6 marzo, 2022 02:35

Noticias relacionadas

El Chojin (Torrejón de Ardoz, Madrid, 1977) lo ha sido todo en esa parcela ya nada diminuta que es el rap en España. Para aquel que no le conozca, unos esbozos: tiene 44 años, 13 discos en su haber y se convirtió en una de las principales figuras del género en la primera década de los 2000, abriendo el camino a todos aquellos que ahora reniegan del padre. 

Desde su atalaya, no sólo ha llenado conciertos y patrocinado la banda sonora de media generación de chavales echados a la calle, sino que tiene un récord Guinness por ser la persona que más sílabas pronuncia en un minuto, llevó el rap al telediario de La2 durante su espacio semanal en el que cantaba sobre los acontecimientos del momento y estuvo en RTVE siete años presentando el primer espacio televisivo en España exclusivamente dedicado al hip hop. Bueno, eso, que lo ha sido todo. 

Lo curioso de ello es que en el plano personal, Domingo Edjang (que es el nombre real que se esconde tras el alias) también se dibuja como una de esas personas cuyas horas tienen más minutos que los demás. Es ingeniero aeronáutico, escribe novelas de ficción, estudió Física por curiosidad -sí, hay gente así-, sabe pilotar aviones y, además, es un ser encantador, que es lo más importante de todo lo anterior (aunque a veces parece que ocultara un gran secreto oscuro).  

Una de esas facetas que hasta ahora era prácticamente desconocida es que también es un experto en artes marciales; cinturón negro y profesor. Cabría pensar que, ya que en 2019 dijo que no iba a sacar más discos, la música ya no le ha dado para más y ha cambiado el escenario por el kimono, igual que muchos ídolos de la misma generación a la que representa han tenido que volver a trabajar de otra cosa. Pero no, es él de nuevo exprimiendo el tiempo: en breve tiene una gira por Latinoamérica de 20 días y 18 conciertos. 

En estos días en los que el rap está de moda, en los que ya suena como una música más en las discotecas, en los que la Superbowl aloja un espectáculo exclusivamente rapero en su intermedio y hasta en los que Jordi Évole inicia su programa entrevistando a Morad, El Chojin abre las puertas de su tatami a EL ESPAÑOL | Porfolio y se deja retratar practicando jiu-jitsu brasileño en esa faceta a la que muchos de sus seguidores ni se habían asomado. 

Pregunta.- Ahora, tanto tiempo después, resulta que nos enteramos de que te definen más las artes marciales que el rap...

Respuesta.- Mira, te cuento una anécdota. Hace tres años fui a ver una competición de judo con el que es mi maestro desde que empecé con tres años. Estábamos sentados y se acercó uno de los árbitros a pedirme una foto... Lo típico. El tipo dijo: "Joe, no sabía que también eras judoka", y mi maestro le contestó que no, que también soy rapero. Fue una chorrada, pero esa frase me ayudó a colocar bien las cosas como son. Mi primer cinturón negro fue en octubre de 1994. Llevo más tiempo siendo cinturón negro que sin serlo.

P.- Los que nacimos en ese año ya no somos tan jóvenes, además.

R.- Pues para que veas. Las artes marciales son muy importantes en mi vida y he crecido con ellas, con esos valores que trascienden a lo que aprendía en el colegio: el respeto a los mayores, a los pequeños, a hacer equipo... Son un montón de valores que se te van quedando dentro y no puedes separarlos. El rap también forma una parte importante de mi vida, ¿eh?, todo cuadra. Trabajo del rap y el 100% de mis conversaciones giran en torno a el rap. Pero grabar, escribir, las entrevistas, etcétera, hizo que se me olvidara lo otro, que estaba antes.

El Chojin, momentos antes de empezar la clase de artes marciales en un gimnasio de Torrejón de Ardoz.

El Chojin, momentos antes de empezar la clase de artes marciales en un gimnasio de Torrejón de Ardoz. Jorge Barreno

P.- En 2019 dijiste que sacabas tu último disco. ¿Dejaste la música para centrarte más en dar clases o cómo ha sido?

R.- Tengo pensado abrir un centro de artes marciales en el futuro, pero no tiene nada que ver. Siempre han convivido las dos cosas, empecé a dar clases a los 18 ó 19 años de forma intermitente. Siempre las he recibido, eso sí. Pero lo primero es el trabajo. Ahora en abril me tengo que ir a Latinoamérica para dar varios conciertos y, claro, pues me voy. No puedo dar clases ahí. Lo que sí, siempre me llevo un kimono. Porque puedes ir a entrenar por ahí en cualquier sitio y es una cosa muy chula. No te pegan mucho porque eres el invitado. 

