Andros Lozano Marcos Moreno

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Ana Tirado es menuda, delgada y morena pero con el pelo tintado de rubio. Le gusta pintarse los rabillos de los ojos con un grueso lápiz negro y tiene una pena que ya no es tanta. “Cuando me presenté en Zaragoza y no quiso saber nada de mí, dejé de llorar”, dice. Aquello fue hace cuatro años.

Pero ahora es el último miércoles del recién finalizado mes de mayo. Ana acaba de descender ocho escalones. Ha dejado arriba, a su espalda, la planta baja del antiguo hospital municipal de La Línea de la Concepción (Cádiz). Luego ha bajado al sótano del complejo hospitalario en el que un día, según su propia certeza, le robaron a su segunda hija. El lugar, sin corriente eléctrica, está completamente a oscuras.

Por momentos, el suelo está enfangado. Dos hijas y una nieta de Ana la acompañan. También un reportero y un fotógrafo de EL ESPAÑOL. Cuando alguien del grupo pisa sin querer una puerta tirada en el suelo, la madera cruje, se resquebraja y se convierte en polvo. Parece una imagen de película.

Ana Tirado es una de las alrededor de 600 víctimas que la asociación SOS Bebés Robados tiene contabilizadas en la provincia de Cádiz. Algo más de 400 han presentado denuncia. El resto no pudieron hacerlo por falta de documentación o porque las propias mujeres ya habían fallecido. La mayor parte de esos robos se habrían producido en hospitales de cuatro ciudades: Cádiz, Jerez de la Frontera, La Línea de la Concepción y Algeciras.

Ana tiene fundadas sospechas de haberse visto envuelta en esta trama de recién nacidos robados tras la Guerra Civil y que se extendió hasta finales del siglo pasado. Un complot en el que habrían estado implicados ginecólogos, matronas, monjas, enterradores y hasta funcionarios del registro civil para convertir en padres a matrimonios pudientes a costa de madres vulnerables.

Este periódico narra el sufrimiento de varias familias andaluzas que buscan conocer la verdad cuando sólo restan algo más de tres semanas para que se celebre en la Audiencia Provincial de Madrid el primer juicio en España por este asunto. El ginecólogo jubilado Eduardo Vela, de 85 años, se sentará el 26 de junio en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial madrileña por su presunta responsabilidad en la adopción ilegal en 1969 de Inés Madrigal, quien a día de hoy desconoce la identidad de sus padres biológicos.

Quería llamarla Ana María; la monja le puso María Jesús

Mientras recorre el sótano del antiguo hospital linense, Ana cuenta que le quitaron a su segunda hija. Quería llamarla Ana María. No llegó a verla con vida. Su marido, en cambio, sí. “Está muy bien. Es tan guapa como tú”, le dijo en aquel agosto de 1972.

Ana Tirado en el interior del sótano del antiguo hospital municipal de La Línea de la Concepción (Cádiz). A su espalda se ve lo que parece ser una antigua cuna.

Ana Tirado en el interior del sótano del antiguo hospital municipal de La Línea de la Concepción (Cádiz). A su espalda se ve lo que parece ser una antigua cuna. Marcos Moreno

Dos días después del parto, que transcurrió sin problemas pese a que fue a los ocho meses de gestación, una monja regordeta y chaparra le explicó a Ana que la niña había muerto. Ella, de motu proprio, le había puesto María Jesús. “Está en el cielo con Dios”, le contó a la joven que había dado a luz.

Por ese tiempo, Ana tenía 22 años. De aquello hace ahora 46. Con la ayuda del detective Rafael Carrasco, que rebuscó en el registro civil, en los archivos municipales de La Línea y en el padrón, Ana dio en 2014 con la que, supuestamente, es su hija. Supo que vivía en Zaragoza.

