Alberto Blanco, exalcalde de Muxía: "No sabíamos cómo lidiar con aquella catástrofe"
El ex alcalde de Muxía, Alberto Blanco, recuerda la "angustia" e incertidumbre" de la catástrofe medioambiental que provocó el hundimiento del Prestige
12 noviembre, 2022 06:00Hace 20 años la Costa da Morte fue considerada el punto cero de la catástrofe medioambiental más seria que ha sufrido el país. Autoridades, medios, marineros y voluntarios llenaron los ayuntamientos y parroquias a lo largo de una costa que en noviembre de 2002 tiñó sus playas de negro.
Muxía se convirtió en el epicentro del desastre, y muchos todavía tiene grabado en la retina las imágenes de aquel buque a meras millas de su hogar apunto de hundirse. Entre los espectadores estaba el alcalde de municipio entonces, Alberto Blanco. 20 años después recuerda perfectamente cómo se vivieron esos instantes. "Fueron momentos difíciles. No sabíamos cómo acometer la limpieza ni cómo lidiar con aquella catástrofe. Había una sensación de rabia e impotencia de no saber", recuerda Blanco.
El ex regidor relata cómo recibió aquel 13 de noviembre una llamada a una "hora intempestiva". "Ya sabías que no era para nada una buena noticia", señala. Blanco se levantó y vio al barco apenas una milla de la costa, desde donde podía ver cómo intentaban agarrar al barco para remolcarlo. "Veíamos desde la costa cómo las olas rebosaban la cubierta del barco, que ya tenía una escora bastante pronunciada". Rodeado de sus vecinos y compañeros de corporación el entonces alcalde estaba especialmente atento, y tanto él como sus acompañantes no pensaban en nada más que en el deseo de que se retirase el barco de su costa.
"Cuando lo remolcaron y lo fueron llevando mar adentro, allí uno siente alivio, todos los que estábamos allí", narra Blanco. El antiguo dirigente hace referencia a todas las "polémicas" que se desataron con esta decisión, con acusaciones de que las administraciones estaban "paseando el barco" por la costa, lo que contribuyó a esparcir el conocido chapapote por no solo la costa gallega, sino incluso la portuguesa.
"Sin protocolo y sin nada, la mejor noticia es saber que se aleja", defiende Blanco. "Es lo que queremos todos los humanos cuando vemos que hay peligro, o alejarnos nosotros de él o hacer que él se aleje de nosotros".
Con un temporal que parecía interminable, el barco fue cediendo a la presión del mar, y sin posibilidad de atracar en ningún puerto, el casco terminó partiendo en dos hasta que, finalmente el día el Prestige se hundió en las costas gallegas. Inmediatamente el fuel que transportaba comenzó a esparcirse y en cuestión de horas llegó a las primeras playas de Muxía.
"Al día siguiente ya apareció la marea negra en las costas. Yo me acerqué y toda la zona rocosa estaba anegada de chapapote. En el Coído, lo que se llamó la zona cero, el oleaje llevaba el fuel que salpicó hasta las viviendas", relata Blanco.
Poco a poco, el contaminante se fue acercando a otras playas y parroquias. En Carnota, los marineros de Lira todavía recuerdan la impresión que dejó aquel chapapote. Andrés Domínguez tenía 32 años cuando llegó hasta el pueblo, y tenía una docena de años en el mar a sus espaldas. Hoy, 20 años después, continúa trabajando y es el vice patrón de la cofradía de Pescadores de Lira.
"Aqueles días foron moi malos porque non sabías o que te enfrentabas, o que ía pasar co noso medio de vida", recuerda Domínguez. El carnotano describa esa incógnita e incertidumbre que apresaba el cuerdo nada más acercarte a las playas, a marineros y mariscadores llorando mientras veían aquella mancha negra atacar su futuro.
Una marea blanca de voluntarios
A Andrés Domínguez se le quedó grabado en la memoria el papel de los voluntarios en aquellos meses tras la catástrofe. "Estiven con eles cinco ou seis meses. Baixábamos ás praias a limpar e logo levantábamos as pedras e víamos todo morto. Aquel olor, a xente que non estaba acostumada mareábase. Aínda recordo de cara a Semana Santa cando seguíamos limpando que comezaba a facer moito calor e aquel cheiro levantaba e era horrible".
Cientos de personas en lo que se denominó una marea blanca aterrizaron en Galicia con el único propósito de ayudar. El ex regidor Alberto Blanco recuerda a los primeros voluntarios que se acercaron hasta la zona para ayudar, unos peregrinos. "El gran grupo que llegó llamaron desde Alcalá de Henares. Llamaron al Ayuntamiento diciendo que querían venir a ayudar y que en otros municipios no les recibían. Fueron los primeros en llegar, un grupo de 150″.
Blanco se emociona al recordar la cantidad de gente joven que llegó hasta su pueblo a ayudar. "Todo el mundo pensaba que los jóvenes no se implicaban, que pasaban de todo. Pero yo estoy muy orgulloso de ellos, cuando se necesitaban ahí estaban".
"Iso non penso que poida volver a pasar na vida", sentencia Domínguez. "Xente que viña dende Jeréz, dende Sevilla a estas aldeas, que non tíñamos nin auga quente para deixarlles duchar, non estábamos equipados. Pero eles chegaban saían co temporal que hai aquí na Costa da Morte, chegaban empapados das limpezas. Tiveron un valor impresionante, acabábamos colléndoles cariño e chorábamos cando marchaban".
La gestión de la catástrofe
Mucho se dijo entonces y después de la catástrofe sobre la gestión de los diferentes gobiernos del PP. Los compañeros de filas de Blanco controlaban la Xunta, en manos de Manuel Fraga, y el Gobierno de España, en manos de José María Aznar. El ministro del Interior, Álvarez-Cascos, memorablemente había sugerido bombardear el barco y Mariano Rajoy, el portavoz del Gobierno entonces, describió al chapapote como unos "hilillos de plastilina".
Blanco rechaza todas estas nociones de culpabilidad al PP y sentencia que: "El gobierno del PP se comportó". "A los afectados fue a los primeros que atendió. Ayudas a los marineros cobradas en esos primeros días que no se había visto antes hacerlo tan rápido. La Xunta que en todo momento estuvo en contacto, volcándose en el proceso y poniendo todos los medios disponibles en la zona afectada", defiende el antiguo alcalde.
Sin embargo, el vice patrón de Lira no lo recuerda así exactamente. "Foi a hostia. Había concellos que non acollían os voluntarios, que o mellor viñan de Barcelona e lles mandaban para outro sitio. Foi una mala xestión todo, como o de levar o barco mar adentro, que para facelo así non fai falta nin estudar nin ser político".
Tras la tragedia, la limpieza y los años, algunas impresiones importantes permanecen. Tanto para el alcalde como para el marinero es la sensación de angustia y las personas de todos los rincones del mundo que se acercaron hasta la costa gallega. Eso, y la esperanza de que nunca nada parecido vuelva a ocurrir en Galicia.