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Rafael Solaguren-Beascoa recuerda una dura campaña de Tráfico que escuchaba por la radio mientras conducía su coche: “¿Te has parado a pensar en que hoy puedes perder la vida?”. “Sí -respondía en alto este vecino de Fresno de Rodilla (Burgos)-. Y además sé dónde voy a morir”.
Hace un frío que pela en este municipio burgalés, en el que el censo no llega a 40 personas. Es martes y la mayoría de los vecinos se encuentran fuera por motivos laborales. Las calles están desiertas y bajo las botas cruje el hielo. Los campos de cultivo están cubiertos por una fina capa de nieve.
Las casas son recias, de piedra. Lo mismo que la iglesia de San Román, reconstruida en parte tras un incendio sufrido en 2012. Junto al templo, un camposanto. Allí están enterrados los restos de los vecinos de este pueblo diminuto; algunos de ellos son demasiado jóvenes como para haber muerto por causas naturales.
La respuesta a estos fallecimientos se encuentra en la carretera. A Fresno de Rodilla se le conoce como “el pueblo en el que todas las familias han perdido a alguien en accidentes de tráfico”.
La afirmación no es descabellada. La carretera N-1, a su paso por Burgos, es un punto negro para los conductores. En 70 kilómetros de asfalto y desde 1994 han perdido la vida 254 personas. Fresno de Rodilla es uno de los pueblos afectados.
Para llegar hasta Fresno de Rodilla desde Madrid hay que tomar la la A-1. Al alcanzar Burgos, la ruta conduce a través de la N-1. El tráfico de camiones es permanente: la vía une la capital con el norte de España y con el resto de Europa. En la mayor parte del tramo hay dos carriles, uno en cada sentido.
Rubena, Olmos de Atapuerca, Quintanapalla… la carretera vertebra una serie de municipios que viven una constante contradicción: sus vecinos utilizan esta vía a diario, la necesitan para ir a sus puestos de trabajo; pero a la vez saben su existencia queda expuesta a las vicisitudes del tráfico. Quien se fije a ambos lados de la carretera encontrará algunas cruces que recuerdan a los muertos.
Por fin, un cartel indica: “Fresno de Rodilla”. La salida al pueblo cuenta con un carril de incorporación facilita la maniobra. Pero no siempre ha sido así.
"¿Cuántos accidentes has visto?"
“Esto antes era una salida en cuesta y en ángulo recto con la carretera”, recuerda Rafael Solaguren-Beascoa, vecino de Fresno de Rodilla. Se presenta sencillamente como Rafa, tiene 45 años y entre él y su mujer Rosa regenta varias casas rurales en los pueblos próximos. Compagina su desempeño con la portavocía de la plataforma de vecinos afectados por la N-1. Conoce palmo por palmo los rincones de este tramo, recorrido miles de veces a bordo de su furgoneta gris.
Habla con hartazgo: su memoria está llena de anécdotas macabras, cada cual más trágica que la anterior. Hasta ahora no ha sabido explicarle a sus hijas, de 6 y 4 años, qué eran aquellas mortajas blancas que los equipos sanitarios evacuaron frente a su propio coche, cuando circulaban por la carretera.
Según su relato, este tramo de vía alberga una inseguridad que mantiene en vilo a la región: “No sé cuántas veces has visto tú un accidente de tráfico. Nosotros, demasiadas. Incluso accidentes en los que han tenido que sacar sin vida los cuerpos de las personas”.
¿Cuál podría ser la solución? Esta plataforma apuesta por la liberalización de la autopista de peaje AP-1. De ese modo se pondría remedio a la densidad de tráfico de camiones que recorre este tramo.
Sobre la mesa, unas cifras un tanto farragosas, pero imprescindibles para comprender la protesta de la plataforma de afectados: por la N-1, la carretera libre de pago, circulan cada día 10.000 vehículos; de ellos, la mitad son camiones. Mientras, en la AP-1 se registran 20.000 vehículos diarios; sólo 3.500 son camiones. No todos los accidentes de tráfico están relacionados con la circulación de los camiones, pero los vecinos consideran que representan el principal factor desencadenante.
