La segunda sesión del juicio contra la Manada en la Audiencia Provincial de Navarra sentó ante el tribunal a C., la chica que denunció su supuesta violación a manos de cinco sevillanos la madrugada del 7 de julio de 2016. La joven, que ahora tiene 20 años, compareció en la sala de vistas este pasado martes. Lo hizo durante tres horas y media. Con su testimonio volvió a subrayar que lo sucedido dentro del portal número 5 de la calle Paulino Caballero de Pamplona no fue sexo consentido y sí una agresión sexual.

Tras su comparecencia, las crónicas recogieron que la chica mantuvo en todo momento su versión inicial dada ante la Policía Local de Pamplona y meses después ante el juez instructor. Sin embargo, se puso el acento en que la joven cambió su versión en un aspecto, el de que los acusados no la metieron a la fuerza en el portal ya que iban cogidos de la mano y sólo la "acompañaron" sin taparle la boca ni hacerle daño. Para la defensa de los acusados esa participación activa justifica lo que, a la postre, vino después.

Los cinco sevillanos que se sientan en el banquillo acusados de violar a una joven en Pamplona.

Los cinco sevillanos que se sientan en el banquillo acusados de violar a una joven en Pamplona. Andros Lozano

Anteriormente, la chica, que cuando denunció tenía 18 años, había señalado que entre dos de los cinco sevillanos encausados la habían agarrado de las muñecas y la habían introducido a la fuerza en el número 5 de la calle Paulino Caballero. Una vez dentro, contó que le habían tapado la boca, algo que también negó este martes.

Las fuentes consultadas por este periódico aseguran que la chica en todo momento se mostró segura, tranquila y que mantuvo un relato “coherente”. En cambio, a la salida de la vista, y escudándose en el cambio de testimonio de la joven, el abogado de tres de los enjuiciados, Agustín Martínez, aseguró que, por ejemplo, no había sido “necesario” el visionado de los seis vídeos grabados con el teléfono móvil de uno de los acusados porque había quedado “suficientemente claro” que los miembros de la Manada iban a resultar inocentes. Sin decirlo, daba a entender que el cambio de versión de la denunciante beneficia a los cinco encarcelados de forma preventiva.

Pero el tribunal que juzga el caso ha de distinguir si los hechos constituyen una violación o, como sostienen los cinco sevillanos, se trató de sexo consentido. Y en ese punto la chica no varió ni un ápice su postura: “Nunca quise mantener sexo con ellos”, dijo. Por eso se hace necesario repasar algunas situaciones vividas por la víctima que de ningún modo convierten por sí solas la supuesta violación en un juego sexual consentido por todas las partes.

EN LA CALLE

La chica, tras conocer a los miembros de la Manada en torno a las 3 de la madrugada del 7 de julio de 2016 en la plaza del Castillo de Pamplona, quiso marcharse al coche en el que a esa hora ya descansaba un amigo, con el que había llegado el día anterior desde Madrid.

En su relato de este martes, C. dijo que los chicos que ahora se sientan en el banquillo insistieron en acompañarla hasta el vehículo y que, por el camino, ellos pararon en un hotel, pero que ella no tuvo conocimiento de que estaban preguntando por una habitación y que nunca le plantearon ni antes ni después mantener sexo en grupo.

EL BESO

La chica reconoció que en un momento del recorrido entre la plaza del Castillo y el portal de la calle Paulino Caballero -300 metros- ella se besó con uno de los cinco sevillanos.

José Ángel Prenda, uno de los encausados, horas antes de la supuesta violación.

José Ángel Prenda, uno de los encausados, horas antes de la supuesta violación. Andros Lozano

EL SILENCIO

La chica contó ante el tribunal que accedió al interior del portal de aquel edificio cogida de la mano de uno de los chicos, pero sin que nadie la forzara. También reconoció que no le taparon la boca ni gritó, pero dijo que sus acompañantes le pedían silencio con gestos como el dedo sobre la boca. Cuestionada hasta dos veces por uno de los magistrados que componen el tribunal si en algún momento dijo ‘no’, la joven respondió que “no” y que se quedó callada.

