El padre de Antonio Orozco murió a los cuarenta años al caerse de un andamio. Él sólo tenía 19. El hombre que hoy llena el Wizink con sus poemas hechos coplillas y triunfa en televisión -en programas como La Voz- creció en la casa de servicio de una familia adinerada y ahí mamó humildad y valores. Luego estudió Informática. Todo lo que tiene se lo ganó de a poquito, aunque a veces la vida no se lo haya puesto fácil: perdió a la madre de su hijo Jan a causa de un cáncer y tuvo que criarlo prácticamente solo. Perdió a dos grandes amigos. Pero le burló al mundo, a veces cruento, una filosofía radicalmente hermosa acerca de la memoria, el amor y la muerte, y el artista que hoy se abre en esta entrevista se desenvuelve luminoso, generoso y cálido, como un sabio que amasa verdades reveladas.
Tiene un barquito de seis metros con el que navega y se siente libre, como en aquella canción de Perales. Tiene talento y aplomo. Tiene un disco impoluto, Aviónica, con el que revienta los datos. Tiene la voz rasgada porque canta con sentimiento ancestral y rajado a fatiguitas, heredero del flamenco. Tiene amigos en todas partes porque es lo que genera -su presencia conmovedora equivale a un abrazo largo- y un puñado de ideas budistas para recobrar la fe cuando resbala. Fuera de esta habitación de hotel llueve como en el fin del mundo. Pero Orozco regala paraísos, nunca apocalipsis.
P.- Te criaste en una gran mansión… pero en la casita de servicio.
R.- Qué fuerte. ¿Cómo sabes eso?
P.- Te he investigado, Antonio (risas). ¿Cómo ve el hombre exitoso de hoy a aquel niño?
R.- Uf, mira. Mis padres son trabajadores, clase obrera, emigrante. Llegaron a Barcelona con una mano delante y otra detrás y estuve gran parte de mi vida viviendo en esa casita, porque nosotros éramos el servicio de una gran mansión, de una gran familia. Te lo digo orgullosamente, porque esas personas para las que trabajamos eran y son entrañables. Nos enseñaron muchas cosas y nos ayudaron mucho. Todo va así en la vida. Yo trabajo como a discreción, ¿sabes? Porque es la educación que recibí de mis padres.
P.- La cultura del sacrificio.
R.- Es así (traga saliva, emocionado, con la voz quebradilla). Mi padre murió cuando yo tenía 19 años y mi hermano tenía 10 meses. Yo estaba empezando a estudiar, todo era muy difícil cuando él desapareció. La figura más bestia que yo tengo en mi cabeza y mi total inspiración es mi madre. Tiene 74 años y lleva 60 años trabajando en la misma casa. Obviamente ya no trabaja, pero se sigue levantando a las 7 de la mañana, sigue yendo a la casa donde trabajó toda la vida, sigue atendiendo a la misma señora. De su trabajo ha hecho su vida. Y la señora, que se llama Anelén, es su mejor amiga. Yo he convivido con el “no”, porque mi vida siempre ha sido un “no” para todo, pero el camino ha merecido la pena y no cambiaría nada.
P.- Tu padre te compró tu primera guitarra. 93.000 pesetas. La pagaste con meses de curro en la obra.
R.- Sí. Y ahora veo que el mayor regalo que me puedo hacer a mí mismo es tener la potra de tener unos días seguidos libres y llevarme a mi madre de viaje. Mamá, nos vamos a Cuba.
P.- Ella orgullosísima de su niño.
R.- Ya ves, ella bailando bachata todo el día (sonríe). Me gusta poder compartir lo que tengo, que es lo que necesito, con las personas que siempre han estado a mi lado, como mi hermano Jesús, que es el mediano. Él siempre creyó que sí. Que iba a pasar. ¡Y yo era informático!
P.- ¡Un informático poeta!
R.- ¿Tú crees?
P.- Sí creo.
R.- Yo creo que la programación tiene cierta parte de filosofía y poesía. Alguien que lo lea pensará que estoy majara, pero tú estás programando y se trata de encontrar un error dentro de una gran secuencia de órdenes escritas, y tienes que tener una concentración y una forma de quererte bien a ti mismo, porque sólo así encuentras la paz y puedes estar en según qué tipo de mundos. Yo lo que ganaba de informático me lo gastaba todo en los conciertos y en la banda.