P.- ¿Y alguna vez has ido por la calle y has dicho, "menos mal que sé pegar"? ¿Lo has tenido que usar fuera del tatami?

R.- Yo crecí en los 90 y había muchos nazis en Madrid. Sí, ha habido peleas. Al margen de eso, estaba más normalizada la violencia. Ahora ves a un niño que llega llorando a casa y el padre se vuelve loco y va a hablar con los profesores y demás. Me parece muy bien, pero en aquella época no era así. Pero esas peleas se hicieron más serias cuando me hice más mayor. Por ejemplo, recuerdo el asesinato de Lucrecia Pérez [primer crimen racista reconocido como tal en España, en 1992]. En esa época estaba empezando a tocar en la calle como adolescente y nos marcó mucho. Y, aquí, en Torrejón, tuvimos un par de agresiones racistas importantes con arma blanca.

P.- Es duro. 

R.- Sí. Además, a esa edad tienes la sensación de que no te tienes que dejar pisotear cuando te insultan. Y los fines de semana, con el alcohol, lo que hacía la gente... Sí, había peleas. 

[...]

Durante la clase El Chojin aparece como pocas veces se le había visto antes. Su cuerpo es grande y se le intuye torpeza. Pero para nada; uno no querría llevarle la contraria. Los alumnos piden permiso antes de entrar al tatami levantando la mano y acceden con una reverencia. Pronto empieza la clase y tanto el cámara como el periodista empiezan a molestar. El ambiente es imbatible, pero se tambalea. "Ni os preocupéis, estamos acostumbrados a tener un compañero famoso", dice uno, con más buena educación que convencimiento. Y se empiezan a tirar al suelo bocarriba, como preparandose para la caída que vendrá. 

[...]

P.- Eras muy famoso antes de poder vivir de la música. Había público, pero no industria. Os pasó a todos en el rap. 

R.- Es que estábamos abriendo un camino que no existía, como en la jungla con un machete. Cuando ya era una realidad a nivel de público, no había nadie de 30 años para arriba que lo tomara en serio. No había entrevistas ni espacios. Incluso era difícil organizar conciertos porque los de las salas decían que no consumíamos y que les pintábamos los baños. Eso hizo que pusiéramos más pasión que si hubiera sido más fácil. Y creo que la pasión que le pusimos ha construido el rap que hay ahora en España. No era consciente, era tozudo. Pero normalizamos un estilo de música al que nadie respetaba. No es una forma de hablar: nadie. Es de lo que más me siento orgulloso, de pertenecer a esa generación. Montamos algo que ahora está establecido.

EL ESPAÑOL | Porfolio presencia una clase de jiu-jitsu brasileño junto a El Chojin (al fondo, a la izquierda).

EL ESPAÑOL | Porfolio presencia una clase de jiu-jitsu brasileño junto a El Chojin (al fondo, a la izquierda). Jorge Barreno

P.- Tuviste que trabajar de otra cosa mientras... 

[Antes de contestar, interrumpe una persona de unos 40 años que pasa al lado y le comenta a El Chojin que le gusta todo lo que hace. Con una amplia sonrisa y un "gracias, tío" sigue la conversación.]

R.- Sí, de portero en el Colors, un bar de Vallecas. Ya había sacado dos o tres discos y hacía conciertos, pero el mundo de la música es complicado. Un disco no te dice que vivas de ello y el directo es muchas veces una lotería. Tampoco sabíamos organizar conciertos fuera de Madrid y hacíamos giras en las que perdíamos dinero. Ahí te das cuenta de que a lo mejor no puedes vivir de ello y llegan las dudas. Y yo necesitaba dinero para decir que había ganado en los conciertos.

P.- Un poco de orgullo ahí, ¿no?

R.- Sí. Pero nos pasa a todos. Cuando tomas una decisión en contra de la idea de la gente de tu entorno, tienes un mecanismo estúpido que hace que tengas que defenderla aunque acabe apuntando a que no tenías razón. Y apuntaba a eso. No tenía sentido. Todo el esfuerzo, para perder dinero fin de semana tras fin de semana. Cuando ya te estás haciendo hombre, no compensa. Llega un momento en el que te dices, "ya lo has pasado bien, ya tienes 25 años, ya se te tiene que pasar la chorrada".

