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El martes 8 de febrero, un pescador dio la voz de alarma al ser testigo de un raro naufragio en el Mediterráneo. Un yate de 27 metros de eslora y ventanas tintadas de oscuro zozobraba a la deriva a merced del temporal. Había sufrido una avería mecánica, pero parecía más bien como si fuera un barco fantasma que se hubiera perdido en un viaje en la máquina del tiempo. Encalló en la playa de Carchuna, perteneciente al municipio de Motril, en la Costa Tropical de Granada.
Efectivos de Salvamento Marítimo y bomberos rescataron ilesos a los tres tripulantes, dos hombres y una mujer de nacionalidad francesa, y a sus dos grandes perros. La embarcación, con una vía de agua en su casco, quedó varada en la orilla expuesta al embate de las olas, como un trofeo del lujo de épocas mejores. El propietario rescatado no presentó en plazo un plan de reflotamiento y se marchó del hotel. A falta de un responsable, la Capitanía Marítima de Motril declaró la nave abandonada. Su destino es ahora la subasta o el desguace. ¿De dónde venía?
El yate a la deriva era el Neeveen, nombre árabe de mujer que se pronuncia Nivín. La noticia conocida este mes de su naufragio y abandono ha evocado el recuerdo de la era dorada de la jet set de Marbella de los años 80 y 90, cuando su propietario original, el millonario jeque saudí Mohamed Ashmawi, lo tenía atracado en Puerto Banús, lo usaba para acoger fiestas de celebridades e incluso se lo prestaba al alcalde Jesús Gil para que hiciera a bordo campaña electoral. Con el Neeveen se hunde el último lujo de la Marbella de Gil y los saudíes.
Riadas de turistas fascinados por el lujo impresionante del puerto deportivo marbellí, una de las mayores concentraciones de riqueza y ostentación del planeta, han visto este yate durante décadas y han posado en el muelle con él a sus espaldas como tótem de la vie en rose que florece en las revistas. Esa vida paradisiaca con la que casi todos sueñan pero que pocos viven en la realidad.
La estampa del yate encallado y vacío en un día tenebroso de invierno contrasta con la del glamour de sus fiestas bajo el sol en los veranos del ayer. El jeque Mohamed Ashmawi bautizó el barco con el nombre de Neeveen como su primera hija (en inglés, los barcos son de género femenino). La Neeveen humana es en la actualidad la cabeza de los Ashmawi, tras la muerte del patriarca en 2019 y de su primogénito y hermano de ella, Ahmed, en 2021. La heredera habla español y sigue teniendo una estrecha relación con la localidad malagueña.
Su difunto padre, el empresario Mohamed Ashmawi, es de los nombres fundamentales en la crónica ilustrada de la jet set de Marbella y la Costa del Sol. Junto a amigos suyos como el príncipe Alfonso de Hohenlohe, a Ashmawi se le recuerda como uno de los mejores embajadores internacionales que ha tenido la ciudad andaluza. Fue padre de siete hijos con dos mujeres. Con su primera esposa, Elly, alemana, tuvo cuatro vástagos nacidos en Arabia: Ahmed, Neeveen, Ismael y Khalid. Con su segunda esposa, la marroquí Salmia Larossi, ya fallecida, tuvo otros tres hijos, nacidos en Málaga: los varones Yahya y Youssef y la pequeña Yousra.
Tuvo siete hijos con dos esposas, la alemana Elly y la marroquí Salmia. Llamó a su yate como su hija Neeveen
Así lo precisó en Internet con tristeza un pariente de Salmia al reprochar que no hubieran invitado a los tres hijos menores de la segunda esposa y sí a los mayores al acto en el que el Ayuntamiento de Marbella honró la memoria del jeque. Fue el 4 de septiembre de 2019. Ese día, la alcaldesa Ángeles Muñoz (PP), el jefe de la Policía Local y la primera familia de Ashmawi inauguraron un monolito en la rotonda junto al bulevar que llevaba ya el nombre de Mohamed Ashmawi desde los años 90.
Era entonces la época de gobierno como alcalde (1991-2002) del empresario Jesús Gil, fundador del partido populista cuyas siglas eran su apellido en mayúsculas (Grupo Independiente Liberal, GIL). El bulevar Mohamed Ashmawi, en plena Milla de Oro de Marbella, conduce hasta la entrada de su palacio, desde la que el jeque hacía de maestro de ceremonias para las visitas a la ciudad de la familia real saudí y de la larga pléyade de magnates y famosos con los que se relacionaba, como el actor Sean Connery.