Ana la llamó, le dijo que quería conocerla y un día se fue a buscarla. Encontró a una mujer criada en una familia sin estrecheces económicas que no quería saber nada de la que probablemente sea su madre biológica cuando la llamó por teléfono diciéndole que estaba en la calle esperando a que saliera.

El detective Rafael Carrasco delante del portón de la consulta de uno de los ginecólogos de los que la Justicia sospechó de estar involucrado en la trama de bebés robados.

El detective Rafael Carrasco delante del portón de la consulta de uno de los ginecólogos de los que la Justicia sospechó de estar involucrado en la trama de bebés robados. Marcos Moreno

Ana trabaja como limpiadora en una perrera. Viene con ropa del trabajo. Pide disculpas, dice que huele “mal”. “Aunque peor huele aquí”, lanza al instante. Es cierto: este lugar lleva cerrado desde los años 60. Un olor dulzón se impregna hasta el entrecejo y parece empeñado en no irse jamás. Junto a este hospital, en un edificio contiguo, se construyó después otro, ‘La Residencia’, donde habría continuado esta trama de la comarca del Campo de Gibraltar.

Las plantas superiores de donde estamos se usan ahora para consultas externas y diálisis. Pero en este sótano, donde estaba la lavandería del antiguo hospital, se almacenaron durante años camillas de niños, cunas, bañeras de bebés y archivos de partos…

Al otro lado de una tapia que impide el paso se encontraba el mortuorio. Se cree que allí algunos médicos guardaban a varios bebés muertos para enseñárselos a los padres cuando les decían que su recién nacido había fallecido. En realidad, se piensa que durante un tiempo a todas las parejas les mostraban el mismo niño o niña envueltos en ropajes.

Ana, de 68 años, camina despacio y siempre cerca de una de sus hijas, que alumbra con la linterna de su teléfono móvil. “¡Se me está poniendo mal cuerpo”, dice cuando pasa al lado de lo que parece ser una antigua cuna de recién nacido. En la siguiente habitación hay camas pediátricas. En otra, una silla en cuyo respaldo tiene cosido un trozo de tela blanco con el distintivo escrito a mano 'Quirófano 1ª'.

“Este sitio me trae muy malos recuerdos”, cuenta Ana cuando mira a su alrededor. “Yo di a luz justo aquí al lado, en La Residencia. Es como si volviera a revivir aquellos días en que me dijeron que mi niña había muerto. Si lo hicieron conmigo, ¿qué no harían aquí más? Además, siempre he escuchado que aquí guardaban a esos bebés muertos que nos enseñaban”.

Silla de quirófano del antiguo hospital municipal de La Línea de la Concepción (Cádiz).

Silla de quirófano del antiguo hospital municipal de La Línea de la Concepción (Cádiz). Marcos Moreno

Ana cuenta que a su marido le mostraron un bebé sin vida en el hospital. Sólo se le veía el rostro. “No querían que lo tocase mucho para que no viera que estaba helado”, dice Ana. Ya en el cementerio, ni el padre de la niña que supuestamente había muerto ni tampoco su suegro vieron qué había dentro del ataúd blanco que enterraron.

Aquel féretro lo introdujeron en una sepultura común junto a otros bebés. Ana, hace unos años, pidió que se exhumara el cadáver de su hija. Le fue imposible porque sobre esa tierra del cementerio se había construido en altura para albergar los restos de otros fallecidos.

Este periodista se ha puesto en contacto con la que, según Ana y su detective, es la hija que le robaron. La mujer, de 46 años, dice que es falso y que ha aportado ante el juez una prueba genética pagada por ella misma que así lo demuestra. Sin embargo, los indicios apuntan a lo contrario: su madre -con la que se crió- aparece registrada en los archivos del antiguo hospital de La Línea como parturienta, a pesar de que vivía a 960 kilómetros de allí.

El documento que aparece aquí debajo lo demuestra. Sus iniciales eran V. O. G. Rondaba los 50 años y estaba casada con un policía nacional. Otro aspecto que todavía acrecienta más las sospechas es que, aparte del nombre, el resto de campos a rellenar aparecen vacíos, a diferencia de los partos de otras embarazadas.

