Abascal llegó a encararse con agentes de Mossos, acusándoles de estar permitiendo el ataque.
No es el único incidente que ha denunciado la formación ultraderechista en el municipio. El pasado 23 de febrero, coincidiendo con el aniversario del golpe de estado, le quemaron el coche al concejal y portavoz Sergi Fabri. Un político que procede de Plataforma per Catalunya (PxC) el partido xenófobo que fundó Josep Anglada y que también tuvo representación en el Ayuntamiento de Salt. Porque la presencia de la ultraderecha en el consistorio saltenc no es una novedad que aporte VOX. Fabri no ha querido atender a EL ESPAÑOL, debido al veto del partido a este periódico. Pero tardó menos de una hora en recaudar, vía crowfunding, 3.000 euros para comprarse un coche nuevo.
La tensión y las agresiones en Salt se focalizan principalmente contra VOX, aunque los segundos en la lista somos los medios de comunicación. El fin de semana de los altercados, los manifestantes contra VOX también agredieron a un equipo del programa Cuatro al día. Algo antes, los reporteros de ‘BCN a pie de calle’ tuvieron que largarse del municipio sin poder rodar una pieza audiovisual, porque varios inmigrantes se lo impidieron. Yo mismo, al tirar fotos para hacer este reportaje, tuve que dar explicaciones a dos marroquís que me exigían de (muy) malos modos que les enseñase el teléfono, por si ellos aparecían en alguna. Me acabaron pidiendo un cigarro (que no les dí).
Son jóvenes con ganas de liarla. Lo demostraron en junio del año pasado. Fue durante las protestas en Estados Unidos convocadas por el movimiento Black Lives Matter con motivo de la muerte de George Floyd. Una manifestación antirracista acabó con el saqueo de un supermercado del pueblo. Fue su particular forma de protesta.
Campaña gratis
Estas situaciones, nos aseguran varios vecinos, explican el ascenso de la ultraderecha en el pueblo. Lo que sí que es seguro es que Garriga va a arrancar un buen puñado de votos en Salt, más aún después de los incidentes. “Y la culpa es nuestra, de los que fuimos a protestar. Ya saben dónde vienen a provocar: a Salt y a Vic, donde saben que les vamos a plantar cara y les hacemos servir de campaña electoral. Hubiera sido mejor ignorarlos”, se lamenta una de las vecinas que nos confiesa que participó en la manifestación y que votará a ERC.
Cae la tarde en Salt. El toque de queda es inminente. Cierran las cafeterías marroquíes, atestadas de hombres antes de la pandemia. Bajan la persiana los locutorios y dejan de circular coches con la música altísima, de esos que hacen que hasta un indepe se piense lo de votar a Abascal. Por la noche hay debate de candidatos en La Sexta. Sólo 3 de nuestros 32 encuestados piensa verlo. No hay interés. No se percibe ilusión por estos comicios. Poca gente irá a votar el 14 de febrero. Moha, un catalán de padres marroquís, nos lo ilustra al despedirse: "Tengo cosas mucho mejores que hacer el día de San Valentín, hermano... y eso que no tengo novia".