También señaló que subió de forma voluntaria unos peldaños previos al rellano en el que se produjeron los hechos. Fue en ese momento cuando, según su versión, entró en shock y se dejó llevar. “Sólo quería que terminara”, señaló durante su comparecencia.

Por ello, siguiendo su relato, en ningún momento dijo “no” y se mantuvo en una “actitud pasiva”, como señaló la Policía Local en su informe tras el visionado y análisis de los los seis vídeos encontrados en el teléfono móvil de un miembro de la Manada, en concreto el guardia civil Antonio Manuel Guerrero Escudero.

AUSENCIA DE VIOLENCIA

Tras denunciar, la chica no presentó ningún signo de haber sufrido violencia. Pese a haber sido obligada a practicarles felaciones a todos ellos y a que dos la penetrasen vaginal y analmente -mientras le agarraban del pelo y la guiaban- el informe forense concluyó que sólo presentaba un eritema (enrojecimiento de la piel) en la zona anal.

Sin embargo, el hecho de que entrara en shock, de que no opusiera resistencia y de que estuviera ebria pudo influir sustancialmente en que no presentase después ningún tipo de desgarro, como explicó el pasado viernes en el programa Equipo de Investigación (La Sexta) Margarita Sánchez, ginecóloga del hospital madrileño de La Paz. "El que no haya lesiones no quiere decir que no haya violación", señaló.

ROBO DEL MÓVIL

Hasta la fecha los chicos han mantenido que tras la presunta violación robaron el móvil de la chica porque querían revenderlo para sacar dinero y seguir con la fiesta de aquella noche. Ella, según la versión del martes, dijo que se percató de que le habían robado después de ser violada, vestirse y ver que no tenía su dispositivo. Aquí se plantea otra duda: si hubo consentimiento, como sostienen los encausados, ¿por qué el robo? Para muchos podría entenderse como una forma de impedir o retrasar que la chica pudiera denunciar los hechos.

Momento captado por las cámaras de vigilancia del Ayuntamiento de Pamplona. Se observa la llegada de varios agentes al lugar en el que estaba la chica junto a la pareja a la que le contó haber sido violada.

Momento captado por las cámaras de vigilancia del Ayuntamiento de Pamplona. Se observa la llegada de varios agentes al lugar en el que estaba la chica junto a la pareja a la que le contó haber sido violada. Andros Lozano

La chica contó este pasado martes que al salir del portal quiso ponerse en contacto con su amigo, pero que no pudo precisamente porque le habían robado. Luego, contó que anduvo sola por las calles de Pamplona hasta llegar a un banco de la avenida Roncesvalles. Allí, llorando desconsolada, la encontraron un hombre y una mujer.

En un primer momento les dijo que le habían sustraído el teléfono, pero a los pocos minutos les contó que había sido violada. Poco después relató lo mismo ante varios efectivos de la Policía Local. Precisamente, varios de esos agentes testificaron este miércoles y señalaron ante el juez que la actitud de la joven “no fue fingida”.

DETECTIVES

En la sesión del martes el tribunal que se encarga de juzgar el caso admitió un informe presentado por la defensa de uno de los sevillanos. En él se hace un relato de la vida de la joven durante los días posteriores a la violación gracias al seguimiento que le hicieron varios detectives privados a los que contrataron los padres de uno de los encausados.

En dicho informe, la chica se muestra activa en redes sociales, se explica que sale con amigas y que tiene una actitud contraria a la que, supuestamente, debería llevar una chica violada. En su comparecencia del martes, la joven dijo que si mantuvo una actitud de aparente normalidad fue para que nadie sospechara que ella era la chica de San Fermín.

LA FOTO CON PRENDA

Durante su comparecencia la chica también tuvo que explicar cómo se dio una de las fotos que aparecieron en los teléfonos de los sevillanos sentados en el banquillo. En concreto, el tribunal le cuestionó sobre una imagen en la que se le ve a ella de rodillas con la cabeza en el trasero desnudo de José Ángel Prenda, quien, situado de espaldas, mira a la pantalla mientras se señala sus partes íntimas.

La joven denunciante le contó al juez que Prenda y sus amigos la obligaron a ponerse en aquella posición, lo que conllevaría sometimiento. Por el contrario, para la defensa de los acusados se evidencia voluntariedad y participación en la chica.