La alimentación no tiene desperdicio
Una reflexión sobre la importancia de evitar el desperdicio alimentario, desde la responsabilidad individual y colectiva, en el Día Internacional de Cero Deshechos
Puede que muchos de los que ahora mismo estén leyendo estas líneas no lo sepan, pero no hace tanto tiempo que en toda casa gallega que tuviese animales para el autoconsumo había un caldeiro da lavadura. Se trataba de un recipiente -situado, normalmente, en la cocina- en el que se iban acumulando las mondas de las patatas, los carozos de las manzanas o cualquier otro resto de comida susceptible de acabar en la basura con el fin de almacenarla y reutilizarla como alimento para la cría del cerdo.
Era una más de las acciones del "plan estratégico" que seguía toda casa para cumplir una misión clara: aprovechar todos los recursos y no desperdiciar absolutamente nada. De este plan también participan las recetas de aprovechamiento como las croquetas, las torrijas o la ropa vieja (compuesta de restos de cocido del día anterior) que hacían que los alimentos rindiesen más y contribuyesen al ahorro familiar bajo el mantra "la comida no se tira", tan repetido por nuestras abuelas. Y las abuelas, como todo el mundo sabe, siempre tienen razón.
En un mundo en el que se estima que un tercio de todos los alimentos que se producen actualmente se desperdician, según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), volver a esa conciencia de aprovechamiento no parece una mala idea. Este es precisamente el objetivo de la alimentación circular, que busca optimizar los recursos y cuidar del entorno a través de las famosas tres erres: reducir, reutilizar y reciclar. Y es que este es el gran desafío del sector alimentario en este momento en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la agenda 2030(ODS): promover un consumo responsable que aspire a que ningún alimento apto para el consumo acabe en la basura.
La batalla contra el desperdicio cero debe librarse cada día, siendo una responsabilidad de todos. Con todo, parece evidente que en la transición hacia una alimentación circular y sostenible, las empresas del sector de la industria alimentaria desempeñan un papel fundamental para contribuir al cuidado del entorno desde su propia actividad, es decir, desde una perspectiva de la buena gestión de las toneladas de alimentos que pasan por sus manos cada año y el fomento de un consumo responsable entre sus clientes.
Objetivo: desperdicio cero
Conscientes de esta responsabilidad, en Vegalsa-Eroski nos fijamos hace ya 17 años una meta clara: garantizar que no se realiza ningún desperdicio evitable de comida en toda nuestra cadena de suministro.
Fue entonces cuando pusimos en marcha el programa "Desarrollo Sostenible, Desperdicio Cero" mediante el cual continuamos damos salida a todo el género de nuestras tiendas a través de diferentes acciones. Mucho antes de que los alimentos lleguen a los lineales de nuestros establecimientos, aplicamos políticas contra el desperdicio en los procesos de compra, atendiendo con especial cuidado la demanda y gestión del aprovisionamiento a través de adecuados sistemas de conservación y manipulación de alimentos en nuestras Plataformas Generales de Mercancías.
Tras esta fase y con los alimentos ya en nuestra red de tiendas, se emplean mecanismos de apoyo para evitar el desperdicio de los productos, como son la activación de ofertas de consumo rápido para una venta anticipada de frescos o la colaboración con aplicaciones como To Good To Go, mediante la cual ponemos a disposición de nuestros clientes packs de alimentos variados con una fecha de caducidad próxima pero absolutamente aptos para su consumo a un precio máximo de 3,90 euros.
Otro de los mecanismos que activamos para evitar que ningún alimento acabe en la basura es realizar donaciones de productos a la red de entidades sociales con las que colaboramos habitualmente en aquellos territorios en los que tenemos presencia y que hacen llegar estos alimentos a las personas que más lo necesitan. En cuanto a los demás subproductos y residuos alimentarios, estos también se aprovechan para alimentación animal. Por ejemplo, el pan y los yogures se tratan para la obtención de harinas, la fruta y la verdura se destinan a alimentación animal, y la carne y el pescado a la obtención de grasas. Todo ello ha permitido que en 2023 hayamos evitado el desperdicio de más de 8.000 toneladas de alimentos.