P.- Trabajar para seguir trabajando.
R.- Sí. Desde que empecé a intentar tener una compañía de discos hasta que lo conseguí pasó tanto tiempo…
P.- ¿Cómo te influyó la falta de tu padre y cómo ha sido ser padre para ti?
R.- Cuando mi padre muere, yo no sabía a dónde iba, pero él me corregía siempre el rumbo. Yo estaba en ciernes, no me dedicaba a la música profesional. Ahora veo que una cosa es donde yo creía que iba y otra cosa es a donde fui. Esto se dice en el mar: una cosa es el rumbo de aguja y otra, el rumbo verdadero. Me di bastantes cabezazos por el camino: he perdido varias veces el dinero que tenía, otras veces me he arruinado, ¡unas pocas…!
"Le doy las gracias a todos los hijos de puta que pusieron un palo en mi rueda porque me han hecho mucho más fuerte"
P.- No me digas eso.
R.- Sí, alguno que era mi amigo me quitó hasta el alma. Y te lo cuento con la cabeza bien alta porque lo que no te mata, te hace más fuerte. Le doy las gracias a todos los hijos de puta que pusieron un palo en mi rueda porque me han hecho mucho más fuerte y eso no me ha convertido en flor de un solo día. Me he buscado la vida todo el rato. A mis hijos les explico que la única vía es la humildad. Lo demás son destellos. Cuando uno es humilde, aprende, escucha, pregunta y da. Luego todo se te devuelve y hace que tu vida sea más fácil, más sencilla, honesta y gratificante.
Mi hijo es humilde, muy bajo perfil. No me lo imagino en una primera línea de escenario. Lo veo haciendo música, quizá, no lo sé porque es muy joven. Es muy introvertido, pero cuando toca, alucinas. La educación que le he dado va de eso, va sobre dos pilares: ser humilde y poder elegir.
P.- Ahora eres padre de una niña muy pequeñita. ¿Te preocupa el mundo aún machista que se va a encontrar cuando crezca?
R.- Me dijo un médico una frase muy chula, y es que los hijos sobreviven a pesar de los padres. No entiendo ninguna diferencia entre mi hijo y mi hija. Con él tengo una ligazón muy fuerte porque ya es más mayor y desde los tres años, más o menos, hemos sido una sola cosa. Antonella es mamá-dependiente. Y eso me lleva a hacer una reflexión: no he visto una cosa más complicada y más dura que una madre que trabaja y que cría a un bebé, como es el caso.
Yo veo los esfuerzos que se hacen, las noches sin dormir, dar el pecho… una cantidad de cosas que se van sumando… si yo ya admiraba al género femenino, esta perspectiva me parece lo más heavy, lo más grande. Hay que ser muy fuerte y muy poderosa para enfrentar una situación como esa, no todo el mundo está preparado para ser mamá: el curro, el alquiler, los pañales… que dices “¿la paternidad, la maternidad es para millonarios o qué pasa?”. Dicen que la natalidad está bajando. No me extraña.
P.- ¿Cómo ha cambiado tu idea del amor desde que tenías 18 años hasta ahora?
R.- Cuando tenía 18 años, el amor formaba parte del decorado, y ahora que tengo 50, el amor es el centro de todas las cosas. Antes no veía lo realmente importante, pero la experiencia es un grado. Desde el amor se puede hacer de todo, de todo, se pueden hasta salvar vidas.
P.- ¿Tú has sido muy enamoradizo? ¿Te han roto mucho el corazón, lo has roto tú?
R.- Más que enamoradizo… normal, normal. No he sido un rompecorazones en la vida, y si alguno he roto, que puede ser que sí, siempre ha sido desde la ignorancia. Con esto no estoy pidiendo perdón, estoy pidiendo disculpas (sonríe). En algún caso me han arreado a mí fuerte, pero nunca he pensado que alguien quisiese hacerme daño por el hecho de hacerme daño. Siempre he pensado que la vida es así.
P.- ¿Qué hay del sexo?