En la parte superior aparece el nombre la madre de la mujer a la que dice haber traído al mundo Ana Tirado.

En la parte superior aparece el nombre la madre de la mujer a la que dice haber traído al mundo Ana Tirado.

En cambio, Ana no aparece en ningún registro de ingreso. A efectos del hospital, ella no dio a luz allí. Sin embargo, la defunción de su hija sí aparece en el registro civil. Ana sólo conserva un cartón con los datos de su bebé. Su niña nació con dos kilos y cincuenta gramos. De su vientre pasó a un incubadora. De allí, según sospecha su madre, alguien se la llevó con vida.

A Ana le dijeron que había muerto dos días después del parto, el 23 de agosto de 1972, por una insuficiencia respiratoria. He tenido cuatro hijos: tres mujeres y un hombre”, dice Ana. “Sólo me sedaron con la segunda, la que me robaron”.

Su ginecólogo, bajo sospecha

El ginecólogo Abelardo García Balaguer revisó a Ana durante todo el embarazo de su segunda hija. Durante el parto, en cambio, se ocupó su mano derecha, un médico del que Ana Tirado ya ha olvidado el nombre. “Yo estaba tranquila por eso. Balaguer me dijo que confiara en su compañero”.

García Balaguer fue investigado en 2011 junto a una veintena de personas más después de que la Fiscalía de Algeciras abriera diligencias. Juan Cisneros, fiscal jefe, recibió algo más de una treintena de casos con un patrón similar, todos ellos ocurridos en el hospital de La Línea. Decidió abrir una macrocausa. Por otro lado, le llegaron una quincena de denuncias de Algeciras, la ciudad vecina.

Uno de los investigados fue García Balaguer. También se sospechó de matronas, enterradores y otros ginecólogos. Se produjeron algunas exhumaciones, se realizaron pruebas de ADN y el caso quedó archivado porque la principal sospechosa, una matrona de La Línea, Leocadia Salas González, jubilada en 1997, padecía alzhéimer en grado avanzado.

García Balaguer fue uno de los fundadores del Partido Popular en Andalucía. En 2014, la juez argentina María Servini ordenó la detención de una veintena de acusados por su relación con los crímenes cometidos durante la dictadura de Franco.

El nombre de Abelardo García Balaguer aparecía junto al de varios ministros franquistas, entre ellos Rodolfo Martín Villa (ministro de Gobernación entre 1976 y 1979), jueces y policías como Antonio González Pacheco, conocido como ‘Billy el niño’.

La juez Servini incluyó al médico linense Abelardo García Balaguer tras escuchar el testimonio de Flor Díaz Carrasco, quien busca a su hermano desaparecido el 6 de noviembre de 1967 en el hospital municipal de La Línea, donde el sospechoso trabajaba como médico ginecólogo.

La juez argentina María Servini.

La juez argentina María Servini. EFE

En marzo de 2016, María Servini pidió a través de un exhorto que su petición fuera cursada a la Audiencia Nacional a fin de que las declaraciones indagatorias pudieran celebrarse entre el 4 y el 22 del mes siguiente. Sin embargo, siguen sin producirse las detenciones y los interrogatorios.

Los impedimentos que se ha encontrado la magistrada a lo largo de la causa que abrió en 2010 se han acentuado desde septiembre de 2016, cuando la Fiscalía General del Estado, a través de un documento interno, instruyó a sus fiscales para que los juzgados provinciales dejaran de colaborar con la querella argentina.

En julio de 2017, la propia magistrada explicaba en una entrevista en el diario Público.es que “ahora depende de la política española que se avance en la causa del franquismo”.