P.- Eso no pasó con otros géneros. 

R.- Pero sigue pasando con el rap. El otro día fue la Superbowl y tocaron iconos del rap. Aquí aún hay que explicar quiénes son, cuando son algunos de los nombres más importantes de la historia reciente de la música. Aquí todavía Jay-Z es el marido de Beyonce, en Estados Unidos es al revés. Hay una resistencia a importar la música negra en general. Se tiene como música culta el jazz, como concepto, pero no preguntes cinco nombres que no te los van a saber decir.

"Trabajaba de portero y decía que el dinero lo sacaba del rap"

P.- Hay muchos raperos de la generación a la que perteneces que no han podido mantenerse ahí. ¿Cómo se sienten? ¿Lo creen injusto?

R.- No es exclusivo del rap. En cualquier arte es muy difícil llegar y muy, muy difícil quedarse. Hay artistas que se acostumbran a un éxito y que creen que es el que se merecen. Cuando tienen menos, se frustran. Ycuando tienen menos aún, se van. Pero si te sientes abandonado por el público, tiene más que ver con frustraciones. Tu éxito consiste en convencer a la gente de que mereces ser escuchado... Pues búscate la vida. El juego es ganar y perder, y si pierdes no puedes decir que las normas están mal. 

P.- ¿Conoes a muchos que hayan tenido que volver a currar?

R.- ¿De mi generación? A casi todos. Nos hemos quedado cinco o seis. 

P.- Músicos que patrocinaron la adolescencia a muchos que, ahora que pueden, ni les compran el disco ni van a sus conciertos. 

R.- Así es la vida, tío. Muchos tienen una idea de justicia que consiste en que les vaya bien a ellos, y no es así. Tenemos que ser estrategas, no sólo músicos, decidir dónde meterse y cómo, cómo sacar la pata cuando la metes, que la meterás... A lo mejor tienes mucho talento, pero no sirve para nada, sólo para que cuentes una anécdota dentro de mucho tiempo en un restaurante con amigos. 

El Chojin, abajo en el centro, junto a otros componentes de su colectivo 995. Agarra la cabeza de Zatu, de SFDK.

El Chojin, abajo en el centro, junto a otros componentes de su colectivo 995. Agarra la cabeza de Zatu, de SFDK. E.E.

P.- ¿Tú has estado en ese momento de dejarlo, de buscarte un trabajo distinto?

R.- Estaba en Malabo (Guinea) y nos íbamos a Sao Tomé, una isla. Íbamos en un avión fokker... Y yo soy piloto y lo había pilotado en simuladores...

P.- Anda, otra sorpresa. 

R.- Sí... Pues ahí estuve en la cabina y demás y, cuando me volví a sentar con la que entonces era mi mujer, pensé que ya estaba. Había tenido una vida muy chula siendo mi jefe y demás, pero a lo mejor tocaba ponerse el uniforme y cumplir. Lo tenía muy claro. Estaba pagando unas vacaciones con un dinero que no tenía y no se lo estaba diciendo a mi chica. Y era muy conocido en el rap. Pero leía la carta del revés, mirando los precios primero y luego el plato. 

P.- ¿Y nunca llegó la tentación de hacer un hit como C. Tangana o Mala Rodríguez?

R.- Nunca, aunque lo respeto a muerte. Pero no es barajable en la forma que aprendí el rap. Rapeamos para nichos. Sí que es verdad que cada vez metemos a gente menos rapera en los conciertos, pero no voy a hacer nada para que vengan. De hecho, voy a sacar un EP que se llama Classic shit (Miérda clásica o La mierda de siempre) y, ya desde el nombre, te imaginas que si te gusta mi música bien; si no, ni la escuches. Si necesitara hacerlo, lo haría, eso sí, pero igual que me podría poner a trabajar en el Carrefour. 

P.- Tienes cinco libros, en el último, Siete martes, te metes en la ficción y hablas del racismo. Pero, lo importante, ¿crees que te publicarían el libro si no fueras El Chojin?

R.- No, porque nada de lo que tenga que ver con racismo tiene futuro comercial en España. Este país no se quiere retratar como una sociedad en la que puede que haya algo de racismo. Ni siquiera se recuerda que Guinea Ecuatorial fue España hasta 1968. Te hablan de las últimas colonias en el Desastre de 1898. Yo alucinaba en el colegio. Por eso escribí Siete martes, por ser yo y porque como es mío la gente lo va a leer. 