R.- Supongo que la única forma de sentirte en paz es teniendo un equilibrio sexual, si no se te ha roto la espalda. Lo del sexo está muy bien, pero hay muchas formas de practicarlo. Habrá mucha gente que no tenga tiempo, o que no esté en su casa…
P.- ¿Sabes que dicen que cada vez tenemos menos sexo? Que mi generación tiene menos que la de mis padres, y así.
R.- No me extraña, hay demasiada información… y todo el día con el móvil. Ahora se llevan las ‘foto-pollas’, cosas de esas (ríe). Se va desvirtuando todo un poco. Lo que quiero decir es que el sexo es una gran herramienta para equilibrarnos y que no siempre hace falta estar con alguien. Hay que ejercitarlo uno mismo, porque con el trabajo o el estrés nos venimos abajo y eso hay que retroalimentarlo para tener un equilibrio. Basta con tener cuidado de ti mismo.
P.- El sexo como autoexploración o autoconocimiento.
R.- Sí, el sexo hay que plantearlo también con uno mismo, porque si no, el que no tenga suerte…qué. O el que tenga mucho curro… termina majara, pegándose cabezazos contra la pared. Hoy tenemos todo tipo de herramientas y de cosas.
P.- He leído que has pasado una época muy dura, con muchas pérdidas.
R.- Te digo una cosa… una vez lo hablé en una entrevista y pusieron ese titular y ya desde entonces parece que se convierte en algo que me preguntan siempre…
P.- Lo siento. Igual estás cansado de hablarlo.
R.- No, no, tranquila. A ver, creo que lo dije en un programa de televisión, y no tengo ningún problema en contarlo, porque me pasó algo que le pasa a mucha gente. Pero me genera tensión que el tiempo vaya pasando y que mi hijo se haga mayor y ‘googlee’… y lea cosas. Y vea fotos. Y vea cosas que dices “uf”… pienso: ¿dónde está el equilibrio entre la conciencia y el corazón? Falleció su madre, y… (chasquea). Pienso en él. Es todo muy duro. Cuando pienso en aquello, pienso que lo pasé mal, pero pienso más en él, porque mi hijo tenía 7 años. No tuve demasiado tiempo para pensar en lo mal que estaba yo.
Lo primero que hice, cuando ocurrió, fue marcharme. Estuve 15 días fuera, pasó la tempestad, volví e intenté volver a una cierta normalidad. Y trato de darle a mi hijo todo lo que su madre le hubiese dado. Y nunca hablo de la madre de Jan en pasado. Lo que no olvidas no desaparece. Está presente siempre en su educación, en su alimentación, en su día a día. Le digo: “¿Tú crees que a tu madre le gustaría que fueses vestido así? Piénsalo”. Ella siempre está y forma parte de su educación en el día a día. No es una obligación, es amor. A la gente no le gusta hablar de la muerte, es un aspecto desagradable de la vida, pero… en realidad, es la vida la que forma parte de la muerte, y no al revés. No la muerte de la vida.
"Nunca hablo de la madre de Jan en pasado. Lo que no olvidas, no desaparece"
P.- Dicen que el ser humano es el único animal con plena consciencia de que se va a morir.
R.- Bueno, eso es lo que nos han dicho (sonríe).
P.- Sí, pero esa idea persistente impacta. Impacta en la vida.
R.- Totalmente, pero, por ejemplo, los budistas no viven con esa conciencia. No es que yo tampoco sea budista, pero te aconsejo, si alguna vez la fe te resbala un poco, que te acerques ahí. A mí me reconcilió con la vida y lo tengo que decir, a pesar de que mucha gente pueda pensar que estoy mal de la cabeza. Yo había perdido la fe, porque murieron tres personas importantes en mi vida con un mes de diferencia. Un accidente, un accidente y una enfermedad. Y me reconforté y me reconcilié con la vida a través de muchas frases escritas por budistas.
Viajé, estuve en Asia, y me dedicaba a leer y a escuchar a los sabios de la vida en sí, como ciencia. Recibí muchos mensajes cuando me pasó todo aquello, pero recuerdo uno, de un gran tío, de un gran amigo mío… que es Jesús Calleja, que me escribió: “Como dicen mis amigos los budistas, dentro de poco todos nos reencontraremos”. Puede parecer una tontería, pero en ese momento cogí el primer libro y vi cómo se trataba la muerte.
P.- Te dio paz.