“Todo ha sido una venganza política”

Abelardo García Balaguer es un octogenario que sigue pasando consulta -previa petición llamando al teléfono de su casa-. Lo hace en su clínica de la calle Real de La Línea de la Concepción. Este pasado martes, sobre las 19.30 horas de la tarde, llega a su despacho acompañado de una mujer. No sabemos si es la hija que trabajaba en el registro civil de La Línea y que también fue investigada por la Fiscalía de Algeciras. El médico viste polo rojo y pantalón de tela gris.

Cuando en 2011 estalló el caso de los bebés robados en el Campo de Gibraltar, la prensa siguió sus pasos y la ciudadanía comenzó a desconfiar de él. Luego, con la orden de detención de la magistrada María Servini, volvió a estar bajo el foco de la sospecha. Sin embargo, él no no se esconde, aunque pasa la mayor parte del día en su chalet de Campamento, una pedanía de San Roque próxima a La Línea.

El ginecólogo Abelardo García Balaguer accede a su clínica en el centro de La Línea de la Concepción (Cádiz).

El ginecólogo Abelardo García Balaguer accede a su clínica en el centro de La Línea de la Concepción (Cádiz). Marcos Moreno

Antes de subir a su consulta, el doctor saluda al dueño de una tienda de ropa que hay justo al lado de su clínica. Cuando se le ve salir, este periodista se acerca a él y se presenta como tal. El doctor concede cinco minutos. Dice que tiene una cita con una señora.

- ¿Qué hay de cierto en las acusaciones que lo señalan como uno de los artífices de los robos de bebés que se produjeron en el hospital de La Línea? Usted conocía a muchas de las parturientas.

- Sí, es cierto. Pero yo no tuve nada que ver con ello. El caso quedó archivado. Estoy muy tranquilo.

- ¿No ayudó a ninguno de los robos en los partos que usted asistió?

- Para nada. Todo eso fue una venganza política porque yo fui uno de los fundadores del PP en Andalucía y tenía un cargo dentro del partido a nivel local (cuando el fiscal de Algeciras comenzó su investigación, él dimitió como presidente del comité local del PP linense).

- ¿Sigue pasando consulta?

- Sólo a las mujeres de otros médicos amigos míos o a quien llama a mi casa, que cada vez son menos.

- ¿No se arrepiente de nada?

- No, porque no hice nada de lo que arrepentirme en mi trabajo.

Exhumaciones en Cádiz: "Mi vida se rompió a los 17 años”

Desde octubre de 2017, dos arqueólogos y un grupo de voluntarios realizan los trabajos de exhumación de 42 tumbas que se encuentran en una sepultura común en el cementerio de San José en Cádiz. Los trabajos se realizan gracias a que el ayuntamiento de la ciudad ha asumido la gestión del antiguo camposanto, ya en desuso.

La Asociación SOS Bebés Robados de Cádiz asume los gastos de un año de trabajos gracias a una subvención de 50.000 euros de Cemabasa, la empresa pública que gestiona varios cementerios de la bahía de Cádiz.

Margarita Díaz es una de las mujeres que está ayudando en las labores de exhumación. La mujer, que trabaja como auxiliar de enfermería en el hospital de Cádiz, cree que en 1976 le robaron a su hijo tras dar a luz.

Trabajos de exhumación en el antiguo cementerio de Cádiz impulsados por SOS Bebés Robados.

Trabajos de exhumación en el antiguo cementerio de Cádiz impulsados por SOS Bebés Robados. Marcos Moreno

Margarita tenía 17 años. Su marido, 21. Él estaba haciendo la mili y por eso ella parió en el hospital militar de la capital gaditana. Su hijo nació de forma prematura. Tenía entre 32 y 34 semanas. Unos siete meses de gestación.

La mujer dio a luz sin contratiempos. Al bebé se lo llevaron a un hospital cercano para meterlo en la incubadora. Al día siguiente del parto, una monja se presentó en su habitación, le hizo muchas preguntas y la destapó varias veces. “¿No tienes calor?, me preguntaba. Quería verme cómo era. Yo, de joven, era muy guapa, delgada, con la piel blanca… Luego entendí que buscaban a mi bebé y por eso aquella monja miraba mi cuerpo”.