P.- Has tenido una parte de divulgación importante también. Está el libro de Rap. 25 años de rimas, has estado en Zapeando de tertuliano...

R.- Es verdad, se me había olvidado (se ríe).

P.- Pero si fue hace poco. 

R.- Sí, sí, simplemente que se me había pasado, fue unos meses. 

P.- Bueno, tuviste también el programa Ritmo Urbano que se emitió en La2 durante siete años. Has estado con un espacio en el telediario, rapeando las noticias de la semana... A lo que vamos... ¿En esos entornos alguna vez te has sentido como un mono de feria? Seguro que te decían que te pusieras la gorra y, además, al revés. 

R.- Sí, y eso es culpa vuestra, de los medios. Hay una que...

P.-Venga...

R.- Vale, te la cuento. Cuando hice el récord Guinness, en Telecinco, la presentadora, cuyo nombre no recuerdo [era Calmen Alcaide], empezó a mover las manos saludándome y parodiando el movimiento de los raperos. Le dije que por qué lo hacía, si el rapero soy yo y no lo estaba haciendo... "¡Corten, corten!", gritaron. "Intenta ser más majo", me dijeron. Así, me han pasado muchas. Al principio de mi carrera no sabía gestionarlo bien y complacía, luego ya no. 

P.- Ahí gente como Dani Mateo o El Gran Wyoming se portaron. Os dieron los primeros espacios en televisión. 

R.- Sí, hubo un momento en el que ya parecía irremediable la cosa y tenían que respetarlo. Ya hacíamos las cosas bien y no nos podían ridiculizar. Y los de mente más abierta fueron los primeros en aplaudirnos. 

P. Tienes una forma de cantar muy de centrarse en el lado positivo de las cosas, casi de autoayuda o mindfulness... ¿En qué momento dejó el rap en España de estar enfadado, como CPV y las capuchas negras, a pasar a tener un mensaje constructivo?

R.- Siempre ha habido dos formas de ver la lucha, no ha habido transición. En la música. En mi caso, sí que pasé de estar enfadado a no estarlo. Más que nada, por edad y conciencia. Fue cuando entendí que podía decir lo mismo y, luego, raaasss, la puñalada. Es una estrategia, no me siento más blando. 

P.- Bueno, pero sí que eres el rapero que toda madre quiere para su hija. El Chojin no se emborracha, no se droga, no hace nada... Algún oscuro secreto tendrás. 

R.- No hace nada, dice (se ríe). He hecho muchas cosas mal. 

El Chojin calienta la espalda en el entrenamiento.

El Chojin calienta la espalda en el entrenamiento. Jorge Barreno

P. Cuénta alguna, entonces. 

R. Eso se lo tienes que preguntar a mi gente. A mis ex, por ejemplo. O a algún amigo que dejó de serlo por mi culpa. Pero normalmente intento que mi madre se hinche de orgullo cuando oye hablar de mí. No sé cuál es el problema psicológico que tendré, pero alguno debo tener, porque busco de una forma enfermiza la mejora constante. Si no me emborracho es porque he visto lo que hace el alcohol y no me gusta. Y como soy muy radical e inflexible en muchos aspectos, pues a mis 44 años nunca he bebido una gota de alcohol. Nunca he probado una cerveza, un vino... nada. Ahora con el tiempo he aprendido a tener los oídos abiertos y que puede ser que no tenga razón. Pero sigo siendo testarudo.

P.- Lo dices poco, pero empezaste en esto por ligar. 

R.- (Se ríe) Sí... Y es una bonita forma de entrar. Digamos que fue para llamar la atención. 

P.- El caso es si ligaste. 

R.- Sí, con el rap se liga un montón. También por la actitud, porque te lo crees. 

P.- Tengo amigas que estaban locas contigo. Que si eras alto, que si guapo, que si tu voz... ¿Has tenido una época sexual de estrella del rock al menos?

R.- Sí, tuve una. Pero es que tenía 20 años. Sales de tu barrio, ves que les gustas, que te aplauden, que hay cuatro o cinco chicas que te dicen cosas... y vas con tu grupo de amigos y eres tonto, porque a esa edad no puedes serlo, y vives esas cosas. A otros compañeros lo de estrella del rock les daba por vaciar el extintor en los pasillos del hotel o por tirar una silla por la ventana. Yo, como no hacía esas cosas, pues hacía lo otro. 