R.- Esa es la palabra, “paz”. Fue muy bonito vivirlo así. Nunca he vivido con una pérdida, los tengo en el mismo sitio de siempre y me baso mucho en “¿cómo lo harían ellos?”. Como ellos lo harían, lo hago yo.
P.- Oye, ¿de dónde es Orozco? Orígenes en Triana, luego Hospitalet… ¿los artistas tenéis patria?
R.- Yo soy un español que vive en Barcelona. Vivo en un pueblecito pequeño que se llama Sitges y está en la playa. Siempre soñé en mi vida (y esto no es una cosa de millonarios ni de excéntricos) con tener un barco pequeño de vela. Y hoy regateo por el mundo y es mi pasión. Estoy enamorado de mi barquito, que es mi casa. Era imposible que yo, viniendo de donde vengo, tuviese un barco (risas).
P.- Qué forma tan hermosa de libertad. ¡Perales!
R.- Lo es. Y oye, quiero decirte que mi barco, con el que yo he pasado siete años de mi vida, me costó 11.500 euros. Es una tercera parte de lo que vale un coche. Y he recorrido toda Europa y prácticamente he llegado a Oriente Medio. Y lo he hecho con un barco de 6 metros. La gente pensará “un barco, qué cosa más cara”, y no: el párking de un coche vale más caro que el amarre de un barco. Pero sí, lo que te decía: soy un español que vive en Cataluña, tengo el alma catalana a mil, hablo catalán cuando puedo, tiene que ser con alguien que tenga paciencia, porque hablo muy despacio, y para mí Barcelona es el centro del mundo, no por nada, sino porque yo nací allí.
"Era imposible que yo, viniendo de donde vengo, tuviese un barquito, que es mi casa"
P.- Es tu casa sentimental.
R.- Sí. Y, ¿qué pasa con la política? No sé qué pasa, pero espero que pase algo pronto. Como no espabilemos, en un futuro muy, muy cercano, nos vamos a tener que enfrentar a una realidad complicada en Cataluña. Y ya está la cosa regular, pero creo que se va a poner peor.
P.- ¿Cómo vives desde allí las tensiones?
R.- Eso quiero decir… me gustaría que pasara algo, que seamos una sola cosa. Entiendo que tiene que haber opiniones políticas y que todo es respetable. Se puede hablar desde otro prisma y no hace falta estar en una tensión continuada. Se están generando problemas socioeconómicos que son terribles, ¡pero terribles!, para Cataluña. Cataluña padece un impacto socioeconómico brutal. En un corto espacio de tiempo lo vamos a sufrir mucho los que estamos allí.
P.- ¿Te gustaría que hubiera un referéndum?
R.- A mí me parece que la gente tiene que tener derecho a expresarse: la democracia dice eso. ¿Estoy de acuerdo con el referéndum? Sí. Por supuesto.
P.- ¿A quién te gustaría hacer ministro de Cultura?
R.- ¡Me encanta tu pregunta! ¿Tiene que ser un músico?
P.- No tiene por qué. Tampoco político necesariamente. Quien tú quieras. Alguien en quien tú confiases.
R.- A los artistas españoles nos haría mucho bien, para que la cultura floreciese y se viniese arriba, y todo el mundo pudiese vivir dignamente… que Florentino Pérez fuese nuestro ministro de Cultura.
P.- ¡Guau! No la vi venir, Antonio.
R.- (Ríe). Así te lo digo. Si Florentino Pérez estuviese al frente de los intereses de los músicos de este país, créeme que nos iría mucho mejor. Ahora vivimos sumergidos en un sitio donde la luz prácticamente no entra. Y te hablo yo, que a mí las cosas me van bastante bien, pero necesitamos una representación de ese nivel. Un hombre que controla y que contempla la industria cultural como lo que es, una industria. No hace falta estudiar 12 años de violonchelo para ser presidente de la SGAE, por decirte algo. Puede venir un megaempresario y convertir esto en lo que es, una industria, porque a veces se nos trata como a un colectivo.
P.- Siempre con la mirada esta de reprobación de “ya están los chavales jugando”.
R.- ¡Exacto! Por favor. Si nos cobran como industria y si pagamos más impuestos que nadie, que nos lidere Florentino, que maneja el sistema.
P.- Se lo proponemos a Florentino.
R.- Vamos allá.