El origen de los Ashmawi
La historia de amor de los Ashmawi con Marbella se remonta a 1980 o 1981, cuando Mohamed la visitó por primera vez. Tanto le encantó la ciudad, que la convirtió en su hogar gran parte del año. Desde Arabia Saudí se trajo su fortuna y su exclusiva agenda de contactos internacionales. La familia Ashmawi es de la ciudad portuaria de Yeda, a orillas del mar Rojo, en la región de Hiyaz. Esta costa occidental de Arabia Saudí es la zona más liberal del ultraconservador estado islámico de Arabia Saudí, al que da nombre la monarquía absoluta de los Saúd, la familia real.
Los Ashmawi deben su riqueza a las relaciones comerciales con las grandes petroleras europeas. El padre de Mohamed, el jeque Ahmed Ashmawi, se asoció en 1945 con la compañía angloholandesa Shell para vender sus lubricantes en las provincias occidentales del reino, es decir, en la costa de la región histórica de Hiyaz. Era un contacto extraordinario porque se trataba del primer negocio que el gigante Shell establecía en Arabia Saudí. Dos años después, en 1947, la familia Ashmawi creó la sociedad Saudi Arabian Markets Limited y Shell la designó como su distribuidora oficial para el Oeste de Arabia, según recoge el portal i-Marbella de Annika Urm, cronista de confianza de la familia.
La familia, originaria del puerto saudí de Yeda, hizo fortuna al asociarse desde 1945 con las petroleras Shell y BP
A la muerte del jeque, su hijo Mohamed, nacido en 1935, se convirtió con 21 años en director de la empresa y fue ampliando los negocios. En 1977, fundó la empresa Peninsular Aviation Services Company limited (Pasco) en asociación con las petroleras Shell y British Petroleum (BP) y la familia Adham, para dedicarse al lucrativo servicio de proveer combustible, aceites y otros productos a los aviones de los aeropuertos de Arabia Saudí. Un cable del Departamento de Estado de Estados Unidos de 1975 publicado en Wikileaks define a Ashmawi como un empresario solvente. Su imperio creció con propiedades en diversos países, de Egipto a Costa de Marfil.
A través de su base en el puerto de Yeda, el negociante Mohamed Ashmawi también se dedicó a la importación en exclusiva de coches europeos de hiperlujo como Rolls Royce, Bentley o Alfa Romeo. Su afición motorística la trasladó a España. En un gran garaje de la localidad marbellí de San Pedro de Alcántara guardaba su fabulosa colección de vehículos históricos y modelos únicos.
Con su dinero y su proverbial simpatía de hombre de negocios se erigió en Marbella como uno de sus vecinos principales. Se codeaba con la élite mundial que venía aquí de vacaciones. Se reunía con el rey Juan Carlos I de España, el rey saudí Fahd o su hermano y sucesor el rey Salmán, dueño de otro yate habitual de Puerto Banús, el Shaf London. Fahd tenía en Marbella el palacio Mar-Mar y Salmán, el palacio Al-Riya, ambos cerca de la mezquita Rey Abdulaziz Al Saúd, padre de los hermanos.
Amigos poderosos
Personajes legendarios poblaban la Marbella luminosa y a la vez oscura de esos tiempos. Detrás de muchas de las fotos sonrientes con las que posaban en las fiestas para las revistas del corazón se escondían negocios sucios y secretos de Estado. Como los del amigo de Mohamed Ashmawi en Marbella Adnan Khassoggi, el multimillonario traficante de armas saudí. Khassoghi era dueño del yate Nabila, que fue el mayor del mundo con sus 86 metros de eslora, tres veces el Neeveen de su compadre Ashmawi. La exmujer de Khassoggi, la iraní Shahpari Zanganeh, fue luego mediadora-comisionista del AVE a La Meca que construyeron empresas españolas, con la mediación también del rey Juan Carlos I.
En el paraíso marbellí encontraron refugio de oro otros poderosos como Rifaat el Assad, tío del actual presidente de Siria, al que apodaron El carnicero de Hama por dirigir a las órdenes de su hermano Hafez la represión militar contra la revuelta islamista de 1982 que dejó en esa ciudad más de veinte mil muertos.