P.- Cambiando radicalmente de tema, siempre has sido muy activo en la lucha antirracista, pero no veo que estés directamente en los movimientos sociales. 

R.- Estoy todo el rato, pero en las sombras. Tengo contacto constante con los activistas más, digamos, tocapelotas (se ríe). Pero me siento bien fuera del foco. Es necesario que se de voz a otras personas con mensajes más complejos que los que teníamos nosotros. Cuando toque estar en la primera fila, lo haré. Pero me dedico a la música. 

P.- ¿Cuando toque?

R.- Antes estaba en una asociación que se llamaba el Alto Consejo de las Comunidades Negras en España y nos reuníamos con gente del PP, del PSOE, de Izquierda Unida... Para la visibilización de las minorías étnicas. A eso me refiero. Pero ya no lo hago, aunque no quiere decir que esté apartado de la lucha. Siempre que se me llama estoy ahí, pero me gusta permanecer en la sombra. Prefiero pecar de sujetarme que de lo contrario. Si hace falta que sea más activo en la lucha contra el racismo lo haré. La verdad, no tengo una bola de cristal y no sé que va a pasar en las elecciones generales... Pero después de lo que ha pasado en Castilla y León... 

"Lo de Vox no lo entiendo, no hemos aprendido nada de la historia más reciente de la humanidad"

P.- ¿Te refieres a Vox, a que por primera vez tenga posibilidad de entrar en un gobierno? ¿Cómo lo has vivido?

R.- Con Vox tiene que haber algo que me estoy perdiendo. No puede ser que esté ocurriendo lo que creo que está ocurriendo. Creo que he aceptado sólo una visión del mundo que yo tengo y no soy capaz de ver lo que sucede ahí fuera. Cuando ves posicionamientos como los que tiene Vox y ves que les vota la gente, tiene que ser porque no estoy escuchando bien el discurso, porque si no, no hemos aprendido nada de la historia más reciente de la humanidad. Si tú quieres construir una sociedad a partir de la exclusión y hay gente que lo aplaude, no se me ocurre un fracaso peor que ese. Están diciendo ellos quién merece ser llamado buen español o no. ¿De verdad tenemos que estar con un partido político en España que diga qué es lo que se puede decir y qué es lo que no se puede decir? A ver qué pasa. Pero a mí me preocupa, la palabra es preocupación. Si es que se han encontrado en las listas de Vox a gente que ha pertenecido a grupos nazis. No es una forma de hablar, como hablan ellos de las feminazis. No, nazis, de esvásticas.

P.- Volviendo al racismo... Tu madre es extremeña. ¿Te ha pasado como a Bob Marley, que le criticaban en la lucha por no ser tan negro?

R.- Sí, ha pasado. Ya menos, porque la comunidad afro es mucho más inclusiva que la europea. Pero sí ha pasado, y tiene sentido. El colorismo habla de que, dentro de la discriminación racial, hay grados. Es más aceptable una mujer de piel más clara que se alisa el pelo. Sí que es verdad que puedes tener motivos desde la negritud para estar receloso de tus hermanos más claros. Le pasaba a Malcom X, que su madre era tan clara que se hacía pasar por blanca para trabajar. Le pasaba a él, a Bob Marley; también a Beyoncé cuando se pone de rubia. No es un mundo de felicidad constante el afro. Pero yo lo acepto. Es verdad que si eres más claro lo tienes más fácil. Y es mi caso, además, con nacionalidad española.

P.- En tu canción Rap contra el racismo, la que más artistas juntó hasta ese momento, aparece Lírico, de Violadores del Verso. Le metieron en la cárcel por violencia de género... No sé si quieres hablar de ello, aunque sea fuera de la entrevista. 

R.- No quiero contestarte ni fuera ni dentro. 

P.- Bueno, ¿y qué grandes amistades te siguen quedando de aquella época?

R.- Mis mejores amigos son Acción Sánchez, con Jefe de la M me tiro horas y horas hablando por teléfono, Locus es mi hermano, a Nach le quiero mucho... Piensa que nos hicimos mayores a la vez. Cuando me voy de gira no se lo puedo contar a mis compañeros del gimnasio. La gente no sabe de qué hablas. Pero llamas a cualquier de ellos y entienden perfectamente todo lo que les cuentas. Eso nos hermana. 

El Chojin.

El Chojin. Jorge Barreno