A las dos horas de aquella visita, los médicos del hospital en el que ella estaba ingresada comenzaron a decirle que la salud su hijo estaba empeorando. Esa misma tarde, le dijeron que había fallecido.

Ahora, Margarita espera conocer la verdad gracias a las exhumaciones que se están realizando en el cementerio de San José. La “zona caliente” en la que debería estar enterrado su hijo ya se ha abierto. Los arqueólogos han encontrado un ataúd vacío y, alrededor, restos óseos de tres bebés similares al tamaño de los que pudo tener su hijo.

Mi vida se rompió con 17 años. Luego he tenido cuatro hijos y soy abuela, pero nunca he dejado de pensar que el primero me lo robaron”, dice la mujer. Ahora Margarita deberá cotejar su ADN con el de los restos encontrados alrededor de aquel féretro.

Margarita Díaz señala la zona en la que debía estar enterrado su hijo.

Margarita Díaz señala la zona en la que debía estar enterrado su hijo. Marcos Moreno

La habitación 214

Ana Isabel Bedoya dio a luz el 3 de mayo de 1988. Tenía 21 años. Lo hizo a los seis meses y medio de embarazo. Desde marzo de ese año las idas y venidas al hospital fueron constantes por el riesgo de pérdida de su bebé. Desde el principio le dijeron que era un niño.

Uno de sus ingresos se produjo a finales de marzo. Cuando la volvieron a mandar a casa, una mujer con dos gemelas ingresó de parto en la habitación que ella abandonaba. Era la 214 de 'La Residencia'. La mujer perdió a las dos niñas.

Ana Isabel se puso de parto el 3 de mayo siguiente. También ingresó en el mismo hospital. Poco antes de dar a luz le hicieron una ecografía. Se llevó una sorpresa. Los médicos le dijeron que, en vez de tener un niño, llevaba dos niñas gemelas. "Yo me puse muy nerviosa. Pedí que trasladaran a la otra a un hospital de Málaga. No sé el porqué, pensé que querían que muriera".

A la niña viva la trasladaron hasta Málaga. "A la mañana siguiente, un médico del hospital de La Línea me lo reprochó y me dijo que no servía de nada”, cuenta Ana Isabel. "No sirve de nada. Tu hija morirá por problemas de corazón y de pulmón", recuerda que le dijo aquel galeno.

Esa niña hoy sigue viva y no ha tenido ningún problema de salud. Se llama Triana. Tiene 30 años. Piensa que a su madre le robaron a su otra hija, gemela suya. En 2010, Ana Isabel Bedoya denunció. Meses después, un juez autorizó la apertura del nicho en el que se suponía que estaba el feto de la otra niña. Sólo encontraron pelos, tierra y un catéter.

Para certificar la defunción de su hija, Anabel debía presentar un legajo de aborto en el juzgado. Años más tarde, cuando reclamó el parte de defunción de su niña, se dio cuenta de que lo había presentado en su nombre Fernando de Cózar, alguien a quien nadie de su familia conocía.

Ana Isabel Bedoya y su hija Triana pasan por delante del nicho en el que no encontraron los restos óseos de la niña que supuestamente murió.

Ana Isabel Bedoya y su hija Triana pasan por delante del nicho en el que no encontraron los restos óseos de la niña que supuestamente murió. Marcos Moreno

Hace unos años, Anabel volvió a cruzarse con la mujer que la relevó en la habitación 214 de La Residencia. La misma que perdió a sus dos gemelas. Aquella mujer le contó que su legajo de aborto también lo había presentado ese mismo hombre, Fernando de Cózar. "Yo quiero creer que mi hija murió. Pero los hechos te demuestran que no fue así. Yo no creo en las coincidencias. A mí me la robaron".