El jeque Mohamed Ashmawi supo tratar con todos como buen diplomático y mantener a salvo su prestigio, trenzando relaciones afectivas a través de las fronteras. Al otro lado del Estrecho, en Marruecos, se hizo amigo del rey Hassán II y se hizo con un palacio en Tánger al lado del de la familia real marroquí. Sus hijos respectivos, el actual rey Mohamed VI y Ahmed Ashmawi, primogénito de los siete hijos del empresario saudí, continuaron y estrecharon entre ellos la amistad de las dos familias.
Tan estrecho era el vínculo con la casa real alauí, que las crónicas cuentan que cuando el Ayuntamiento de Marbella, en la época de Gil, inauguró el bulevar Mohamed Ashmawi, el rey de Marruecos envió al acto aviones oficiales para que sobrevolaran la ceremonia, junto a otros aviones de la flota personal de Ashmawi. En tierra, desfiló una comitiva de gaiteros escoceses y jinetes de la Policía Local de Marbella en uniforme de gala.
"Ashmawi y Jesús Gil se peloteaban mutuamente", recuerda un veterano periodista marbellí sobre esos turbulentos años 90 en los que, tras años de gobierno del PSOE en la ciudad, irrumpió como un torbellino-apisonadora el partido personal del empresario de la construcción y presidente del Atlético de Madrid. Jesús Gil (muerto en 2004) era el ariete de las fuerzas que pedían relanzar la economía de Marbella levantando las restricciones al crecimiento inmobiliario. Acusaba al PSOE de cobro de comisiones ilegales, pero él mismo encarnó el abuso cuando llegó al poder. Fue alcalde entre 1991 y 2002, y, tras su inhabilitación, lo sucedieron los gilistas Julián Muñoz y Marisol Yagüe. El gilismo desembocó en una gigantesca red de corrupción político-inmobiliaria que provocó en 2006 la intervención del Estado para disolver el gobierno municipal de Yagüe.
El jeque le prestó su yate a su amigo Jesús Gil para que cruzara el Estrecho a hacer campaña en Ceuta
Ashmawi le prestó su yate Neeveen a su amigo Jesús Gil para cruzar el Estrecho a hacer campaña en Ceuta cuando se propuso, y consiguió en gran parte, extender su poder con el GIL a las ciudades autónomas y a otras localidades de la costa andaluza como La Línea de la Concepción. La travesía a Ceuta, el 5 de junio de 1999, duró tres horas.
El jeque Ashmawi, el hijo adoptivo de Marbella, su dinamizador constante, fundó y presidió la cadena de televisión Al Ándalus, que desde sus estudios frente al Marbella Club emitía sus programas al mundo árabe a través del satélite Nil-Sat, siguiendo el recién nacido fenómeno mediático de la cadena internacional árabe Al Yazira, con sede en Catar.
La cronista Amparo de la Gama contaba en Vanitatis que, durante una fiesta en el palacio de los Ashmawi en Tánger, fue testigo del caprichoso poder del patrón. El jeque mandó interrumpir la emisión de su cadena para que retransmitieran la actuación en el palacio de una cantante tangerina, hermana de su segunda esposa, Salma. También de Tánger era la segunda esposa del rey saudí Salmán, paisano de Ashmawi.
Ahmed y Neeveen
El empresario encontró un excelente relevo en las relaciones públicas de la jet set en la persona de su primogénito, el también llamado sheij o jeque Ahmed Ashmawi. El heredero, hijo de saudí y alemana, de ojos claros, hombre con fama de muy atractivo y trato encantador, nació en Yeda, estudió en Estados Unidos y, siguiendo los pasos del padre, actuó desde muy joven como directivo y relaciones públicas de sus negocios. En su álbum familiar reproducido por i-Marbella se ve a Ahmed en citas de alcurnia por todo el mundo, como en una recepción en palacio en Rabat con Hassán II o en encuentros con los secretarios generales de la ONU Kofi Annan y Boutros Ghali. Su padre, Mohamed Ashmawi, impulsó el nombramiento de una calle de Marbella como Naciones Unidas.
Ahmed se quitaba la corbata y la chaqueta y en las fiestas nocturnas de Marbella, en las que era una celebridad como su progenitor, vestía con trajes de fantasía junto a la beautiful people planetaria. Como insectos al calor de una lámpara, acudían a beberse el resplandor de esta vida feliz en mansiones, hoteles, restaurantes y discotecas como la de Olivia Valère.