Paulino, José Ignacio, Álvaro, Óscar
La situación afecta a decenas de municipios, pero en Fresno de Rodilla tienen grabados a fuego cuatro nombres: “Paulino, José Ignacio, Álvaro y Óscar”, repite de memoria Asun, 87 años. Son los nacidos en Fresno que han perdido la vida en la carretera. La mujer va vestida con delantal y tiene mirada clara profunda. Es una de los pocos personas que en la mañana de este martes permanecen en el pueblo.
-¡Uy! Aquí ha habido muchos problemas con el tema del tráfico. En Fresno han muerto cuatro personas. Paulino era juez de paz y se mató en el 95. Los otros tres eran chicos jóvenes. Uno de ellos era José Ignacio, que tuvo un accidente al salir del pueblo cuando se marchaba a Bilbao. A la madre de ese chico se le mató la otra hija en otro accidente en el País Vasco.
-Cuatro fallecidos en un pueblo que tiene 40 habitantes, un 10% de la población.
-Si supiera… Y los sustos que hemos tenido que no han terminado en muerte. Al Abelardo lo han pillado por lo menos dos veces. Y también al Agustín.
Fernando Núñez Ruiz comparte el pesar de Asun. Es el alcalde de Fresno de Rodilla. Las consecuencias de la N-1 para el pueblo, advierte, han sido “de lo más trágicas”: “En el cementerio están enterrados algunos vecinos que han perdido la vida en la carretera. Le preguntes a quien le preguntes, todos conocen historias de atropellos, accidentes…”.
Y añade con pesar un rosario de lamentos relacionados con la carretera: “Por no hablar del menoscabo económico que esto nos ha supuesto. Este es un municipio agrícola, y los tractores y camiones lo han tenido muy difícil para entrar y salir. Para un vehículo de gran tonelaje es complicado incorporarse, con toda su carga completa, a un carril en el que los coches circulan a 80 o 100 kilómetros por hora. Hemos sufrido un aislamiento importante”.
Una carretera libre de peaje
Las inmediaciones de la N-1 se han convertido en el escenario de una disputa vecinal que se resume bajo un eslogan: “La muerte, oscuro negocio”. Esa es la pancarta que encabeza las manifestaciones y concentraciones populares, exigiendo la liberalización de la AP-1. La plataforma de vecinos afectados estima que el 30% de lo ingresado por Itinere -la firma concesionaria encargada de la gestión de la autopista- revierte directamente en arcas del Estado.
“Ha faltado y falta voluntad política para solucionar este problema”, resume Rafa Solaguren-Beascoa. La AP-1 debería de haber sido una autopista sin peaje en 1994, pero en esa fecha se decidió ampliar el plazo hasta nuestros días. Ahora, los vecinos cuentan los días hasta el 30 de noviembre de 2018, cuando debería cumplirse esta decisión de forma definitiva.
La plataforma de la que Rafa es portavoz se constituyó hace 7 años. Un trágico accidente a unos pocos kilómetros de Fresno de Rodilla empujó a los vecinos a “llevar la voz cantante”: cuatro turistas portugueses -uno de ellos, menor de edad- murieron al colisionar frontalmente con un camión.
“A partir de ahí decidimos sacar el asunto de los ayuntamientos y ponerlo en los medios, que no se olvidara el asunto”, recuerda Rafa, elevando su voz por encima del trasiego de los camiones, vestido con un chaleco reflectante en la incorporación de Fresno de Rodilla a la N-1.
“Fue cuando se nos ocurrió lo de manifestarnos portando cruces en recuerdo de las personas fallecidas. Y también el hacer algo más o menos fijo cuando hubiera un accidente con víctimas mortales. Ahí surgieron nuestras ya habituales concentraciones cortando la carretera al domingo siguiente a producirse un siniestro con fallecidos”.
La indignación mueve las palabras del portavoz de los vecinos afectados, quien no entiende "que no se tomen medidas inmediatamente y que lleven siete años protestando por la situación": "Es de locos. Cada día que pasa es un riesgo. Siempre que me reúno con las autoridades y me prometen buenas acciones, les digo: 'Vosotros veréis lo que hacéis, pero esta misma tarde puede haber otro muerto en esta carretera'".