Con Ahmed se veía a menudo a su hermana Neeveen, la que dio nombre al yate familiar. Los dos eran uña y carne. Compartían el gusto por la buena vida, las amistades exquisitas, las artes, las joyas, la moda, la bohemia chic que no tiene límite en la tarjeta de crédito. En Marbella, en España, en sus viajes y estancias en Europa, América y otros sitios, disfrutaban una libertad personal y sexual a años luz de la represión que habrían sufrido bajo el yugo integrista en su natal Arabia Saudí.
En Marbella, los hermanos Ahmed y Neeveen, como antes sus padres, practicaron con alegría y generosidad el mejor oficio del mundo: el de vividor. Ahmed compartía en sus redes sociales fotos con amigos y amigas, como con la modelo india Sheetal Mafatlal en Bombay, o en inauguraciones en la antigua galería de arte Kasser Rassu de Marbella de su amigo Shahed Kavousi. Su hermana Neeveen ha frecuentado también las fiestas marbellíes, varias de ellas dedicadas a recaudar fondos para asociaciones protectoras de los animales. En una en 2015 acompañaba a su amigo el cantante Germaine Jackson, hermano de Michael Jackson. En otra de 2010 posaba con un cartel pidiendo una ley contra el maltrato a los animales.
Mucho más sobria que la inauguración con gaiteros y aviones y jinetes de los años 90 en honor al padre, Mohamed Ashmawi, fue la ceremonia municipal que el 4 de septiembre de 2019 se celebró en Marbella para instalar un monolito en la rotonda del bulevar que lleva su nombre, tres meses después de su muerte, el 31 de mayo de ese año. Fue un acto muy sencillo. La alcaldesa Ángeles Muñoz leyó unas palabras de recuerdo y agradecimiento a Mohamed Ashmawi por su contribución a la difusión de Marbella en el mundo.
Su hija Neveen dio las gracias en nombre de la familia antes de descorrer la tela del monolito con el logotipo de las iniciales del padre. La acompañaban sus dos discretos hermanos menores, Khalid e Ismael. Excusó la ausencia de su madre, Elly, que se había roto la cadera, y de su hermano mayor, el rutilante Ahmed, a quien el cáncer mató dos años después. Al acto no asistieron los tres hijos de la segunda esposa del jeque Ashmawi.
El siguiente golpe para la familia llegó con la enfermedad y muerte por cáncer en 2021 de su heredero, Ahmed Ashmawi
Muerto el padre en 2019, el siguiente golpe para la familia llegó con la enfermedad de su sucesor. La muerte por cáncer de Ahmed, el 12 de septiembre de 2021, produjo un gran pesar entre sus innumerables amigos, que lo describieron como "un ángel" y una persona de amabilidad exquisita, como destacó Lamia, la mujer de Adnan Khashoggi. Su amigo Hubertus de Hohenlohe, hijo de la princesa Ira de Fürstenberg y del príncipe Alfonso de Hohenlohe (que había sido a su vez íntimo del jeque padre Mohamed Ashmawi), recordó en declaraciones a Vanitatis sus días en que de niños jugaban juntos en el palacio de los Ashmawi en Tánger y luego sus encuentros en Marbella.
Noches míticas
Hubertus dio una medida del nivel de glamour de la Marbella de los años 80 en otro comentario suyo a El País en el que describía la noche en que salió de fiesta con Sofía de Habsburgo y el cantante David Bowie. Al regresar de madrugada de la discoteca Pepe Moreno, se bañaron una piscina que tenía unas esculturas de delfines, y el genio de la música esbozó delante de ellos los primeros versos de la canción que luego sería el éxito Heroes: "Oh I wish I could swim like the dolphins can swim". Ojalá yo pudiera nadar como nadan los delfines.
Tras la muerte de Ahmed el año pasado, Neeveen es la nueva cabeza de la familia. El yate que lleva su nombre, atracado en Puerto Banús, salió a la venta en una página naval por unos 300.000 euros. Según ha informado Salvamento Marítimo, el nuevo propietario francés estaba navegando con sus acompañantes en su primera singladura, camino de Aguadulce, en la costa almeriense, cuando, a la altura de Motril, sufrió un fallo, quedó a la deriva y naufragó.
El nombre de Neeveen, como el Rosebud particular de los Ashmawi, resonó así de nuevo, batido por las olas, para reflotar la memoria de una Marbella que parece que se fue para siempre, pero que en realidad sigue estando aquí, encarnada en otros ricos habitantes. Que no cunda la nostalgia por la dolce vita perdida. El ocaso de una época da paso al cénit de otra: los yates de hoy son tan grandes como entonces y la gente igual de beautiful. O más.